4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS

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Me meto en el ascensor privado sin dar explicaciones a nadie y pulso el número veintiuno para llevarme al piso creativo.

Soy consciente de lo que está a punto de suceder. Quizá sea demasiado pronto, después de todo, no la conozco de nada. Sin embargo, cuanto más rápido explore estas sensaciones desconocidas, más pronto llegaré a la fuente de ellas. Además, si ella está de acuerdo cuál es el problema en tener sexo consensuado.

Las puertas se abren y de inmediato, la castaña de lengua viperina aparece frente a mis ojos.

Una diminuta sonrisa se me escapa, pues debo confesar que tenía mis dudas sobre si acudiría a la cita o no.

—Señorita Roldan —empleo mi tono más cordial, como si esto se tratara de un encuentro casual y puramente laboral—, creo que tenemos una cita pendiente.

—Señor Gold —ella no muestra vacilación alguna al entrar al ascensor y debo confesar que la acción prende una llama antes inexistente en la boca de mi estómago—. Tan puntual como siempre.

—¡Vaya! —exclamo con fingido asombro. Esto no es más que un juego preliminar—. ¿Acabo de escuchar un cumplido?

Me apresuro a colocar la llave en la cerradura para bloquear el elevador entre dos pisos. Entonces, escucho su respuesta:

—Si quiere puede agregarlo a la lista.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro de manera inconsciente antes de posicionarme frente a ella.

—Estoy a punto de borrar esa lista, señorita Roldan.

Mis ojos se desvían de forma automática a sus labios. ¡Dios! Quiero comerme esa boca.

—No veo cómo podrá lograrlo, señor —aunque su voz es firme, puedo percibir los temblores de la expectación, la misma que me invade a mí con latigazos en la entrepierna—. Soy muy difícil de convencer.

Me acerco con lentos movimientos a su oído, casi que tocándola con mi aliento—. Y yo soy muy bueno convenciendo gente, Amanda —advierto—. De ello vivo.

Desplazo mis labios por su piel sin llegar a tocarla hasta quedar frente a su boca. Mis manos van a sus caderas y siento el bulto entre mis piernas a punto de estallar. Estoy tan excitado como nunca lo había estado antes y resulta doloroso, muy doloroso.

»Esto es lo que querías, Amanda. Me has provocado y ahora conocerás al verdadero Daniel Gold.

No le doy tiempo a contestar, pues sin perder un segundo más, me adueño de su boca con el deseo desaforado que me corroe. Un gemido se le escapa como acto reflejo y encuentro la manera de introducir mi lengua, explorando cada espacio, saboreando cada gota de su adictivo elixir.

Un calor desconocido me recorre las entrañas y ya me desconozco por completo. La estampo contra la pared sin delicadeza alguna y no tardo en colar mis manos bajo la tela para recorrer su piel ardiente.

Apenas soy consciente de mi brusquedad, puedo estarla lastimando, pero no puedo detenerme. Estoy dominado, enloquecido por completo y para mi sorpresa, se siente demasiado bien.

Cuando sus dedos llegan a mi espalda, arañando y aferrándose a la piel, el dolor se expande por todas mis terminaciones nerviosas. No me contengo, la alzo entre mis brazos y como si nuestros cuerpos se comunicaran entre sí, ella envuelve mi cintura con sus piernas.

El pantalón de vestir me aprieta y me encuentro al punto del sofoco al palpar sus bragas mojadas en exceso. Sin embargo, me detengo en cuanto sus ojos se quedan paralizados por un momento, contemplando mi torso desnudo después de haberme desabotonado la camisa.

Seduciendo a mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora