Podía recordar perfectamente el primer día que desperté con Keith dentro de mi cama, cuando apenas comenzábamos a ser amigos.
La primera vez que él me abrazó de dormido.
La primera vez que sus ronquidos me despertaron.
La primera vez que sentí sus dedos acariciando mi piel y mandándome escalofríos.
La primera vez que mi corazón latió diferente por aquel extraño chico invisible.
La primera vez que deseé más.
La primera vez que ser amigos no fue suficiente.
Había vivido muchas primeras veces con Keith, algunas bastante importantes, y aunque la sensación de regalarnos tantos momentos me encantaba, también me aterraba... porque sentía que eso significaba que nos acercábamos al irremediable e indeseado final.
Nuestro tiempo juntos estaba destinado a terminar en algún momento y ambos sabíamos que, a aquellas alturas, sería más pronto que tarde.
—Me haces cosquillas susurré.
Detrás de mí él no respondió y continué notando el calor de su suave respiración sobre mi hombro. Cuando sus dedos se movieron un poco más debajo de mi camiseta, inclinándose hacia mi cintura, me planteé si quizás estuviese haciéndose el dormido.
Habían pasado ya unos días desde otra de nuestras primeras veces, una que jamás soñé que llegaría de verdad, y a pesar de ser él invisible y poder colarse en mi habitación... lo único que habíamos hecho había sido hablar... y dormir.
No mentiré, una parte de mí estaba preocupada. ¿Fue acaso todo un error? Me dijo que no se arrepentía, pero, ¿y si mentía?
Tragué saliva de forma pesada cuando sus dedos se deslizaron un poco más en dirección a mi ombligo.
—Keith —probé a llamarlo de nuevo—. ¿Estás despierto?
Sabía que, de no ser así, era una pregunta más que tonta. Y de hecho él no contestó.
Apreté los labios al notar el calor crecer dentro de mi cuerpo, provocado por el contacto de su piel sobre la mía. No solo su mano deslizándose por mi estómago, sino su pecho desnudo presionando mi espalda, apenas cubierta con una fina camiseta de tirantes.
Él daba mucho calor y yo era incapaz de dormir con algo demasiado gordo, especialmente desde que dormir abrazados se había convertido en una especie de obligación para conciliar el sueño, aunque a lo largo de la noche ambos nos alejásemos y diésemos vueltas...
Para luego regresar a una postura así al despertar.
Su aliento continuaba haciéndome cosquillas en el cuello y me removí con intención de ir al baño. No pensaba ceder a que me calentase mientras dormía para que luego no pudiera apagarme.
ESTÁS LEYENDO
El sexy chico invisible que duerme en mi cama © | REESCRIBIENDO
Fantasy¿Qué pasaría si descubrieras que hay un chico al que sólo tú puedes ver? Eso es lo que le ocurre a Lauren en esta historia, quien tiene que aprender a tratar con Keith y todo lo que ver a un chico invisible involucra. Obra registrada en Safe Creativ...