«¿Por qué odiamos a Hades más que a cualquier dios, si no es por ser tan adamantino e inflexible?» se preguntaba retóricamente Agamenón. No era sin embargo un dios malvado, pues aunque severo, cruel y despiadado, era justo. Estos eran los pocos datos que poseía Miranda del tan temible Dios del inframundo llamado Hades, hijo mayor de Cronos y Rea. Y tampoco se preocupó demasiado en investigar más cosas cuando tuvo la ocasión de hacerlo, en parte, porque Miranda nunca pensó que llegaría a estar entre la vida y la muerte, y que todo lo que ella hiciera podría volverse en su contra, tarde o temprano. Su vida ahora dependía completamente del ser que habitaba bajo tierra, rey de un mundo que Miranda jamás creyó existir, y no la quedaba otra forma más que rendirse a sus pies e implorar por su vida, o descanso eterno quizá. Esta es, la historia jamás contada del Dios guardián de las almas de los condenados, y de la humana que lo cautivó por completo.