CAPÍTULO 20

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—No puedes meter todo lo que encuentres en casa. Decide —exigió Lena dando un ultimátum mientras cruzaba los brazos en el pecho. No eran comunes las peleas entre Tony y Lena, entre otras cosas porque Lena se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa, aun así ya me había dado cuenta de que la relación entre ambos no era la misma que yo había conocido—. El gato y el polluelo se pueden quedar porque comen poco, pero Tarzan o Josh se tienen que marchar, comen demasiado.

El causante del embrollo pio desde su caja. Era el último rescate de Tony, un polluelo de hurraca que se había encontrado en la azotea.

Hice una mueca de disgusto ante las palabras de Lena, ¿por qué siempre me tenía que ver inmiscuido en todas las peleas de la casa? Bajé la mirada a Tarzán que estaba junto a mí. Como si hubiese entendido lo que estaba pasando alzó la vista mientras se relamía el hocico. «Sí, colega, parece que la cosa está entre tú y yo» pensé. Y me temía que si Lena tenía que elegir iba a ser yo el que perdiese. 

—Los dos —contestó Tony con cabezonería. Cuanto más tiempo pasaba allí más me sorprendía el carácter del chico, era mucho más tozudo y rebelde de lo que recordaba—. Siempre haces lo mismo. Echas a la gente que quiero.

—No es verdad —dijo Lena intentando mantener a raya sus sentimientos, aunque no me costó ver reflejado en su rostro lo mucho que le dolían las palabras acusatorias del chico—. Lo que trato de hacerte entender es que no podemos mantener a todo el mundo.

—Josh nos cuidó cuando lo necesitábamos, ¿por qué tú no puedes hacer lo mismo por él? Estoy seguro de que él no querría echar a ninguno de mis animales. ¿A qué no, Josh?

Sentí como dos pares de ojos castaños se posaban en mí y uno de ellos no era nada amistosos. Me aclaré la garganta sabiendo que mi respuesta era crucial.

—Creo que ese no es el problema, Tony —dije con voz tranquila intentando que el niño entrara en razón—. El problema es que no hay comida suficiente para todos, tienes que entenderlo.

Ahora fueron el rostro del muchacho el que reflejó dolor. ¡Joder! ¡Qué complicado era todo! Si no hería a uno hería al otro, el caso era que siempre estaba en medio de ambos. No recordaba que las familias fueran tan complejas o por lo menos no en las que yo había formado parte. 

Mi familia biológica —mis padres— jamás me hubiesen levantado la voz como lo hacía Lena, era demasiado poco comedido. No recordaba haber visto nunca enfadada a mi madre, quizá molesta o incómoda pero no enfadada. Cuando tuvo lugar mi problema con el Gobierno, simplemente no apareció. Nunca me despedí de ella.

Mi padre cuando no estaba de acuerdo con algo nos mostraba claramente lo decepcionado que se sentía, era difícil de ignorar sus gesto de desaprobación. 

Por otro lado, ni a Sussie ni a mí se nos hubiese ocurrido llevarles la contraria tan descaradamente como lo hacía Tony. 

Mi otra familia —La Organización— se regía por la disciplina y la jerarquía. No había discusiones porque no se ponía en juicio las ordenes que daba un superior, si las daba era por algún motivo justificado. Se aceptaba porque así debía de ser.

—Pero tú no lo habrías hecho —insistió el muchacho ahora con los ojos llenos de lágrimas. Miré a Lena buscando ayuda. Me observaba seria de forma crítica. Tragué y volví hacer frente al muchacho.

—La situación era diferente, Tony. Veras... —No me dio tiempo a terminar la frase porque el muchacho se marchó corriendo a su cuarto dando un portazo tras de sí. 

—¿Ves lo que has hecho? —Escuché que decía Lena. ¿Qué había hecho? Estaba a punto de preguntárselo cuando se dio la vuelta y se marchó por la puerta principal.

Sector 0: La Rebelión (libro 2)Where stories live. Discover now