Susurro de fuego y sombras (L...

By NadinVelazquez

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Mientras oculta la maldición que consume su fuego, Senna descubre que sus amigas peligran a causa de su mundo... More

Sobre Alkaham
01. El silencio que sofoca las mentiras | Parte 1
01. El silencio que sofoca las mentiras | Parte 2
02. En nombre de Vanihèn | Parte 1
02. En nombre de Vanihèn | Parte 2
03. Con los pies anclados al pasado
04. La joven con alas de aire | Parte 1
04. La joven con alas de aire | Parte 2
05. Una lágrima por el presente | Parte 1
05. Una lágrima por el presente | Parte 2
06. El mensaje cifrado en un recuerdo | Parte 1
06. El mensaje cifrado en un recuerdo | Parte 2
07. Por no faltar a una promesa | Parte 1
07. Por no faltar a una promesa | Parte 2
08. Lo que en verdad habría deseado | Parte 1
08. Lo que en verdad habría deseado | Parte 2
09. Las decisiones de una madre | Parte 1
09. Las decisiones de una madre | Parte 2
10. La quietud de lo insalvable | Parte 1
10. La quietud de lo insalvable | Parte 2
11. Los traidores deberían arder | Parte 1
11. Los traidores deberían arder | Parte 2
12. Alkyren 'ei Anukig | Parte 1
12. Alkyren 'ei Anukig | Parte 2
13. Los nudos que conectan | Parte 1
13. Los nudos que conectan | Parte 2
14. Las historias que olvidaron
15. El peso de su debilidad | Parte 1
15. El peso de su debilidad | Parte 2
16. Los nombres que protegió | Parte 1
16. Los nombres que protegió | Parte 2
17. Las mentiras que recordaron | Parte 1
17. Las mentiras que recordaron | Parte 2
18. El sacrificio que importa | Parte 1
18. El sacrificio que importa | Parte 2
19. Donde irían sus pasos | Parte 1
19. Donde irían sus pasos | Parte 2
20. El susurro de Vanihèn | Parte 1
20. El susurro de Vanihèn | Parte 2
20. El susurro de Vanihèn | Parte 3
21. Los que se ocultan en las sombras | Parte 1
21. Los que se ocultan en las sombras | Parte 2
22. El rechazo de lo extraño | Parte 1
22. El rechazo de lo extraño | Parte 3
23. La confianza guardada en un bolsillo | Parte 1
23. La confianza guardada en un bolsillo | Parte 2
24. La respuesta a la incertidumbre | Parte 1
24. La respuesta a la incertidumbre | Parte 2
25. Los hilos cristalinos de una ilusión | Parte 1
25. Los hilos cristalinos de una ilusión | Parte 2
26. Un motivo para salvarlo | Parte 1
26. Un motivo para salvarlo | Parte 2
27. Un presagio de familia | Parte 1
27. Un presagio de familia | Parte 2
28. El precio de salvarlo | Parte 1
28. El precio de salvarlo | Parte 2
29. Más que un líder | Parte 1
29. Más que un líder | Parte 2
30. Las promesas que creyeron | Parte 1
30. Las promesas que creyeron | Parte 2
31. El mensaje que nadie vio | Parte 1
31. El mensaje que nadie vio | Parte 2
32. Para no repetir la historia | Parte 1
32. Para no repetir la historia | Parte 2
33. El grito que quebró una esperanza
34. Fuego y sombras | Parte 1
34. Fuego y sombras | Parte 2
Epílogo

22. El rechazo de lo extraño | Parte 2

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By NadinVelazquez

Habían cruzado la ciudad a pie, sin apresurarse por la distancia que había desde el bar hasta su hogar, y Jouko se sentía aliviado por los avances que había iniciado en una única noche. Miró al cielo cubierto de nubes y se permitió una sonrisa ligera, suave. Casi invisible. El ritmo al que caminaban se ralentizó cuando llegaron a la esquina.

—¿Dónde vives? —Kilian había permanecido en silencio durante gran parte del trayecto, pero ahora la desconfianza se había apoderado de su voz.

—Pasando la esquina, allí. —Jouko señaló con su dedo índice. Notó que había un vehículo mal estacionado en la puerta y su espalda se tensó.

Trotó hacia la entrada. Kilian lo siguió y lo tomó por el brazo antes de que pudiera entrar.

—Vine a esta casa hace unos días —le susurró—. Hay algo que debo decirte.

Jouko hizo caso omiso de sus palabras y buscó su llave. Oía voces nerviosas en la sala. Alguien sollozaba.

—Después de conocerte, más tarde esa noche, salí a correr y encontré a alguien que tenía una bolsa con nudos.

No lo oía. La llave temblaba en su mano y no podía acertar a la abertura. Notó que las voces se habían callado. Kilian no.

—La seguí hasta esta casa.

La puerta se abrió desde el interior y el rostro húmedo de Emma los recibió. Tenía la nariz y los ojos enrojecidos y se hizo a un lado en cuanto descubrió quién buscaba entrar. Tanja estaba sentada en un sillón, con la cabeza de Senna en su regazo.

—Senna —murmuró Jouko.

Su rostro desfigurado por el dolor se contraía en una mueca que tensaba los músculos de su frente, los de su cuello, los de su espalda. Sus brazos y piernas se mostraban espasmódicos por momentos y sus puños se cerraban con fuerza.

Su hermano corrió hacia ella y se arrodilló a su lado. Habló sin dejar de mirarla, sin alejarse de su lado.

—¿Qué pasó?

Tanja miraba a Kilian con recelo mientas Emma cerraba la puerta una vez más.

—Es de confianza —le aseguró Jouko—. Dime qué pasó.

Le cautela de las amigas de su hermana hacía que sus nervios se dispararan. Las miradas cómplices y temerosas entre ellas solo conseguían que su preocupación fuera en aumento. Era posible que sospecharan o que conocieran la naturaleza de Senna, pero ante lo evidente de aquella situación elegían seguir fingiendo que no sabían nada, que no tenían nada para decir que pudiera ser útil.

Kilian dio un paso al frente y rozó la piel desnuda de las muñecas de Senna con la yema de sus dedos. Alejó la mano con una mueca de desagrado.

—Nihateiéh —pronunció. Se limpió las manos en el costado del pantalón.

Los ojos de Jouko se encontraron con los de Emma, que había permanecido de pie, detrás de Kilian. Ella parpadeó como si buscara contener lágrimas más fuertes que su voluntad.

—Corríamos hacia el bosque cuando la luz nos alcanzó —musitó. Parecía culpable en cierto modo—. La piedra se le pegó a la ropa, no podíamos sacarla.

—¿Qué piedra? —quiso saber Jouko, y solo allí, cuando Emma lo señaló con un dedo, notó que había un pañuelo sobre la mesa frente a los sillones. Lo desdobló para descubrir su contenido y vio el nudo que había dejado a su hermana en aquel estado—. Deben irse —les indicó.

Tanja se enderezó y levantó la vista hacia él.

—No nos vamos a ningún lado. Vamos a pasar la noche con Senna quieras o no.

Los sollozos de su hermana se habían convertido en suspiros que marcaban el tiempo que transcurría entre sus miradas. Jouko jamás había discutido con Tanja, menos con Emma, pero tenerlas allí era un peligro para la familia. Al menos, para su padre. Su estado debió parecer evidente; Kilian puso una mano en su hombro y tomó la palabra en su lugar.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué son?

Fue Emma quien respondió. Cuando lo hizo, usó su tono más conciliador, aquel que expresaba que lo único que deseaba era el bien de su amiga y que su genuina preocupación podía ser un problema, pero que no iba a irse.

—Amigas de Senna. Mi nombre es Emma, ella es Tanja. —Llevó una mano a su pecho—. Humana.

Kilian desvió la mirada hacia Tanja, que entrecerró los ojos.

—No es asunto tuyo.

Él ignoró la provocación.

—Asumo que si pudieron responder a esa pregunta, saben que hay algo más en Senna. —Ambas asintieron. Sí, podían reconocer aquello—. La situación en la que está es delicada y la ayuda que necesita es algo que solo su hermano puede darle. —Se dirigió a Jouko—. ¿Lo harás?

Sabía a lo que se refería. Esperaba que él hiciera por Senna lo que Perttu había hecho por Kilian años atrás, y lo cierto es que habría aceptado incluso sin tener que demostrarle a su amigo de la infancia que valía tanto como su padre. Lo habría hecho por Senna una y otra vez, y todas las veces que fuera necesario hasta purgar todo lo que pudiera hacerle algún daño.

Tomó el cuerpo tembloroso de su hermana y le pidió a Tanja que abriera la puerta que daba al patio y que no cruzara con ellos.

Los recibió una llovizna fría. Dejó a Senna a los pies del ekrenso. Estaban solos junto al árbol que él nunca utilizaba, pero que había sido vital para ella durante años. Suspiró con cansancio, hastiado de los secretos que ocultaban uno del otro. De los secretos que ocultaba su padre. De lo que no les permitía hablar como cuando Sara lo sabía todo.

—¿Qué hice mal para que no me hablaras de esto? —le susurró.

Senna respondió con un quejido. Estaba consciente, lo había estado en cada momento, pero no parecía concentrarse en él. Su corazón latía despacio. Jouko le tocó las mejillas y dirigió hacia él el exceso que la estaba matando mientras colocaba su mano libre en su pecho para manifestar su alité. Intentó concentrarse. La imagen de su padre en su lugar era uno de los impedimentos que acudían a su mente.

—En nombre del honor que Kärkeieen nos dio al pronunciarnos sus hijos, te invoco. —No confiaba en poder hacerlo. Una parte de él se preparaba para no ser suficiente—. En nombre de la unión que nos hace iguales a ojos de Surtsalièn, te llamo. —¿Y si la distancia de su algam lo había debilitado y él no lo sabía porque no había necesitado hacer uso de sus facultades hasta ese momento?—. En nombre del vínculo pronunciado en las palabras de Kyrhoinën, te busco. —Afirmó su tacto sobre Senna, sobre el ekrenso—. Muéstrate, alité de Asakem, y resplandece por mi honor, nuestra unión y... por mi hermana. —Abrió los ojos. Comenzaba a sentir un ligero mareo—. Brilla por mi hermana, tu hermana de territorio, hija de los dioses que te crearon. —En un susurro entrecortado añadió—: Brilla para que pueda salvarla.

Alejó su mano del torso y pudo ver cómo el fuego de su alité rojizo, radiante, envolvía sus dedos. Las llamas se encontraron con su otra mano y Jouko aseguró su mano derecha en el tronco del ekrenso, dispuesto a hacer de puente para que el árbol se cargara con lo que ni él ni Senna necesitaban. No estaba seguro de que fuera lo correcto, era más factible que él se recuperara si Senna estaba para cuidarlo, pero era la única idea que tenía y podía funcionar sin involucrar demasiado a Kilian en aquel momento. La intimidad del aliklivá no debía alterarse.

Sentía cómo las punzadas viajaban desde un brazo a su tronco y cómo algunas encontraban su camino hacia el árbol. Se preguntó si era correcto que él estuviera allí en lugar de su padre, siendo que él jamás había demostrado tener la fuerza de su progenitor ni había sido reconocido por los dragones a los que se encomendaba. Dudó de su capacidad, de su preparación, y notó que el fuego se atenuaba a medida que su temor crecía. Se obligó a creer en él, en que estaba haciendo lo correcto. Y, esta vez, por los motivos adecuados.

La energía del nudo ingresaba a su sistema con dolor, sus receptores la reconocían y le abrían paso sin medir, sin alertar a sus barreras, sin poner un límite. Era la energía de su mundo, la que nutría a los seres que lo habían creado, ¿cómo podría su cuerpo rechazarla? Lo atravesaba exigiendo una resistencia que sus músculos podían no tener. Lo llevaba cerca de su límite.

—Para. Ahora.

La voz de Senna lo distrajo. Alejó la mano que estaba en contacto con ella y la apoyó sobre el ekrenso. Se liberó más rápido de la energía que no le pertenecía. El mareo se presentó cuando pudo estar seguro de que volvía a estar limpio, cuando su cuerpo ya no estaba en alerta.

—La próxima vez... inténtalo descalzo. —Hablaba con debilidad, pero sus palabras eran claras—. Con el frío extremo en los pies, el akmieele se concentra en mantener el tren inferior y reacciona menos al paso de energía que va entre tus brazos. De paso, se forma una especie de barrera por encima del diafragma.

—¿Qué hiciste, Senna?

—Tomé una oportunidad —respondió ella. No parecía ni arrepentida ni dispuesta a pedir disculpas—. Hallé nudos que cayeron hace años y tenían restos de energía, y vi que me daban estabilidad. Supe que un nudo iba a caer en Lohja y fui, pero no esperaba tomarlo.

—¿Qué pasó entonces? ¿Por qué lo tomaste?

—Llevaba un nudo bajo la ropa. —Jouko se puso de pie y miró al cielo con frustración—. Sí, me parece lógico ahora, no lo vi en su momento.

—Una única red, Senna. Un solo entramado, hilos idénticos. Los fragmentos siempre buscan unirse, por eso los nudos que no son alejados de su sitio de caída terminan por regresar al cielo de a poco y vuelven a caer tiempo después.

Ella se incorporó con los ojos cerrados. Que no se defendiera le hacía creer que aún escondía algo, pero ninguno tenía fuerzas para discutir. No esa noche.

La ayudó a ponerse de pie y la estrechó en sus brazos.

—Debiste decirme que habías encontrado un modo de estabilizarte por un tiempo —le reprochó—. Me habría tranquilizado.

—Lo probé por un par de días, no estoy segura de que funcione del todo. —Se alejó de él para mirarlo a los ojos—. ¿Qué pasará conmigo? ¿Qué dirá papá?

Jouko acomodó el cabello de su hermana, cubierto de nieve y de tierra, y le regaló la sonrisa de tristeza más amplia que ella vería jamás.

—Papá no se enojará, te lo prometo.

—¿Sigues intentando llamarlo desde su vínculo?

—Y sigo sin encontrarlo.

Senna se pegó más a él y escondió el rostro en el pecho de su hermano. Él podía sentirla temblar. Tenía que convencerla de recostarse.

—Tengo miedo de que quiera regresar a Alkaham y nos obligue a elegir entre ir con él o quedarnos con mamá. Un mundo u otro. Me molesta pensar que él podría querer que desaparezcamos sin que mamá tenga la menor pista sobre lo que ocurre. Y si todo esto es así y no me equivoco, lo que pasó esta noche va a tirar sus intentos a la basura. No quiero que la dejemos, Jouko. No quiero.

No recordaba cuándo había sido la última vez que había visto a Senna tan vulnerable, tan perdida. Le atribuyó la responsabilidad al desgaste que había sufrido y al poco control que ejercía sobre sí misma en ese momento, y agradecía ser el único que veía aquel estado. Besó su mejilla con calidez y le prometió que él se encargaría, que intentaría comunicarse con Perttu en cada momento del día que tuviera libre, cada día hasta dar con él. 

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