Capítulo 20

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—Estás castigada de por vida

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—Estás castigada de por vida.

Miré a mi madre con los ojos rojos, mezcla del sueño y de la resaca, incapaz de rebatirle nada porque si me incorporaba vomitaría incluso mi primera papilla. Y mira que eso era complicado porque ya había pasado la barrera de la bilis.

Aún así me las apañé para girarme en la cama y darle la espalda. Keith estaba sentado en la silla del escritorio, mirando con suma concentración la estantería, como si fuese sumamente interesante. ¿Qué demonios le pasaba?

No recordaba mucho más después de que Danielle y Jordan me trajeran a casa a dormir.

Lo siguiente que supe es que estaba vomitando en el baño, todavía con el vestido azul, mientras mis padres me observaban entre preocupados y espantados.

Aquella era la primera vez que me metía en problemas de forma oficial.

—¿Sabes qué? —Exclamó mi madre—. Si estás tan bien como para ignorarme, estás suficientemente bien como para ir a clase. Vístete. Tienes quince minutos antes de que nos vayamos de casa.

Y después salió por la puerta de la habitación, dejándola abierta.

Me negaba a dar el brazo a torcer, así que de alguna forma me las apañé para arrastrarme fuera de la cama, tomar ropa limpia, y dejarme caer en el baño. Así fue que conseguí llegar a la cocina y oler a café recién hecho, aunque mi rostro fuese un espanto.

Keith iba cerca de mí. Se había duchado mientras yo me vestía lentamente, y ni siquiera me molesté en asegurarme de que no me mirara. Preferí fiarme de él, que hacer el esfuerzo.

Además esa mañana parecía excepcionalmente callado. ¿Qué le pasaba?

Mi madre me llevó en taxi al instituto, lo que era todo un lujo para nosotras, pero allá ella. Yo mantuve mi boca cerrada, incluso cuando pretendió abrazarme a la puerta y preguntar qué me pasaba.

—Estoy bien —repliqué, dejando espacio para que Keith también saliese del vehículo.

Precisamente a ella, todavía no le diría qué me pasaba. No después de tanto tiempo mintiéndome.

Quería saber la verdad, pero a la par sentía que no podía confiar en mis padres. No tras dieciséis años de mentiras.

Llegamos al instituto a mitad de la segunda hora, y yo fui directa al baño. Por suerte no a vomitar. Me senté al lado del lavamanos y comencé a comer una barrita de cereales mientras me inclinaba de vez en cuando para beber agua e hidratar mi cuerpo.

Keith continuaba a mi lado, observándome todavía callado desde una esquina.

—¿Dije algo malo? —Acabé por explotar, volviéndome hacia él con los brazos apoyados en el lavamanos—. ¿Algo que te molestó?

El sexy chico invisible que duerme en mi cama  © | REESCRIBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora