Capítulo 8

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Capítulo 8

Rosa se había levantado esa mañana más temprano de lo habitual, tenía mucho que hacer desde que su ex marido la había visitado el día anterior. Es cierto que ya había hecho algunas cosas la jornada pasada, como desplazarse hasta Sanlucar de Guadiana para verificar el nombre de Sanchez Faneca en el registro del cementerio, comprobar en su ayuntamiento si existía alguna familia con ese nombre por si se debía a alguna coincidencia y no era el verdadero mafioso desaparecido. También indagó de manera sutil preguntando aquí y allá, el porqué había sido enterrado en ese pueblo, si alguien lo conocía.

Además de todo esto, tuvo que acabar unos artículos que ya tenía comprometidos para el periódico; así que entre una cosa y otra, terminó por llegar a casa muy tarde teniendo que posponer muchos de sus planes para próximas fechas.

Confiaba que su hermano —que terminaba el horario de noche justo a esa hora—, tuviera un humor aceptable tras el trabajo para atender su petición de recuperar una muestra de ADN de un resto humano consumido, sin hacer muchas preguntas. Juanjo siempre había sido su favorito y de lejos mucho mejor persona que Carlos, que era engreído y estúpido como pocos. Para más inri, siempre solía trabajar asociado con ese otro maldito Carlos, un tipo colombiano que compartía con él todos sus defectos y cualidades. Si se puede llamar cualidad el sacar de sus casillas a la gente claro.

Simón les había apodado “los Carlos”, y aunque ella no lo reconociera, molestándose cada vez que los llamaba de tal forma en su presencia, en el fondo sabía que era un gran apodo para esos dos cabrones.

En definitiva; se encontraba a las puertas de la comisaría de policía esperando a que su hermano “bueno” terminara de una vez su pesada jornada laboral, para abordarlo sin miramientos y sacarle la pequeña ayuda que precisaba.

No era una mañana agradable; caía una llovizna tenue muy molesta, arrastrada por el viento que esquivaba su paraguas para empaparla por completo. El parte meteorológico había vuelto a errar al asegurar que ese día el tiempo abriría, pero el cielo seguía teñido de perfecto color gris.

Se encontraba apoyada contra la fachada del edificio repasando los datos que ya tenía de la futura noticia, concibiendo el inicio del fabuloso artículo que la encumbraría definitvamente entre los mejores periodistas de la ciudad, e incluso del país. Se acabaron las columnas de medianías que no interesaban a nadie; no más trapos sucios de credibilidad cuestionable sobre la familia del alcalde, no más sensacionalismo barato hablando de las bandas locales mientras la mafia hacía cuanto quería en la ciudad, no más criminalización barata a los grupos subversivos y antidrogas locales.

El tiempo transcurría a la misma vez que su humor se enturbiaba, Juanjo debería haber salido del centro policial hacía veinte minutos pero aún no había dado señales de vida. En su lugar si que pudo ver abandonar el edificio al conocido médico Guillermo Fornieles junto a su esposa Rita, a paso veloz y con cara de pocos amigos. Por un momento estuvo tentada a posponer su encuentro fraternal para seguir a la célebre pareja y ver si podía sacar algún partido periodístico a su visita policial. Pero por alguna extraña razón prefirió confiar en la palabra de su marido antes que en su instinto profesional.

Simón no le había contando realmente mucho, desconocía por completo de quien era la segunda muestra que guardaba en la cajita de su bolso, aunque por su expresión la consideraba mucho más importante que la del propio Faneca. Ella ya tenía alguna hipótesis sobre este hecho, pero aún no había concluido por cual decidirse y ahora mismo no quería pensar en su ex marido, era mucho más importante corroborar la muerte del histórico criminal antes que indagar lo que ocultaba ese viejo borracho.

Miró el Reloj; ya pasaban veinticinco minutos de la hora de salida y su enfado crecía tanto que ya no podía estarse quieta, resoplando para tranquilizarse. No solo eso, tuvo que salir disparada un momento de la entrada de la comisaría porque vio acercarse por la gran avenida el auto de su otro hermano; Carlos, que ya llegaba a relevar a Juanjo.

La profanación (Paralizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora