CAPÍTULO 37

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Me quedé mirando su rostro sereno. Había pasado una noche mala y el pelo se le pegaba a la frente por el sudor. Lo tenía sucio y enredado, me había sido imposible bañarla en todo ese tiempo, solo la había limpiado con unos paños y un balde mientras estaba sedada. Su respiración era irregular, todavía algo alterada tras la lucha que habíamos tenido. Se agitó un poco haciendo que uno de sus mechones cayera sobre la mejilla donde estaba la cicatriz. No se había curado bien porque Lena se había arrancado varias veces los puntos, así que estaba roja e inflamada. Con delicadeza se lo coloqué detrás de la oreja. Apreté los labios con impotencia.

Después de mi charla con Mark había dejado de investigar y me pasaba los días con ella. Estuviese sedada o no. Lo que hacía que hubiese recibido varios mordiscos y... muchos golpes. Tampoco es que me importase mucho, a veces hasta estaba tentado de dejarla que me destrozara por completo. Apoyé mi frente contra la suya e intenté contener la angustia que había en mi interior. Me negaba a creer que la había perdido. A ella también no. Murmuró algo en sueños y me separé para observarla mejor. Se podía ver de qué manera sus ojos se movían agitados a través de sus párpados. Puse una mano en su mejilla en un intento de calmarla, debió de surtir efecto porque su cuerpo se relajó y respondió a la caricia con un suspiro y apoyando el rostro en ella. Se me dibujó una sonrisa dulce mientras que en mi garganta se formaba un nudo.

—Josh... —dijo en un murmullo tan bajo que por un instante pensé que me lo había imaginado. Mi corazón se aceleró queriendo salir de mi pecho, me acerqué más a ella sin despegar mi mano de su rostro.

—¿Lena? —la llamé entre susurros. No obtuve respuesta—. Lena, ¿me oyes? —Nada. Sentí como la frustración volvía adueñarse de mí. Entonces volvió a suspirar y movió su rostro en mi mano. Lo volví a intentar—. Lena, si me oyes vuelve a mover la cabeza.

Durante unos segundo sentí cómo mi corazón se paraba a la espera de que sucediera algo. Y volvió a latir de forma brusca cuando Lena repitió el gesto.

—Está bien, está bien —me dije a mí mismo para calmarme. Necesitaba asegurarme de que aquello era real—. Lena, si me oyes di mi nombre.

Aguanté la respiración a la espera hasta que en una especie suspiro débil susurró:

—Josh...

Una carcajada de alegría quiso escapar de mi pecho, la contuve para no despertarla. La di un beso en la cabeza y le dije:

—Ahora vuelvo.

Salí de la habitación a toda prisa sin saber muy bien a dónde dirigirme. Mi cabeza no paraba de trabajar, al final fueron mis pies quienes me guiaron llevándome a la cocina.

Me encontré con Jake que estaba preparándose un café. Me dirigí a él, me observó intentando analizar mi expresión. Le dediqué una sonrisa para que entendiera que estaba de buen humor y le robé la taza de las manos. Hizo una mueca de disgustó al ver cómo bebía de ella. Necesitaba el café para aclarar mi mente.

—Tío, me encanta verte de buen humor pero no hacía falta que me dejaras sin café —dijo intentando mostrarse molesto. Justo en ese momento Sussie entró en el cuarto. La miré emocionado, lo que hizo que se acercara a ver qué sucedía.

—¿Ha mejorado? —preguntó sin poder contener su curiosidad.

—No. —Di otro trago al café cuando vi las miradas de decepción de ambos—. Pero tengo algo... Algo muy bueno. —Se me volvió a dibujar una sonrisa enorme en el rostro. Sin decir nada más, y con la taza de café en mis manos, me marché a la habitación de Bruno donde estaba trabajando con mi ordenador. Jake y Sussie me siguieron a la espera de que revelase algo más, en cuanto entré en la habitación les dije—: Tengo que trabajar. —Y cerré la puerta en sus narices.

Sector 0: La Rebelión (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora