Capítulo 10

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Aurora

Me encontré con la señora Kala en el cuarto de servicio y me acompañó hasta el cuarto piso de la mansión.

-Aquí arriba, sólo está ocupada la habitación de alfa. Tanto el beta como el gamma y los ancianos residen en el tercer piso -dijo-. El segundo es sólo para los invitados y las oficinas. Y la primera planta ya la conoces.

La seguí, tratando de memorizar cada giro que dábamos .

-Aquí estamos, querida. Esta es tu habitación -dijo, de pie ante una puerta-. El dormitorio del alfa está al final del pasillo.

Señaló una puerta solitaria.

-Aquí están tus llaves. Beta Barone ya ha dejado tu equipaje. Entra y acomódate. Vendré a buscarte dentro de un rato para comer  -dijo amablemente la señora Kala.

-No tengo mucha hambre. Voy a deshacer la maleta y a acostarme un rato -dije.

-¿Estás segura, cariño? Tampoco has desayunado -recordó, con preocupación en su voz.

-No pasa nada, señora -le dediqué una sonrisa para asegurarle que estaba bien.

-Muy bien. Sé que estás abrumada por todo esto, así que te dejaré descansar. Pero vendré a buscarte para la cena, ¿de acuerdo?

De alguna manera sabía que no podía discutir con ella sobre la cena, así que suspiré y asentí.

-Dispón tu habitación como te parezca. Luego vendré a ver cómo estás, querida -dijo la gobernanta.

-Gracias, señora Kala.

La anciana se dio la vuelta y salió, dejándome sola en la enorme habitación, que lucía una decoración color pastel y blanca.

En el centro había una cama de matrimonio con sencillas sábanas blancas. En una de las paredes había una pequeña chimenea, que estaba encendida para mantener la estancia caliente.

A un lado de la cama había una apetecible silla blanca en la que podía imaginarme leyendo. Y justo detrás de la silla había una puerta de cristal con gruesas cortinas que conducía a un balcón.

En la pared opuesta a la cama había dos puertas, con una enorme pantalla de televisión entre ellas, colgada sobre la chimenea.

La primera puerta se abría a un enorme cuarto de baño que consistía en una hermosa bañera de mármol y una ducha adyacente.

La pared estaba adornada con un enorme espejo, y la encimera era lo suficientemente larga como para que se alineasen ante ella hasta cuatro personas.

La segunda puerta resultó ser un vestidor. Cada lado de la pared tenía perchas y cajones que, estaba seguro de ello, nunca llenaría.

Me acerqué a la puerta de cristal y la abrí, saliendo al enorme balcón.

No pude evitar suspirar de placer mientras admiraba el hermoso jardín de rosas que había debajo. Su aroma impregnó inmediatamente la habitación.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora