Crónicas de Urantia: La leyen...

By Esteban_Ragna

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En el mundo mítico de Urantia se escuchan muchas historias, entre ellas, estaba una que fue conocida y olvida... More

Epígrafe
Prólogo
Capítulo I: Una luz confusa
Capítulo II: El nacimiento de una leyenda
Capítulo III: Los forasteros
Capítulo V: Un mal presagio
Capítulo VI: Paz rota
Capítulo VII: Marginado
Capítulo VIII: Lican
Capítulo IX: Sorpresas
Capítulo X: Rivalidad

Capítulo IV: La maldición y una profecía

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By Esteban_Ragna


Un día 14 del mes de Sun, los abuelos tuvieron la felicidad y la tristeza más grande del mundo: lo primero fue cuando recibieron el nacimiento de su nieto y lo segundo era la desaparición de su querida hija Celestial. Todo en un mismo día.

Faltaba muy poco para el aniversario número siete de Esteban, a causa de esto, los abuelos tenían pensando en darle algo muy grande, tan grande que esperaban que nunca lo olvidara. Agregar que, la relación con su amiga Sereniti iba en viento en popa, tanto que su abuelo estaba realmente orgulloso de cómo el chico había evolucionado su comportamiento en el tiempo que estaba con ella. Sin embargo, era difícil sacárselo de encima cuando era hora de pasar tiempo con la abuela y entrenar con el abuelo.

Esteban y Sereniti siempre iban juntos a; comprar, a la casa de los abuelos, a la casa de los padres, a llenar el balde de agua en el viejo pozo, a recolectar comida, entre otras cosas. En resumen, eran como hermanos y eso tenía muy celoso a Kome. El niño no podía hacer nada, se mantenía con sus hermanas todo el tiempo, las paseaba, las peinaba, pero en el fondo no quería estar con ellas: él quería a Sereniti.

Así que, durante el tiempo que los vio juntos se fue creando un odio que solo reprimía con fuerza, porque sabía que no debía y no podía hacer nada.

La tía de Sereniti, Mystical, fue la que demostró mucho cariño hacía Esteban, de hecho, era demasiado; le tocaba las mejillas, le acariciaba la cabeza, le daba mimos, le besaba y lo más curioso de todo era que le tocaba el cristal.

La vida era muy tranquila para todos, todos querían que se mantuviera ese aire de paz para siempre, no obstante, la noche en la cual Sereniti vio a salir a su madre hacia la mansión todo se iba a derrumbar.

El sonido del trueno despertó al joven, ya era de noche y las gotas de lluvia golpeaban contra la ventana. El brillo de la luz de la luna llegaba a la habitación del joven, se bajó de la cama y frotó sus ojos con sus delicadas manos. Dio un suspiro frío, su aliento podía reflejarse saliendo de su boca como un pequeño humo que provocaba con la intención de empañar las ventanas. Su cuerpo entumido no le impidió que buscara su peluche, pero un sonido seco lo distrajo. Fue a la ventana más cercana—que daba hacia afuera—, vio la silueta de personas que se estaban acercando a las puertas de la mansión, por lo que su curiosidad fue la vencedora y fue hacia la entrada.

A paso ligero, hizo que las tablas del lugar rechinaran lo menos posible, aunque tenía la ventaja que los ruidos de la lluvia y truenos opacaran su caminata torpe. Bajó las escaleras con sumo cuidado, miró por unos segundos la ancha puerta principal, hasta que unos tres golpecitos seguidos provocaron que saliera de su pensamiento y sin dudar, fue a abrirla: cinco figuras imponentes se alzaron ante él. Los nervios se apoderaron de Esteban, escalofríos recorrieron su cuerpo y quiso correr lo más rápido a la habitación de sus abuelos.

Un mal presentimiento despertó a la pareja, los dos se observaron algunos segundos, luego con una mirada sincronizada, posaron sus ojos en la cuna donde dormía Esteban cunado era más pequeño y sonrieron.

—Dependiendo de la hora que sea —bostezó el anciano— Ya es el cumpleaños de nuestro niño.

—Es un día lleno de sensaciones contradictorias —trató de sonreír, pero la amargura la consumió—. Extraño tanto a nuestra hija, tanto que daría lo que fuera para que estuviera en el cumpleaños de su hijo.

—Oye —le tomó de las mejillas, las manos del hombre estaban heladas, pero eso no importó cuando sus labios se juntaron—. A Esteban no le gustaría verte así, ven vamos a verlo, estoy seguro que debió ir al baño.

—Sí, estoy segura porque yo también lo sentí —dijo más calmada.

Cuando iban saliendo de la cama, un grito desgarrador sacudió la mansión entera. El rostro de los dos se desfiguró por completo y corrieron inmediatamente al lugar de donde se escuchó el alarido.

En la sala principal de la mansión, había sucedido un acontecimiento aterrador: cinco sujetos desconocidos intentaron matar a un niño que tal solo iba a cumplir siete años. Al menos la intención mortal no se cumplió, porque en el momento en que una extraña energía salía de un diminuto cristal que poseía en la mano del agresor, el muchacho fue más rápido y pudo esquivar gran parte del golpe. Por otro lado, el corte fue lo bastante profundo en los muslos—tanto izquierdo como derecho—, fue tanto el daño que solo se pudo arrastrar hasta las escaleras, desangrándose.

En el momento en que el más alto de los cinco pisó la madera de la mansión, la puerta se cerró con gran intensidad, golpeándolo en el acto. A pesar de eso, el tipo ni se inmutó y, con sus dos grandes brazos la abrió como si nada. Hasta cierto punto todo estaba resultando como esperaba, pero un error le costó la jugada: al frente de él encontró la presencia de un viejo amigo, que obstaculizó el paso hacia el pequeño y una mujer que conocía perfectamente.

La mujer atendía la herida del niño, pero la lesión no cerraba. Por lo contrario, el abuelo tenía su espada apuntando a los cinco, dispuesto a luchar para defender a su familia.

—¿Qué le han hecho a mi niño? —amenazó con fuerza.

—Hemos venido para cumplir los designios del destino —comentó con una voz templada, pero gruesa—. Nos han asignado la tarea de exterminar al joven que vive en esta mansión.

—¿De qué maldita profecía están hablando? —inquirió el anciano con rabia— ¿En que están metida la Orden de los Guardianes esta vez?

—Veo que ya sabes entonces quien se encuentra al frente tuyo —extendió los brazos, soberbiamente se acercó al viejo y tomó su arma—. Te daré una explicación bien corta, porque ya sabes lo que hacemos, maestro.

—¡No me importa lo que hagan! —Sol gruño, movió su espada con fuerza para cortar la mano del tipo.

—¿Me quieres dejar otra cicatriz, viejo? —dio una carcajada, apretó su puño para que la sangre escurriera—. No te basta con la que me dejaste en la cara, pero bueno si quieres ir en serio, no me voy a contener.

—¡Alto! —exclamó con fuerza una voz femenina—. Señor, la orden tiene exclusivamente no meter a terceros en la operación, solo ir directo al asunto.

—Tienes razón —gruñó, de un manotazo apartó al anciano, tirándolo al suelo—. No es personal maestro, sabes que debemos cumplir nuestra misión y que la profecía que han detectado los sabios no se cumpla. Pero, te haré un favor.

Luna tomó al niño entre sus brazos, en el momento en que iba a correr escaleras arriba, una capucha negra le estaba bloqueando el paso. Estaba rodeada, por el más alto y otro más.

—¡Ustedes no quieren pelear contra nosotros! —intimidó la mujer con el niño en brazos—. ¡Si son de la orden de los guardianes, saben lo que...!

La mujer fue interrumpida con una mano enorme que rodeó toda su garganta, la levantó sin problemas, le quitó al niño de sus manos y la lanzó contra Sol. El golpe los dejó aturdidos.

—Escuchen bien, la profecía habla de la reproducción de este ser con una niña que nació recientemente —se lamió los labios, tragó saliva para aclarar la voz—. No estoy en contra de su modo de vivir, de tener hijos o que mantengan en este roñoso pueblo una paz de mentira. Pero maestro, lo que dice la orden se hace y si no quieres que lo mate, tengo otra solución para ti solo porque aun te estimo y te respeto bastante.

El desconocido sacó un cristal raro, su color era negro con rojizo debido a una especie de neblina que se movía dentro del objeto, vio el rostro del niño que estaba endurecido, apretando los diente y sin llorar estaba mirando con odio al tipo que lo tenía tomado de una sola pierna. El grandote abrió la palma de su mano, dejo que uno de sus acompañantes tomará el elemento, para luego acomodar al pequeño a una altura considerable. Sol se trató de levantar, pero el daño fue tan fuerte que su cuerpo aún no se recuperaba de la agresión, junto a Luna solo pudieron observar cómo iban implementando ese cristal en la herida del pequeño.

Ardió como el mismo infierno, el muchacho no paraba de gritar por el extremo dolor que sentía en sus piernas. El cristal se empezó a expandir entre sus venas, era desagradable como toda la parte de la cintura para abajo del chico se iba transfigurando, la pijamita celeste que tenía se quemó por completo y los dos ancianos tenían un rostro de impotencia al ver lo que le hacían a su criaturita. La siguiente fase fue la peor de todas, pudieron ver como la piel se iba quemando, quedando como una quemadura de tercer grado, luego los músculos se contraían tanto, que en cualquier momento se sentía que iban a explotar. Pero pasó lo contrario, las piernas del chico en un acto imposible empezaron a transformarse en metal; huesos, músculos, ligamentos, todo fue transformando en un metal de color rojo, a exceptuando de sus pies.

El gigantón tiró al chico al suelo, que a causa del dolor se había desmayado. Luego, se dio la vuelta en dirección hacia la puerta y volteó su cara para ver los ancianos.

—No les aseguro que el niño pueda vivir más allá de su adolescencia —una sonrisa marcó su rostro, justo cuando un relámpago iluminó la mansión por completo—. En cualquier caso, el muchacho para nosotros está muerto, hemos cumplido la misión y no se va a poder reproducir. No tiene aparato reproductor gracias a la maldición de la armadura maldita, con el tiempo todo su cuerpo se transformará en metal y, finalmente, morirá.

—¡Lo salvaremos! —le contestó con fuerza Luna, apoyándose en el pasamanos de la escalera—. ¡Y si vienen de nuevo esta vez los atacaremos sin importar lo que diga la orden!

—¿Y por qué no ahora? —vociferó, se dio la media vuelta y caminó hacia Luna—. Ustedes nos atacan y nosotros tenemos el derecho de defenderlos. Nuestro mandato fue bien claro, pero si ustedes se ponen metiches, tendremos que aplicar las medidas correspondientes. No quiero acabar la vida con dos grandes ex guerreros de la orden, y para rematar, uno de ellos tenía que ser mi maestro: qué mala jugada del destino, ¿no?

Sol y Luna solo callaron.

—¡Ustedes dos saben las consecuencias que provocarían si se meten con nosotros! —su voz rugió como la de un león furioso—. Sus patéticas amenazas no nos interesan, aunque ustedes digan lo...

Como una bala, como relámpago en la oscuridad, nadie se percató de que alguien ingresó a la mansión hasta que sintieron que el viento se ponía a favor de los abuelos. El rugido del león fue apagado con una patada en la cara, le interrumpió el mejor momento del discurso. Los otros tres iban a ingresar a defender a su compañero, pero cuando vieron la gran arma que portaba el salvador de los abuelos, de un color gris con runas en su alrededor y con la marca de la orden, prefirieron retroceder.

—¿Quién demonios eres? —preguntó con timidez una voz femenina.

—Solo soy un simple tabernero que quiere vivir en paz, en un pueblo "roñoso" —gruño al ver el estado de los ancianos y luego volteó a ver a los agresores—. Han ocasionado demasiados problemas, si tienen algún inconveniente con ellos y con mi pueblo, les sugiero que cumplan con sus reglas y se larguen de aquí. Y si ya lo hicieron, espero nunca más volverlos a ver por estos lares ¿me entendieron?

Sin protestar y en completo silencio, los cinco encapuchados salieron de la mansión sin decir nada más.

Luna fue directamente hacia Esteban, no pudo controlar el llanto y abrazo tan fuerte al niño, que también hizo que a Sol le salieran unas lágrimas al frente del tabernero. El viejo, por simple orgullo se secó las lágrimas y trató de que su voz sonara fuerte ante quien le salvó la vida.

—Mil gracias.

—Oh, no es para tanto —dejó su arma en el suelo y con una voz afable trató de calmar a su amigo—. Te debo muchas más cosas que esto, lo sabes bien ¿no?

—Castrum te dije que ya no me debes nada —respondió secando sus lágrimas.

—Te debo mi vida y mi honor Sol —se sacó la chaqueta negra de manga corta y la tiró al suelo, estaba empapado—. Le diste hogar a un viejo héroe de guerra, apoyándolo a que abriera su taberna, ¿lo recuerdas?

Sol asintió, se quedó callado.

—Entonces —suspiró un poco antes de hablar—. ¿Qué paso con la Orden de los Guardianes? ¿Vas a revivir viejas glorias?

—Nada de eso —negó con fuerza—, ya te dije que estoy retirado, no volveré a una inhóspita comunidad llena de corrupción que todo lo excusan con "profecías".

—Es bueno escucharte decir eso —se formó una sonrisa alegre en su rostro y le dio dos palmaditas en la espalda a su compañero.

—Soy testarudo como una roca, una vez que algo se me mete en mi cabeza no hay cómo extraérmelo —dio una risa sutil.

Los dos vieron a Luna, se acercaron para acompañarla. El aura que emitía era como si estuviese de luto, una tristeza profunda se sentía al verla a los pies de las escaleras, con el niño en brazos como si hubiera fallecido.

Después de que se fue el tabernero, la noche continuó su curso, con el ruido de las gotas golpeando las viejas tablas de la mansión. Sol le invitó a quedarse, sin embargo, el rechazó la propuesta por el acontecimiento que los dos habían vivido. El tabernero sabía que los dos debían estar solos, por eso prefirió volver a su hogar e ir a la mañana siguiente.

Luna pasó toda la noche con el pequeño, estuvo toda la noche tejiendo unos pantalones negros, de diferentes tamaños y anchos. Ella pensaba que el niño se podía sentir mejor si ocultaba con eso el defecto de la armadura y le tendría que explicar, con sabiduría, lo sucedido esa noche. Por otro lado, Sol se sentó en la chimenea a vendarse algunas heridas que quedaron por el azote que recibió. Recordó las viejas aventuras con el tabernero, se preguntaba a sí mismo los días, meses, años que han pasado desde que lo vio empuñar ese gran espadón.

Eran jóvenes, polluelos como él decía cuando peleaban con gran maestría, ahora solo quedan canas blancas en su cabello, arrugas en su piel que muestran que la vejez los carcome a cada segundo, el cansancio se denotaba a causa de sus ojeras y alguna que otra ropa modesta. Pero el tabernero se veía bien, a pesar de su cabello blanco y sus ojos de color piel, se notaba en un muy bien físico; manos fuertes, piel conservada, una ropa bastante elegante para atender su bar y su típica boina café que le encantaba llevar a cualquier lugar. Era obvio la razón de esto, el tabernero era un poco más joven que ellos y no se rompía tanto la espalda como ellos en la granja.

Lo mejor todo, es que el título del tabernero seguía vigente ante la Orden de los Guardianes, eso le salvó la vida a la pareja de ancianos. Un título que el abuelo suspiraba cada vez que lo pensaba, ya que en su juventud tuvo potencial para obtenerlo, pero debido a su terquedad y fallos, solo quedó con el de soldado de primer grado.

Sol se levantó, apagó la chimenea con un balde de agua que tenía encima de una gotera que aún no había arreglado, simplemente por olvidadizo y por pasar tiempo con su nieto. Subió las escaleras desanimado, devolvió la mirada por instantes al ver el desastre que había en la sala de estar: mañana iba a ser un día muy largo y duro.

Fue a la habitación de Esteban, ahí encontró a Luna quien seguía tejiendo; sus manos estaban temblorosas y sus ojos llenos de lágrimas.

«¿Cómo he permitido esto? Mi propia esposa llorando por el dolor que le han causado a nuestro nieto. Mi propio nieto dañado y yo como un inútil sin poder hacer nada ¿Acaso los dioses nos odian? ¿Qué demonios quieren de nosotros? Primero la perdida de nuestra hija, después un regalo del cielo y ahora nos quieren quitar todo el mismo día que ocurrió todo...todo...no comprendo sus designios»

La frustración de Sol consumía sus pensamientos, no entendía del por qué seguía sufriendo tanto si ya pagó bastante en su vida joven. Quizás aún había deudas que pagar, quizás el karma aun lo perseguía o alguien quería venganza contra él. No era algo que evitaba, sino que tenía en mente todo el tiempo, por todo lo que ocasionó en el nombre del imperio y de la orden, tarde o temprano alguien vendría con un cuchillo a cortarle la garganta.

La lluvia cesó, el sol volvió a emerger para dar vida a un nuevo amanecer. Sol y Luna se mantenían despiertos, esperando a que su niño reaccionara. La ancianita le puso los nuevos pantalones al niño, se veía bien y eran lo bastante anchos para no entorpecer la caminata. Los dos adultos mayores tenían sus manos entrelazadas, con la esperanza alta de que el niño despertara en cualquier momento, pero no lo hizo.

Sol había recordado que, entre las conversaciones con la familia de Emeren y sus grandes conocimientos, la mujer de su vecino era maga, así que se le ocurrió la brillante idea de ir a verla, debido a que era probable que ella supiera deshacer la maldición. El viejo se puso su abrigo de piel de oso, sus zapatos de cuero y le dijo a Luna que pronto su nieto se iba a recuperar. Salió disparado como una flecha hacia el hogar de Emeren.

Pero cuando llegó se encontró con una sorpresa desagradable: Emeren estaba llorando sentado en la mesa con sus hijas en brazos. Obviamente no fue bueno entrar abriendo la puerta de golpe, en consecuencia, Emeren se levantó de golpe pensando que la razón de su tristeza se esfumaría, pensó que ella volvería, pero solo vio a un viejo agotado, abrigado con un viejo traje de oso desgastado y con los zapatos llenos de barro. Aunque de corazón, Emeren agradecía que su amigo estuviera ahí, para comprender su dolor y sanarlo, solo que él no sabía que Sol también estaba completamente dañado.

—Mi esposa nos ha abandonado —tomó una carta que estaba apoyada en el florero central y se la dio a Sol.

El viejo abrió el papel y empezó a leer en voz baja, su rostro se deformó entero cuando leyó el contenido.

"Te hable mucho tiempo que llegaría el momento, ese segundo exacto el cual yo debía partir para cumplir con los designios que me encomendaron. No me creíste, dijiste que no me preocupara y desde entonces pasaron los años hasta que al fin llegó. Los vi entrar al pueblo, lo sentí en mi corazón, debido a esto escribí muy apresurada esta carta y, al menos me dieron el tiempo de completarla. Hoy al cumplir esta meta seré finalmente ascendida, dejando de lado nuestra vida miserable de sedentarismo y volver a mis raíces. Pero sé que no quieres venir conmigo, lo sé porque me lo dijiste tantas veces y dejamos las cosas en claro. Es verdad, te idolatré tanto, te amé demasiado, no obstante, el hecho de reprimir mi naturaleza me estaba volviendo loca y tu chiquilla me hostigaba a tal punto que un día la iba a ahorcar con mis propias manos. No pienso regresar, jamás, solo espero que seas feliz porque yo encontré mi felicidad y espero que, al menos por respeto a lo que vivimos juntos no muestres esta carta, a nadie ni a tu mocosa, es un secreto que solo te confío a ti como las noches que tuvimos, así que es el último favor que te voy a pedir Emy, gracias por esos años, tan pronto como tenga el dinero que te debo lo enviare y yo ahora debo extender mis alas y volar hacia mi destino."

Lentamente, Sol dejó el papel en la mesa con un malestar en su pecho. Con sus dedos acarició sus parpados, tratando de asimilar lo que había leído y vio a su vecino, que estaba destruido. La noticia que vendría lo sepultaría más.

—Tu señora vino anoche con un grupo de tipos a asaltar mi hogar —inhaló lo más que pudo y soltó lo que contenía en su pecho—. Trataron de asesinar mi nieto, a mi pequeño y si no fuera por el tabernero y la compasión de no de...no, compasión no, voy a llamarlo "viejas cuentas" ...Esteban estaría muerto.

—¿Esteban se encuentra bien? —saltó primero la niña al escuchar eso, con preocupación.

—No lo sabemos, no ha despertado desde la maldición que le implementaron —miró apenado hacia su compañero, que tenía sus ojos abiertos como si se fueran a salir en cualquier momento.

Sereniti corrió sin ponerse los zapatos, con su piyama rosado hacia la mansión. Ni su padre ni Sol intentaron detenerla, ellos debían resolver sus diferencias, ya que las tensiones estaban bien altas desde que el anciano le puso un ojo a la carta. Dependiendo de lo que hablaran, la inocencia de Emeren se podría ver comprometida por el hecho de que, si él tenía indicios de algo, la causa de que lo ignorara lo haría un cómplice.

La muchacha empujó la reja de la entrada principal para ingresar, luego por acto de magia la gran puerta se abrió en par en par para dejarla pasar. Subió las escaleras lo más rápido que pudo, causando un leve tropiezo que lastimó su rodilla y una astilla se enterrará en su dedo del pie gordo. Con todos esos inconvenientes, ella siguió hasta la habitación de su mejor amigo, volvió a tropezar a mitad del pasillo golpeándose la cara. Contuvo el dolor, apenas duras se pudo levantar para llegar a su destino. Pudo lograrlo, en la cama vio recostado al niño dormido, arrodillada se encontraba Luna, quien no paraba de verlo esperando algún milagro.

La niña se acercó, cojeando y por esa razón de nuevo se fue a piso. Luna de inmediato se acercó a ella para revisarla, la examinó y comenzó a curarla, sacarle las astillas y limpiarle el vestido que estaba todo empolvado. La niña no aguantó el llanto, el dolor ocasionado más el hecho de ver su amigo ahí, la hizo estallar. Sin embargo, eso no era todo, porque la causa que sintiera pena y furia era la de su madre, no podía creer que ella le había hecho eso a su mejor amigo, encajando las cosas que le habló su padre, más lo que dijo el abuelo Sol, quería creer que era una mentira, una farsa, una fiesta sorpresa que planeaban hacer de mal gusto.

—Abuelita Luna...—tragó moquitos y se limpió con la manga del vestido—. Mi madre se fue esta mañana, mi padre estaba llorando, abuelo Sol dijo que mi madre hizo algo malo contra Esteban, ¿es parte de la fiesta sorpresa verdad?

—No entiendo que quieres decir querida —le acarició levemente la cabeza y le dio un beso suave—. No hay fiesta sorpresa mi niña, me gustaría creer y entender lo que dices, pero ahora solo quiero que despierte mi niño.

—¿Esteban se encuentra bien? —vociferó con angustia.

—Sus piernas fueron convertidas en metal mi niña —dijo con pena—. La intensidad de la agresión provocó que se desmayará, no sé cuánto tiempo más estará así.

—¡Quizás una de los libros de mi tía le ayudará! —enunció con esperanza— Vamos a crear una poción mágica para que pueda volver.

—No es tan sencillo mi niña, pero gracias por estar aquí.

—¡Mi padre dice que siempre hay que tener fe! —exclamó con una voz rota—. La fe mueve montañas, la fe de los dioses siempre ayudarán a quienes más lo necesiten y fortalecerá la voluntad de sus hijos.

Luna miró impresionada a la niña, una muy buena memoria tenía para tener esa información, ya que sonó como si lo hubiera sacado de un libro.

Emeren y Sol se sirvieron una buena jarra de cerveza de enano, de esas que te refrescan la garganta y te levantan el ánimo en un santiamén. Sol le contó a Emeren lo sucedido en la noche, lo que dijo el líder de los cincos, pero omitió que lo conocía. En cambio, Emeren al saber eso, empezó a juntar las piezas del puzzle y por fin se decidió a contar lo que sabía.

—La primera parte de esto es: te mintieron, en parte —dio un sorbo, suspiró con satisfacción antes de seguir—. La niña no nació recientemente, la niña de la profecía fue capturada por un demonio que está haciendo estragos en quién sabe dónde. La profecía habla de "dos males menores se unirán para crear a dos males mayores, el primero nacerá sin explicaciones y sin motivaciones, el segundo caerá en las garras del mal, su alma se corromperá, pero al conocer el primero se moldeará para reproducirse y así cumplir con la sentencia del mundo". Literal, lo que te he dicho me lo repitió Mystical hasta el cansancio y, curiosamente, el nacimiento de tu nieto calzaba exactamente con el dicho del primero.

—Entonces Mystical actuaba muy pegado a Esteban para verificar si era cierto o no —el viejo se rascó la barbilla, que tenía un poco de barba—. Como siempre, las profecías son ambiguas y no entiendo del cómo se aseguró para saber que era él.

Los dos se dieron una pausa, luego de eso Emeren recordó algo.

"Bajo la luz de una espada que brilla eternamente se presentará el primero, mientras que el segundo será envuelto en una oscuridad eterna". Eso también me dijo Mystical, pero que yo sepa ustedes no tienen...

El jarro rodó por el suelo, el rostro de Sol se desfiguró al momento de escuchar eso. Su cabeza quería explotar, sentía que algo pudo haber hecho si hubiera tenido esa información, pero no había forma de saberlo.

—El peor error que tuve...fue mostrarle "esa" espada a tu esposa.

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