Nadie

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Todo mi mundo se había desmoronado, había confiado tanto en Alex que me había olvidado por completo de hacer preguntas, y era lo que más me fastidiaba, porque al fin y al cabo era lo que querían. Lo peor de todo, era que si tan solo él me hubiese dicho la verdad desde un primer momento yo le hubiese perdonado. A mí me daba igual, dentro de lo que cabe, lo que hubiese pasado el día del accidente, al fin y al cabo Corina estaba bien.

Lo que no podía perdonar era que me hubiese mentido, eso y que se hubiese acostado con Tania. El solo hecho de pensarlo me ponía enferma y me entraban ganas de vomitar, además, había llevado la mentira tan lejos como para no dejar que estuviese con Corina en sus primeras horas. Me sentía manipulada y humillada, todos sabían acerca de lo que Alex estaba haciendo y ninguno había dicho nada. Mientras yo me acostaba con Alex, éste enviaba mensajes a la zorra de Tania diciéndole todos y cada uno de los movimientos.

Además, me había mentido sobre toda su historia, todo lo de Fede y la moto... ¿Cómo podía inventarse algo así? Después de que me contase toda esa pantomima yo había ido tras él a ese pub de mala muerte, como una estúpida, y todo era mentira. Yo había confiado en él contándole todo mi pasado, y pensaba que él también lo había hecho conmigo, y lo había hecho, sí, pero era todo una invención. A estas alturas dudaba de todo, hasta de la historia de su padre, de su tía o incluso Miguel.

Estaba dispuesto a llegar a cualquier extremo solo para conseguirme; a mentirme, a engañarme, a utilizarme... incluso a romperme el corazón. Me había dicho tantas cosas respecto el día del accidente... Me había incluso convencido de que le gustaba antes de ese día, que me llevaba al hospital porque yo le importaba, y no para no ir a la cárcel.

Subo al autobús de mi destino, el primero que se me había pasado por la cabeza cuando había decidido huir. El único en el que sabía que nadie me encontraría.


— Ya lo tengo todo listo.— anuncio arrastrando mi maleta por el pasillo. Emma se levanta del sofá, apartando el libro que estaba leyendo, y me sonríe.

— Genial, ven, tengo una sorpresa para ti y no aguanto más.— me sonríe de una manera algo perturbadora para tratarse de Emma.— Escucha, no quiero que pienses que no quiero que estés aquí.— me detiene agarrándome de los hombros.— Puedes quedarte más tiempo si lo necesitas, pero creo que ya ha pasado el suficiente como para enfrentarte a todo eso.

— Lo sé, y tienes razón. Además, Corina me necesita.— le sonrío.— Tranquila, ya has hecho mucho por mí.

— Bien, ahora cierra los ojos.— me ordena.

Emma me dirige a ciegas por la casa y sé que hemos salido cuando oigo la vieja puerta de la casa crujir y el frío viento me estremece.

— Vale, ábrelos.

Ahogo un grito cuando veo un Citroën c2 blanco aparcado en medio de la calle. Es pequeño y tan solo tiene dos puertas, pero es perfecto.

— Un regalito para celebrar que te sacaste el carnet el otro día... pensé que estaría bien que tuvieses algo para ir practicando. No es gran cosa, pero quería comprarte tu primer coche.— me giro y miro a Emma, que me dedica media sonrisa, me abalanzo a sus brazos y ella ríe.

— Muchas gracias, no sé ni qué decir...— digo estupefacta y con una gran sonrisa.— No tenías por qué.

— Bueno,— intenta disimular su sonrisa y me aparta.— Quería librarme de ti y así ya no tienes excusa.— yo río y vuelvo a darle un abrazo. Ella me da dos palmadas en la espalda.— Venga, pruébalo.

— Muchas gracias, es precioso.— repito admirando el coche. Me subo en él y arranco. Todavía no tenía mucha práctica, no hacía ni una semana que me había sacado el carnet.

Quédate conmigo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora