La profanación (Paralizada)

Capítulo 17

Capítulo 17

Se dejó caer sobre el viejo sofá arrastrado por el peso de su cuerpo y la maldita gravedad, tenía la mente turbia, los reflejos pausados y la estabilidad perdida. Sobre la mesa baja que tenía a sus pies descansaba una botella de brandy vacía; el licor ahora se hallaba en su estomago o en todo caso en el inodoro, lugar del que provenía con su andar tambaleante.

En el otro sillón de la habitación dormía Rosa, habían ido a su casa justo tras dejar a Jose Carlos en la suya, la invitó a una copa y luego intentó besarla, reconocía que no había sido la mejor idea pero ella parecía tan predispuesta... De hecho en un primer momento logró hacerlo sin que se resistiera demasiado, luego la cosa fue distinta y terminó empujado e insultado. Suponía que se lo merecía.

Dándole vueltas la cabeza pensó que aún le restaban Pedro y Jacobo, lograr esos nombres le había devuelto al día anterior, o casi, cuando tenían a Ángel S para sacarle información, sin embargo seguía fracasando, Lázaro estaba muerto y los otros dos en paradero desconocido. Fue por eso por lo que trató de hallar consuelo en Rosa, en cambio solo su fiel alcohol se lo brindó.

Recordaba con la mente confusa su entrada en la casa del antisistema, como había recorrido entre penumbras el apartamento encontrándolo vacío, como se había dispuesto a realizar un registro, y como instantes después llegaba Lázaro acompañado de otros tres radicales abriendo la puerta principal de la vivienda. Todo fue muy rápido, ellos sacaron sus armas, él ya tenía la suya en la mano, y a continuación el tiroteo; había matado a dos hombres esa noche y casi se había unido a ellos de no ser por Jose Carlos que llegó en el momento preciso para salvarle, entró jadeando y le arrebató la vida al tercer acompañante de su objetivo. Además su compañero había acabado con otros dos tipos abajo, aunque uno sobreviviría al impacto de bala que había recibido en la pierna. Se compadeció de Jose Carlos, el hombre que había escapado podría reconocerlo y los muertos en el tiroteo eran demasiados, se lo imaginaba angustiado en su casa junto a su obesa esposa sin poder dormir en toda la noche, acongojado por las posibles consecuencias de lo acontecido horas atrás.

También estaba Rosa, había cumplido su función perfectamente; evitar que Lázaro huyera, lástima que no le haberle especificado que tenía que evitar tal cosa pero manteniendolo con vida. Bueno, tal vez no había tenido otra opción, su ex mujer había dejado bien claro que iba a dispararla, que era ella o él. La pobre era la primera vez que mataba a alguien y no se encontraba nada bien, y encima él había tratado de besarla, se avergonzaba de si mismo.

Miró el reloj; daban las dos de la madrugada, era una buena hora para dormir así que subió las piernas al sofá y como pudo se estiró, con un brazo colgando y con la cabeza sobre un cojín; estaba demasiado borracho para caminar hasta su dormitorio, también demasiado cansado. No le costó entregarse a los brazos de morfeo, ni tan siquiera con la luz encendida.

***

Las luces de las sirenas iluminaban la calle, ambulancias que ya no eran necesarias, coches de policía e incluso bomberos regaban el lugar. La casa estaba acotada por cintas policiales e innumerables agentes que impedían el paso a periodistas y curiosos.

Carlos saludó a uno de los muchachos y pasó a la escena del crimen, no le gustaba lo que veía, de hecho estaba asustado, lo que había ocurrido era muy malo, muy, muy malo.

A esa hora el servicio lo llevaba su hermano Juanjo, pero ante la gravedad del asunto se había desplazado hasta el lugar del homicidio al igual que había hecho el tercer inspector y amigo personal Carlos, con el que compartía nombre.

Los de criminalística peinaban la zona con sus maletines llenos de probetas y utensilios extraños, desarrollando sus técnicas forenses, buscando pistas, indicios de quien o quienes eran los responsables de aquella barbarie. Él ya lo sabía, no había de ser muy inteligente para darse cuenta de quien andaba detrás de todo eso.