La vida de Aarón ha sido más complicada de lo que debería para un niño de su edad. Siempre ha estado limitado en cierta medida por su condición, razón por la que además se le ha vigilado todo lo posible. De todas formas no es su enfermedad lo que le define, sino el hecho de tener una forma peculiar de ver el mundo. Su propia percepción de lo que le rodea es épica, fantástica, inspirada por todo lo que una imaginación inefable. No vive en un burbuja ni se aísla de nadie, a pesar de que su madre en ocasiones lo haría para protegerle. Es un niño amable, sociable, pero es incapaz de abandonar su propio mundo. Esto complica hacerle entender algunas cosas o hablar con él como cabría esperar. Ni siquiera ve a sus padres como tales. En su mundo, su padre es un reconocido héroe y un rival al que superar, mientras que su madre es una sabia devota a ayudar a los más desfavorecidos. Todo, incluso ideas abstractas como el amor o el miedo tienen un lugar para él, un sentido, pero para entenderlo debemos conocer los dos mundos de Aarón.