En el principio, existieron dos hermanos con aires de grandeza, ambos hijos de emperadores, ambos educados en el arte de gobernar, llamados a conquistar y dejar un linaje prospero a perpetuidad. Claro que no estaban de acuerdo en compartirlo con el otro ni a casarse ente ellos, ya que, como gemelos, sabían el riesgo genético que eso significaba: podrían nacer hijos deformes, incluso morir durante la infancia; cosa desastrosa para sus deseos. Atlántida y Atlantis respondieron a sus padres, Gea y Urano, diciendo que tal atrocidad no podía ocurrir y debían buscar una pronta solución.