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Samantha permitió que su madre la aconsejara. Si lo que él deseaba era el prototipo de flor de sociedad, Madelene era la indicada. En otro momento ni por error se le hubiera ocurrido, pero de acuerdo a lo que estaba ocurriendo le pareció buena idea irlos involucrando.

Claro que cuando se lo pidió, se arrepintió de no haberlo hecho con anterioridad, su mamá había sacado todos aquellos vestidos que a lo largo del tiempo le había comprado mientras le hacía preguntas acerca de Kylian. Lucía feliz.

Mentirle era espantoso, pero una parte de ella sabía que debía ir soltando información que ayudara para los planes que el Hades tenía. Odiaba la sola idea de estarle ayudando, pero no tenía opciones, eso lo tenía bien claro.

—Es guapísimo, Samy, no puedo creer que estén saliendo —expresó su mamá mientras le probaba por encima un vestido color azul oscuro que resaltaba su cabellera, esa que compartían en color.

Samantha sonrió avergonzada, o fingiendo.

—Cuando vino a la fiesta hablamos un poco y bueno, se ha dado.

—Tu padre me contó lo de Cash, lamento que las cosas salieran de control, cielo, pero creo que un chico así tú le das muchas vueltas —aseguró torciendo los labios analizando si ese vestido era el ideal, ya le había sobrepuesto dos más.

—No me gustó herirlo —murmuró sincerándose. Madelene sonrió con ternura tomándola por los hombros para posarse en sus ojos color índigo, ese otro rasgo que compartían.

—Fuiste honesta. Herir a veces es inevitable, Samy, muchas veces las personas hacemos cosas sin medir las consecuencias o conocerlas y bueno, no podías seguir con él sabiendo que no sentías lo mismo. Eso sí que hubiese sido incorrecto.

—Lo hubieras visto hoy en la Universidad.

—Tiene veintidós años, si hubiese preferido que continuaran a pesar de saber que no sientes lo mismo, pues de menudo problema saliste, mi cielo.

—Mejor dejemos eso —pidió su hija, agobiada.

Madelene sonrió estando de acuerdo.

—Sí, tienes razón, anda ponte este. Creo que es el ideal. Te recogeré el cabello de una forma sencilla y quedarás preciosa. Kylian no podrá cerrar la boca —bromeó con picardía, ignorando la realidad. Sam le dio un abrazo que necesitaba después de darle un beso en la mejilla.

—Gracias, ma —susurró.

La mujer, que no estaba acostumbrada a que su hija mostrara su afecto de aquella manera, normalmente evitaba su ayuda, era imposible que se estuviera quieta o compartiera cuestiones sociales con ella, sonrió y la respondió el gesto.

—¿Qué ocurre? —preguntó percibiendo que ahí algo no marchaba del todo bien.

Sam abrió de par en par los ojos, ¿cómo sabía? Pasó saliva fingiendo una sonrisa desenfadada, intentando ser la de siempre.

—Nada, solo... quizá estoy sentimental.

—¿Te gusta mucho?

Sam pestañeó sin responder pero enseguida asintió.

—Sí... —aceptó sintiendo un vuelco molesto en el estómago. En una hora estaría ahí, ella había dejado plantado al equipo de fut para el entrenamiento, ya no tenía a su novio y les mentía a sus padres.

Sí, le gustaba demasiado, pero como para descuartizarlo o convertirse en una asesina serial.

—Es guapísimo y tiene mucho porte, además de ser un hombre asediado —apuntó Madelene, sentándose con decoro sobre la cama, observando cómo se desnudaba su huracán, como solía nombrarla.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora