Capítulo 01

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SILVIA


Estaba tan nerviosa por mi primer día de trabajo, que tuve que encerrarme en uno de los baños del centro a mojar mi cara con agua fría para despejarme. Me miré frente al espejo y me di unas palmadas en las mejillas mientras me repetía para mis adentros que iba a hacerlo genial. Entonces, vi la cicatriz encima de mis cejas y ajusté mi flequillo para ocultarla un poco mejor.

Un ruido en uno de los compartimentos que estaba cerrado llamó mi atención.

—Para... —me pareció escuchar.

Me quedé allí parada unos segundos, dudando, antes de dar unos sigilosos pasos en su dirección.

—Marc, nos va a escuchar —jadeó.

Mi cabeza se calentó de la vergüenza que me produjo sentir que estaba siendo una entrometida.

Si unos alumnos mantenían relaciones dentro de los baños... ¿Debía intervenir?

Con dilación, mi indeciso puño golpeó la puerta del compartimento.

Silencio.

Volví a golpearla.

—Este baño es solo para mujeres. —Me atreví a decir.

—Ya... ¡Ya salgo! —respondió la voz femenina al otro lado.

Retrocedí un par de pasos y aún tuve que esperar varios segundos a que la puerta del baño se abriera. Una chica de cabello corto y de colores me sonrió. Era un poco más alta que yo, de ojos claros y mofletes sonrosados. Llevaba un enorme jersey de punto y dos enormes estrellas colgaban como pendientes.

—Hola.

Se acercó al lavabo y se lavó las manos mientras la observaba de brazos cruzados.

—¿Qué pasa? —preguntó entonces.

—¿Estabas sola?

—Pues...

En ese momento, la puerta del compartimento volvió a abrirse y ante mí apareció un joven de notoria presencia. Quizá era por su alta estatura, por su cabello negro revuelto o por sus ojos grises, pero por un momento me pareció que mi pulso se había detenido. Su mirada cargada de suficiencia se posó en mí y luego en la compañera.

—Tranquila, Eli. Yo me encargo —dijo.

Vestía una sudadera de color gris y unos vaqueros anchos y negros.

—Nos vemos luego —se despidió ella dejándonos solos.

Sus ojos se volvieron a posar en mí. Su mandíbula se marcaba en un semblante fino, sus cejas eran espesas y hacían que su mirada pareciera más agresiva de lo que era, un piercing decoraba una de ellas. Su barba había sido rasurada, se podía percibir. De su oreja izquierda colgaba un arete pequeño y en su nariz lucía otro.

—¿Cuál es tu problema? —cuestionó.

El modo de decirlo me molestó.

—¿Cómo que cuál es mi problema? Este es el baño de mujeres.

Sus cejas se juntaron un poco más, haciendo su gesto todavía más enfadado. Se acercó más a mí, hasta acorralarme contra la pila. Apoyó sus manos en ella, flanqueándome con sus brazos estirados.

—No estoy aquí para molestar a ninguna mujer —replicó—. Estaba aquí para pasar un rato divertido con mi amiga.

El mero hecho de imaginarlos teniendo sexo en aquel espacio tan diminuto hizo que me ruborizara. ¡No quería pensar en eso!

—Pues os vais a vuestra casa o a un hotel, pero aquí no podéis.

Hizo una mueca de incredulidad.

—Tú no me dices lo que tengo que hacer.

Aquel chico era un maleducado y ya empezaba a ponerme de mal humor.

—Claro que sí, para empezar, te vas a apartar si no quieres que esto perjudique a tu expediente.

Pude ver sus puntiagudos colmillos cuando de sus labios escapó una sonrisa.

—¿Me estás tomando el pelo? —Por fin apartó uno de sus brazos, pero fue para poder pasar la mano por su cabello—. ¿Eres de primer año?

Quizá estaba teniendo una alucinación, pero me había dado la impresión de que me confundía con una alumna más.

Tomaré el cumplido.

—Soy profesora.

Su sonrisa se congeló.

—¿Disculpa?

Cuando noté un atisbo de nervio en él, pude ser yo la que ampliaba las comisuras de sus labios.

Con un mero toque en su hombro, logré que se apartara de mí.

—Hasta luego —dije avanzando hasta la salida, donde añadí—: Y sal del baño de mujeres.

Cuando estuve a una distancia lo suficientemente amplia como para estar convencida de que no me miraba, me llevé la mano al pecho para poder sentir mis pulsaciones agitadas.

Era un maldito desastre. No había comenzado ni mi primera clase y ya había tenido un enfrentamiento con un alumno. De hecho, era todavía peor, ni siquiera había pasado por su cabeza la posibilidad de que yo fuera una maestra, lo que quería decir que mi apariencia no acompañaba a mi edad.

Me miré rápidamente desde arriba y no encontré nada escandaloso en mi vestimenta. Era bastante neutra.

Al percatarme de que aún quedaba una hora para que comenzara la clase, me dirigí a la cafetería del centro a por una infusión que paliara los nervios del primer día.

Allí, sentada en uno de los taburetes de la barra, recibí un mensaje de mi novio.

Suerte en tu primer día, amor <3

Todos mis males se marcharon al leerlo. Él siempre era muy atento.

Iba a ser muy complicado estar tantos meses lejos de él.

Repasé las anotaciones que me había prestado el director, así como la lista de alumnos de las aulas que me tocaban, los cursos, etc. Y ensayé mentalmente cómo me presentaría a los estudiantes.

En aquel momento, me distrajo una notificación de una app que me hizo mover rápidamente el brazo para apartar el móvil de la vista. No podía permitir que existiera la posibilidad de que alguien que caminaba por detrás leyera lo que fuera que pusiese.

Eché un ojo al mensaje.

LetalBoy: "Tienes una imaginación muy caliente. Me flipa."

El comentario lo dejaba un usuario que interactuaba frecuentemente con mi contenido. Yo hacía pinturas de carácter erótico a escondidas. Me daba mucha vergüenza que alguien viera el tipo de cosas que dibujo.

LetalBoy era lo único que sabía de él, aparte de que también retrataba escenas sexuales sobre el lienzo. Era realmente bueno, sabía muy bien cómo manejar la luz, la iluminación y los trazos.

Que un artista tan talentoso como él me elogiara me hacía sentir muy bien.

La alarma de mi reloj me devolvió a la realidad, por lo que guardé rápidamente las cosas en mi bandolera y fui a enfrentarme a los que serían mis alumnos el resto del curso. 


***

Pues así comienza este viaje. 

Espero que me acompañéis en él. 

Os quiero. 

Mala MaestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora