-¡Por el corazón de Jesucristo, su muñeca!. -¡¿Qué?¡ ¡¿Qué tiene mi muñeca?!- bajó su rostro para verla. Tomé su barbilla y la alcé. Estoy segura que si veía como su mano se había desprendido y toda su piel quedaba guindada como un chicle rancio, iba a darle algo. Si ya de por sí a mí va a darme algo. -No tiene nada- mi sonrisa tiembla. -¡Me duele demasiado, joder!- dice alterado con su rostro rojo. -No es nada, sólo un ligero golpe- trato de tranquilizarlo, nerviosa. -¡MALDICIÓN, COMO DUELE! ¡Ya déjame ver!- me apartó y vio su muñeca, creo que hasta su cabello rojizo se puso blanco-.¡AAAAAH!- grita espantado señalando su muñeca perdiendo todos los estribos. Sus gritos espantados me hacen entrar en pánico y hago lo primero que se me viene a la mente. Lo noqueo con un coco.