No soy Cenicienta pero sí per...

By JoselynAlducin

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Isabella solía meterse en problemas, problemas normales de una adolescente normal, como iniciar una guerra de... More

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By JoselynAlducin

—¡Por el amor de dios! ¡Felipe, ya estoy harta de tu hija! —Lucía gritó en cuanto cruzamos la puerta, todo el camino en el auto no dejaba de parlotear sobre lo irresponsable que soy.

—Tienes razón, te saco de tus casillas, soy la peor persona de todo el mundo y cualquiera existente. —me senté en el sillón de la sala y dejé la mochila en el suelo— Pero no te preocupes que hay una solución para eso ¿ves eso de allá? —señalé a mí izquierda—, se llama puerta y sirve para que te salgas. Intenta usarla.

—¡Felipe, ven acá! —apretó demasiado sus manos, no debería hacerlo, podrían estallar y yo tendría que limpiar.

Papá bajo las escaleras aún vistiendo su bata de dormir, ha estado desempleado por una semana y aún no encuentra algo que se ajuste a lo que él hace. Le dije que mientras tanto hiciera algo que siempre quiso hacer y, tal parece que lo que siempre quiso hacer era quedarse en cama todo el día.

—Por el amor de dios, cámbiate. Ya es mediodía.

—Me veo bien. —metió sus manos en las bolsas de sus batas. —Ya estoy aquí, ahora dime qué pasa. —se sentó en el sillón a mi lado.

—Pasa que tu hija incendió el laboratorio de la escuela, tuvieron que evacuar.

—No fue nada grave, mi experimento salió mal y el maestro exageró.

-¡Llamaron a los bomberos!

Que barbaridad, había visto muchas veces gritar a Lucía pero ahora podía ver claramente una vena saltada en su frente, bien podría hasta tener vida propia.

Papá la veía pero parecía no ponerle atención, suspiró y se rascó el cuello.

—Ella, no puedes seguirte metiendo en problemas. En cualquier momento el director ya no tendrá compación de ti y te expulsará.

—¡Oh, por favor! Yo solo soy una víctima de la Ley de Murphy.

—¿Quién es Murphy? —cuestionó Lucía cruzada de brazos.

—La Ley de Murphy dice que, si algo malo puede pasar, pasará. —respondió papá.

Mi madrastra comenzó a golpear el tacón de su zapatilla contra el piso.

—Ella, estoy hablando en serio. Intenta comportarte.

—¿Comportarme? No soy un animal.

—¡Pues entonces no te comportes como uno! —gritó y se levantó del sillón muy molesto.
Tanto Lucía como yo estábamos muy sorprendidas; papá no era de las personas que solían gritar aunque la situación lo ameritara.

—Lo siento. —dije por lo bajo, no sentía lo que sucedió en la escuela, pero si sentía haber sido la causa del grito de mi padre.

—Está bien. —dijo ya más calmado— Ve a tu cuarto.

Me paré del sillón y tomé mi mochila para ir hacia las escaleras, no quería quedarme para descubrir si seguía enojado.

—¿Eso es todo? ¿Ve a tu cuarto? Frank, le has dejado pasar muchas a tu hija, es hora de que le des una sanción. —estaba por pisar el primer escalón cuando a Lucía se le ocurrió abrir la boca.

—No creo que castigarla ayude en algo. —por eso amo a mi padre.

Continué mi subida.

—Pues si tú no la castigas, yo sí lo haré.

Oh, no lo acaba de decir.

—¿Qué propones?

Tú no, papá.

—Hoy es la fiesta de Oriana, ¿no?

Ya sé a dónde iba.

Di la media vuelta y repetía seguidamente: No, por favor no.

Subió la ceja y sonrió, descubrió un buen castigo.

Oriana es una chica de la escuela y cada mes da la mejor fiesta de la escuela. Su padre es dueño de una compañía de mueble, en pocas palabras, es millonario; por lo tanto Oriana gasta todo el dinero que quiera en esas fiestas.
Y es casi imposible que te invite, pero en esta ocasión me llegó invitación, no sé cómo le hice pero gracias a Thor que pasó.

—Cualquier otro castigo que quieran pero, por favor, no me dejen sin ir a esa fiesta.

Casi me ponía de rodillas para suplicarle pero tampoco me humillaría.

—Papá, por favor, dile que eso no. —parecía estar considerando la idea. —Me portaré bien.

La esposa de mi padre no decía nada, parecía estar decidida, sin embargo, si habló.

—Para que veas que soy buena, puedes ir a la fiesta.

—Sí. —dije emocionada y ya estaba por ir a mi cuarto cuando volvió a hablar.

—Pero, con una condición.

¡Salchichas y bizcochos!

—¿Qué condición? —pregunté con una mueca en mi rostro y teniendo la respuesta.

—No vuelvas a meterte en problemas o para la siguiente te mando a un campamento.

Un campamento no sonaba mal, estar en un lago y compartiendo con otros chicos sería buena idea.

—De señoritas.

Ya no quiero.

—¡No! ¿Cómo pueden mandarme a un campamento de esos? Es una aberración.

—No te vamos a mandar si te comportas.

Volteé a mirar a papá para que objetada, pero no lo hizo. Solo me miró directo a los ojos para después desviarlos.

Sabía que no iba a convencerlos en este momento, ahora sí, me fui a mi cuarto.

👠

—¿Puedo pasar? -papá tocó a mí puerta.

Me senté en la cama e hice un gesto invitándolo a sentarse.

—Te ves hermosa. —estaba arreglándome para la fiesta cuando llegó. —Luces como tu madre.

Hace mucho que no la mencionaba, solo en su cumpleaños que es cuando vamos a visitarla juntos.

—Gracias. —le sonreí y puse mis manos sobre mis rodillas.

—Venía a disculparme por qué te grité hace rato, no debí hacerlo.

—Está bien, no pasa nada.

—No. No está bien, y sí pasa algo.

—Jamás te había hablado de esa forma. Es solo que... esto de estar sin trabajo me tiene muy mal. —sabía que estaba pasando por un mal momento, pero no para que se sintiera de esa forma.- Vivimos bien, hay suficiente dinero en el banco para varias semanas, Luci también tiene suficiente pero en algún momento todo eso se irá.

—Todo estará bien. —lo abracé y puse mi cabeza sobre su hombro, rodeó mi cintura.

Mis ojos contemplaban la alfombra en mi piso, había un gran silencio pero no era incómodo.

—Bueno, dejo que te vayas a tu fiesta.

Se levantó de la cama y se paró en la puerta.

—Diviertete.

—Claro.

Me quedé sola en mi cuarto pero pude escuchar algo más por su parte.

—Pero no demasiado.

Reí.

Tomé mi celular y salí del cuarto, aún era temprano para llegar a la fiesta pero mejor que llegar tarde y perderme lo bueno.

Pasé por el cuarto de papá y Lucía, ninguno de los dos estaba en ella. Iba a pasar de largo, sin embargo, me detuve.

Lucía tenía unas zapatillas demasiado brillosos para mí gusto pero encajarían perfecto en la casa de Oriana.
Entré a la habitación y con cuidado de no hacer ruido los saqué de su clóset. Me lo puse y llevé mis zapatos de vuelta a mi cuarto.

👠

La casa estaba iluminada por luces de diferentes colores, la música resonaba por toda la cuadra. Pobres vecinos.

—¿Es tu primera vez? —una chica gritó en mi oído recién me puse frente a la mesa de bebidas.

—Sí. —le respondí.

—También es mi primera vez. —tomó de su vaso— Me llamo Italia.

—¿Cómo el país? —asintió.

Los padres cada vez le ponen nombres más raros a sus hijos.

—Yo soy Isabella.

—Mucho gusto. —me serví un poco de refresco.

Un grupo de chicas pasaron a nuestro lado gritando: -El juego inicia en una hora, escuché que será en el jardín de atrás.

—¿De qué juego estarán hablando? —preguntó Italia interesada.

—Ni idea, pero podemos averiguarlo en una hora.

Golpeé mi vaso con el de ella y ambas sonreímos.

Una hora después

—Elevad las anclas, Leviatán está por impactar.

Italia se había pasado un poco con la bebida. Ahora no dejaba de gritar por todos lados que era una pirata.
Comenzó a correr.

El juego no resultó ser más que una simple ronda de verdad o reto en la que cada reto era beber una botella entera de cerveza. Claro está, Italia nunca escogió verdad.

—Disculpa, ¿has visto a una chica de mi altura, castaña y creyéndose pirata. —le pregunté a un chico un poco más alto que yo que estaba comiendo una hamburguesa.

—No, creo que recordaría haber visto a una pirata.

—Bueno, gracias. —seguí caminando por toda la casa para tratar de encontrar a la chica. No es como que ya seamos amigas pero no creo que deba dejarla sola.

—Espera. —el chico, al que anteriormente interrogué sobre el paradero de Italia, ahora estaba a mi espalda.

—¿Si?

—Puedo ayudarte a buscar a tu amiga.

—No, está bien, yo puedo.

—Oh, por favor. Será divertido ver cómo capturas a una pirata.

El joven sonreía y pude notar que se le formaban hoyuelos.

—Si quieres.

Seguí caminando y él estaba a mi lado. Trataba de mirar por todo el lugar pero había muchas personas cruzándose en mi camino.

—¿Cómo te llamas? —me cuestionó mirando por sobre las personas.

—Camila. —le mentí. No me daban ganas de socializar ahora y menos con un chico, no lo conocía y bien podría querer drogarme.

—Bien, Camila, yo soy Kai.

—¿Kai? ¿Eso es un nombre?

Reafirmo lo que pienso. Los padres no saben que nombre ponerle a sus hijos.

—Sí. En realidad, es Malakai pero prefiero Kai.

—Oh.

Empecé a dudar sobre si Italia estaba dentro de la casa. Quizá volvió a salir al patio.

—Creo que volveré al jardín para ver si está ahí. Gracias por tu ayuda.

—¿Qué? No, yo voy contigo. -tomó mi mano y me jaló por entre las personas.

Mi boca se puso un poco seca, sentía ganas de querer gritar pero esas ganas se esfumaron cuando estábamos en el patio. Por un minuto pensé que me llevaría a otro lado.

—¿Han visto a una chica diciendo ser una pirata? -preguntó a una pareja sentada en el césped, ambos negaron.

Di un paso y se me dobló el pie, no debí haberme puesto los tacones.

—Parecen un poco incómodos.

—Sí. —puse mi mano en su brazo y levanté mi pierna para quitarme el zapato, hice lo mismo con el otro.— Mucho mejor.

Comenzó a reír por lo bajo.

—Aquaman me ha dado los poderes para manejar el agua, no os cruzen en mi camino o lo pagarán. -escuchamos que gritaron.

No muy lejos, Italia se hallaba sin su vestido corriendo por todo el jardín.
Caminé hasta ella pero de pronto, comenzó a correr hacia la calle.

—¡Italia, espera!

Ambos corríamos tras ella pero parecía no querer detenerse.

—Tú síguela, yo voy por otro lado. -dijo Kai y no me dio tiempo de asentir cuando ya se había ido por otro lado.

Llegué a la calle, Italia se había detenido en la acera y comenzó a llorar.

Perfecto, jamás he sabido qué hacer en estos casos.

—¿Por qué no puedo ser bonita?

—¿De qué hablas? Tú eres muy bonita.

—No, no lo soy, incluso mi madre me lo dice.

¿Qué tan asco de persona se puede ser para bajarle el autoestima a alguien?

—Vuelve a ponerte el vestido y volvamos, o si quieres podemos ir a comer algo.

Comenzó a retroceder y cayó. Ahora estaba sobre el pavimento.

—Me quiero morir. —tambaleándose, se puso de pie en medio de la calle.

Atrás de ella, estaba Kai. Parece ser que se dio toda la vuelta.

Unas luces se asomaban al final de calle.

—Por favor, ven. Los coches comenzarán a pasar.

—¡Mejor! Así terminará mi miserable vida.

Lentamente Kai se acercaba más. Italia no dejaba de llorar y de gritar que se quería morir.

Caminé rápido y la tomé por los brazos, intentaba jalarla hacia la acera pero no se dejaba.

Kai llegó hasta nosotras e hizo el intento por cargarla.

—¡Ayuda! ¡Socorro!

—Shh. Tratamos de ayudarte. -Kai la tomó de la cintura.

—¡Me quieren secuestrar! —comenzó a gritar.

El auto que se veía al final de la calle ahora estaba frente a nosotros, se detuvo, era una patrulla.

Un hombre con uniforme bajó del auto.

—¿Qué está sucediendo aquí?

Kai y yo nos miramos horrorizados. Italia corrió de vuelta a la fiesta.

—¡Corre! —Kai me gritó, tomó mi mano y nos fuimos lo más rápido que pudimos del lugar.




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