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El hombre la miraba furtivamente. Samantha Streoss parecía salida de cualquier fantasía que pudiese haber tenido alguna vez; era preciosa, su porte, la postura erguida, segura de sí a pesar de las circunstancias, su altivez y la determinación. Toda ella lo atraía de forma desconocida, quizá hasta absurda.

Cuando leyó aquel mensaje en la noche, estaba con Lasha. Su hermana al fin estaba dando con algo. Los números como bien sabían, no cuadraban, pero el responsable sí que estaba dentro de Streoss Services, el dinero había sido desviado, pero aún no daban con quien ni a donde, lo cierto es que estaban cerca.

Londo ignoraba este hecho, aunque le había dado acceso a la información sin generar resistencia, parecían sospechosamente interesados también en averiguar lo que ocurría.

Así que, con el teléfono en mano, sintiéndose más tranquilo con los avances, le respondió optimista; las cosas entre ambos funcionarían. Ella era la indicada y, con el tiempo, confiaba en que bajaría de nuevo las defensas, como ya lo había hecho para así aceptar que ese matrimonio tenía todas las posibilidades de salir adelante.

Eran compatibles sin duda, harían una buena pareja, práctica, que contaría con todo lo necesario para llevar un enlace próspero y exitoso, por lo mismo le hacía gracia que fuese tan necia para no verlo con esa claridad. Quizá era la edad, después de todo estaba por cumplir veintitrés, no es que fuera alguien cargado de experiencia ni malicia, así que debía tener paciencia y aguardar a que la pelirroja notara las ventajas de lo que compartirían.

Sin embargo, ese par de palabras sonaron muy fuertes, más en ese momento. Apretó los puños cabreado, pero ocultándolo. Esa joven parecía tener la necesidad de desafiarlo a cada jodido paso, de tambalear sus ideas, su puto mundo con su lengua afilada, con su mirada cargada de ansiedad y anhelo cuando estaba conforme.

Lo estaba malditamente volviendo loco y ni siquiera estaba dando el puto , aún.

Lo cierto es que estaba acostumbrado a salirse con la suya, a controlar y controlarse, ella no sería la excepción. Su plan estaba en marcha, uno que comprometía también su vida, no solo el éxito, o el dinero, sino su camino personal. Samantha Streoss sería su pareja, la madre sus hijos y maldita sea, ya era su mujer le gustase o no.

Estuvo a una de removerse el cabello, presa de su propia confusión, de la molestia. Obviamente no ocurrió, Kylian Craig sabía dar los pasos uno a uno, llegar a sus objetivos y conquistar hasta las cosas más complicadas. No por algo había salvado de una ruina inminente la empresa que su padre dejó a la deriva, años atrás, siendo apenas un chico recién salido de la adolescencia.

Esa pelirroja con ojos de peligro, no desviaría ni sus decisiones, ni su determinación, mucho menos sería el motivo por el que sus planes se entorpecieran.

Respiró hondo y asintió.

—Veo que esto va viento en popa —musitó sujetando su mano, dándole un apretón sobre su antebrazo—. Una vez roto, solo queda pegar las piezas de nuevo, querida —murmuró viendo al frente. Ella intentó zafarse, pero se lo impidió—. Solo déjate sorprender.

Y la ceremonia comenzó.

Las flores, la iluminación, los invitados, los aplausos, suspiros y la música suave, no lograron captar la atención de la pelirroja, que solo estaba atenta a las palabras estúpidas que decía aquel hombre que, sin saberlo, enterraba su vida.

Asintió y habló cada vez que debía hacerlo. En algún momento de aquel derroche de mentiras, Kylian tomó su mano y colocó la sortija mirándola a los ojos, diciendo aquella sarta de tonterías que carecían de significado para ella, dejando el anillo en su sitio.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora