Capítulo 10

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SILVIA


Apenas era capaz de lograr que nadie me mirara a los ojos sin sentirme una auténtica inmundicia. No obstante, una parte de mí sentía la euforia de lo prohibido, pese a inmediatamente después, ensombrecerse por la culpa. Cada vez que recibía un mensaje de Fran, me recordaba a mí misma el hoyo tan profundo que estaba cavando.

Aquel día llegué a la Universidad más nerviosa que el primer día. Las primeras clases fueron bien, eran buenos estudiantes. Tenía alguna hora intermedia, sin clases, en las cuales aprovechaba para pedir un café y ponerme a anotar cosas en el Departamento de Artes Gráficas. Me sentía algo más relajada cuando me encontraba con algún compañero de trabajo, pues eran todos bastante agradables y siempre se mostraban abiertos a ayudarme.

Si se enteraran de que un alumno me metió mano el sábado pasado...

—¿Cómo va el inicio de semana? —me preguntó Luis.

Él daba historia de arte y cultura del diseño. Era unos diez años mayor que yo, las canas se asomaban por los costados de su cabello.

—Bien, muy bien.

—¿Te han tocado buenas clases?

—Sí, de momento nadie conflictivo. Algunos más vagos que otros, pero se nota que no es gente del instituto.

Los alumnos de instituto, con todas esas hormonas y problemas de la adolescencia... Sin duda eran más difícil de manejar aquellas personalidades.

Luis se rio.

—Tienes razón —dijo guardando unos documentos en su maletín—. Cuando tengas alguna duda o problema, siéntete libre en consultarme.

Sonreí a su amabilidad.

—Claro, muchas gracias.

Entré en el aula donde sabía que se encontraba mi ruina. Los nervios regresaron. Los alumnos estaban en pie, conversando. Cuando me vieron llegar, se fueron sentando en sus respectivos lugares.

Mi vista buscó de forma instintiva a Marc entre la multitud. En el momento en que lo encontré sentado en su asiento, mi corazón se detuvo. Aguardaba de forma casual a que empezara la lección, con una expresión de calma y su quijada apoyada en la palma de su mano.

Era tan guapo que no era ni normal.

Comencé a dar la clase recibiendo los ejercicios que había mandado el día anterior al mail. Después los proyectaría y comentaríamos. Mientras me aseguraba de haberlo recibido todo, llegué al correo de Marc.

Había escrito algo extra en el cuerpo del mensaje.

Ve al baño y quítate las bragas. Después, regresa y dámelas.

Mi corazón latió fuera de sí. No sabía cómo aquello podía ser posible. Aquel día no me puse medias por el calor, y mi falda estaba por encima de las rodillas; era más ajustada que las que solía usar, tipo traje.

Quise ignorarlo y me puse a revisar los otros mails, pero en seguida me llegó otro mensaje.

Estamos jugando, no puedes ignorarlo. Además, por pretender hacerlo, también te tendrás que quitar el sujetador y lo dejarás encima del lavabo. Mándame una foto para saber que lo has hecho.

No daba crédito a su petición, pero tenía un conflicto interno que se debatía entre dos emociones distintas: el miedo a ser descubierta y la líbido desbocada que sentía tras leer sus exigencias.

Mi boca salivó y tuve que apretar las piernas para relajar mis instintos primarios.

—Excusadme un momento —anuncié a mis alumnos y corrí al aseo de profesores tras haber agarrado el móvil.

Mala MaestraWhere stories live. Discover now