Sector 0: La Rebelión (libro...

By DianaGolay

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En una Ciudad dividida por sectores y dirigida por un Gobierno dictatorial, Josh solo piensa en vengarse por... More

Nota del autor
Parte 1
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
Nota
Nota
Parte 2
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
EPÍLOGO
Nota del autor
Ficha de personajes

CAPÍTULO 19

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By DianaGolay

—Hannah dijo que colaborarías —me recriminó Helio.

—Y estoy colaborando. ¿Acaso no te he explicado cómo están ordenados los archivos de La OLIC para que vayas más rápido? 

—Sí, pero algunos de los documentos de tu ordenador les faltan partes —dijo mirándome de forma acusatoria—. Falta la mitad del informe que me has dado de Joel Adams.

—Eso es lo que tenía —dije mirándole serio.

Apartó los ojos ocultándolos tras la pantalla. Lo más probable era que mi actitud tuviese consecuencias después con Lena, pero prefería alargar todo lo que pudiese mi identidad como Joel. No sabía de qué manera aquella noticia podía afectar en La Rebelión, sin embargo me sentía más seguro sin que se supiese, bastante tenía con ser yo mismo.

Llevaba tres días en ayudando en La Rebelión y en ese tiempo ya había comprendido la amenaza de Lena. Los miembros de La Rebelión no me sacaban de allí a patadas simplemente porque ella me protegía. También había descubierto que no eran los únicos a los que les gustaría darme una buena paliza. Al parecer las bandas no estaban nada contentas con La OLIC, bueno... en realidad nos odiaban a muerte. Pensaban que los habíamos manipulado —algo que tampoco era erróneo— y querían venganza. Por lo tanto que un miembro de mi categoría estuviese en su sector tan panchamente no lo llevaban nada bien. Por eso siempre iba acompañado, si no era por la propia Lena era por su perro guardián o por alguno miembro de La Rebelión. Empezaba a pensar que no estaba tan seguro en el Sector 4 como había creído al principio.

Mi relación con Lena seguía siendo tan tensa como antes. Continuaba teniendo en mente irme de su casa, cada día que pasaba me proponía hablar con ella, si bien siempre encontraba un motivo para posponerlo. Al principio había sido darla tiempo, ahora era que me necesitaban en La Rebelión.

Me volví a centrar en los archivos que me habían designado. Eran sobre los ingresos de los peones en La OLIC. Al principio el tema no me había interesado mucho, sin embargo a medida que iba avanzando en la lectura más inquietante me parecía. Ahora me daba cuenta de que Lena tenía razón, los métodos que usaba La OLIC eran crueles. Se seleccionaban a los niños aleatoriamente, solo se buscaba que tuvieran buena salud, después se ocupaba de conseguir que sus condiciones se adecuasen para que fueran un blanco fácil y no se opusiesen a su incorporación cambiándoles las circunstancias en las que vivían, generalmente con perdidas de familiares o del hogar. De esta forma se garantizaban peones fieles y pagándoles una miseria, porque lo que se gastaba La Organización en el sueldo de esos muchachos era ridículo en comparación con lo que ganaba.

—¡Anda! —dijo de repente entre risas Bobby. 

Bobby, junto a Helio, era mi nuevo compañero. Se había incorporado hacía un día y al parecer el chico no solo era propenso a coger todos los virus que flotaban en el aire también era un bocazas, algo que a mí me venía genial. Sobre todo para sacarle información de "Hannah" y de La Rebelión en general. Así me había enterado de un montón de cosas entre ellas que Hannah antes de que entrase un miembro en La Rebelión se encargaba de conocerlo personalmente y evaluarlo.

—¿Sabíais que Aron...? —No terminó la frase porque le dio un ataque de estornudos. Después se sonó con brusquedad y finalmente aspiró un par de veces su inhalador contra el asma. Yo esperé pacientemente a que terminase, siempre era interesante lo que contaba Bobby—. ¿Qué Aron fue un militar del Consejo? —finalizó por fin. 

—¡Bobby! ¿Quieres cerrar la puñetera boca? —le regañó Helio.

—¿Qué ha pasado con lo de que en La Rebelión no hay secretos? —dije ignorando la mirada de enfado de Helio al verme leer los documentos de Bobby por encima de su hombro.

—Tú no eres de La Rebelión —murmuró sin atreverse hacer nada más. «Cierto» pensé sin apartar la vista de la pantalla, aquello era muy interesante. 

Se trataba de un informe de destitución redactado por el Gobierno en el que se confirmaba que Aron había trabajado durante cinco años en uno de los puesto más altos del cuerpo militar a cargo del Consejo. El motivo de su degradación había sido por no cumplir con las expectativas establecidas. «Eso debió de dolerle» pensé recordando lo orgulloso que era.

Estaba alzando la mano para tocar el panel táctil del ordenador de Bobby y poder seguir leyendo el informe cuando una bala de gomaespuma la golpeó con fuerza. Me levanté con brusquedad de mi sitio agitando la mano para aliviar la quemazón. Estaba harto de que aquel grupo de niñatos estuvieran todo el tiempo jugando con las pistolas de juguetes —las únicas armas que permitía Lena— o vagueando con la música a todo volumen mientras algunos intentábamos trabajar. En seguida mis ojos conectaron con la mirada oscura de Chase que se encontraba repantigado en uno de los sofás que había al otro lado de la sala. De su dedo índice se balanceaba una de las armas. El malhumor que me había asaltado segundos antes fue sustituido por la sorpresa. Junto a él estaba Helio con la cabeza gacha.

—A lo tuyo, principito —dijo alzando la voz para que le oyera sobre las conversaciones y la música—. Cuanto antes acabes, antes dejaremos de ver tu cara de remilgado estreñido.

El barullo de alrededor fue sustituido por murmullos y risitas de aprobación entre codazos. La irritación volvió. Llevaba cuatro horas leyendo sin parar bajo ese calor mientras aguantaba el alboroto de aquellos chavales que no entendían el significado de compromiso con un grupo, lo mínimo que podían hacer era respetarme. Así que en lugar de ignorar el comentario de Chase —como solía hacer frente a sus ataques— comenté:

—Cuando quieras puedes unirte a mí y así despareceré antes... —Chasqueé la lengua—. Se me olvidaba que no sabes leer.

Ya me había enterado a que era debido que la mayoría del equipo de Lena no colaborase con las lecturas y era porque la mayoría o no sabían leer o leían bastante mal.

El cuerpo de Chase saltó del sofá como si fuese impulsado por un resorte a la par que en la sala se instalaba un silencio que solo era roto por el grupo de música que sonaba en la radio. Chase se acercó como un depredador hasta que su rostro solo se separaba del mío por unos centímetros. No moví un solo músculo de mi cuerpo. Me habían entrenado para luchar y las bravuconerías de un macarra no me intimidaban. Sus ojos brillaban de puro odio y su aliento agitado golpeaba mi rostro. La tensión se podía palpar en el aire. 

Una risa risueña y algo infantil resonó en el silencio de la sala rompiendo nuestra guerra de miradas. Erin se acercó a nosotros hasta que se colgó de mi brazo. 

—Chase —le regañó—, deja de molestar al nuevo. 

Chase le lanzó una mirada irritada a su amiga antes de dar un paso hacía atrás separándose de mí. 

—Te estoy vigilando —me amenazó antes de dirigir su arma a mi cabeza—. Bang —murmuró con una mueca siniestra en los labios antes de tirarse de nuevo en el sofá.

No bajé la guardia hasta que sentí la mano de Erin acariciarme el brazo. La miré con el ceño fruncido. 

—¿Hoy te puedo invitar a comer? —me preguntó parpadeando de forma exagerada. Contuve en mi garganta un gruñido malhumorado.

Con su carita de niña y sus maneras risueñas era consciente de que a Erin le encantaba molestarme con su actitud, y lo malo era que lo conseguía. Apenas me llegaba al pecho y era delgada como un fideo pero no sentía ningún temor —ni vergüenza— en dejar claras sus intenciones. Cada día se insinuaba y buscaba una excusa para tocarme, algo que había descubierto que me desagradaba mucho. Intentaba por todos los medios controlarme pero era incapaz de evitar la aversión que sentía a su roce. Sin lugar a dudas prefería la agresividad de Chase, sabía llevarlo mejor.

—No —dije de forma tajante cogiendo sus brazos para separarlos de mí.

—Venga, Josh, que no muerdo —dijo. Se le volvió a dibujar una sonrisa traviesa—. A menos que me lo pidas. 

Mi cuerpo se tensó mientras yo apretaba los dientes intentando contenerme. La risa de Chase hizo que mi atención se desviase. A pesar de la distancia estaba atento de nuestra conversación y parecía divertirle mi incomodidad. 

—Erin, ¿no ves que al principito le gustan las princesitas? 

—¿Y quién dice que yo no lo sea? —preguntó Erin indignada sin despegarse de mí. Chase levantó una ceja en un gesto de incredulidad al que Erin respondió con una de sus risitas infantiles—. Vaaaale, no soy una princesita, pero si Josh quiere puedo serlo. No tiene que ser tan difícil.

Se separó de mí y me hizo una reverencia de forma cómica mientras me guiñaba un ojo. La sala estalló en carcajadas. Luego continuó andando de puntillas y dando vueltas por la estancia como si fuera una bailarina de ballet a la par que lanzaba besos a sus compañeros. 

Suspiré resignado.

—Lo hace porque sabe que te molesta —murmuró Helio sin dejar de teclear en su ordenador. Froté mi rostro cansado. Lo sabía—. Mi consejo es que la ignores, entonces parará. 

Observé con sorpresa a ese chico que pocos minutos antes me recriminaba con la mirada mi actitud. 

—¿Por qué me das ese consejo? Te caigo mal. 

El muchacho por fin despegó la vista de la pantalla con sorpresa.

—No me caes mal —dijo con sinceridad—, pero no me fió de ti. No nos cuentas todo.

Sí, Helio era un chico listo y también era un buen chaval. 

Irritado por la escena que había tenido lugar decidí que era un buen momento para darme un descanso e ir a comer. Salí de la nave y agradecí el fresco del pasillo. Me dirigí al otro lado donde había una puerta que daba al resto de las instalaciones de La Rebelión. Se trataba de una serie de trasteros y almacenes en los que acumulaban todo tipo de bártulos y trastos, me temía que la gran mayoría ni siquiera pertenecían a La Rebelión. Uno de ellos lo habían adaptado como cocina con una nevera, un microondas, una cafetera y una mesa destartalada con cuatro sillas desparejadas. 

Una vez allí saqué mi taper de comida y lo metí unos segundos en el micro. Luego me senté en una de las sillas y cerré los ojos mientras me pellizcaba el puente de la nariz. Tenía que empezar a dominarme mejor. ¿Qué me estaba pasando? ¿Desde cuándo me ponía nervioso una chica? Los recuerdos del último mes me vinieron a la cabeza. Enseguida el malestar se adueñó de mí y comprendí lo que me pasaba. La actitud que había tenido Tania conmigo había dejado una huella profunda en mi interior. Una huella profunda y tóxica. Tenía que conseguir arreglarlo, tener de nuevo el control sobre mí. Me propuse que así sería la próxima vez, se acabo eso de temer a una niña desvergonzada.

Abrí los ojos con la determinación grabada en el rostro. Una sombra junto a la puerta captó mi atención. Cuando mi vista se posó en ella mi cuerpo se entumeció de forma incontrolable. Maldije en mi interior. Pues empezaba bien.

Observé a la figura femenina que me acechaba bajo el marco de la puerta como si fuera un ratoncillo. Cuando le pareció oportuno dejó su análisis y me sonrió de forma seductora. El estómago se me revolvió si bien dibujé una sonrisa lo mejor que pude.

—Sofía —dije a modo de saludo sin apartar la vista de ella.

Desde que comencé mi colaboración con La Rebelión la había evitado. No le di muchas vueltas al porqué aunque después de mi descubrimiento hacía un par de segundos comprendía que había sido algo instintivo. Si existía una maestra del coqueteo esa era Sofía. 

Se acercó balanceando sus caderas hasta sentarse en la mesa junto a mi comida.

—Has cambiado, Josh —murmuró en un tono sedoso mientras uno de sus dedos recorría mi brazo. Contuve la respiración evitando retirarlo. «Ella es así» me dije intentando calmarme, «no lo hace para provocarte como Erin».

—¿Tú crees? —pregunté para olvidarme de la caricia.

—Sí, estás más serio y más... contenido. 

¡Ja!, justo todo lo contrario a como me sentía. Aquello hizo que una sonrisa sincera se me escapara. Retiré el brazo y me recosté en el respaldo de la silla algo más relajado.

—¿Qué tal estás, Sofía? 

Ella también pareció relajarse y me regaló una sonrisa limpia.

—La vida no me trata mal, así que no me puedo quejar.

—Me alegra escuchar eso —contesté con sinceridad. La chica se apartó la melena que le caía en el rostro con un gesto de cabeza. Al hacerlo algo me llamó la atención—. ¿Qué te ha pasado ahí? 

Inconscientemente me incorporé para acercarme a ella y retirarle el pelo. No se movió dejándome inspeccionar la zona. Tragué con disimuló al comprobar que la oreja y buena parte de alrededor habían sido mutilado dejando una cicatriz enrojecida e hinchada. Parecía que había sido abrasado con algún líquido. Tenía que haberle dolido muchísimo.

—A Tim no le hizo gracia que trabajara para La OLIC, pero tengo suerte, por lo menos estoy viva —dijo apartando mi mano con delicadeza para que el pelo volviese a ocultar la zona.

—Lo-lo siento —murmuré sintiéndome como una mierda, en parte aquello era culpa mía también. La OLIC era mi familia.

—Fue tu chica quien evitó que me matase. —Alcé las cejas sin entenderla. ¿Mi chica? Ella me sonrió—. Sigue estando colada por ti aunque lo niegue, solo hay que fijarse como te mira cuando no te das cuenta. 

Me aclaré la garganta porque no sabía si se estaba refiriendo a la misma persona que yo tenía en mente. Lena estaba tan arisca y seca que a parte de odio poco más transmitía hacía mí. Dudé unos segundos antes de nombrarla:

—¿Hannah? —Opté por usar el apodo que había adquirido en La Rebelión a pesar de que se me hacía muy raro llamarla así.

Sofía afirmó con la cabeza.

—No soy de halagar mucho a la gente, pero tengo que reconocer que es una buena chica y es muy querida en La Rebelión. Ha hecho una gran trabajo sacándonos de la banda de Tim. Se estaba volviendo muy peligroso estar ahí.

—¿A qué te refieres? 

—Se han produciendo muertes muy raras y... —Su mano, que seguía agarrada a la mía, tembló ligeramente—. Sangrientas. 

Sus ojos reflejaron miedo, así que en un gesto involuntario apreté su mano para reconfortarla. A pesar de que Sofía y yo veníamos de mundos diferentes me caía bien, además de que le debía mucho. Me sonrió agradecida. Justo en ese momento mi vista se desplazó a la puerta. Lena nos observaba pálida y con la boca abierta.

—Yo... yo... lo siento —murmuró a trompicones con los ojos fijos en nuestras manos unidas. Me solté de Sofía en el acto—. No quería molestar. —Tras decir esto se marchó de forma precipitada.

—¡Mierda! —mascullé sin poder contenerme.

A Sofía se le dibujó una sonrisa radiante en el rostro.

—Te lo dije. —Tras decir esto me acarició con una de sus uñas pintadas de rojo el mentón antes de levantarse como si fuera un felino de la mesa y alejarse con un «Chao, Josh».

Aquella conversación me dejó confuso, pero también avivó algo en mi interior. Tenía que descubrir si Sofía tenía razón.

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