Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

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¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
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EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
1.UN EXTRAÑO EPISODIO
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
3.TENSIÓN SEXUAL
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

Capítulo veinticinco

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By Clau_Llerena

Con demasiada lentitud abro los ojos. Mis párpados pesan. Al principio todo me da vueltas; luego logro enfocar la imagen de un preocupado Erick.

— Menos mal —comenta aliviado—. Estaba a punto de llamar una ambulancia. Me has dado un susto de muerte. ¿Estás bien? —las imágenes de lo ocurrido invaden mi mente con un golpe desolador. Las lágrimas se apoderan de mí. Él me envuelve entre sus brazos—. Lo siento, cariño; eso fue una pregunta tonta. ¿Tienes una relación con Daniel Gold? Eso también fue tonto —rectifica—. Lo siento. Lamento todo esto. Cuando me preguntó qué hacía en esta casa y dónde estabas, le contesté que el departamento era mío y tú mi esposa. No debí decirle. Lo lamento.

— No lo hagas —digo entre sollozos—. No tienes por qué esconder nuestro matrimonio. Casarme contigo ha sido la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. No lo lamentes, por favor.

— Está bien  —adjudica—. Siendo honesto, admito que no me arrepiento. Conocerte ha sido de las mejores cosas que me han sucedido en la vida.

— Te echaba de menos —admito en un susurro.

— Y yo a ti, cariño —él me decía cariño. Lloro con más fuerza—. Tranquila —intenta consolarme con suaves caricias—. Todo se solucionará. Ya verás.

15 de noviembre de 2018

Me echo agua en el rostro por tercera vez en el día. No he parado de vomitar en toda la semana. Apenas como. Erick ha intentado de todo para hacerme comer, sin éxito. Es oler la comida y correr al baño. No he pegado ojo; las pesadillas han regresado. Esta vez son mucho peores: hechos del pasado se mezclan con mi presente. Es algo aterrador y mi estado es deplorable.

Me miro en el espejo. Apenas puedo reconocerme. Estoy pálida. Unas enormes bolsas moradas adornan mis ojos pardos, ahora apagados. Me siento como la mierda, literalmente.

Daniel no ha querido escucharme. No responde mis correos. Ha bloqueado mi número. He intentado llamarle desde otro —justo como hizo él—, igualmente me cuelga. Me ha prohibido la entrada a su oficina. El primer día lo logré, abusando de mi amistad con Camille y poco faltó para que le despidiera. Incluso se ha ido a los golpes con Eloy. La situación se está haciendo insostenible.

Escucho el sonido de mi móvil.

—Erick—

— ¿Has podido hablar con Riley? —pregunto al descolgar.

Le oigo suspirar.

Hace dos noches me contó la historia. Se conocieron en París. La menor de los Gold trabajaba para él. Mantuvieron una relación sin compromiso. Ella le pidió más y él se lo negó.

Se comportó como todo un desgraciado según sus palabras. Con el pasar de los meses no logró olvidarla. Fue en ese momento dónde se dio cuenta de que se había enamorado. Sin embargo, Riley había ocultado su verdadera identidad y había utilizado su apellido materno. No tenía como encontrarla. No fue hasta que vio un artículo sobre la joven chef y su restaurante, que descubrió toda la verdad.

Pero las cosas no hicieron más que complicarse. Con la llegada de Erick, Riley se enteró de nuestro matrimonio; Daniel se lo contó. Y al igual que su hermano, no ha querido escuchar explicaciones. Incluso fue a verme.

<< — ¿Sabes? De él me lo hubiera esperado. No ha hecho más que decepcionarme desde que le conocí —admitió—. Pero de ti… Nunca imaginé equivocarme tanto con alguien. Si por algo me caracterizo es por leer a las personas y descifrarles. Supongo que errar es de humanos. Aléjate de mi hermano o te las verás conmigo. No le mereces. >>

Esas fueron sus palabras.

— ¿Tú qué crees? —Cierro los ojos lamentando la situación. Todo esto es mi culpa. Le oigo suspirar—. ¿Por qué no nos enamoramos tú y yo?
Sonrío nostálgica—. Porque existen los Gold en nuestras vidas —respondo rotundamente.

Nos quedamos en silencio, escuchando la respiración del otro a través del móvil.

>> Debo dejarte —interrumpo el silencio—. Me jefe está de mal humor hoy.

— Cuéntame algo nuevo —replica—. No es para menos.

A duras penas logro despedirme de él. Yo he sido la causante de esta situación. Debí contarle.

<< Tonta, Amy. Eres tonta >>, no puedo dejar de reprenderme.

Al acercarme a mi escritorio, me encuentro con la imagen de mi mejor amiga. No está bien; puedo notarlo. Esta situación nos está afectando a todos.

Sin demora nos abrazamos.

— He intentado explicarle —expone—. No ha querido escucharme. No quiere escuchar a nadie. ¡Maldito cabezón!

No puedo evitar sonreír ante su furia. Solo ella es capaz de sacarme una sonrisa en estos momentos.

— Lo lamento, Becka —me disculpo—. Pasé por alto contarle y ahora los he metido a todos en este embrollo.

<< ¿Quién iba imaginar que Erick aparecería de sorpresa y se encontraría con Daniel el mismo? >>

Lo he dicho antes y lo vuelvo a repetir: soy la mala suerte con patas.

— ¡No te atrevas a disculparte! —prácticamente ordena—. No lo lamentes. Casarte con Erick fue la decisión correcta —intento protestar—. Sin peros. No me hagas enojarme contigo, Roldan.

— Entendido —adjudico—. ¿Cómo se encuentran tú y mi sobrino?

— Bien —responde acariciando su vientre—. Aunque casi me da un infarto cuando vi a Eloy llegar todo golpeado hace unos días.

— Lo siento —bajo la cabeza avergonzada.

— Si vuelves a disculparte, te golpearé —advierte—. Vengo a darte la tarde libre. Mi esposo se ha marchado a una reunión y no regresará.

— ¿Cómo? —pregunto confundida—. No me ha avisado.

— Has estado muy distraída —comenta—. ¿Te apetece comer algo?
Ante la mención de comida, mi estómago se revela. Sin apenas meditarlo, me lanzo a por la papelera para volver a vomitar.

<< Odio el mundo >>

<< Odio mi vida >>

— Definitivamente no me apetece —digo al terminar con mis arcadas. Ya no me queda nada por expulsar.

— No estás bien, Amy —señala lo evidente—. Mírate. Eres todo un desastre andante.

— Gracias por el cumplido, Becks —comento sarcásticamente—. No han sido mis mejores días.

— ¿Has dormido algo? —inquiere. Yo me niego a contestar; no quiero más regaños—. Arriba. Te llevo a casa.

— Gracias —no me apetece tomar un autobús con el estómago revuelto.

16 de noviembre de 2018

Contemplo mi taza de té vacía. Dicen que el jenjibre es bueno para las náuseas…; conmigo no ha funcionado. Ni siquiera el baño caliente ha logrado hacerme sentir mejor.

Mi teléfono vibra, acentuando mi dolor de cabeza.
Maldigo en voz baja.

—Número desconocido—

— ¿Bueno? —contesto al descolgar.
Escucho a alguien respirar, pero no habla. Luego suspira.

— Bar White Tower, Downtown Manhattan —<<esa voz>>—. Esta es su oportunidad, señorita. Tal vez, la última.

— Clarke —reconozco su voz—. ¿Estás seguro? No quiero causarte problemas. Podrías perder tu trabajo.

Al recordar la escena con con Camille me estremezco.

— Habrá valido la pena —su confesión me descoloca—. Además, nadie puede deshacerse de su sombra.

Me quedo estática en mi sitio.

<< Daniel le contó >>

— Gracias, Clarke —me despido y cuelgo.

Rápidamente llamo un taxi y corro a cambiarme de ropa.

<< Bien, Amy. Es ahora o nunca >>.

***

Observo las enormes letras de White Tower parpadear. Reconozco el nombre; es un bar de lujo solo para socios. Solo la sociedad más selecta de New York, puede permitirse tomar una copa en este lugar. Por supuesto, los Gold encabezan esa lista.

<< Los ricos soy exigentes incluso para emborracharse >>

Cierro los ojos y tomo una fuerte bocanada de aire. Es mi última oportunidad.

— Está ahí dentro —señala el chofer y guardaespaldas de Daniel.

— Gracias, Clarke —no puedo evitar decirlo.

— Espero que puedan arreglarlo —agrega.

<< No lo creo >>, responde mi subconsciente. Ambas nos hemos resignado.

— Yo también —murmuro para luego dirigirme hacia el interior del bar.

El local no está muy lleno, así que rápidamente logro divisar su rostro. Se encuentra en una mesa bastante apartada, a pesar de lo poco concurrido del lugar.

Me dirijo hacia él decidida a hecerle escucharme. Sus ojos logran percatarse de mi presencia antes de llegar a su mesa.

— ¡Vaya! —sonríe—. Ha llegado la señora River.

Volteo la mirada. Está tomado, lo noto en su voz.

— ¿Qué estás haciendo, Daniel? —inquiero.

— Tomando una copa.

— Creo que ha sido más de una —señalo—. Me prometiste no volver a beber de esta forma.

— Tú prometiste no ocultarme más secretos —replica—, y lo hiciste.
Suspiro—. No todo es lo que parece, Daniel —argumento.

— En eso estamos de acuerdo —concuerda mirándome fijamente, con reproche—. Lo he vivido en carne propia.

— Solo déjame explicarte, Daniel —insisto—. ¿Por qué te niegas a escucharme?

— Porque no cambiaría nada —responde con demasiada franqueza—. No hay explicación capaz de justificar tu engaño.

— Tal vez sí la haya —rebato.

— Solo si fuera mentira. Si alegaras que no eres casada, que Sims no fue tu amante, el padre de tu hijo —bajo la cabeza ocultando una lágrima. Hay tanto dolor en sus palabras—… Si me dijeras que estos interminables días solo han sido parte de una pesadilla, entonces podría escucharte. No me siento capaz de oír tus explicaciones; terminarían por destruirme.

— Me equivoqué —admito—. Cometí el error de ocultarte ciertos hechos sobre mi vida. Dejé que mis miedos e inseguridades nublaran mi juicio. Pero estoy aquí, Daniel; dispuesta a contarte toda la verdad, sin disfraces, sin máscaras. La historia es más complicada de lo que puedas imaginar.

— No lo dudo —accede—. Sin embargo, es tarde. Demasiado tarde para nosotros.

— ¿Eso es todo? ¿De verdad piensas de esa forma? —pregunto en un susurro. Apenas puedo hablar sin sollozar.

— Solo dime algo —pide—. Mientras te hacía el amor, ¿pensabas en él?

<< Erick >>, logro identificar el nombre en sus palabras.

Su pregunta me ataca directamente al pecho, con un golpe ensordecedor, mortal.

— ¿Dudas de mí, Daniel? —mi pregunta está cargada de dolor—. Era tuya, en cada beso, cada caricia; solo tuya.

— No, Amanda —objeta—. Te equivocas. La verdad es que nunca fuiste mía —admite con pesar.

— Te voy a hacer la misma pregunta que me hiciste una vez —intento por última vez—: ¿Es así como quieres que termine todo entre nosotros?

— Te diré la misma respuesta que me diste ese día —contesta—: Nunca hubo un nosotros.

— ¿Es lo que piensas? —el nudo en mi garganta comienza a cortarme la respiración y las náuseas hacen acto de presencia.

— Es la realidad —expone dando un sorbo a su copa de whisky.

— Muy bien —adjudico—. Adiós, Daniel Gold. Te deseo lo mejor —me alejo hacia la salida. Sin embargo, regreso otra vez—. Si te amaba… En eso nunca te mentí —esas son mis últimas palabras.

Al menos no podré reprocharme el no haberlo intentado.

Salgo a la calle, dejando que el aire golpee mi rostro. Sin poder resistir un segundo más, me inclino a expulsar todo el contenido de mi estómago.

<< ¡A la porra el jenjibre! >>, maldigo en silencio.

Siento unas ásperas manos tocar mis hombros y me aferro a ellas para no caerme.

— ¿Señorita Roldan? —reconozco la voz de Clarke—. ¿Se encuentra bien?
Asiento—. Sí. Solo estoy poco mareada —respondo—. Lo mamento, Clarke. Has arriesgado tu puesto de trabajo en vano. No he podido convencerle.
Suspira con pesar, puedo intuirlo.

— No me arrepiento, señorita —alega—. Lo volvería a hacer. El señor Gold es muy…

— ¿Testarudo? —termino la frase por él.

— Ya entrará en razón.

Sonrío apesadumbrada.

— No lo creo, Clarke —niego derrotada—. Pero gracias por el voto de confianza.

— Solo sigo mis instintos —admite—. Venga, la llevo a casa —se ofrece.

— No —objeto—. Debes quedarte con él. No dejes que siga bebiendo y súbelo al auto. No me gusta que tome de esa forma, no le hace bien —argumento—. Tomaré una taxi.

— Está muy pálida —observa—. No puedo dejarla…

— Estoy bien —le interrumpo—. Gracias por todo, Clarke.

— Lamento no haber sido de gran ayuda.

— Lo has sido —aclaro—. Finalmente pudimos hablar. Solo que… no obtuve la respuesta que esperaba. Buenas noches.

— Buenas noches, señorita Roldan.

— Amy, Clarke. Llámame Amy —sonrío—. Cuídale, por favor.
El asiente en respuesta antes de marcharse.

***

Lágrimas silenciosas mojan mis mejillas. Apenas puedo dar pequeños pasos. Con un gran esfuerzo logro entrar al departamento.

<< Nunca fuiste mía >>

<< Nunca hubo un nosotros >>

Sus palabras se clavan en mi piel y torturan mi cerebro al mismo tiempo.

— ¿Amy? —Escucho la voz de Erick muy lejos de mí.

— Le perdí —admito—. Le perdí para siempre.

— ¿Qué sucedió? ¿Amy?

Siento unos brazos sostenerme antes de desfallecer por completo.

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