Capítulo III: Los forasteros

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En el pueblo y a sus alrededores existían varias familias que gozaban de una buena posición social, lo increíble de esto es que no eran como comúnmente se decía que era las familias adineradas, para nada. Ellos eran muy modestos, trabajadores y lo más importante: participaban en cada actividad que se daba en Niblem con gusto. Era muy difícil encontrar alguien que—principalmente en el pueblo—los odiara, más que nada los pueblerinos le llamaban "envidia sana" a lo que ellos habían forjado.

Una de ellas, eran los padres de Kome, quienes en un pasado antiguo trabajaron para traer las enseñanzas del oriente a las tierras centrales de Neo Arcadia. Gracias a eso, se decía que, en la gran ciudad, tenían varios lugares de entrenamientos que ellos mismos construyeron con sus propias manos, luego de ello, se encargaron de entrenar y adoptar varios discípulos y con eso tuvieron la atención del rey, quién les brindó su apoyo para poder crear uno de los más grandes clanes que se haya visto en Urantia: El Clan del Corazón Arcadiano.

Después de hacerse una vida tranquila en Niblem, tener a Kome dentro de sus planes, no se rindieron hasta obtener lo que más anhelaban: más hijos. Los dioses fueron bastante bondadosos: tuvieron dos hermosas hijas que también nombraron gracias al vasija. Sin embargo, tras estudiar varios nombres extravagantes con los abuelos de la mansión, decidieron colocarlos en el objeto que consideraban únicos y al final del ritual los seleccionados fueron los siguientes nombres: Katarina y Katana.

Katarina fue bendecida con el don de la hermosura, su piel más blanca que la nieve y sus ojos de color miel hizo que, mucha gente admirara su belleza, por otro lado, Katana quién llevaba el nombre de las armas del Clan del Corazón Arcadiano, era una chica albina, tanto que mucha gente la confundió como un espectro o un mal presagio. La diferencia entre ellas es que Katarina tenía el cabello de color azabache, tan limpio y puro, en cambio, Katana llevaba el cabello blanco liso, lo más notorio de ella eran sus intensos ojos azules.

No tuvieron más problemas con el tiempo, de hecho, la familia de Kome inició una amistad bastante cercana con los abuelos de Esteban, que no duraría mucho.

Los años pasaron y pasaron, los abuelos creían que Kome y Esteban llevarían una hermosa relación de amistad de infancia, pero no salió como querían. Kome no soportaba a Esteban, el muchacho no contestaba cuando el pequeño de la familia lujosa le hablaba de los éxitos, proezas y especialmente el dinero de sus padres. Era obvio, todo niño cuando pequeño se admira y tiene como base argumental a sus padres, tanto que los idolatra y otros, en el caso de Katarina, llegan a tener cierto complejo de enamorarse del padre.

Pero en el caso de Esteban y Kome, uno prefirió disfrutar el amor de su hermana y el otro se sentaba en el rincón a pensar sobre quién sabe qué, aun así, la pasaban los tres en la zona central: los dos hermanos tiraban piedras en el pozo y el otro solo se quedaba mirando la gran mansión, esperando a que su abuelo lo pasará a buscar.

Los mayores se llevaban por dos años de diferencia de las dos pequeñas, Katana pasaba mucho tiempo con Kome, en cambio, Katarina no se despegaba de su padre, tanto que cuando su pequeña hermana iba con él, la empujaba y se ponían a pelear por celos. Kome trataba de calmar esto, pero la posesión de Katarina esta tan fuerte y su llanto tan alborotado que le la mimaban demasiado. Al final los padres se rindieron, comprendían que esto era normal y lo dejaron pasar.

La amistad familiar al final terminó por separarse, Esteban no dio tregua alguna ni a Katana ni a Kome, tanto así que la cercanía entre ellos terminó por distanciarse: cada uno se preocupó más de sus niños.

Una noche en la mansión, mientras el pequeño dormía, los dos amantes se atrevieron a ir al frente de la fogata a conversar, cosa que no habían hecho desde que el chiquito nació. Lo más curioso de todo, fue que dejaron el asiento donde Celestial se sentaba para escucharlos.

Crónicas de Urantia: La leyenda de NiblemWhere stories live. Discover now