The beginning of the end.
___ POV.
—Esto es todo lo que pude encontrar en la biblioteca celestial.
Camila entró a la —ya mencionada—habitación blanca y puso todo alrededor de mi cama. Parecían pergaminos y libros que en cualquier momento se desmoronarían si los movieses descuidadamente.
La cosa es que..., bueno, eran demasiados como para leerlos en un día.
—Hmmm... ¿Ángel? —dije volteando a verla.
—Lo sé, lo sé —dijo frustrada.— Son demasiados, pero creo que podré reducirlos en un par de horas.
Camila empezó a ordenar todo. Pensé un momento y rogué porque mi idea funcionase. Si Dios dice que soy más fuerte de lo que creo, entonces podría ser cierto.
Me senté rectamente, cerré los ojos y respiré profundamente. Llegó un momento en que me sentía casi dormir.
—¿_____? —preguntó Camila asustada.
Escuchaba su voz muy a lo lejos. No contesté y seguí en mi meditación.
—_____, estás asustándome. ¡Estás tornándote demonio otra vez!
Sentí mis alas desplegarse y comencé a sentir el calor de la llama entre mis cuernos. Abrí los ojos de golpe. La mirada atenta de Camila era al mismo tiempo una de temor.
—¡Tus ojos! Ahora son ama–
—Veni ad me! —dije firmemente.
Los libros y pergaminos comenzaron a removerse.
—Veni ad me! —repetí.—Nunc!
Un libro de dos pulgadas salió disparado hacia mí, atrapado a tiempo por mi mano derecha.
A voluntad, volví a mi forma semihumana.
—¿_____?
Volteé a verla.
—¿Camila?
—¿Estás bien? Estabas tornándote demonio, pero no terminaste de hacerlo —dijo extrañada.—¿Qué acaba de pasar? ¿Cómo es que...? Se supone que no puedes transformarte en demonio cuando estás herida.
—No tengo idea de qué sucedió —contesté sincera.—Solo pensé en lo que necesitaba.
Me miró con curiosidad.
—Un libro específico que hable de lo que necesito saber para poseer a alguien.
Miré hacia abajo y noté que mi antebrazo estaba sanado. Había una cicatriz, lo que me parecía curioso porque nunca antes una herida me había dejado marca... aunque claro, no es que todos los días un ángel me hiera.
—Será mejor que cortes de nuevo mi brazo, antes de que Deamon sepa dónde estamos.
—Eso dolerá —dijo viéndome.
—Solo hazlo.
Le tendí mi brazo. Se inclinó a dejar un beso en él antes de proceder. Tomó mi mano con fuerza. Su dedo índice comenzó a brillar azul. Me miró y yo asentí. Un «lo siento» salió de su boca.
Todo se volvió negro otra vez.
——
Un dolor punzante me despertó. Me incorporé con delicadeza de la cama. Miré a Camila en una esquina muy concentrada. Ella desvió su mirada hacia mí y sonrió.
—Hola otra vez —dijo.—¿Cómo te sientes?
—Un poco cansada, pero bien.
Miré mi brazo y ahora había una segunda raya justo al lado de mi cicatriz. Estaba un poco manchada de mi sangre, pero no escurría.
—Es una línea bastante derecha. Me gusta —dije sonriendo ampliamente.
Camila rió.
—Te queda bien —comentó.
Regresó su mirada al libro.
—¿Necesitas ayuda? —pregunté.
—En realidad, no. Sea lo que sea que hayas hecho, funcionó. Este libro tiene todo el proceso.
—¡Esas son buenas noticias! ¿No?
Me miró suspirando.
—No será precisamente lindo, _____.
—¿No?
Una mirada de preocupación pasó por ambas.
—La cuestión es que una vez tu alma deje tu cuerpo, éste comenzará a morir. No puedes estar fuera de tu cuerpo más de dos horas humanas —dijo.
—Mierda.
Dos horas humanas era básicamente decir que tenía cinco minutos para hacer todo. No sé cómo explicarlo, pero nuestro tiempo iba más rápido y variaba constantemente.
No había marcha atrás. Sí o sí era algo que debía hacer.
—¿Cómo empiezo el proceso de posesión? —pregunté.
—Básicamente tu pulgar derecho deber estar sobre la frente de la persona y tu mano izquierda a la altura de su corazón —contestó.
Se escuchaba fácil. La cosa sería acercarme lo suficiente a Deamon para lograrlo. Él era inmensurablemente rápido y tenía una fuerza mental increíble.
—¿Es todo?
—Y decir en voz alta «Eam etiam corporis mea».
Tener más información de alguna forma me tranquilizaba. De todas formas aún no sabía de dónde sacaría la fuerza mental y espiritual para enfrentarme a semejante poderío de Deamon.
—También dice aquí que debes proteger tu alma, pues es probable que se libre una batalla contra la otra alma a la hora de intentar entrar.
—¿Batalla? —pregunté, nerviosa.
—Sí, como una batalla de dominancia. Entre más fuerte mentalmente la otra persona, es más difícil ganar.
Estoy jodida. Muy, muy jodida. Me desplomé derrotada en la cama. Comencé a sentirme estresada.
—¿Cómo protejo mi alma? —pregunté.
—Debes dibujarte un símbolo en el hombro izquierdo.
Volteó el libro en mi dirección y en él aparecía un escudo con dos espadas en equis, y sobre esas dos espadas, un reloj de arena.
Regresó a leer el libro.
—¡Espera, esto es bueno! —dijo entusiasmada.—Se supone que también, de alguna forma, te ayudará a saber de cuánto tiempo dispones. Irá borrándose el reloj conforme pasen los minutos.
—Bueno, al menos eso me ayudará a medir un poco mejor el tiempo —dije, suspirando.
—Quisiera poder hacer esto por ti. Ya has pasado por bastantes cosas —dijo, dejando el libro a su lado, sobre la cama.
Me senté cruzada de piernas.
—Acércate, Ángel.
Se cruzó de piernas frente a mí.
—No debes preocuparte por nada, sin importar qué pase, estaré contigo siempre —dije, sonriendo ligeramente.—Sabes que no podrás verme, pero es probable que sientas mi presencia.
Tomé su mano entre las mías y la miré a los ojos.
—Pero te prometo que saldré de esta. Y, si es así, ¿me concederías una cita? —pregunté.
—¿Qué es una «cita»? —preguntó frunciendo el ceño.
—Es una cosa que hacen los humanos para ver si son compatibles y para conocerse mejor. Es salir a algún lugar a pasear o comer —contesté.
—Sí, me encantaría, pero...
—¿Pero?
—Sabes que en nuestro mundo se manejan diferentes las cosas.
Mi turno de fruncir el ceño.
—¿Diferentes cómo?
—Los ángeles cortejamos por dos ciclos hasta que finalmente comenzamos a salir.
Reí. Dos ciclos equivalían a 4 años humanos.
—¡Ah! No, a ese paso nunca seremos nada —dije, alzando una ceja.
Cara de indignación en 3, 2, 1...
—¡No puedes decir eso! ¿Cómo lo hacen ustedes, demonio?
—Vamos con él o ella y le decimos «vos et te?» y si contestan «verum»... listo. Salimos y vemos hasta dónde llega.
—¿Pero sin conocerse antes? —dijo con asco.
Reí más fuerte.
—Por supuesto que sí —dije—, es decir, ya debes tener una idea de quién es, pero cuando ya hayamos dicho el «trato» es cuando vamos en serio.
Nuestras miradas se encontraron.
—_____, vos et te? —preguntó sonriendo de lado.
—Verum.
———