No soy Cenicienta pero sí per...

By JoselynAlducin

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Isabella solía meterse en problemas, problemas normales de una adolescente normal, como iniciar una guerra de... More

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By JoselynAlducin

Las personas deberíamos tener alas, podría moverme a todos lados sin tener que usar mis piernas.

—Espera, espera. Ya no puedo. —me doblé y coloqué mis manos sobre mis rodillas, mi respiración estaba entrecortada.

—Que poco aguantas.

—¿Es que tu estás...? —sentí que me faltaba el aire.

—¿Guapo? Ya lo sé. —me guiñó un ojo

—Loco. Tú estás loco.

—Te acabo de salvar y me dices loco. ¡Wow!

—¡Sí! No veo la necesidad de huir, no hicimos nada malo.

—Lo sé, pero es más divertido.

—¿Divertido? ¡Ja! ¡¿Te parece divertido arrastrarme contigo?! La policía ahora sí va a creer que hicimos algo malo. —miré a mí alrededor, no sabía en qué calle estaba— Y ni siquiera te conozco.

—Oh, tienes mente de Dory. —sonrió— Me llamo Kai. —me extendió su mano.

—No estoy para juegos, debo irme.

Sacudí un poco mi ropa y empecé a caminar.

—¿A dónde vas?

—A mí casa, muy lejos de ti.

—Que extraño. Normalmente todas las chicas no huyen de mí.

—Pues esto será nuevo para ti, pero esta chica no quiere nada contigo.

Seguí caminando sin mirar atrás, si lo hacía podría ver su cara maligna mientras me asesinaba.

—Bueno, chica que no quiere nada conmigo, estás caminando en dirección opuesta.

Detuve mi caminar.

—¿Ah? ¿Es que acaso sabes dónde vivo? —me acerqué a él— ¿Desde cuándo me acusas chico raro?

Una sonrisa se formó en su rostro mientras yo esperaba no morir.

—Me parece que ves muchas películas. —bajó la cara y su mano derecha rozó su mejilla.— Venimos en aquella dirección, —señaló hacia un claro— debes caminar hacia allá para llegar a la calle principal, luego podrás ver que camino tomar.

Me quedé mirando el claro, luego lo miré por un momento a él.

—Ya lo sabía.

Comencé a caminar, pero esta vez más rápido.
Unos árboles tapaban la mayor parte de la luz de la luna, comencé a sentir frío y lo único que pude hacer era frotarme los brazos con mis manos.

—¿Tus piernas siempre han sido así de pequeñas? —pegué un pequeño brinco, creí que ya me había alejado lo suficiente de él.

—No. Antes eran más largas, pero me aburrí de eso y me las corté. —fruncí el ceño, pero creo que no lo notó.

—¿Sarcástica, eh? Me agradas.

—No te culpo. Le agrado a todos.

Algunas hojas crugían bajo sus pies, los tenía enormes.

—Tienes unos pies enormes. —me arrepentí de aquellas palabras, sin embargo, ya era demasiado tarde.

—Antes tenía pies de duende, pero me aburrí de eso y me los agrandé. —no pude evitar soltar una risa ante su comentario. Pude notar como me miraba mientras sonreía.

La música de la fiesta se escuchaba cada vez más cerca, ya debía estar a pocos pasos de la calle.

—¿Eres de aquí? —me interrogó el chico que tenía a mi lado.

Asentí.

—Debo suponer que tú no.

Asintió.

—Estoy de visita, mi madre me mandó hasta aquí para que pasara más tiempo con su hermana. Aunque supongo que fue una excusa para irse de vacaciones con su nuevo novio.

Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y se encogió.
Unos chicos con bebidas en la mano pasaron corriendo junto a nosotros.

Miré a ambos lados, ya nos hallabamos en la calle de la fiesta.

—Bien, supongo que a partir de aquí ya puedes encontrar tu casa.

Alcé mi cara para poder verlo bien a los ojos, sonreí.

—Supones bien. Gracias. —alzó una ceja— Por no matarme. —terminé de decir. Rió.

👠

—Ella. —mi padre tocó a la puerta— El desayuno está listo.

Cubrí mi cabeza con la cobija de ositos que tengo desde los diez años.

—Baja ya, hay visitas.

Abrí despacio mis ojos y me levanté para abrir la puerta.

—Buenos días, cariño.

Gruñí.

—Yo también te quiero. —me senté en la cama

—¿Quién vino?

—¿Te acuerdas de Hamilton? —comencé a buscar entre mi cerebro sí tenía el expediente de ese tal Hamilton, pero no lo encontré.— El sobrino de Luci.

Negué con la cabeza.

—Lo conociste hace unos años, ambos tenían doce. Se la pasaban en los columpios de la casa de verano.

—Ahh, ya recordé. El chico que se comía los mocos.

—Ese mismo. Pues se va a quedar con nosotros unos días.

Me miró directo a los ojos, sabía lo que estaba pensando.

—Oh, no. Eso no, no quiero pasar el tiempo con un chico al que no veo en años y que además se come los mocos.

—Vamos, Ella. —me sostuvo las manos— Estoy muy seguro de que ya no se los come.

—Está bien.

Papá salió de mi cuarto y cerró la puerta; yo fui al baño para cepillarme los dientes y enjuagarme la cara.
Cuando salí me cambié mi pijama por unos pantalones y una sudadera, ni siquiera me peiné. Seguramente me vería mejor que el chico come mocos.

Algunas voces se oían cada vez más fuerte a medida que me estaba acercándo a la cocina.

—Ya llegó. —dijo mi padre cuando me vio cruzar la puerta.

—Sí, ya estoy aquí. —traté de mirar a Hamilton, pero Lucía me lo tapaba con su cuerpo.

—Hamilton, ¿recuerdas a Ella, no? —Luci le preguntó.

Un cuerpo atrás de ella se levantó y pude verlo.
No supe como reaccionar, y al parecer él tampoco.

Se acercó más a mí y me dio un abrazo.

—No digas nada. —me susurró al oído.
Cuando se separó de mí me guiñó un ojo.

—Tomen asiento, vamos a desayunar todos juntos.

Me senté en una silla y Hamilton a mi lado.

—¿Por qué me dijiste que te llamabas Kai? —hablé lo más bajo posible cuando mi padre y Lucía se voltearon para servir el desayuno.

—Porque ese es mi nombre. —habló al mismo tono que yo.

Unos platos con huevo aparecieron frente a nosotros.

—Mi lindo sobrinito llegó esta mañana, se vino directo del aeropuerto. —bebió un poco de su jugo de naranja.

—¿En serio? —volteé para mirar al mentiroso que tenía a mi lado. —Que sobrino tan lindo tienes.

Me guiñó un ojo, no puedo creer que le haya mentido así. Bueno, yo también lo hubiera hecho, pero aún así no puedo creerlo.

—No me gusta presumir.

La mayor parte del desayuno pasó en silencio hasta que Lucía empezó a hablar sobre una boda.

—Ya tengo el vestido perfecto, lo vi en una tienda la semana pasada y en unos días debo ir a recogerlo.

—¿Cuándo es la boda? —cuestionó su sobrino.

—Es en un mes, pero más vale que tenga todos listo ahora y no correr por las prisas unos días antes.

Mi padre asintió.

—¿Ya tienes los accesorios?

—Eso me falta, estaba pensando en unos aretesy un collar que combinen con mis zapatos.

—¿Y cómo son los zapatos que te pondrás?

—¡Ay, son hermosos! Me pondré esos que son todos brillosos, me los puse una única vez y quiero que todos se mueran de envidia ese día al ver que los llevo.

Me atraganté con el huevo.

—¿Te refieres a esos tacones que usaste para la fiesta de año nuevo del 2019?

Asintió frenéticamente.

—Lo siento, debo ir a hacer algo.

Traté de levantarme lento de la mesa, pero cuando atravesé la puerta de la cocina empecé a correr.

Abrí con fuerza la puerta de mi armario, lancé todas mis cosas por todos lados pero no logré encontrarlos.

¡Salchichas y bizcochos!

Perdí las zapatillas.





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