CAPÍTULO 25 (reescrito)

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—¿Quieres que os acompañe?

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—¿Quieres que os acompañe?

Danielle me tomó la mano a la entrada del colegio, mientras mi madre iba a dirección para buscar al director del colegio. Aunque tenía clase, me había pedido que yo también me quedara. Por mucho que comprendiese el por qué me había comportado así últimamente y que estaba dolida, decía que no toleraba que echase a perder mi futuro falsificando su firma.

Y también estaba enfadada con el instituto por no darse cuenta, y con el profesor de arte por "meter pájaros en mi cabeza".

Seguían sin entender que las matemáticas y la ciencia no eran para mí. Que yo no había nacido para eso.

—No te preocupes, es mejor que vayas a clase —le aseguré, apretando sus dedos con los míos para sentir el calor—. Si faltas, puede que tus padres también tengan que venir a hablar con el director...

Intentaba quitarle peso a todo con una pequeña broma, pero lo cierto es que mi estómago continuaba revuelto. Si alguna vez me había metido en líos, era por problemas menores. Jamás había ido ninguno de mis padres al instituto a hablar con mis profesores, mucho menos el director.

Por no mencionar que mi padre, de hecho, no había ido.

Y eso dolía.

¿Ahí se acababa todo, entonces? ¿Desde que descubrí que no era su hija biológica... ya no sería más su hija? Porque quizás en realidad nunca me quiso, y ahora ya podía dejar de fingir.

Sin embargo, me resultaba difícil creer eso. ¿De verdad casi diecisiete años de amor y cuidados podían ser fingidos?

—Si me necesitas tú escríbeme, ¿vale? —Me pidió Dani, finalmente soltando mi mano y alejándose de mí—. Fingiré que me ha bajado la regla y correré a por ti para salvarte de lo que sea.

—Eres mi héroe —me burlé, pero estaba sonriendo.

Era una gran amiga. No se enfadó nunca porque no le hubiese contado la verdad sobre mi situación desde el principio. Cuando me atreví este fin de semana a decirle que había descubierto que mi padre no era mi padre biológico, y lo mal que me había sentido, solamente me apoyó. Ella siempre me apoyaba.

Me quedé un momento más allí, sola en las escaleras. Keith también se había ofrecido a acompañarme al saber el plan de mi madre para esa mañana, pero le aseguré que yo sola podía. ¿Tampoco sería tan malo, no? Una regañina de mi madre, otra del director, otra del profesor de arte... y sencillamente seguiría mi vida como tal, estudiando materias que no quería y sopesando si entrar a la universidad en una carrera que no me gustaba merecería la pena.

Cuando el último alumno llegó corriendo, diez minutos después de que comenzaran las clases, mi madre me mandó un mensaje para que yo también fuera a la oficina del director.

Bueno, Lauren. Hora de enfrentarlos.

Caminé a paso lento por los vacíos pasillos, con el eco de mis zapatos resonando en las paredes. Apenas quedaban un par de meses para que terminase el curso y, una vez lo hiciese, un año más hasta que pudiese decir adiós al instituto. En parte creo que lo echaría de menos, pero todo era por Danielle. Pasar tiempo a su lado cada día era lo que más me gustaba.

El sexy chico invisible que duerme en mi cama  © | REESCRIBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora