Léiriú I: La rebelión

By LuxMatnfica

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La alocada Madelaine desea venganza. Para ello se unirá a un grupo muy peculiar de rebeldes liderados por una... More

Prólogo
Operación Desembarco: 1ª parte
Operación Desembarco: 2ª parte
1.Idril I: Cómo ser invencible
1.Idril I: La Promesa
2.Madelaine I: La niña que creyó en los cuentos de hadas
3.Rosalie I: La princesa colibrí
3.Rosalie I: Un superhéroe
3.Rosalie I: De acampada en la zona maldita
3.Rosalie I *última parte*
4.Gelsey I: Comienzan los preparativos
5.Idril II: El despertar del ensueño
6.Grisel I: La reunión
7.Adrián I: Destino irónico(Reescrito)
Adelanto especial
7.Adrián I: Churri
8.Elijah I: El Amo del Bosque
8.Elijah I: Huida magnabulosa
-SEGUNDA PARTE: La rebelión-
9.Madelaine II: El reencuentro
10.Rosalie II: El primer beso
11.Nissa I: El origen de los feéricos
12.Gelsey II: Tres mujeres
13.Elijah II: Enfrentamiento
14.Adrián II: Caos
15.Idril III: El salto del elfo
16.Grisel II: Tuli
17. Nissa II: El Hada Maravilla
ESPECIAL HALLOWEEN: Primera Parte
ESPECIAL HALLOWEEN. Segunda Parte (ARREGLADO)
Entrevista de 100 preguntas a Idril
19.Idril IV: 57
20.Joker I: Una batalla muy peculiar (1ª Parte)
Joker I: Una batalla peculiar (Segunda Parte)
Epílogo
Índice de relatos
Información sobre la segunda parte
Entrevista al más magnabuloso
¡Entrevista intensa a Adri!
Adelanto Léiriú II
Nuevo adelanto: capi de Adrián (disponible temporalmente)
Adelanto: Capi de Idril
¡Tachán!
Una importante aclaración y una disculpa
¡La ilusión de Fehlion (#Léiriú 2) ya disponible!

18.Gelsey III: Limonada rosa

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By LuxMatnfica

Aqui estoy de nuevo con un capi  finalmente siguiendo con la historia principal que ya tocaba :3

En el capi anterior muchos se sorprendieron de la elección de Maddie, bueno, cuando sepais quién es Nadine se entenderá todo y no os impactará.

Repito por si acaso que el especial de Halloween no cuenta, es como un fanfic, de hecho los personajes tuvieron que ceder, con lo orgullosos que son no habrían caído románticamente hablando tan fácil jajaja.

En fin, me callo y os dejo con el capi, en realidad hay muchas cosas que quería decir pero siempre me pasa que se me olvidan y luego las recuerdo cuando ya es tarde.

¡Muchísimas gracias por vuestra paciencia, a mis lectores fieles y sobretodo a las personas locas de corazón que me hacen reír y emocionarme con sus comentarios =D

********************

GELSEY III: Limonada rosa

He soñado con él, con mi hijo. Sé que era él porque había heredado mi melena plateada y el color de mis ojos, además la forma en que nos miramos me transmitieron demasiadas cosas, cosas que no sé cómo poner por escrito. Había mucha tristeza en él y esa mirada melancólica casi me parte el corazón. Sé que se trata de uno de mis sueños premonitorios.

Cada vez voy asumiendo más que no puedo huir de mi destino y, sin embargo, quiero aferrarme a la idea de que no percibí nada de Kra Dereth en él.”

Diario de Ellette



PALACIO DE LOS ESPEJOS. ALCOBA REAL DEL ALA OESTE. 23:50

GELSEY

Dejar que se largaran con el Corazón del Bosque no parecía un acto muy lógico, de hecho en realidad no lo era, pero, aunque no lo podía admitir en voz alta, no iba a permitir que la loca de Nissa muriera, porque ella controlaba la parte de la naturaleza que yo no podía controlar, así que aunque no me gustase, la necesitaba viva. Que el íncubo se la llevara, la curase y se olvidara de Madelaine, después ya me encargaría de recuperarlo. Ahora sabía que  Madelaine no me quería muerto y eso definitivamente lo cambiaba todo.

La humana permanecía intentando sujetar mi cuerpo, como si tuviese la fuerza requerida para detenerme. Lo único que realmente conseguía con eso era provocarme más. ¿Por qué era tan ridícula esta mujer? La lógica me decía que me deshiciera de ella y buscase a Helena, pero con Madelaine cerca no me daba la gana hacerle caso a la lógica. Creo que ése era el verdadero poder de Madelaine, por eso la necesitaba tanto junto a mí, aunque resultase mi perdición.

—Ya se han marchado, no necesitas seguir fingiendo —le dije mirándola con cierta burla.

—¿Fingiendo? —preguntó confusa—. Oye tú, ¿no estarás pensando que lo que en realidad pretendía era quedarme a solas contigo, verdad?

—No… Para nada.

La tomé de los hombros y la aparté un poco, sólo para poder hacer que se sentara a los pies de mi cama. Ella puso automáticamente las manos en posición defensiva, como si estuviera lista para hacerme alguna llave, como si en todo aquel tiempo separados se hubiese vuelto una profesional de las artes marciales.

—Abajo me dijiste que tenías una propuesta muy interesante que hacerme.

—¿La que menospreciaste burlándote de mí? Ahora que sabes que no tienes nada que hacer y que estás perdido te interesa, ¿eh? —me increpó, todavía a la defensiva.

—De hecho no, me han informado de que Idril y Rosalie se encuentran juntos en su alcoba y les va muy bien. Aceptarán casarse y todo su poder mágico muy pronto será mío.

Madelaine comenzó a reírse de mí, como si hubiese dicho el mayor disparate del mundo. No me gustaba que se rieran de mí, así que fruncí el ceño.

—Tienes unos informantes muy malos, yo que tú los despediría.

—¿Y tú qué sabes cómo les va? ¿Acaso les has estado espiando por la cerradura?

La humana sonrió misteriosamente y un brillo malévolo bailó en sus iris. Se estaba haciendo la misteriosa, cosa que no le pegaba nada.

—Ya sabes que yo soy una mujer de acción, el voyerismo no es lo mío —me susurró, acercándose a mi oído, para después retirarse como si nada. Como ya he dicho, esa actitud de mujer interesante no le pegaba en absoluto—. Estuve allí y Grisel a estas alturas estará violando a tu hijo, por lo que tu plan maestro se fue al diablo.

—¿Grisel? ¿Qué Grisel? 

—No importa, Grisel está loca, pero tiene métodos muy… sádicos. Tu hijo está perdido.

—Deja de decir que Idril es mi hijo, sabes que no lo es.

—¿Acaso no te daría prestigio como silfo tener un hijo de verdad?

Madelaine de cierta forma había dado en el clavo, pero no era un tema que quisiera discutir con ella.

—Como concubino sí, pero ahora no hay ninguna reina en el trono. El poder es lo que verdaderamente da prestigio. Lo único que importa.

Por la mueca que hizo, supe que no estaba de acuerdo con eso, pero afortunadamente prosiguió con el tema.

—Entonces mi propuesta te interesará.

—Si me la das de una vez…

Me fulminó con la mirada. Yo seguía expectante, aunque cada vez me hallaba más confuso. Eso es lo que odiaba de que mi plan dependiera de las hormonas de un adolescente. Tampoco podía fiarme de las palabras de Madelaine. Muy probablemente sólo me estuviera manipulando, aprovechándose de lo que una vez hubo entre nosotros. Tenía que mantenerme firme. Yo había hecho planes con Helena, no con ella…

—¿Has oído hablar de la Rosa Dorada? —habló al fin.

—Eso es una leyenda, un cuento para niños y gente ingenua.

—Los cazadores de tesoros llevan buscándola por siglos…

—Y jamás la han encontrado porque se trata de eso, un mito.

—Pero todas las leyendas tienen una base, Gelsey. ¿A qué viene esa cara? ¿Acaso pensabas que te iba a proponer una pirueta vegetal o salto de silfo? Soy una mujer con planes, objetivos también. Una mujer muy seria.

Claro, porque una mujer seria y madura creería en objetos de fábulas y cuentos. ¿Y qué decía de las piruetas vegetales? ¿Me tomaba por un imbécil?

—Deja de vacilarme —gruñí.

—¡No te estoy vacilando! La mítica Rosa Dorada existe y yo sé cómo conseguirla.

—¿Y por qué me estás contando todo esto? Esa flor mágica se supone que tiene poderes excepcionales que cambian según la versión del cuento. Si sabes cómo conseguirla, ¿por qué me lo cuentas a mí?

—Va a celebrarse un gran torneo mágico. El premio para el vencedor es precisamente la Rosa Dorada. Te perdonaré la vida si participas y compartes el premio conmigo.

La analicé de arriba a abajo, tratando de descifrar si eso era todo o si había algo más bajo su propuesta. No me pegaba una Madelaine haciendo esa clase de conspiraciones, pero ella era humana, no tenía posibilidades de ganar dicho torneo si es que éste existía realmente.

—¿Y por qué no se lo has pedido al íncubo ése? ¿Reconoces que yo soy más poderoso? —El pecho se me infló, victorioso.

—¿Acaso crees que no se lo he pedido? Adrián también participará por mí y si gana, compartirá el premio conmigo, pero tengo que asegurarme lo mejor posible.

Sólo me estaba utilizando. No debía de afectarme porque ya sabía de qué estaba hecha la naturaleza de los humanos, era sólo que siempre idealicé a Madelaine como si ella fuera alguien completamente diferente.

—¿Y a cuántos más se lo has pedido? ¿A Kra Dereth? —espeté, tratando de ocultar mis sentimientos.

—Él es el patrocinador, no participa.

—¿Y por qué el malvado Kra Dereth iba a organizar un torneo semejante y a otorgar de premio la Rosa Dorada? Se trata claramente de una trampa. Ese hombre es experto en planes retorcidos y en jugar con todo el mundo.

—Quiere atraer a alguien… Te aseguro que no es una trampa, sino no dejaría que Adri participase.

Ah, muy bonito. Le importaba el íncubo, pero a mí que me destripase una hidra, ella sólo quería su flor mágica.

—¿Qué diantres tienes que ver tú con Kra Dereth y por qué confías en él?

—¿De verdad quieres saberlo? —preguntó completamente seria, al menos para tratarse de ella. Asentí con la cabeza—. Porque en realidad… es mi padre —confesó con voz afectada e incluso ladeó la cabeza , dejando que un mechón cayese dramáticamente por su rostro.

La atrapé por las muñecas, fuertemente. Ella protestó, pero no me importó.

—Eso es mentira —siseé peligrosamente cerca de su rostro—. Te aseguro que no hay ni una pizca de elfa oscura en ti.

—Ya sé que no soy una súper mujer, pero no hace falta que me lo eches en cara a cada instante. —Sollozó—. Suéltame, que me haces daño…

—No entiendes. Me encanta que seas completamente humana...

Nuestros labios estuvieron a punto de rozarse, pero Madelaine se empezó a echar hacia atrás hasta que perdió el equilibrio y cayó recostada sobre el colchón, provocando que yo pudiera sobreponerme sobre ella. Ladeó la cabeza, desesperada. Me aparté un poco, no quería forzarla, aunque su aroma me tentaba, quería más de ella. No se lo merecía, debería ignorarla…

—No es justo que los silfos os aprovechéis de que las humanas somos más débiles…

—No me gustan las humanas por eso. Son más apasionadas, ya que sus vidas son más cortas y son fértiles siempre… Además, personalmente no me gusta que las hadas lloren cuando sienten demasiado placer…

—¿Las hadas lloran durante el sexo?

—Si, las de luz al menos sí… ¿no lo sabías?

—Uf, conozco a dos ridículos que les encantan las hadas, voy a burlarme mucho de ellos…

¿Por qué  tenía que mencionar siempre a otros hombres estando conmigo? Yo tendría que ser lo único que llenase su cabeza y ahí estaba, resistiéndose a mí. Le acaricié el cabello, revelando la marca con forma de jazmín que tenía grabada en la piel cerca de la nuca.

—¡No soy tu mascota! Deja de tratarme como un perro —protestó.

—¡No te estoy acariciando como a un perro! Además... desde lo de Piti no he querido tener más mascotas... Me quedó un trauma —confesé algo avergonzado.

—Gelsey… tengo asuntos que tratar, como encontrar más participantes para el torneo, así que por favor, quítate de encima…

En realidad ya me había retirado un poco, así que si quisiera se habría podido incorporar ya. Ella lo notó y se sentó, haciéndose la loca para variar. No podía comprender cómo actuaba tan insensiblemente después de haber rememorado al pobre Piti.

—Esta cama es realmente cómoda…, aunque para conseguirla tuviste que dejarme.

No iba a discutir de nuevo por lo mismo, ya le había explicado lo que pasó en realidad. ¿Por qué insistía tanto? Acaso…

—¿Te dejé embarazada? ¿Se trata de eso? —pregunté de pronto, sintiéndome algo nervioso.

Un largo silencio se apoderó de nosotros. Me sentía muy raro e idiota en aquella situación, no sabía ya que esperarme.

—Por favor, no me seas. ¿Qué habría hecho con una criatura medio silfa? —respondió al final, entre afectada por la posibilidad y al mismo tiempo conteniéndose el reírse.

No sé si sentí alivio o decepción. Supuse que era mejor así, ya bastante extraño estaba resultando todo como para que me saliera un hijo de repente.

—Oye, podría haber sido eso, como insistes tanto… —me defendí. Traté de armarme de mucha paciencia y volver al tema principal—. ¿Para qué quieres coleccionar entonces tantas flores mágicas? El Corazón del Bosque, los jazmines, la Rosa Dorada…

—Soy una gran cultivadora. Y mis asuntos no te deben importar mucho si me olvidaste durante cinco décadas.

¿Y cómo pretendía que supiera que seguía viva a pesar de todo? Ella tenía mi Corazón del Bosque y, aunque al principio lo busqué con tanto ahínco como pude, tuve que centrarme en mis planes… De acuerdo, me había olvidado por completo de la reliquia que debía proteger. Había fracasado como guardián, pero jamás lo admitiría en voz alta, tenía mi propio orgullo. Madelaine la había conservado. Podría haberla roto, vendido a cambio de una inmensa fortuna… y, sin embargo, la había conservado. De alguna forma tendría que agradecérselo.

—Sabes que si gano usaría el poder para vengarme de los humanos que nos separaron. Son una plaga que están arruinando el planeta.

—No le eches la carga de tu culpabilidad a otros,  pero haz lo que quieras, en realidad ya no tengo nada con ellos ni me importa demasiado lo que les pase…

—No, claro que no. Odias ese mundo que han creado tanto como yo. Por eso andas siempre rodeada de criaturas mágicas… —Volví a apoyar mis manos en sus hombros, esta vez sin brusquedad, pero con anhelo. El tacto de su piel contra el mío me pedía más. Puede que no tuviese la belleza perfecta y sobrenatural de las hadas, pero para mí, ella era la más hermosa de todas, la única capaz de resistirse a mí, la única que podía hacerme enloquecer—. Odias ser tan vulnerable… —Le acaricié la mejilla con el pulgar. Su calidez me hacía sentir bien—. Detestas pertenecer a un mundo tan diferente del mío…, pero ¿sabes qué? —Estaba tan aturdida que aquella vez no opuso resistencia cuando mis labios acariciaron su lóbulo y se deslizaron por su cuello—. Eso es precisamente lo que nos atrae el uno al otro. Voy a conseguirte esa rosa mágica, aunque tenga que enfrentarme al mismísimo Kra Dereth o al mundo entero, te la conseguiré —declaré clavando mis ojos en ella, absorbiéndola, recreándome en la luz que irradiaba.

Y ya no quise controlarme más. Iba a perder el control, a perderme en Madelaine. La necesitaba. La anhelaba. Ella era sólo mía. 

Comencé a besarla como si fuera el último día del mundo, quizás lo era, quién sabía. Su calor rápidamente se propagó por mi cuerpo y comencé a perder la consciencia hasta tal punto que me asusté.  Me aparté preocupado, pues algo extraño me pasaba. De repente me encontraba muy débil, febril y a punto de desmayarme. 

—¿Cómo lo has hecho? —espeté con las fuerzas que me quedaban. 

Me sentía tan idiota… Aquella mujer humana me había traicionado, envenenándome. Tenía que tratarse de eso, por lo que introduje una temblorosa  mano bajo la almohada y tanteé el raso en busca de la daga que sabía que Helena ocultaba. La empuñadura de hueso encajó perfectamente en mi mano que temblaba por la ira que bullía tan ardientemente en mí. Atrapé a Madelaine, estrangulándola con un brazo, y apoyé el filo de la daga  sobre su garganta.

—¡Suéltame! ¿Te has vuelto loco? —consiguió decir luchando por respirar—. ¡Yo no te he hecho nada!

Quería creerla, realmente quería, pero ¿entonces cómo era posible si no había tomado nada? Nissa y el íncubo habían estado allí, quizás el hada oscura había echado algo tóxico en el ambiente, por lo que aflojé. Madelaine se desasió con brusquedad, estremeciéndose todavía por el  miedo que acababa de sentir.

—Lo siento… —me disculpé, muy aturdido. 

Aún seguía mareado y de nuevo el mismo dolor que me había asaltado abajo comenzaba a asediarme. Quería ignorar el dolor, por lo que volví a atraer a la humana hacia mí y de nuevo traté de perderme en su calidez. Madelaine me correspondió a pesar de todo. El dolor tan sólo empeoró haciendo eso y, como en una alucinación, la marca del pequeño jazmín de su cuello resplandecía, iridiscente. Fue como si un relámpago iluminase la oscura noche con su fugaz estruendo. Todas las piezas del puzzle encajaron de golpe de tal forma, que me sentí abrumado.

En el bosque, durante el tiempo que pasé junto a ella había quedado inconsciente varias veces. Me desmayé en mitad del incendio justo después de haber estado con ella. En el balcón la había besado después de tanto tiempo y nuevamente sufrí otro ataque. Y ahora de nuevo sucedía. Siempre pensé que yo era más poderoso y fuerte que los demás y por eso el poder de Madelaine no me afectaba, pero sí que lo hacía, sólo que con retraso.  Alguien le había echado una maldición a Madelaine y ese simple hecho hacía añicos todas mis esperanzas, mis ilusiones, nuestro amor. No podría estar con ella jamás porque, ¿cuántos ataques como éstos aguantaría antes de volverme loco?

La empujé con fuerza lejos de mí. No sabía si reír o llorar por la crueldad del maldito destino, sin embargo no hice ni lo uno ni lo otro, el dolor no me lo permitía.

—¿Y ahora qué te pasa? —me preguntó muy confusa. De pronto sus ojos se volvieron acuosos para rápidamente endurecerse—. Si no quieres nada conmigo no tienes que hacer todo este numerito.

No dije nada, ni siquiera le miraba a la cara para que no viera mi rostro transfigurado por el dolor. Era mi enemiga, mi debilidad. Dejarla con vida me traería problemas a la larga. Liberé mi magia y las raíces comenzaron a trepar por las piernas de la humana.

—Vas a matarme —susurró para sí misma, incrédula—. Cálmate Gelsey, no hace falta que te pongas así… Tengo muchos contactos, yo que tú me lo pensaría. Recuerda que soy la hija de Kra Dereth…

Las raíces ascendían por sus muslos, apresando sus caderas y aferrándose a su piel en un abrazo estrangulador. Dos lágrimas resbalaron por sus mejillas. Ella intentaba convencerme con más argumentos idiotas hasta que las raíces la estrecharon con tanta fuerza que le comprimieron los pulmones. Su piel comenzó a ponerse morada y sus labios se crispaban, desesperados. 

Disipé la magia, hasta para eso estaba cansado. 

—Lárgate, y más vale que nuestros caminos no se vuelvan a juntar, pues no seré tan misericordioso. 

Madelaine me observó en silencio, recuperándose. Tenía los ojos muy abiertos y se encontraba lívida. Se puso lo más firme que pudo y se frotó la nariz. 

—Pagarás por todo —prometió jadeando descontroladamente, dándose la vuelta y marchándose.

Una parte de mí quería impedirlo, atraerla nuevamente hacia mí y decirla todo lo que realmente sentía, pero ya bastaba de sentimentalismos absurdos. Era mejor dejarla ir, o con esos pensamientos alimenté mi cobardía. 

Madelaine se fue, probablemente para siempre, y yo me dejé caer sobre la cama, cerrando los ojos. La misma risa fría e histérica que había oído antes me martilleaba la cabeza. ¿De quién era esa puñetera risa?  Sólo podía esperar a que se pasara aquel infierno, luchando por no caer inconsciente, y después buscaría a Idril.



PALACIO DE LOS ESPEJOS. PASILLO DEL ALA OESTE. 00:00

Madelaine se frotaba los ojos mientras absorbía por la nariz, tragándose las lágrimas que no estaba dispuesta a dejar aflorar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? De nuevo había estado a punto de dejarse embaucar por el aura magnética de aquel maldito silfo, pero ahí no había acabado la cosa. Haría que Gelsey se arrepintiese, que sufriera más aún de lo que ella había sufrido por su culpa.

Al salir al pasillo se topó con un muro de fuego. Las llamas estaban muy altas y el humo le abrasó las pestañas y la garganta. Se puso de pronto muy nerviosa. Era una simple humana sin magia y por primera vez en mucho tiempo, se encontraba sola. Sus brebajes mágicos no podían hacer nada para salvarla de aquella situación y su orgullo le impedía volver con Gelsey. Creyó distinguir varias sombras al otro lado del fuego, pero no estaba segura de si sólo eran delirios. 



PALACIO DE LOS ESPEJOS. COCINAS. 23:45

Dandelion tenía los ojos cerrados y de sus manos vibrantes surgía un halo de luz. Joshua permanecía inmóvil, con el rostro inexpresivo y la mirada concentrada, en un intento de no pensar en nada. Ya lo tenían todo acordado, incluso lo que Dandelion le debería si salía mal el hechizo. Joshua había firmado una especie de testamento apresurado, por lo que no necesitó añadir ninguna palabra más de advertencia. Apoyó sus manos en la cabeza del hechicero y comenzó a hacerle un masaje capilar mientras la magia iba absorbiendo el tinte azul del agua de la cascada hechizada. Joshua sólo notaba un cosquilleo en el cuero cabelludo y mucho calor, pero nada que no pudiese soportar, mientras su pelo no oliese a chamuscado no se alteraría. El cabello absorbió la magia y para cuando Dandelion terminó el masaje, ya había recuperado su habitual tonalidad negra, de hecho incluso brillaba más que antes y había quedado increíblemente sedoso.

—Guau —exclamó Faith sin aliento al contemplar el resultado.

Joshua se sacudió la cabeza provocando que su melena se agitara con elegancia y durante ese breve lapso de tiempo, las dos mujeres quedaron paralizadas.

—Impresionante, ¿verdad? Se trata de una vieja receta de mi bisabuela. Deja efectos secundarios como picor del cuero cabelludo, mayor rapidez de crecimiento del pelo en otras partes del cuerpo y probabilidad a pesadillas psicodélicas, así como posible reacción con la energía oscura, por lo que no es recomendado para todo tipo de criaturas, pero merece la pena el resultado.

—¿¿¿Qué??? —reaccionó Joshua, sobresaltándose —¡No habías mencionado nada de efectos secundarios!

—¿Acaso alguien los lee en las instrucciones de los medicamentos? —se defendió la joven bruja —. Tranquilo, yo lo uso constantemente para cambiarme de look y jamás he notado nada raro...

—¡Pero tú no tienes problemas con la oscuridad!

Joshua se llevó las manos a las sienes, tratando de disimular una mueca de dolor.

—¿Qué te sucede, Joshua? —preguntó Faith preocupada.

—¡¡¡Agua!!! ¡¡¡Necesitamos agua para apagar el incendio de la quinta planta!!! —entraron exclamando unos criados.

—¿Y por qué no usan magia para apagarlo? —inquirió Dandelion.

—El cañón que llevan esos rebeldes absorbe toda magia posible —explicó un joven mitad silfo, mitad humano. 

—¡¡¡Maddie!!! —cayó de pronto en la cuenta Joshua—. Es ahí donde habíamos quedado en reunirnos de nuevo.

Sin perder ni un segundo más se dirigido a la puerta, esquivando a los guardias y criados que se acumulaban en la cocina en busca de agua. 

—¡Espera, Joshua! —le llamó la vampira, aunque él no tenía tiempo que perder—. ¡Te ayudaré!

Con el jaleo que había, nadie les prestó importancia ni salieron a su paso a averiguar si se trataban de más rebeldes o si sólo iban a ayudar a apagar el incendio que se había propagado hasta las escaleras principales. Las flamas avanzaban devorando todo cuanto estaba a su paso hasta que llegó un momento en que ninguno de los dos podía avanzar más.

—¿MADDIE? —llamó Joshua llevándose la mano a la boca. El  humo se le había metido en los pulmones y le irritaba las vías respiratorias y los ojos. 

Faith le tenía un respeto bastante grande al fuego, por no mencionar que si la amenaza aumentaba, podía perder su control y atacar a todo el que se pusiera por delante con tal de huir del lacerante calor, pero se esforzó en tranquilizarse y en tratar de penetrar las llamas con su aguda vista.

—Creo que hay alguien al otro lado —le informó, pestañeando por las manchas brillantes que el fuego imprimía en sus pupilas.

Las de Joshua se habían tornado de un rojo sanguíneo que sorprendieron a Faith.

—¿Tú también eres un vampiro? —Pero el hechicero no le respondía, entonces la princesa vampira advirtió unas volutas de oscuridad tras el cristal de su mirada y comprendió que no se trataba de la sed de sangre sino que dentro de aquel joven había oscuridad, una oscuridad que estaba tomando posesión de su cuerpo.

—Espera, ¿qué te propones a hacer? —le detuvo, hundiendo sus inquebrantables dedos en su hombro.

—Maddie está al otro lado del fuego —musitó con voz de ultratumba.

A Faith le asaltó un escalofrío, pues aquella voz había sonado con un deje más frío. Joshua invocó de nuevo los restos de su espada mágica. Hilos de energía negra salían de sus dedos y se entrelazaban con la espada, entretejiendo sígiles de luz roja. Trazó un enérgico tajo en el aire cortando el mismísimo fuego que salió catapultado hacia todas partes.

Faith se protegió de la lluvia de fuego como pudo, pero unos rebeldes que habían acudido a su ayuda se vieron envueltos en serios problemas. Joshua había enloquecido, como si sólo tuviera en su mente un solo objetivo y el resto no le importase lo más mínimo. A la heredera del clan Sorceress no le gustaba aquel Joshua, además que le preocupaba que él mismo se lastimara, pues las llamas, a pesar de todo, habían alcanzado a quemar sus ropas y él no parecía inmutarse. La princesa vampira se armó de un gran valor para superar su aversión por el fuego y logró atrapar al hechicero, quien agitó su espada para liberarse. Faith la paró con su propia mano sin importarle que el filo se hundiera en su piel. Unas gotas de sangre resbalaron.

—Si vas a adentrarte sí o sí en ese infierno, por favor, acepta esto —le suplicó, quitándose un collar con forma de estrella de cinco puntas y dándoselo a él.

Joshua lo aceptó, confuso. El colgante lanzó destellos verdes y dorados en su mano: orichalcum.  

—Mientras lo lleves puesto estarás unido a mí y no podrá pasarte nada malo.

Al ponérselo, Joshua terminó de recobrar la racionalidad y sus ojos volvieron a su tonalidad turquesa habitual. 

—¿De dónde has  conseguido un colgante así? —preguntó, sorprendido.

¿Cómo era posible que una desconocida, miembro de la realeza además, confiase de esa forma en él?

—Pertenecía a la gran hechicera Farore. Hace trescientos años, hubo una guerra en este mismo palacio por conseguir este colgante mágico. Por así decirlo, Farore y yo estamos especialmente relacionadas... Cuídalo, los Black nos lo han querido quitar desde siempre.

Faith estaba actuando guiada por un impulso. Era una sensación mágica y especial. Por primera vez sentía esperanza, así que aprovechó ese impulso y besó los labios del hechicero antes de que se perdiera entre el fuego.

Joshua no había entendido mucho de aquella explicación, pero sí sabía que Farore era todo un referente en el mundo de la magia y le sorprendía llevar a su cuello una reliquia que le había pertenecido a ella. El beso de Faith le había gustado al mismo tiempo que pillado desprevenido, pero no podía perder el tiempo con esas cosas, tenía que salvar a Maddie. La estrella de orichalcum le protegía del fuego y su espada desviaba las llamas, abriendo un camino, eso sí, con mucho más cuidado que el de antes. 



PALACIO DE LOS ESPEJOS. PASILLO DEL ALA OESTE. QUINTA PLANTA. 00:02

Madelaine se asfixiaba, sudando profusamente. Las llamas rugieron, hambrientas, reagrupándose en espirales. Las espirales giraban y giraban y de entre ellas surgió un hombre con un pelo increíble que la dejaba sin palabras. Sus piernas le fallaron, pues se encontraba al límite, pero la figura masculina recién surgida la atrapó a tiempo de que cayera al suelo. De entre las llamas había surgido un camino y al otro lado veía la luz.

—No, la luz no... Aún no he cumplido mi venganza... —desvarió débilmente.

Joshua ignoró sus protestas y la sacó de allí, regresando por el camino que había abierto. El colgante de Farore les protegía. Madelaine contempló aterrada los muros de fuego que se cernían sobre ella, pero nada pasó y finalmente comenzó a volver en sí.

—Maddie, taradita, ¿te encuentras bien? 

—Ha respirado mucho humo, obvio que no está bien —distinguió una voz femenina.

—Claro que me encuentro bien, perfectamente... —Se sobrepuso rápidamente, esforzándose por mantener el equilibrio y tenderse en pie.

La boca le sabía a cenizas y el vestido se le pegaba al cuerpo por el sudor, que se había enfriado.

—Pues si es cierto que ya estás bien, explícame qué rayos está pasando.

Maddie le lanzó una fiera mirada antes de responder:

—Pasa que mientras tú estabas echándote una nueva novia —señaló significativamente a la vampira—, yo me estaba enfrentando sola a Gelsey, pero tranquilo, es buena señal saber que no eres gay. Últimamente los hombres de mi alrededor me hacen dudar. 

—¿Y Adrián? —preguntó ignorando el comentario de la novia.

—Tengo que contactar con él a ver qué pasa.

Madelaine extrajo su walkie-talkie y comenzó a trastear con él sin lograr que éste funcionara.

—¡Diablos! Este chisme funciona con magia y el cañón la está absorbiendo toda —protestó, muy estresada.

—Joshua... Vosotros sois en realidad rebeldes, ¿verdad? —se dio cuenta al fin Faith.

—No, no somos rebeldes sino sectarios satánicos seguidores del malvadísimo Kra Dereth, ¿no se lo habías contado? —resopló la humana.

—¿Eso es lo que somos ahora? —preguntó Joshua.

Maddie no pudo evitar poner los ojos en blanco.

—¡Claro que no! Sólo ironizaba.

—Sí, somos rebeldes —le confesó a la vampira.

Las facciones de Faith permanecieron inmutables, pero sus ojos... Sus ojos se agrietaron al tratar de contener tantas emociones encontradas.

—Por favor, vayámonos de aquí. El colgante os protege del fuego, pero yo siento el abrasante calor —respondió, tratando de asimilar lo mejor posible aquella confesión.

—Lo siento, Faith. No era mi intención haberte mentido...

—Está bien, Joshua. No me arrepiento de nada...

Mientras esta conversación se daba, Maddie no paraba de gesticular y burlarse silenciosamente. Es que vamos, ése no era el momento para estas cosas, Joshua había elegido un momento muy poco adecuado para dejarse llevar por la adrenalina del momento. 

—¿Se puede saber qué haces? —le espetó su camarada—. No tiene gracia.

—Es sólo que me da un poco de risa la situación. Vas a participar en el torneo, ¿verdad? ¿O el amor te está volviendo un cobarde?

Joshua le lanzó una mirada gélida.

—No sé de qué hablas, sabes que no soy un cobarde precisamente.

—Muy bien, porque necesito la Rosa Dorada que sólo se llevará el vencedor.

Joshua dejó de correr de repente y empezó a desabrocharse el colgante para devolvérselo a su dueña, pero ésta le detuvo. 

—Quédatelo, parece que lo vas a necesitar.

—¿Me estás escuchado? A vosotros las hormonas os tienen mal.

—¿Quieres dejarla en paz? Yo hago lo que se me da la gana. Al menos, a diferencia de los demás, yo sí he estado cumpliendo con mi parte.

Para corroborarlo le mostró su quebrada espada manchada de sangre.

—Claro, haciéndote amigo de la aristocracia. No te me pongas chulito Joshua, aquí las que mandamos somos Grisel y yo y ninguna de las dos ha estado perdiendo el tiempo con cursilerías; deberías seguir nuestro ejemplo. Y a ti más vale que no se te ocurra abrir la boca —le amenazó a la vampira.

Ante todo esto, Faith se limitó a esbozar una sonrisa formal.

—Tranquila querida, sé muy bien cuáles son las consecuencias si suelto alguna palabra, pero no soy estúpida como para arriesgar ni mi vida ni la vuestra.

—Ya te dije que la dejaras en paz. Con que cumpla con mi parte en el plan, lo que haga o deje de hacer es asunto mío. ¿Se puede saber qué ha sido de Gelsey al final? ¿Ya le mataste como estaba planeado?

—Cambio de planes, Joshua. No hay que matar al silfo, pues nos es de utilidad aunque él se niegue.

—¿Y cuál es nuestro nuevo plan? —preguntó con cara de fastidio. No le hacía ninguna gracia que Gelsey siguiera vivo.

—Tienes que ganar el torneo, pero para eso debe celebrarse primero. Necesitamos conseguir participantes. El premio será la mítica Rosa Dorada y la necesito, Joshua.

—La Rosa Dorada —exclamó Faith como si acabase de recordar algo importante.

—¿Sabes información importante?

Los ojos de Faith relucieron, iris de oro fragmentado.

—Esa reliquia fue creada por las más poderosas brujas para mantener el Equilibrio, pero una noche, un nigromante lo robó y todo el caos se desató. Las brujas dieron sus últimas fuerzas para acabar con aquel nigromante, después de eso ellas mismas se sacrificaron para ocultar el medallón en un castillo..., pero su localización específica ha sido un misterio y nadie, ni las más poderosas criaturas, han podido encontrarlo —narró con voz interesante.

—La historia no es así —protestó Madelaine—. Esto es lo que pasa por aceptar a gente emo en nuestro bando, que luego se echan novias muy extrañas. —Suspiró, cansada—. La reliquia la creó el primer rey feérico que se enamoró de una humana, no sé qué pintan unas brujas locas aquí. 

—Oye, humana —La paciencia de Faith finalmente había llegado a sus límites—, conozco a la perfección la leyenda: el colgante de Farore me pertenece y estoy unida a ella porque... ¡Soy su reencarnación! Así que sé muy bien lo que sucedió. En sueños me asaltan esas terribles imágenes.

—Claro, y yo soy la reencarnación de esa humana de la que se enamoró el rey feérico. Lo sé porque tengo sueños muy intensos con él.

—¿Sabes querida? Piensa lo que te dé la gana, pero cuida tu lengua.

—No quiero que os peleéis las dos —intervino Joshua, cansado de aquella situación.

—Tranquilo, yo me voy de aquí. No quiero suponerte más problemas, pues sé que al tener sangre Real, los tuyos no me tendrán mucha estima. Sólo una cosa más antes de irme. —Se acercó por última vez al hechicero y le miró fijamente a los ojos—. Voy a darte un último consejo. Dentro de ti he percibido una oscuridad inquietante. No tengo ni idea de lo que te ha pasado, pero debes tener cuidado. Dentro del colgante hay un hechizo de luz y otro de oscuridad. Úsalos de manera que estés siempre en equilibrio, Joshua, o sufrirás un caos inminente.

Dicho esto, se retiró saltando ágilmente por la barandilla y perdiéndose entre las sombras.

—Y encima se larga y te deja una advertencia extraña para que te rayes.

—No quiero que le pase nada malo, ella no es como los demás que tanto odiamos, pero vámonos de aquí nosotros también.

«Yo estoy mal», agregó para sí mismo.

—Estoy de acuerdo con eso último.

—¡Alto ahí, rebeldes!

Les salieron al paso varios guardias feéricos. Sin poder hacer magia no imponían mucho, pero uno de ellos llevaba un saco repleto de unos polvos tornasolados. 

Los ojos de Joshua se entornaron, amenazantes. Los guardias se detuvieron en seco.

—¡Es la mirada del Basilisco! —exclamó uno de ellos.

—¡Se trata de la Pesadilla Sobrenatural! —proclamó otro.

—¡Tiene mejor pelo que yo! —se sorprendió un tercero.

Tras esto, pusieron pies en polvorosa y salieron corriendo.

—¿Pero qué...? —preguntó el hechicero, muy confuso.

—Silfos, están fatal —le tranquilizó su amiga apoyando la mano en su hombro.

Súbitamente, las escaleras comenzaron a tambalearse y una luz muy intensa les envolvió, seguido después del ruido estridente de una gran explosión. La temperatura aumentó, insoportablemente y sus oídos colapsaron; llegaron a pensar que se les habían estallado. Por un momento parecía que se trataba del fin del mundo, pero cuando todo acabó, el palacio había quedado bastante arrasado, sobretodo en el piso inferior donde se había producido el desastre.

—El cañón, finalmente lo dispararon —aclaró Joshua entre toses, expulsando todo el humo y polvo que acababa de tragarse. Se sorprendió al escuchar su propia voz que sonó entaponada en sus afectados oídos.

Manchas de luz todavía nublaban los ojos de la humana que tuvo que frotárselos.

—¡Así no voy a encontrar participantes para el torneo!

—No sabía que ese torneo fuera tan importante para ti, yo pensaba que estabas aquí para matar aristócratas —dijo sacudiéndose el polvo de su pelo.

Ante este gesto, Madelaine se quedó paralizada unos instantes hasta que el último cabello regresó a su posición. 

—Y en cierta parte es así —prosiguió—, pero para ganar esta guerra y acabar de verdad con la monarquía necesitaremos ser los más poderosos y para eso, necesitamos ganar La Rosa Dorada del Gran Torneo. Sígueme a menos que no seas el hombre valiente que dices ser —le ordenó. 

Las grandes y lujosas lámparas de cristal se habían descolgado. Maddie tenía que andar con sumo cuidado para no pisar ningún cristal. Abajo reinaba el caos. Muchos cuerpos se amontonaban en el suelo, sin vida, como fardos inútiles. Olía terriblemente a chamuscado. Los rebeldes se dedicaban a perseguir a los pocos que quedaban en pie y con ánimos de resistirse, a los demás los estaban amarrando para después comenzar a pasarlos por la espada.

—¿De verdad es necesaria esa Rosa Dorada? Vamos ganando —Joshua permanecía escéptico.

—¡No me cuestiones! —le reprendió, analizando lo que quedaba del salón de baile. 

Aún había una mesa en pie a rebosar de comida sazonada con cristal y polvo y una gran fuente con limonada rosa, a saber en qué estado. Algunos silfos habían estado echando jabón a las fuentes antes de que se desatara el caos. De pronto el walkie-talkie comenzó a sonar.

—¡Tiburón Salvaje! Al fin puedo contactar contigo. ¿Dónde estabas, puto? Corto y cambio.

Una voz femenina y oscura se escuchó de lejos, lo que a Maddie le dio una pista de lo que había estado haciendo mientras tanto.

Lo mismo digo. ¿Sigues con Campanillo?

—No, estoy con Dark Lion. Corto y cambio.

¡Hombre, Darky! ¡Cuánto tiempo!

—No le saludes que es casi tan puto como tú, estuvo ligando con vampiras por ahí y haciéndose un tratamiento de cabello. Corto y cambio.

—¿También me vas a echar en cara lo del pelo? No pretendías que me quedara de por vida con el pelo azul, ¿verdad?

¿Tienes el medallón o no?

—Lo tengo, estaba en la Cámara del ala este, y he conseguido que Gelsey acceda a colaborar con el Torneo... más o menos. Corto y cambio.

En realidad el silfo la había echado y le había advertido amenazantemete de que no quería volver a verla, pero eso ellos no tenían por qué saberlo, pequeñas minucias en un grandilocuente plan.

¿¿Qué?? Pensaba que ibas a matarlo.

—Ese canalla se merece algo mucho más doloroso, Adri. ¿Qué tal está el Joker? ¿Lograste curarle con mi jazmín mágico? Corto y cambio.

El Joker me robó la carta y se largó, supongo que a buscar a Idril. Y sí, sigo teniendo el jazmín y ya sé usarlo. Es muy útil, por cierto. 

—Idril se encontraba con Grisel, pero creo que Gelsey también ha ido para allá, o eso supongo. Corto y cambio.

Que se las apañe él solo, en serio. Nosotros tenemos que hacer el portal mágico.

—Convocaré tantos participantes como pueda. Comienza a hacer el portal con el jazmín, ¿de acuerdo? El Joker dice que tienes que saber hacerlo, puesto que se hace igual que liberarlo de la carta.

Lo sé, lo sé. Estamos haciéndolo todo tal y como planeamos. Avísame cuando esté todo listo. Corto y Fin de la transmisión.

Ambos apagaron sus comunicadores. Joshua había presenciado toda la conversación sin entender mucho, pero Maddie no parecía dispuesta a dar más explicaciones.

—Oye, no me importa ayudaros con lo que sea, pero no contéis conmigo para viajar a través de un portal mágico y participar en ese torneo extraño. 

—Oh Joshua, hieres mi corazón, pero está bien... —aceptó a regañadientes—. Lo comprendo, aunque no sé para qué te has pasado entonces toda tu vida entrenando y practicando hechizos. Anda, ayúdame a subirme a la mesa.

La humana se dirigió hacia la única mesa que quedaba en pie, sorteando todo tipo de obstáculos, y el hechicero la siguió. Maddie se subió a la mesa con su ayuda y después le tendió la mano para que él también lo hiciera. Joshua aceptó, resignado.

—Bien, necesito un conjuro amplificador de la voz. ¿Sabes hacerlo?

—¿Por quién me tomas?

No tuvo más que chasquear los dedos, pero en cuanto Maddie volvió a hablar se tuvo que tapar los oídos, pues su tono agudo resultaba penetrante para lo malheridos que estaban. 

—¡Atención, atención! —anunció sin mucho éxito. Los rebeldes tenían sed de sangre y los realistas se encontraban demasiado asustados como para prestar atención—. ¡Ey! ¡Soy una humana! Hacedme un poco de caso al menos, ¡¡¡silfos promiscuos!!!

—Escuchad, cabezas de alcornoque. ¡Es muy importante que escuchéis a esta humana! —colaboró el hechicero.

—¡Ey, se trata de Maddie! —la reconoció al fin una rebelde. Maddie la reconoció como Ashtray, la maestra pirotécnica. 

—Muy bien, dejad un momento de amenazarlos y prestadme atención. Estoy buscando gente para...

—Oye muñequita, si me salvas la vida te daré una noche que nunca olvidarás —la interrumpió un silfo.

—¡Yo me cortaré las alas y huiré contigo! —aumentó la apuesta otro desesperado.

Maddie apretó los puños con crispación, pero se contuvo, ella era una mujer madura y seria.

—Os advierto que tenéis frente a vuestros ojos a la hija de Kra Dereth y mi padre sigue vivo, así que controlad vuestras lenguas, feéricos insolentes. 

Ante semejante declaración, todo el salón se quedó inmerso en un denso silencio.

—¿La hija de Kra Dereth? ¿He oído bien? —inquirió alguien.

Una ola de murmullos surcó la sala. Miraban con sumo terror a la humana que se hallaba subida a la mesa y que afirmaba ser la descendiente del malvado elfo oscuro que les había atormentado doscientos años atrás. Incluso sus compañeros rebeldes la miraban como si no la conociesen. Los únicos que no parecían comprender qué estaba sucediendo eran los feéricos debido al hechizo de olvido que había lanzado la reina Ellette.

—¿Kra qué? —preguntó un hada muy joven.

—Kra Dereth sigue vivo —gimoteó alguien.

—¡Ha llegado nuestro fin!

—¡Os lo predije! ¡Siempre os advertí de que Kra Dereth resurgiría de la oscuridad y se vengaría de todos nosotros! —exclamó un hechicero de aspecto estrafalario.

Joshua por supuesto permanecía de pie junto a la humana, bastante indiferente. Había que ser realmente idiota para haberse creído semejante declaración, pero Maddie estaba satisfecha, había logrado que le prestaran atención. 

—Escuchad: durante todo este tiempo vosotros, aristócratas y miembros de la nobleza, habéis vivido plácidamente como sanguijuelas aprovechándoos de los que estaban por debajo de vosotros. Por no disponer de un título hereditario, pensasteis que éramos inferiores y que podíais abusar de nosotros. Lo que está pasando ahora es para demostraros que somos incluso mejores, porque nosotros no estamos corruptos. ¡Nosotros tenemos sueños, esperanzas y ganas de crear un mundo mejor! Por eso, sé que soy superior a todos vosotros y me he ganado el derecho de juzgaros. Yo y todo el pueblo al que vuestros antepasados sometieron. ¡¡¡Y por eso hemos decidido que merecéis morir !!! Pero voy a daros una última oportunidad.

Madelaine hizo una pausa y retomó aire. Para ser improvisado, su discurso le había salido bastante bien. Los rebeldes la vitoreaban y los realistas aguardaban sin respiración aquella oportunidad que les iba a brindar. Maddie se dispuso a proseguir, sin embargo irrumpió en el salón un Idril cubierto únicamente de una capa mal puesta y perseguido por varios guardias, y el mismísimo Gelsey, que no paraba de gritar que lo detuviesen. Idril llegó sin aliento ante ella y clavó los ojos en la fuente de limonada rosa.

—Oye, que me estás estropeando el discurso. ¡Qué manía tienes con querer robar toda la atención siempre! —protestó la humana.

Sin embargo, Idril no parecía prestarle atención. Había tomado una resolución. La última de su vida.



PALACIO DE LOS ESPEJOS. ALCOBA REAL DEL ALA OESTE. 00:00

GELSEY

Tras recuperarme de los efectos de la extraña maldición de Madelaine me puse en pie, recomponiéndome. La humana había dicho algo de que Idril se encontraba con una tal Grisel que lo iba a matar, por lo que no tenía tiempo que perder, sin Idril no había planes.

Aún con mi pelo despeinado y cayéndome por el rostro, me dirigí hacia la falsa chimenea y accioné el interruptor. El pasadizo secreto comunicaba mi alcoba con la del Príncipe, por lo que si me daba prisa, conseguiría llegar a tiempo. 

El pasadizo era angosto y se encontraba mal iluminado por unas antorchas de fuego verde en la pared cada veinte pasos, por lo que no necesitaba tomar una para poder ver en la oscuridad. La puerta de la cámara de Idril se encontraba a los cuatrocientos, por lo que fui contando las antorchas para no equivocarme. Al llegar a la mitad, me encontré con que alguien había apagado las antorchas restantes. ¿Cómo era posible si se trataba de fuego mágico? Me acerqué a la última antorcha prendida y entonces recaí en el trozo de pergamino que estaba pegado a la piedra. Lo arranqué, pues las sanguinolentas letras con que estaba escrito no me dieron buena espina.

Tengo a la reina Helena. Firmado: el magnabuloso Kra Dereth.”

Me quedé releyendo aquel corto y simple mensaje una y otra vez. Después, mis dedos se cernieron, arrugándolo, blancos de la ira. Aumenté el paso portando la antorcha hasta que llegué a la habitación de Idril, pero antes de aparecer, apoyé mi oído a la pared para escuchar mejor. Tampoco iba a entrar a lo loco sin ningún plan. 

...Hablo en serio. Unámonos Grisel, y derrotaremos a mi padrastro.

Ese mocoso era más problemático e insolente de lo que había esperado. ¿Cómo se atrevía a volverse en mi contra? Yo le había dado todo; sin mí, aún seguiría siendo aquel niño tímido  que no paraba de llorar por la pérdida de su madre. Aquello fue la gota que colmó el vaso, por lo que sin pensármelo ni leches, irrumpí en la habitación, estropeando la escena. Primero mi cabeza asomó por entre los restos de la cama (sí que era intensa la juventud de hoy en día). Idril se quedó muy sorprendido al ver mi cabeza asomando de pronto del suelo, pero a mí eso me daba igual.

—Con que pretendías traicionarme, mocoso desagradecido.

—¡Gelsey!

Rápidamente pasó un brazo por delante de la chica que estaba junto a él, la tal Grisel adiviné, en afán protector.

—Se acabó el ser amable contigo y fingir. Llevo mucho tiempo aguardando este momento —confesé, separándoles con mi magia.

Grisel pronunció unas palabras mágicas y comenzó a formarse un látigo de fuego en sus manos, pero no lo permití. Hice que fuertes raíces la apresaran, tapándola incluso la boca para que no pudiera seguir influenciando al Príncipe. Idril se aproximó a rescatarla, pero le atrapé. El híbrido se sacudió todo lo fuerte que pudo e incluso trató de golpearme, como si tuviese la fuerza requerida para vencerme a mí. Me lo llevé de allí, saliendo al pasillo.

Cubrí la puerta con más raíces para asegurarme de que la bruja no escapaba y diese más problemas. Idril proseguía zarandeándose y llamándome de todo. El chico iba desnudo por lo que ordené a unos guardias que lo cubriesen con lo que pudieran. Uno de ellos le cedió su capa roja que le cubría más bien poco porque no se estaba quieto. 

 —Deja de zarandearte, vas a cumplir con tu destino. Esto es lo que quería tu madre.

—¡Mentira! 

Chispas azules mágicas salieron de su mano y acertó de lleno en mis ojos. Idril aprovechó para escaparse y salir corriendo. Su magia no se había recuperado del todo y ni siquiera podía hacerse invisible.

—¡Seguidle! —ordené, aún con los ojos entornados.

Los guardias estaban muy confusos porque por un lado Idril era el verdadero heredero.

—¡Si no le atrapáis el muy loco es capaz de cometer alguna locura! —insistí.

Finalmente me obedecieron y ya les valía porque si no estaban de mi parte, estaban contra mí entonces. 

Los guardias echaron a correr tras el Príncipe y yo les seguí. Idril había tomado el pasadizo del final del pasillo, por lo que no nos topamos con el incendio ni con más guardias luchando contra rebeldes.

Por un momento no reconocí dónde habíamos aparecido. El Gran Salón estaba derruido y lleno de sangre y cadáveres. Reconocí a varios nobles atados con cadenas de hierro y para mi sorpresa, Madelaine se encontraba subida a la única mesa que quedaba en pie, acaparando toda la atención. Idril había logrado llegar junto a ella y miraba fijamente la fuente de limonada rosa. En cuanto adiviné lo que se disponía a hacer el muy loco, traté de derribar la mesa con mi magia, sin embargo no llegué a tiempo: Idril ya estaba bebiendo.

—¡Detenedle! ¡Pretende suicidarse! —bramé.

Sin él, mis planes de dominación mundial y venganza se iban al traste. Idril lo había asumido hasta el punto de decidir sacrificarse con tal de que yo no me saliera con la mía. Él era alérgico a la limonada rosa, menos mal que no había chocolate en la mesa o los resultados hubieran sido aún más graves. 

—¡Querido Reino, esto lo hago por vosotros! Siento no haber sido un príncipe mejor y todo el daño que causé. Rose, todo lo cruel que fui contigo lo hice por protegerte de los demás silfos. Archie, eres un pesado y jamás me hicieron gracia tus chistes.

Pronunciado su discurso de despedida, prosiguió bebiendo.

Unas hadas derramaron lágrimas anisadas por su príncipe. Los guardias lograron llegar hasta él, pero ya era tarde, Idril se apoyaba en la mesa mientras esperaba a que  la bebida hiciera efecto y cerrase sus ojos para siempre.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Maddie con el ceño fruncido.

Los hombros de Idril temblaban. Yo golpeé con furia una columna. ¿Cómo había permitido que pasara aquello? 

—Alteza, perdónenos —lloraban los guardias arrodillándose a sus pies.

Idril alzó de pronto la mirada. Los ojos se le habían empañado y miraba de forma significativa a la humana. 

—¿Qué miras, idiota? 

—Humana... Tu caaaara me  sueeena de aaaalgo...

Los guardias  y todos los demás aguardaban expectantes a que un milagro hubiese surgido y el príncipe más guapo del que jamás habían dispuesto no hubiese muerto de aquella forma tan trágica. Yo también aguardaba a que el muchacho siguiese con vida.

—¡Estás borracho! —exclamó Madelaine indignadísima.

—Quizás...

Idril se abalanzó sobre ella e intentó subirse a la mesa. Ella no se lo permitió, empujándole para que le soltase los bajos del vestido, sin embargo Idril se negó a soltarla, perdió el equilibrio y ambos cayeron sobre la mesa, tirando todos los canapés y pasteles. Idril había quedado sobre ella con la cabeza muy próxima a sus pechos.

—¡Quítate de encima!

—No puedo levantarme... Todo me da muchas vueltas...

Idril se inclinó aún más e hizo algo que odié con todas mis fuerzas: besó los labios de Madelaine, aunque fue por un breve instante porque la maldición le afectó de lleno, provocándole náuseas y ganas de vomitar. Un hechicero de cabellos negros muy bien cuidados (¿por qué me toca a mí hacer descripciones tan gays siempre?)  tiraba de él para apartarlo de la humana. Madelaine estaba fuera de sí.  Le quitó la espada a Joshua y se la clavó en el muslo. 

—¡Te pasa por drogadicto y puto! Y tú, estúpido, cuida de tu nene —me increpó lanzándome una mirada asesina. Había logrado identificarme entre toda la multitud, ¿sería acaso una señal del destino y siempre nos encontraríamos por muy imposible que resultara? 

Aquel fue el acto que desencadenó que los feéricos reaccionaran al instante para proteger a su Príncipe. Yo intentaba abrirme paso por entre la marea de gente que me arrastraba. Tenía que llegar hasta allí y detener aquel espectáculo que estaba dejando a la monarquía en ridículo. 

—¡Alto! —exclamó Idril,  cubriéndose la herida de su muslo de la que no cesaba de brotar sangre a borbotones—. Estoy bien... Estoy bien... —pronunció a duras penas, tambaleándose. La limonada rosa no le había matado, pero sí que le había afectado seriamente al cerebro—. Es a Gelsey a quien tenéis que atrapar... —Todas las miradas se clavaron en mí. Idril iba a proseguir, sin embargo el alcohol terminó de borrar el poco juicio que le quedaba y se olvidó por completo de lo que iba a decir. En su lugar improvisó —. Rrruosana, Griselda... ¡Contempladme! —proclamó dejando resbalar la descolocada capa por su cuerpo desnudo, dejando a la vista de todos sus atributos principescos.



***

Joshua se sorprendió enormemente al advertir que Idril estaba borracho dando un numerito y además, iba medio desnudo, apenas una capa de guardia muy mal puesta le cubría mínimamente. Tras ver cómo besaba a Maddie, abrió los ojos como platos. Le parecía sorprendente lo que hacía ese loco. Pudo reconocer a Gelsey entre la muchedumbre conmocionada, pues el silfo era más alto que la mayoría. Estaba furioso y con suerte él mismo mataría a su hijastro y les ahorraría trabajo.    

El espectáculo empeoró con Madelaine destilando una furia incontrolable y clavándole su espada, lo que provocó que el hechicero ya no se pudiera contener más y rompió a reír tan escandalosamente, que por poco se cae de la mesa. Sabía que Maddie le iba a matar después por eso, pero en aquellos momentos le daba igual. 



***

Faith se había vuelto a ocultar entre las sombras. Buscaba al hada Blackrose, la única amiga que había logrado echarse aquella noche, para intentar salir con vida las dos de ahí, las cosas se habían puesto muy feas para cualquier persona con sangre Real en sus venas. No logró encontrar al hada, sin embargo le llegó una voz masculina que se le hacía familiar, aunque parecía más bien la voz de un borracho.

—Vaya, ya hasta los elfos se embriagan... —comentó para sí misma.

Apenas estaba terminando de decir aquello cuando agudizó más la vista y recayó en que se trataba de Idril. Abrió los ojos sorprendida cuando vio que estaba haciendo un stripteasse frente a todo el mundo.

— Santo Dios... Sabía que las personas se embriagan, pero no hasta el punto de cometer estos espectáculos...

No pudo contenerse más y empezó a reírse también.



***

El Capitán Elijah era llevado por Enora contra su voluntad. Trataba de comprender por qué una mujer que parecía tan independiente como ella, seguía las órdenes de alguien como Gelsey. La híbrida no le respondió. De pronto, se armó jaleo en el salón, por lo que tuvieron que detenerse. Ambos abrieron los ojos desmesuradamente cuando vieron el espectáculo. 

Primero, tenían una situación de emergencia debido a los rebeldes que intentaban destruir la Corona y los invitados de la aristocracia en vez de ayudar a detenerlos o como mínimo ponerse a salvo, prestaban atención a la humana loca.

Segundo, después de una batalla casi a muerte para demostrarle que supuestamente era más poderoso y que su sangre azul no podía ser deshonrada, se encontraba con el imbécil de Idril haciendo semejante show. Aquel degenerado se creía tan divino que tenía la desfachatez de insultar la vista y los oídos de los invitados diciendo sandeces y mostrando su cuerpo.

«La próxima vez que quiera matarlo, será suficiente con empujarlo desde la cúspide de su ego», pensó, aunque después de ver la expresión furibunda en el rostro de Gelsey supuso que le ahorrarían el trabajo. Enora pensaba igual.



***

Rosalie llevaba huyendo despavorida toda la noche. Aún tenía la mirada de desprecio que le había lanzado Idril muy clavada, como un puñal en el corazón, y la traición de Grisel resonaba en su cabeza una y otra vez. ¿Cómo se había dejado engañar de aquella manera? Por su culpa ahora todo el mundo se encontraba en peligro y sobretodo, ella, que no sabía a quién acudir, todos eran enemigos que la querían sin cabeza. 

En su huida, oyó los llantos de una niña. Alguien estaba llorando y era culpa suya. Rosalie se detuvo, muerta de miedo. ¿Qué podía hacer ella? A pesar de todo no pudo evitar acercarse y derribar al rebelde que tenía a la chiquilla atrapada y acorralada contra la pared. Las manos le abrasaban por la descarga repentina de magia y su cuerpo no cesaba de temblar, pero al menos la niña parecía hallarse a salvo. Había llegado a tiempo.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó a la chiquilla amparándola en su regazo y secándole las lágrimas.

—Princesa... muchísimas gracias. Me llamo Salma.

Algo estaba sucediendo en el gran salón, pues la gente murmuraba en voz demasiado alta y todos parecían estar rompiendo a reír. ¿Habría soltado Maddie más gas de la risa? Salma le pidió acercarse un poco más para averiguarlo y Rosalie accedió. Su cara se puso lívida cuando reconoció a Idril sangrando y dedicándole ebrio un stripteasse.  De pronto un calor muy fuerte la invadió de arriba a bajo. ¿Cómo podía Idril causarle semejante reacción?

—Al fin te encuentro, gatita.

La princesa pegó un respingo. No era Idril el que la causaba ese calor sobrenatural afortunadamente, sino el enigmático y perturbador Flopi que la miraba con intensidad.

Le preocupaba que una niña pequeña como la dulce Salma estuviera expuesta a semejante ser, por lo que le susurró al oído donde había un pasadizo secreto en el que ocultarse para ponerse a salvo y encaró al guardia. Él tenía que estar de su parte, ¿o seguiría las órdenes de su madre?

—¿Qué queréis de mí?

Flopi acentuó aún más su mirada. Una mano de Rosalie se movió involuntariamente hacia debajo de su vestido para topar con el frío acero del cinturón de castidad que gracias a todos los dioses le había regalado Adri.

—Protegeros. Confiad en mí, Princesa. No permitiré que nadie dañe a una linda y tierna flor —declaró guiñando el ojo.

Estaba despeinado y su camisa, desgarrada, revelando varios cortes en su pecho que le daban un aspecto de guerrero todavía más interesante. Sin embargo, sus dedos estaban manchados de sangre. Detrás de él recayó en el Joker que se apoyaba a duras penas en la pared y tenía muy mal aspecto, como si Flopi le acabase de derrotar. Sus ojos rojos de demonio les miraban con odio intenso. 

—Sólo soy un guardia Real cumpliendo con mi cometido de proteger a las doncellas —insistió.

Ella estaba muy nerviosa, pero aquel guardia era uno de los más legendarios y de mejor reputación mientras que el Joker la aterraba, por lo que decidió confiar en él.

—Está bien, protegedme de esta locura...



***



GELSEY

La limonada rosa no había acabado con la vida de Idril, sino que sólo le había afectado a su sistema psico-motor. Cuando lo comprendí, reventé de furia y no me importó llevarme por delante con mi magia a todo aquel que me entorpecía el camino, sin importarme el bando al que perteneciesen.

Idril miraba mal al hechicero que pataleaba de la risa en la mesa, por lo que se lanzó sobre él olvidándose de cubrir su cuerpo y se enzarzaron los dos en una pelea. Maddie se limpiaba los pasteles y polvo de los escombros del pelo, observando muy crispada la pelea entre esos dos. La gente apoyaba a sus favoritos: los feéricos a su Príncipe y los rebeldes al hechicero, quien al principio luchaba por apartar al principito desnudo de encima suyo, aunque al final se dejó llevar por las ganas de golpearle y le rompió la nariz de un férreo puñetazo . 

—¡BASTA YA!

Creé un seísmo que partió la mesa en dos y se formó una gran grieta que alcanzó incluso a la gruesa columna que había unos pasos más atrás. La onda expansiva de mi magia había provocado que los tres fuesen arrojados hacia atrás. El hechicero quedó aturdido mientras que Idril finalmente había perdido el conocimiento. Maddie se incorporaba adolorida y me miraba con terror.

—¿Por qué eres tan poderoso? —gimió.

Ya iba siendo hora de que se dieran cuenta de a quién habían hecho enfurecer. 

—Guaridas, llevad al Príncipe hasta los calabozos donde se encontrará más a salvo y al hechicero encerradle también. Es un asesino —ordené.

La confusión reinaba en la mente de todos, pero finalmente accedieron a obedecerme, pues eran conscientes de que el Príncipe corría peligro entre tanto rebelde. Madelaine se acercó a mí, malherida.

—Te dije que no quería volver a verte cruzándote en mi camino —le espeté.

—Libera a mi camarada. ¡Él no es más que una víctima en todo este espectáculo que ha montado tu hijo!

—¿Bromeas? Es uno de los rebeldes y ha intentado matarlo delante de los ojos de todo el mundo.

—¡Fue el idiota de Idril quien lo atacó primero!

—Sinceramente humana, ¿con quién te crees que estás tratando?

—Sinceramente, con un silfo aprovechado y ególatra, además de megalómano, que pretende sacrificar a su propio hijo para sus planes de dominación mundial.

—¡Él no es mi hijo! —repetí por enésima vez.

—¡Le juraste a su madre protegerlo! Lo que necesitas es la Rosa Dorada, pero no te atreves a participar en el torneo por muy poderoso que presumes ser.

—¿Crees que no me doy cuenta de que se trata de una trampa? —Le acerqué bruscamente a los ojos el pergamino arrugado con el mensaje de Helena.— ¿Qué te parece esto, eh?

Madelaine lo leyó sin mostrar ningún asombro.

—Bueno, para el ritual de inauguración se necesita hacer un sacrificio. Nadie dijo que se debía sacrificar a una virgen, de hecho los elfos oscuros piensan que hacerlo trae muy mala suerte...

—¿Si accedo a participar en ese ridículo torneo tuyo podré ver a Kra Dereth?

—Claro que sí, él estará ahí, aunque si aprecias tu vida yo que tú le evitaría.

No me hacía ninguna gracia ceder a sus caprichos, pero Helena se hallaba en peligro y la situación actual era un caos. No me quedaba otra que aparentar seguirla el juego. Madelaine se estaba ganando con todas sus fuerzas que la matase, aunque luego me arrepintiese, pero el momento de su muerte lo iba a disfrutar.  

—Está bien. Participaré en ese torneo y conseguiré la Rosa Dorada con la que dominaré el Mundo —acepté secamente.

—Baja esos humos, te recuerdo que los rebeldes tenemos todavía en nuestro poder el jazmín mágico. Tu vida sigue en nuestras manos.

¡El Corazón del Bosque! ¿¿¿Dónde se había metido aquel íncubo metrosexual??? A pesar de todo guardé mi compostura y amenacé a la humana con una mirada gélida que logró intimadarla, aunque la muy loca nunca se había caracterizado por su cordura, ella jamás se pondría a suplicarme. 

—No me gusta fanfarronear, soy una chica muy modesta, pero lo cierto es que si sigues vivo es gracias a mí. Me debes ésta, Gelsey.

—Eres una humana ruin e insoportable. No sé qué te he hecho para que me odies tanto. 

—Mira guapete, te he dicho que bajes esos humos. La que tiene ahora el control soy yo y no me gusta que me saques en cara mi naturaleza inferior constantemente, te hace ver aburrido. 

Resoplé, resignado.

—¿Y qué hay que hacer ahora? —pregunté, esforzándome seriamente por no estrangularla. 

Madelaine me analizaba en silencio con una chispa de curiosidad maliciosa brillando en sus ojos.

—Vas mejorando. Si te esfuerzas mucho y sigues mis consejos podrás recuperar parte de tu encanto. 

—No te he preguntado por consejos para mejorar lo que tú opinas que es mi encanto.

Maddie volvió a lanzarme una mirada de reproche, pero se mantuvo firme.

—Nos vamos a Léiriú, Gelsey. La gente de aquí es rematadamente idiota y no me sirve —dijo señalando hacia atrás, donde la gente se había olvidado por completo del golpe de Estado y estaban comentando alegremente el numerito de hacía unos minutos. La verdad es que idiotas sí que eran. 

—¿Léiriú?

Madelaine me ignoró y extrajo un viejo medallón de oro oscuro con gemas de diferentes colores incrustadas en él. Lo reconocí como una de las reliquias de la Cámara del Tesoro, ¡maldita ladrona! Lo hizo balancear entre sus dedos mientras recitaba unas palabras mágicas que jamás había escuchado. Nada sucedió.

—Qué extraño...

—Se me está agotando la paciencia, humana —le advertí con voz peligrosa.

—Algo ha salido mal, tengo que contactar con el Joker.

Sin rendirse, extrajo un artefacto de aspecto sospechoso igual que el que me habían lanzado el día del desembarco y comenzó a hablar con él. Me dije a mí mismo que ni ella podía estar tan mal y que si estaba haciendo aquello sería por algo, así que esperé armándome de paciencia un poco más, sin poder dejar de pensar que ella había sido una de las terroristas que habían intentado matarme.

—Gacela Resbaladiza al habla. Sé lo que hiciste, Tiburón Salvaje me lo ha contado todo. Necesito hablar contigo... por favor. Cara Maquillada, contéstame, te lo estoy pidiendo amablemente...

«Cara Maquillada», sin duda un gran nombre en clave para un payaso como él, seguro que a ningún espía se le ocurriría adivinar con quién estaba hablando. 

¿Qué quieres? —respondió una voz tras un largo instante.

Inconscientemente, me tensé.

—Suenas malherido, ¿te encuentras bien?

Es sólo que ese guardia depravado se ha debido de enamorar de mí. Está acabando con mi paciencia ya, pero no creo que me hayas llamado sólo para demostrarme tu preocupación por mí, eso sería demasiado bonito de tu parte, Maddie.

—¡Gacela Resbaladiza! Usa los nombres en clave por si nos están filtrando la conversación. Corto y cambio.

¿Me vas a decir qué está pasando? 

—Se han llevado a Idril a los calabozos, aunque el muy idiota se lo buscó, ¿eh? Intenté creer el portal con el medallón, pero no pasó nada. Corto y cambio.

Claro, no os conté que aparte del medallón era necesario algo más...

—¿De qué se trata? No me gusta que me timen. Corto y cambio.

Necesitarás que yo haga algo, pero Idril tiene preferencia para mí, sin él no pienso irme a Léiriú.

—Maldita sea. Lo tenías planeado, ¿eh?

—Si piensa sacar a Idril de los calabozos lo lleva claro. El lugar está protegido por magia feérica muy especial. Nadie puede salir de ahí jamás —le advertí a la humana.

Era verdad lo que decía. Todo el mundo podía infiltrarse, pero salir jamás nadie lo había logrado. 

Gacela, ¿con quién estás? ¿Es Adri?

—No... a Adri le dije que abriera el portal con el jazmín como me dijiste.

Sin mí, ninguno de los dos vais a lograr nada. Estáis abriendo una puerta en la otra realidad, pero falta romper los tejidos de ésta. Voy a infiltrarme en los calabozos, nos vemos allí.

—Pero... —insistió.

Fin de la transmisión —Cortó.

Maddie se quedó con las palabras en la boca mirando el aparato suplicante, como si fuese a hablarle una vez más.

—Te acabo de decir que puede intentar infiltrarse en los calabozos, pero no logrará salir de allí.

—Pero tú eres el rey regente. Tú sí puedes, ¿verdad?

—Puedo... 

—Me vas a llevar a los calabozos porque sino llamaré a Adri que tiene el jazmín y le diré que lo raje un poco. ¿Lo captas?

Lo que tenía que soportar, que una humana me amenazase. Dudaba de si ella sería capaz de hacer algo así, pero de todas formas si quería rescatar a Helena y conseguir esa supuesta Rosa Dorada no me quedaba otra que ir hasta Léiriú, fuera lo que fuese ese lugar.  Detuve el duelo de miradas tensas.

—Bien, vamos a los calabozos entonces. Tú sabrás qué locura estamos haciendo.

Se me quedó mirando, como si hubiese propuesto una barbaridad.

—Gelsey, soy una simple humana de raza inferior —ironizó—, no puedo teletransportarme.

—Pero puedes andar, ¿no?

—Por tu culpa estoy muy malherida... ¿No conoces un atajo? No quiero tener que bajar más escaleras.

Me acerqué a ella anulando toda distancia que nos separaba. Ella se asustó, pero igualmente la tomé en brazos con cuidado de no rozar su piel, no quería volver a hacer el ridículo desmayándome de nuevo.

—Así iremos más rápido —le susurré.

A pesar de su cara de confusión pude notar que en realidad le gustaba que la llevara en brazos, incluso se atrevió a acomodarse apoyando la cabeza en mi pecho. No le dije que pesaba mucho más de lo que aparentaba, no quería que se volviera insoportable de nuevo. 



***



Enora obligaba al Capitán Elijah a avanzar hacia los calabozos, sin embargo no resultaba tan fácil con el licántropo en tan mal estado. 

—Ya me encargo yo —se ofreció de pronto un guardia. Llevaba un yelmo con la visera de acero bajada por lo que no se le veía el rostro.

Enora tuvo un presentimiento al respecto, el olor de ese guardia le producía muy mala espina. 

—No. Gelsey me lo ha ordenado expresamente a mí. 

—Voy de paso hacia los calabozos, déjamelo a mí y tú vete a disfrutar de algún bocado por ahí —insistió.

Enora se mantuvo firme. El guardia levantó una mano hacia ella. La híbrida le mostró los colmillos, preparada para moverse rápidamente.

—¡Cuidado! ¡Es un rebelde! —gritó de pronto una mujer que también llevaba el uniforme de la guardia real.

—Bersabelit… —musitó el malherido Elijah al reconocer a su oficial. 

Enora se abalanzó sobre el impostor, cayendo ambos al suelo, ignorando por completo que tenía frente a él al hombre que podía darle respuestas a todas sus preguntas, el culpable de que ella fuese un ser único en el mundo. 

El impostor atravesó limpiamente su pecho con una sola mano envuelta en acero. Las entrañas se le helaron. Nadie tenía tanta fuerza como para traspasar su dura y resistente piel de aquella forma y ahí estaba ese hombre misterioso, estrujándola el corazón con la mano. Bersabelit atacó en su rescate. El desconocido extrajo su mano sin ninguna consideración y fue a encargarse de la guardia.

Enora jadeaba, con la sangre y la vida escurriéndosele. Se sujetaba la herida con ambas manos, rogando por que se regenerara antes de que se desangrara y fuera demasiado tarde. Trató de volver en sí, pero la herida había sido grave y recuerdos como flashes surcaron su mente. Sangre, oscuridad, gritos... Y después no pudo sentir nada más.



***



GELSEY

Mientras tanto yo avanzaba con Maddie en mis brazos dirigiéndonos hacia los calabozos. Tuve muchas tentaciones, como llevar a Maddie hasta una habitación a solas para finalmente hacerla mía o romper su delicado cuello. La tenía en mi poder por mucho que a ella le gustara hacerse la fuerte y eso me gustaba a mí. De pronto, reparé en una figura conocida que se hallaba tirada en el suelo.

—¿Sabes? Esto me hace revivir la infancia perdida que nunca pude tener por culpa del imbécil de mi padre... —me comentaba Maddie sin que yo le prestara atención. No la prestaba atención porque había visto a Enora inconsciente.

Solté a Maddie de improvisto, dejando que cayera al suelo de culo y me acerqué corriendo a la híbrida. Sé que esto estaba mal, la verdad es que no sé por qué lo hice, supongo que no pude evitar resistirme a vengarme un poco de la muy loca por todo lo que estaba haciéndome.

—¡Enora! ¿Qué te ha pasado?

La incorporé con cuidado reviviéndola con mi magia. Tenía una herida en el costado que ya no sangraba, pero había perdido mucha sangre. Al escuchar mi voz, entreabrió un poco los ojos con dificultad y vi que un destello de luz los atravesó.

—¿Qué...? —comenzó a decir, muy desorientada.

—Te acabo de encontrar aquí inconsciente junto a esa otra guardia. ¿No recuerdas nada?

—...El Joker... Iba disfrazado de guardia y nos derrotó... Quería que le diese al Capitán, pero me negué.

—Intenta infiltrarse en los calabozos para llevarse a Idril. Tenemos que impedírselo. 

Madelaine se había retirado de allí, pues ya no vi ni rastro de ella. Conociéndola, estaría maldiciéndome, por lo que decidí dejar de pensar en ella, ahora tenía una aliada menos chiflada... o eso quería creer porque Enora y sus dudas existenciales que sólo yo podía resolver también se las traían. Al menos volvía  a tener el control plenamente.  Y con todo, a una parte de mí le dolía separarme de Maddie una vez más.

—¿Y qué hacemos entonces? Ese hombre es demasiado poderoso —me preguntó la híbrida misteriosa, sacándome de mis cavilaciones acerca de la humana.

Medité las acciones que debíamos tomar. Si iba a enfrentarme al mismísimo Kra Dereth para recuperar a Helena, tendría que prepararme muy bien.

—Primero pasaremos por la Cámara del Tesoro del Ala Este, allí se encuentran guardadas las armas mágicas del Tesoro Real. Nos armaremos bien.

Tan sólo esperaba que los rebeldes no hubiesen saqueado incluso las armas. Muchas tenían gemas preciosas incrustadas en sus empuñaduras.

Conseguimos llegar hasta allí sanos y salvos. Las reliquias y objetos de gran valor que hacían rebosar la sala de gran esplendor, dibujaban destellos relucientes en nuestra piel, sin embargo Enora no tenía en absoluto buen aspecto. La notaba febril y aunque se había resistido a que yo la llevara en brazos, no le había quedado más remedio que apoyarse en mí para caminar. Sus ojos estaban de un rojo enfermizo. Toda la sangre que había perdido le estaba pasando factura, sabía muy bien lo que tenía que hacer.

—Tienes que alimentarte.

La coloqué frente a mí. Ella sabía que tenía razón y dejó relucir sus afilados colmillos, dos pequeñas agujas de diamante en este lugar. Sonreí y le di la vuelta mostrándole al individuo que nadaba entre monedas de oro blanco. 

—¿Maddie? ¿Eres tú que ha vuelto a por mí? —preguntó el tipo que tenía aspecto por lo menos de orco inadaptado. 

Enora torció la nariz. Aquella presa no resultaba en absoluto de su agrado, pero yo tenía que conservar mi sangre, esperaba que lo comprendiese.

—No le conozco, debe de tratarse de un rebelde traidor, así que puedes darte todo un festín con él —le susurré al oído.

Mientras Enora se alimentaba e ignorando los gritos agónicos de Victorcín, estudié las diferentes armas. Todas ellas habían sido portadas por legendarios guerreros a favor de Farore en la guerra que hubo hace trescientos años, pero lo cierto era que no me sabía la historia de cada una de ellas, había estado ocupado con otros asuntos de mayor importancia. Enora llegó junto a mí limpiándose las comisuras de los labios y fijó su atención en el rubí oscuro que destellaba en la empuñadura de una espada de plata.

—Veo que ya te encuentras mucho mejor —le dije tras verla enarbolar con firmeza el arma.

—Con esto bastará. Estoy lista —proclamó.

Asentí. No teníamos tiempo que perder, tenía el presentimiento de que en los calabozos se estaba armando una gran pelea.

****************

Las cosas se están poniendo que arden :P. Ha sido un capi muy largo y revelador en el que han pasado muchas cosas, espero que so haya gustado pues llevo meses escribiéndolo y me ha pasado de todo en el proceso pero bueno, al final lo acabé^^ 

Si os ha gustado, por favor votad y comentad *---* 

¡¡¡Gracias!!!

 

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