Capítulo quince

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14 de mayo de 2018

Sus dedos recorren con suavidad desde mis pechos hasta mis caderas, mientras acaricia con su boca mi punto más sensible. Introduce uno de sus dedos en mi interior, causándome un torrente de indescriptibles sensaciones.

De mi boca solo salen gemidos, ahogados por mi propio puño entre dientes. Al mismo tiempo, mi cuerpo transpira, mezclando el sudor con mis fluidos. Mis caderas se mueven al compás de sus caricias.

Cuando creo llegar a la cúspide del placer, detiene sus movimientos. Intento protestar, pero soy callada por sus labios, los cuales se convierten en el puente entre su sabor y el mío. Un segundo dedo se hace partícipe de su juego, el cual, junto al anterior, comienza la lenta y placentera tortura, nuevamente.

Con la adición de un tercer dígito, es capaz de llevarme al séptimo cielo.

— ¡Daniel! —exclamo entre jadeos ante el cúmulo de emociones.

Él vuelve a besarme. Un beso que comienza con delicadeza, pero que culmina con una intensidad a nivel óptimo.

— ¿Estás lista para mí, Amanda? —inquiere con sus labios aún pegados a los míos.

— Siempre —contesto—. Soy solo tuya, Daniel.

— Solo mía —sisea antes de fundir nuestros cuerpos en uno solo.

— ¿Pensando en mí? —Su voz me hace dar un brinco de la sorpresa.

Sin dejar de mirarle, llevo una de mis manos hacia mi pecho para intentar calmar mi agitada respiración.

— ¿Pretendes matarme de un susto? —logro decir finalmente.

— Podría hacerte morir de placer —contesta—, pero no de miedo. Creéme.

— Entonces, no aparezcas así de repente —declaro.

— Llevo más de diez minutos frente a ti, Amy —explica para su júbilo y mi sorpresa—. ¿Dónde tenías la mente?

<< En nuestra ardiente noche >>, responde mi subconsciente por mí.

— Para su información, señor Gold, tengo un montón de trabajo —intento defenderme—, al contrario de usted, al parecer.

— Pues, para su información, señorita Roldan —imita mi tono de voz—, su jornada laboral de hoy era hasta el mediodía. Ya son pasadas las dos.

— Lo sé. Pero con la ausencia de Eloy, he tenido un día movidito —agrego.

— ¿Has comido? —indaga con preocupación.

Volteo la mirada ante su gesto—. He comido en la cafetería.

— Bien. Apaga el ordenador y vámonos —ya está dando órdenes nuevamente.

Su faceta dominante es la menos agradable de todas... en ocasiones.

Obedezco, no sin antes resoplar y nos dirigimos hacia la salida.

— ¿No tomamos el ascensor privado? —pregunto extrañada al ver que nos dijimos hacia el de trabajadores.

— No me des ideas, Amanda —dice en un tono muy bajo, casi ronco—. Si entramos ahí, Sugar se quedará esperándonos.

No puedo evitar la pequeña carcajada que sale de mi boca.

>> Así que —expresa una vez nos movemos hacia el primer piso—, pensabas en trabajo y no en mí —comenta dubitativo.

— Lo llevas claro —ríe ante mi respuesta—. ¿Conoces el nuevo rumor de la empresa? —Intento desviar el tema.

Seduciendo a mi JefeWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu