Ana

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A ANA le encantaba bailar.

Tanto era así que para celebrar su 90 cumpleaños su hija menor contrató unos mariachis y todos danzaron para celebrar la vida de aquella mujer que se negaba a colgar los zapatos de baile.

De esta historia me enteré yo en su lecho de muerte. Todavía había bailado otras 6 primaveras antes de que la enfermedad la confinara a la cama unas semanas eternas.

Y aun entonces su hija le ponía rancheras a todo volumen para que al menos las bailara con el corazón, cuando al fin ya le habían fallado las piernas.

Espero que se fuera con aquellas alegres notas de música, dando un paso adelante,  un paso atrás y alguna vuelta, a la próxima pista de baile, con el peso liviano de su alma y los zapatos de bailar.

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