WILLIAM © (DISPONIBLE EN AMAZ...

By Lau154

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Advertencia: recomiendo leer antes KENNETH (ahora disponible solo en Amazon) La carrera de William depende de... More

Nota de la autora
1. Huir
2. Tuve un incidente navideño
3. Poco control de la ira
5. ¿Os está gustando la lasaña?

4. Leve, pero sexy

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By Lau154

Jolie

El miércoles entré en clase de francés sin darme mucha prisa, pues llegaba algo antes de tiempo. Eran las diez de la mañana y la clase no empezaba hasta a y quince. Fui hacia el extremo derecho del aula y me senté en la penúltima fila, al lado de la ventana que daba a uno de los jardines de la facultad. Me sorprendía lo bien cuidados que estaban.

El día anterior había faltado a francés por culpa de la alarma. No sonó. Tampoco a mi hermano. Él llegó tarde y yo me salté la primera clase del día. Bueno, no nos íbamos a morir por faltar a una clase, pero a ambos nos daba mucha angustia faltar, desde pequeños.

―Hola, Jolie Depardieu. ¿Pellas el segundo día? Me parece fatal.

Me giré hacia William que acababa de sentarse a mi lado. Abrió su mochila, la cuál había dejado encima de la mesa, y comenzó a sacar sus cosas.

―Me dormí ―admití.

―Yo el primer día llegué tarde porque me tropecé con una bola de árbol de Navidad de los cojones. Me caí y una bicicleta casi me atropelló. ¿Qué te parece?

Junté mis labios para no reírme. Él lo vio y fingió una seriedad que no le quedó para nada creíble.

―Es cruel reírse de algo así, ¿sabes?

―No me estoy riendo.

Entrecerró sus ojos.

―¿Por qué hablas tan poco?

―No es que hable poco, es que me preguntas cosas que no precisan de una respuesta demasiado larga y elaborada ―respondí riendo por lo bajo.

Él se me quedó mirando fijamente unos segundos más, haciéndome sentir un poco intimidada.

―No había apreciado aún tu acento francés. Leve, pero sexi.

En ese momento debí enrojecer tanto que el color de mi rostro probablemente comenzó a asemejarse al jersey rojo que llevaba puesto. Los halagos eran algo que nunca había sabido cómo recibir. ¿Qué se decía? Me parecía que dar las gracias era aceptar y admitir ese halago, incluso no sintiéndolo. En Siracusa me habían dicho mil veces que mi acento era más irritante que sexi, lo cuál me había llevado a luchar para que desapareciera durante años. Y que en ese momento un aspirante a modelo canadiense me dijera que mi acento era sexi, me impedía reaccionar con claridad.

―Vaya, emm...

―Se dice gracias ―dijo con una sonrisa divertida, acompañada de un pícaro guiño de ojo.

―Gracias, aunque no sé si es precisamente sexi.

―Lo es, y mucho. No rebatas un halago tan bonito como este, Jolie Depardieu, por favor ―se quejó con un poco de dramatismo. Sonreí con disculpas.

―Perdona, no estoy acostumbrada.

―Puedes empezar a ello, porque William Shilton creó los halagos modernos. Nadie piropea como William Shilton.

―Es un poco extraño, por no decir mucho, que hables de ti en tercera persona ―susurré cuando vi que la señora Dubois entraba en clase.

―Si hablas en tercera persona, puedes hablar de ti mismo con intensidad y hacerte parecer aún más interesante.

―Qué tontería, William.

―Cuando aprendas a hacerlo, me entenderás, Jolie Depardieu. ―Me guiñó un ojo.

La clase comenzó y parecía que la señora Dubois tenía el turbo en marcha. Explicaba a toda velocidad y si no fuera porque mi francés era perfecto, probablemente no entendería nada. Escuché un bufido a mi lado y miré a William. Era la quinta vez que lo veía pasarse las manos por el pelo, lo cuál era una clara señal de frustración.

―Deja que te ayude ―susurré mirando sus apuntes, los cuales eran casi inexistentes y llenos de tachones de bolígrafo.

Me miró. Parecía estresado. Enfadado. Frustrado.

―No sabría decirte en qué necesito ayuda, porque... No entiendo absolutamente nada de lo que esta mujer está diciendo. Me quiere suspender, estoy seguro.

―Tranquilo, verás que no es muy complicado ―lo animé―. El único problema aquí es que lo explica demasiado rápido y no se para a explicar adecuadamente las cosas que requieren más explicación.

Dejó caer su cabeza en la mesa y suspiró.

―Suspenderé.

―¿Crees que puedas prestarme atención unos minutos? ―le pregunté mientras ponía mi ordenador entre ambos. Él levantó la cabeza para mirarme.

―Yo te voy a prestar atención siempre que me hables con ese bonito acento, Jolie Depardieu.

Sonreí divertida, negando con la cabeza, y señalé la pantalla. Comencé a explicarle el apartado que la señora Dubois había "explicado". Él me prestaba atención, preguntaba las cosas que no entendía y respondía a todo lo que yo le cuestionaba para comprobar si lo iba captando. Y lo hizo muy rápidamente. El único problema de William con el francés era la atención y la motivación.

―Y en cuanto a los verbos, hay cuatro tipos.

―Los que terminan en -ar, -er, -ir, -or y -ur.

―No te inventes las cosas, William ―resoplé con una risa susurrada―. Están los que terminan en -er, -re, -ir y -oir. Venga, ponme un ejemplo de un verbo acabado en -oir.

Cambié la pestaña del ordenador para que no mirara.

Pleuvoir, que es el verbo llover ―dijo tras unos segundos en silencio, pensativo.

―¡Bien! Ahora hazme una frase con el verbo pleuvoir.

―¿Te importaría volver a decir pleuvoir?

―¿Pleuvoir?

William me miró fijamente los labios mientras lo decía. Me puse nerviosa.

―Es una pasada escucharte hablar francés. Es...

―Como vuelvas a decir que es sexi, te voy a clavar el lápiz en el brazo ―advertí.

―Iba a decir bonito, mujer ―murmuró con los ojos muy abiertos, pero la mirada divertida.

―Venga, la frase ―lo apremié, dándole un golpecito en la mano con el lápiz que tenía en la mano, reprimiendo una sonrisa.

William estuvo un par de segundos pensando.

Demain il va pleuvoir beaucoup―. Me miró un poco dudoso tras decirlo.

―Mañana va a llover mucho, muy bien.

Él aún sonrió más y alzó su puño al aire, victorioso.

―Las clases van a ser más fáciles de lo que pensaba.

―Eso espero. ―Sonrió.

La clase terminó al cabo de media hora, la cuál dediqué enteramente a ayudar a que William comprendiera lo que la señora Dubois intentaba explicar. Salimos juntos de clase, aunque no íbamos hacia el mismo camino.

―Nos vemos esta tarde, William.

―Hasta luego, Jolie Depardieu. Y gracias por ayudarme.

―No hay de qué.

Sonrió y yo me despedí con la mano antes de meterme en el aula que tenía a unos metros.

Antes de llegar a casa, recibí una llamada del instituto de Vincent. Me pedían que fuera a buscarlo porque llevaba toda la mañana encontrándose mal, lo cuál no me pilló por sorpresa ya que esa mañana se había ido con dolor de cabeza y mucosidad. No tardé ni cinco minutos en plantarme en la secretaría, donde Vincent me esperaba sentado en una de las sillas. Le besé la frente antes de firmar conforme me lo llevaba. Una vez en la calle, lo miré bien a la luz del día.

―¿Qué ocurre? ―le pregunté antes de comprobar su temperatura con mis labios en su frente. No tenía fiebre, pero sí estaba algo pálido.

―Creo que es un resfriado ―suspiró―. Llevo dos días dejándome la ventana de la habitación medio abierta.

―Ay, Vincent. ―Chasqueé la lengua y me agarré a su brazo.

―Es un resfriado como los de siempre, tranquila. Un poquito de caldo de pollo calentito, un mucolítico y unas partiditas a la Play, y como nuevo.

Me reí por lo bajo y besé su hombro cariñosamente. Era todo un caso.

Cuando llegamos a casa, fue a darse una ducha y yo nos preparé a ambos una sopa de fideos. Mientras hervían los fideos en el caldo, decidí llamar a William.

Jolie Depardieu, qué sorpresa ―respondió al segundo tono.

―Espero no pillarte mal, William. Mi hermano está enfermo y debería quedarme con él por si acaso. ¿Te importaría que hiciéramos la clase de hoy en mi casa?

―Sí, claro. No hay ningún problema, Jolie. Aunque si lo prefieres podemos aplazarlo.

―No hace falta. No está muriéndose ni nada por el estilo, lo más seguro es que se encierre en su habitación con la Play, pero no quiero dejarlo solo en casa por si se encontrara peor o algo.

―Está bien, entonces. Mándame la dirección y me tienes allí puntual a las tres.

Cuando colgamos, le mandé la dirección del bloque.

Mi hermano y yo comimos juntos en la mesa del salón, charlando de cómo había ido el día, y cuando terminamos no dejé que fregara los platos, pero de igual forma vino conmigo a hacerlo. A testarudo no le ganaba nadie.

―El chico al que le voy a dar clases va a venir luego aquí, ¿vale?

―Vale, yo me encerraré en la habitación con la Play. O puedo estar con vosotros, si lo prefieres.

―Por supuesto que te irás a la habitación ―dije pellizcando su mejilla tras secarme las manos.

―Bueno... Voy a instalarme la Play allí y me echaré un rato a dormir, ¿vale?

―Vale. ―Me puse de puntillas y le besé la frente. No tenía fiebre―. Cualquier cosa, estoy en el salón, ¿sí?

―Oído, jefa.

Pasaron las horas y a las tres en punto el timbre sonó. Puntual como un reloj. Fui hacia la pantallita del interfono y vi la cabeza de Willia en esta. Abrí. Mientras esperaba que subiera hasta mi piso, abrí la puerta del apartamento y fui hacia mi dormitorio a por mis apuntes y los libros de francés que, aunque nos los hicieran comprar, no los usábamos; a mí me gustaban, la teoría estaba muy bien explicada.

Cuando volví al salón, me encontré a mi hermano hablando con William. Vincent sacaba pecho y estaba muy recto. Me hizo bastante gracia. William le sacaba una buena cabeza y media, pero mi hermano seguía imponiendo mucho de todas formas.

―Quiero que tus ojos se mantengan en los apuntes y no en Jolie. Y ya ni hablemos de tus manos. Como me entere que le pones una encima con el fin que ambos conocemos, vas a conocer antes de tiempo el infierno, amigo William Shilton.

―Vincent, a tu habitación. Ahora mismo ―dije cruzándome de brazos. Sentía una mezcla de enfado y vergüenza.

Él se giró e hizo un saludo militar. Tenía la nariz bien roja de sonarse tanto los mocos y llevaba puesto el pijama de Harry Potter. No se lo podía tomar nadie en serio.

―Oído jefa ―dijo comenzando a caminar hacia el pasillo que llevaba a nuestros dormitorios. Antes de nada señaló a William con una mirada amenazante.

Sonreí con disculpas y vergüenza a William, que tenía las cejas alzadas con diversión.

―Lo siento. No esperé que hiciera eso. De hecho, pensaba que dormía.

―Yo sí que no me esperé encontrarme con este chico nada más entrar en el piso. ―Rio mientras se acercaba a la mesa en la que estaba yo apoyada―. ¿Es tu hermano?

―Sí.

―Pensé que me encontraría con un niño ―admitió con una risa.

―Es un niño aún.

―¿Qué concepto tienes tú por "niño"?

―Tiene quince años solo, aún es un crío.

―¿Quince años? ―exclamó incrédulo. Yo me reí y señalé la silla para que se sentara.

―Quince. Dentro de pocos meses cumplirá dieciséis.

―Tiene pinta de universitario de primer año.

―Eso dicen. ―Reí―. Es como si fuera mi hermano mayor.

―Y sobreprotector.

―Bastante. De verdad, siento eso. Si tuvieras que volver a venir, probablemente volvería a ocurrir lo mismo. Intentaré impedirlo.

Los dos nos reímos. Él comenzó a sacar todas sus cosas y yo a abrir el libro y la libreta, además del ordenador portátil.

―¿Tus padres no están en casa? ―me preguntó curioso. Sonreí un poco.

―Vivimos solo Vincent y yo aquí. Soy su tutora legal ―respondí. Él me miró un poco sorprendido y pareció arrepentirse de haber preguntado―. No pasa nada, William.

―Lo siento, me meto mucho en lo que no me conviene.

―No te preocupes, anda. ―Sonreí para tranquilizarlo―. Venga, empecemos.

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