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—¿Tregua? —curioseó desconcertada, con aquella voz tan vivaz que poseía. Había captado su atención, además de bajarle la guardia. Era curiosa.

—Por qué simplemente no permites que las cosas fluyan durante estos días. Si lo pasamos discutiendo, no será sencilla la convivencia, tampoco será creíble.

—No veo cómo hacer eso. Apenas te tolero. Te impones, no te importa lo que los demás piensen, o necesiten, eres egoísta.

—Intentaré ser flexible con tus horarios, pelirroja, ¿algo más?

—Odio los eventos donde hay que ir ataviada, actuar y esas estupideces.

—No te puedo garantizar de que no ocurrirían, es parte de mi trabajo, lo sabes, pero intentaré que sean las menos, tampoco son mi pasatiempo favorito. Aunque imaginé a que era algo que disfrutabas, ayer parecías en tu elemento.

Ella se encogió de hombros, no pensaba ponerlo al corriente de su vida o permitir que la conociera de más, eso nunca. Tratándose de él, podría usarlo para joderla más adelante.

—¿Siempre decidirás a dónde iremos? —curioseó arqueando una ceja, aprovechando su momento de bondad. Kylian le dio un trago al sake, con ademanes masculino y calculados que la hipnotizaban. Se obligó pestañear. ¿Por qué debía ser tan atractivo?

—¿Quieres aportar a la causa? —replicó relajado.

—¿Podría?

—Podrías.

—Bien, entonces yo me haré cargo de la siguiente cita.

—Es mañana, ¿tendrás tiempo para ello?

Samantha sonrió con picardía, para luego darle un trago a su bebida.

—Ayer desapareciste... —se escuchó decir cambiando el tema.

—¿Me echaste de menos, pelirroja? —se burló.

Un mesero apareció en ese momento, Samantha rodó los ojos, ignorándolo. Escuchó como Kylian le decía algo en aquel idioma, el joven, notoriamente alegre por aquello, le respondía entusiasta. Finalmente se fue y ella lo observó. Le había pedido los alimentos, comprendió.

—Así que a veces eres agradable...

—Si prefieres pensar que soy un monstruo, adelante. Pero puedo ser un humano decente, aunque egoísta. Es bueno que no lo olvides.

—No lo haré, no te preocupes, cada vez que te miro lo recuerdo —susurró guiñándole un ojo.

Kylian la observó pensativo y es que estaba acostumbrado a tratar con hombres y mujeres poderosos, influyentes, miembros de las grandes esferas de poder, pero ninguno lo desbalanceaba como ella, cosa que le resultaba novedosa, aunque no decidía aún si era bueno o malo.

—Preferí darte espacio, por ello te dejé sola. No desaparecí —se encontró explicándole. Lo cierto es que había sentido un malestar que necesitaba acallar, por lo mismo terminó mudándose de ropa y una vez que se supo solo en el pent house y ella iba rumbo a su casa, usó aquel muro de ruta que había mandado a hacer y lo escaló.

—Después de todo sí tienes conciencia, estás comprendiendo que cometes un error... —murmuró sin soltar sus ojos. Kylian se mantuvo sereno, incluso sonrió.

—No es un error, pelirroja, sé lo que hago. Solo que no quieres aceptar que esto funcionará.

—No veo cómo. No confío en ti.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora