2. Punto letal (2)

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Dos esferas color esmeralda, sutilmente escondidas detrás de unos flecos negros suaves y lacios, le apuntaron en una mirada penetrante que se sostuvo durante unos segundos.

Llevaba el cabello recogido y echado sobre el hombro izquierdo y su rosácea piel parecía tornasolada a causa del sudor de su rostro. Llevaba calzado un traje estilo militar, que le quedaba como un guante en su cuerpo esbelto y atlético. Estaba hecho de un tejido de alta tecnología que parecía ajustarse perfectamente a cada uno de sus movimientos.

Su chaqueta tenía múltiples bolsillos y detalles funcionales; mientras que los pantalones se ajustaban a sus piernas y se abotonaban en la cintura con un cinturón grueso y resistente, en la zona del pecho le atravesaba una correa en diagonal que albergaba hasta seis peligrosas y afiladas navajas de lanzamiento.

A pesar de la alta funcionalidad del atuendo, de lo muy bien armada que iba, y del porte de seguridad y determinación que demostraba, era una chica indudablemente hermosa.

De repente, los ojos del joven captaron una presencia nueva.

Si hubiese decidido hacer un paso más hacia delante, su pie hubiese pateado el cráneo sin vida de un cadáver en el suelo. Al notarlo, retrocedió con temor manifiesto y su arma viajó en automático hacia el monstruo.

Eso lo hizo dudar y su mirada saltó hacia la chica al segundo siguiente, seguida de su arma, pero a su vez, no podía ignorar que la criatura se hallaba a un palmo de su posición. La boca del arma volvió a cambiar de dirección una vez más.

En este nuevo mundo la desconfianza estaba a flor de piel y Junior había aprendido por las malas que jamás tenía que dar nada por sentado. Muchos de los monstruos que se regaban por las calles volvían a la vida incluso después de ser asesinados y sin importar la cantidad de balas que se empleen.

Por fortuna, había una clave para que muriesen de forma definitiva y radicaba en sus «corazones». Esas protuberancias negruzcas que, en ocasiones, eran bastante visibles y sobresalían de sus cuerpos, pero en otros casos, por lo contrario, encontrarlos resultaba bastante más complejo.

Algunos de los corazones de los zombis se hallaban en sitios insólitos: como la vez que descubrió al que tenía uno en la zona de la espalda baja. Un sitio poco visible desde el frente, y que por más balas que se disparen a la cabeza, a las extremidades, o al torso, no servirían de nada si el corazón no es afectado.

En este caso, el monstruo que tenía enfrente se encontraba tendido en el suelo y bocabajo. No había rastros de su corazón, y lo peor es que este zombi, por desgracia, también llevaba mucha ropa encima que dificultaba el hecho de vislumbrar las venas.

También, otro de los puntos importantes que había que tener en cuenta para asesinarlos era buscando las venas negras que por lo general rodean al corazón. Como su mentor le había explicado hace tiempo: «Si encuentras las venas, ahí es dónde tienes que disparar».

La muchacha advirtió de la obvia reacción nerviosa de Junior, y avanzó un paso, pero nuevamente la Beretta, roja como la sangre, le comunicó que era mejor no moverse.

Ella levantó las manos, apuntó el cañón de su arma hacia arriba y le pidió tranquilidad. Cuando notó que los músculos del muchacho se relajaron un poco, la chica usó el borde de su pesado borceguí para empujar el cuerpo del cadáver y voltearlo.

Otra vez la sorpresa visitó el semblante de Junior. El zombi llevaba una navaja de lanzamiento clavada a la perfección en la zona de la boca del estómago, pero también había otras dos navajas más, una en su pecho, del lado derecho, y otra más en su abdomen bajo. Aun así, aunque buscase con la mirada, no podía identificar ni las venas negras, ni alguna protuberancia.

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Where stories live. Discover now