13. Ventisca

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AKEMI

Todo es confuso cuando mis ojos se abren, las sensaciones son perceptibles y un dolor inexplicable se presenta, arde bajo mi clavícula e intentar mover las piernas es insoportable, además del característico dolor entre las piernas. Respirar es molesto, el sube y baja de mi pecho causa estragos en mi cuerpo, lo que observo es desconocido, sepulcral es el silencio sumado a un ambiente sin luz. Todo es confuso.

El negro invade cuando se cierran mis ojos, extraño es presenciar como todo se ilumina de a poco cuando mis ojos permanecen cerrados. Suspiro cuando los abro, aún persiste molestia en mi cuerpo y extrañas emociones aguardan dentro mío, la tristeza parece ser consumida por molestia, mis puños se cierran y con dificultad tomo asiento, soy capaz de reconocer la cama sobre la que me encuentro, los muebles a mi alrededor, todo, pero al mismo tiempo todo es tan desconocido. Soportando el dolor pretendo ponerme en pie, moverme es doloroso, vendajes cubren heridas, mismas que pintan la tela con mi sangre por el esfuerzo, además de ello tan solo me cubre ropa interior inferior pues mi pecho posee vendas.

Desde la orilla de la cama miro hacia la puerta, soy capaz de percibir sonido del exterior, aunque todo se mueve a mi alrededor, no sé qué es esta sensación, nunca me había sentido así, pero debo salir de aquí, algo en mi interior me grita que así debe ser, debo marcharme lo más pronto de este lugar. Con apoyo del mueble a mi lado me pongo de pie, el piso se mueve, el armario frente a mi parece inalcanzable; no obstante, doy pasos hacia el apoyándome con dificultad, trastabillando. Intento buscar otra salida.

De espaldas contra el mueble veo cortinas agitarse ante la brisa, media ventana se encuentra abierta, pero cuando más se alejan las cortinas distingo barrotes, suspiro, la fuerza bruta nunca ha sido mi fuerte y ahora mismo estoy muy débil. Cierro los ojos un momento, mientras me relajo punzadas se presentan y los sonidos se acrecientan, ¿cómo voy a salir de aquí?

Decidida mis ojos se abren, luchare si es necesario, más no permaneceré en este lugar. Cuando intento dar un paso caigo. No sé cuánto tiempo permanezco ahí con la frente apoyada contra el piso y lágrimas desprendiéndose de mis ojos, ni siquiera soy capaz de percibir cuando la puerta es abierta y la esencia de quien entra, no hasta que su tacto quema contra mi piel.

—No me toques -rezongo intentando alejarme de él.

★ ★ ★

Sube y baja mi pecho ante mi respiración agitada tras abrir los ojos, aún no sale el sol envolviendo el ambiente nocturno la habitación, giro a mi izquierda donde ambos aún duermen mientras mis ojos se humedecen, de lado observo el rostro del ojiazul, acerco mi mano a su mejilla palpando su temperatura, la reina Erea menciono que permanecerá dormido, durante dicho lapso se mantendrá sujeto por transfusión. Acaricio su parpado, su suave piel y mis dedos acarician el costado de su nuca entrando en contacto con la escasa cabellera que comienza a presentarse.

Permanezco en mi sitio tan solo admirándolo deslizándose una que otra lágrima de vez en cuando, aún duele la culpa, pero estoy decidida a ser egoísta, permanecer a su lado aceptando únicamente la presencia del niño. Suspiro recordando el dolor abrasador en la pesadilla, esa extraña imagen de mí misma y estas cicatrices que me marcan.

Cuando la luz comienza a filtrarse por la ventana me coloco de rodillas sobre la cama, mi vista viaja de su rostro a su espalda donde vendajes cubren sus heridas, simultáneamente mi mano viaja bajo mi clavícula, las cicatrices son palpables incluso sobre la tela, esas feas y repulsivas marcas que adornan mi piel con su textura. Ahora él poseerá las suyas tal como aquellas que decoran el rostro del niño, esa sutil, pero evidente diseño de las garras de las bestias que habitan en el Clan de la Penumbra.

Me pongo en pie caminando descalza en dirección a una de las puertas encontrando tras ella un amplio baño, detallo su interior, los recipientes sobre estantes intentando descifrar cuál de todos ellos era lo que Sirina y Uma utilizaban al momento de preparar la ducha, al acercarme a la tina esta supera al que había en casa de la señora Celicia, giro la llave y el agua comienza a correr. Tanteando con mis dedos bajo el agua la atempero para acto seguido buscar con la mirada aquello que trababan para que esta se llenara, una vez hecho la observo elevarse girando sobre mis talones al sentirme observada encontrando de pie en el marco de la puerta a quien he aceptado permanezca a nuestro lado.

Curiosa lo detallo, más incapaz de mirar su rostro y en ella su marca estoy por evitarlo cuando sus ojos llaman mi atención, nunca antes me había detenido a mirarlo y apreciar su extravagancia me hace verlo de otra manera. El sonido del agua me recuerda lo que hacía cerrando la llave a tiempo de que esta se derramé. Al girar para verlo nuevamente su vista mira al lado contrario divisando en poco a una chica ingresar.

Desinteresada ante su presencia regreso mi atención a lo que hacía de la tina a los estantes sin saber aún que de todo eso hay que utilizar, ignoro el llamado de mi nombre en sus labios hasta escuchar sus pasos retirándose y junto a ella, el niño.

La tina frente a mí espera impasible ante mi presencia, reacciono cuando otra voz me llama cuando la reina Erea se presenta. Me auxilia con el dilema frente mío negando más ayuda hasta cerrarse la puerta prometiendo esperar afuera. Una vez más sola, observo la tina ahora burbujeante recordando aquellos días con las rubias, tal como ahora me negué a su ayuda, ambas con una sonrisa y su cálida presencia rechazaron con firmeza quedándose a mi lado. Negue insistente incapaz de desnudarme frente a ellas rodando lágrimas por mis mejillas que ágilmente una de ellas desvaneció.

«No vamos a abandonarte.» Fueron sus palabras con mi vista fija en sus ojos, y aunque la seguridad en ellas me envolvió, mi temor era algo más. Aprieto la tela sobre ellas, siempre indefensa y a merced de su presencia, su rechazo hacia ellas tan fuerte como mi propio rechazo y para ambas rubias fue como si no existieran.

Extiendo las piernas bajo la espumosidad sobre el agua y con mis manos atraigo ese blanco material a mi pecho cubriendo así en su totalidad aquello que más aborrezco.



NARRADOR

Día 35

En un sillón en la biblioteca del hogar Zia lee en voz alta con la pelinegra a su lado. Ella con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás incomoda busca otra posición apegándose al cuerpo del joven quien, aunque incomodo no detiene la lectura. Cuando la respiración de la pelinegra se vuelve pausada en silencio él cierra el libro entre sus manos, ella yace dormida contra su brazo. Más que consciente de lo que siente por ella la observa, sabe que reprimirse será lo mejor, también sabe según el libro que le proporcionaron mantenerse cercas, aunque doloroso, es preferible a alejarse de ella. Su vista desciende a la mano de la fémina, en ambas muñecas de la chica ha quedado una casi imperceptible cicatriz. Dudoso acerca su mano, cuando sus dedos la tocan una fina corriente eléctrica le recorre, vuelve a su rostro, permanece dormida. Le acaricia el dorso de la mano, suave, pálida y un tanto rosada, ese es el tono de su piel, sonríe al saberla al menos en ese contexto recuperada.

Compromiso roto #dyjawards24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora