Capítulo 24

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Se había quedado detrás de la puerta escuchando la conversación.
Quería entrar y gritar a su madre lo que siente, el odio que fluye en sus venas hacia ella.
Sin embargo, ha preferido huir admitiendo de llevar su madre razón.
Ella misma se ha dado cuenta cuando ha ido a distintos eventos con su hermana como la diferencia de clase es notoria. Ingrid tiene clase, y ella no. Llegándose a sentir tan inferior, por eso no ha querido desvelar su secreto, callando la verdad por vergüenza admitiendo una mentira para tapar de algún modo quien es ella en realidad.

Al llegar al apartamento de Amanda, Zara se lanza ha ella en un abrazo  desconsolada, llora angustiada sin poder dejar de atormentarse.

— Zara, dime qué te ocurre ahora. No me digas que tú madre ha vuelto hacer de las suyas. — Zara le cuenta toda la conversación que ha escuchado y donde ella misma admite que es un error seguir con la relación. Debe de hablar con Yassir y dejar las cosas claras, pidiéndole que busque otra mujer más adecuada.

— No lo hagas Zara. No, por favor. No le pidas a Yassir que se aleje de tí. — Entre lágrimas, sabiendo lo que siente cuando te alejas del hombre que amas Amanda le aconseja que no siga las indicaciones de su madre, que haga caso a su corazón.

— No te das cuenta Amanda, Yassir es un hombre hermoso, con educación y un buen porte. Yo simplemente soy una chica de campo que no entiende de modales salvo los justos, acabaré avergonzada cuando esté con él.

— Zara, no hables así de tí por favor, tu no tienes porqué sentir vergüenza de ti misma. En este mundo debe de haber de todo, hasta yo misma siento vergüenza cuando estoy con Oriol, porque pienso que el sello lo llevo en la frente, no debería preocuparme por esas cosas, pero sí, si lo hago. Porque los comentarios son tan crueles que acaban destrozando tu vida innecesariamente, porque creemos en palabras de personas que no conocemos que nos atacan sintiéndose ellos superiores y nosotras nos vemos cómo hormigas.
No, Zara. Tú no eres una hormiga, eres tú misma.
Tú eres dueña de tu persona, tu eres la única que te conoce tan bien como para saber que si te dejas de influir por otras personas que no te aportan nada y te llevan por el camino equivocado, acabarás siendo como ellas o peor. Destruida físicamente y moralmente.

— Pero...yo... mírame Amanda.

— Yassir te ama, de eso no me cabe la menor duda, ese hombre te ama y aunque dude no le permitas a tu madre salirse con la suya.
Busca a Yassir, da tú el paso y dile que estás dispuesta a luchar está batalla juntos.

— No puedo hacerlo Amanda. Es fácil decirlo, es fácil dar un consejo pero es difícil ir en contra del destino.
No puedo luchar yo sola por un amor que ambos sabemos no nos va a llevar a ningún lado.
Podremos amarnos, el tiempo va pasar y llegará a cansarse de mí manteniendo discusiones innecesarias y todo porque nos importa más lo que piensen los demás que lo sentimos nosotros mismos.

— No llevas razón. No la llevas, porque si eres inteligente, sabes cómo debes de afrontar tu vida, no sigas los consejos que te van a destruir, más bien dirige tu vida hacia la verdad, al razonamiento, no a la negación sin saber qué va suceder.
No te llames mártir sin serlo. No le des la razón a lo desconocido, no  rechaces aquello que deseas por haberte sentido herida, no marques un territorio que no te pertenece y abre la puerta a la verdad, al aceptar que nadie somos perfectos pero no estúpidos.
En esta vida hay unas normas, una verdad.
El problema que seguimos sin darnos cuenta  los hechos fáciles.

— Eso no es cierto, yo siempre me dirijo por lo correcto, intentando hacer el bien y luchar por aprender para sobrevivir dentro de mis posibilidades.
Pero también tengo derecho a que me quieran, a querer, a compartir, y sobre todo, tengo miedo de quedarme sola.

— Entonces arriésgate, habla con Yassir, si él se niega a seguir con esta relación aléjate, pero al menos no te quedes con la duda de haber sabido la verdad.
Y recuerda algo amiga.
En este mundo, todos somos iguales, nadie es mejor que nadie.
Todos somos iguales, con distinto físico, color de piel... imagínate que hay reyes y al morir solo se llevan sus hechos, las riquezas siguen pasando de mano en mano el que las pueda conservar, porque hasta los mayores imperios han desaparecido.
Tú vales más que un diamante, me solía decir mi madre.

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