Capítulo 16 : La contraseña

51 1 0
                                    

Cojo un taxi para volver a casa, la llamada de mi madre me ha preocupado y quiero llegar pronto.
En estos momentos recuerdo que va siendo hora de traerme el coche de Madrid. Soy un desastre y siempre lo pospongo todo para el último momento.

Miro por la ventanilla del taxi y contemplo a la gente caminando tranquila por el paseo de los Álamos, en pleno corazón de la ciudad. Si hay algo que echaba de menos, el tiempo que estuve en Madrid, era eso, la comodidad de una ciudad pero con la tranquilidad de una gran villa. Y todo esto me lo da Oviedo, haciendo que olvide el ritmo estresante de Madrid.
Pero mi cabeza se empeña en repetirme una y otra vez la misma imagen. Julia sentada enfrente de mi, tumbada en la cama, dormida justo después de hacer el amor, o sus labios devorando los míos justo antes de irme.

Esta claro que lo que siento por ella es más fuerte de lo que yo mismo puedo llegar a imaginar.

Una sensación de agobio invade todo mi cuerpo. Agobio porque he pasado todo el día con ella y no he sido capaz de decirle la verdad. Me he repetido cientos de veces que esta mentira me va a costar caro, pero tan pronto reúno todo el valor para decírselo pasa algo que hace que me eche para atrás...

En fin, cuanto menos lo alargue mejor. Que fácil suena esa frase y que difícil me resulta cumplirla.

Cuando llego a casa me tomo unos segundos, para respirar profundamente, antes de abrir la puerta. Sinceramente no sé lo que me pueda encontrar, y eso hace que mis pies deseen salir corriendo y volver a esa cama con la mujer que ocupa el cien por cien de mis pensamientos.

− Aitor hijo, menos mal que ya estás aquí. - Dice mi madre mientras se acerca a mi y me abraza con fuerza.
− ¿Qué pasa mamá? ¿Estáis bien?
− Sí, bueno... yo sí, es que Sonia no para de llorar.. yo.. yo ya no sé que decirle...
No puedo evitar sentir un alivio en mi interior, mi cabeza se había imaginado algo más grave que una perreta.
− Tranquila mamá, iré a hablar con ella. ¿Dónde está, en su cuarto? - Mi madre asiente con la cabeza y antes de irme le doy un beso en la frente para tranquilizarla.

Sonia está tumbada en la cama, en posición fetal, abrazada a un cojín y todavía sollozando, cuando llego.
Me siento en silencio a su lado en la cama y cogiéndole una mano entre las mías, suspiro antes de intentar sonsacarle que le pasa.
− Hola. Me ha llamado mi madre muy preocupada. ¿Qué pasa Sonia?

Suelta mi mano y se incorpora en la cama sentándose a lo indio sin soltar el cojín, como si fuera un autentico rehén de guerra, y con lagrimas en los ojos aún, comienza a hablar.
− Hoy he ido con tu hermana a dar un paseo con el pequeño. Estuvimos en el parque San Francisco, me encanta ese sitio, me recuerda al Retiro en pequeñito, un diminuto pulmón en el centro de la ciudad. El problema es que al ver a toda esa gente disfrutando de sus hijos, sobrinos, a las parejas admirando la naturaleza cogidos de la mano. Dios Aitor... me dí cuenta de que yo ya no tengo nada. No me queda familia, ya no tengo pareja con la que pasear de la mano, ni sobrinos ni hijos que llevar a los columpios. Mi vida es una mierda...

Su respiración se acelera y por sus ojos comienzan a caer verdaderas cataratas de lágrimas. Sin saber muy bien que hacer la acerco a mi pecho y la abrazo con fuerza. Cuando noto que esta más tranquila y deja de sollozar, me separo y decido tranquilizarla.
− Sonia, deja de decir tonterías. Tú no estas sola. Todos en esta casa intentamos que te sientas como una más, puedes salir a pasear a Noel siempre que quieras. Solo necesitas un poco de tiempo, para adaptarte, para comenzar tu propia vida aquí.

− Aitor, yo... yo todavía te quiero...
− Ah no, no Sonia no empecemos otra vez con esto, yo ya te dije...
Me tapa la boca con su mano.
− Ya sé lo que me dijiste, me ha quedado grabado a fuego aquí - señala su corazón con la otra mano- pero nadie puede dejar de querer a otra persona de la noche a la mañana, entiéndeme.
− Te entiendo Sonia, pero comprendeme tú a mi. Ha pasado mucho tiempo desde ese nefasto día en el que te perdí en aquel accidente. Y yo tampoco puedo controlar mi corazón, y mi corazón ahora le pertenece a ella. No puedo engañarte.
− Lo sé, perdóname. Me siento cautiva en esta preciosa casa y mi cabeza no deja de gastarme malas pasadas. Solo te pido una cosa. Déjame trabajar en la clínica, Lo necesito Aitor.

Todo pero NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora