Capítulo IV: La maldición y una profecía

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Un día 14 del mes de Sun, los abuelos tuvieron la felicidad y la tristeza más grande del mundo: lo primero fue cuando recibieron el nacimiento de su nieto y lo segundo era la desaparición de su querida hija Celestial. Todo en un mismo día.

Faltaba muy poco para el aniversario número siete de Esteban, a causa de esto, los abuelos tenían pensando en darle algo muy grande, tan grande que esperaban que nunca lo olvidara. Agregar que, la relación con su amiga Sereniti iba en viento en popa, tanto que su abuelo estaba realmente orgulloso de cómo el chico había evolucionado su comportamiento en el tiempo que estaba con ella. Sin embargo, era difícil sacárselo de encima cuando era hora de pasar tiempo con la abuela y entrenar con el abuelo.

Esteban y Sereniti siempre iban juntos a; comprar, a la casa de los abuelos, a la casa de los padres, a llenar el balde de agua en el viejo pozo, a recolectar comida, entre otras cosas. En resumen, eran como hermanos y eso tenía muy celoso a Kome. El niño no podía hacer nada, se mantenía con sus hermanas todo el tiempo, las paseaba, las peinaba, pero en el fondo no quería estar con ellas: él quería a Sereniti.

Así que, durante el tiempo que los vio juntos se fue creando un odio que solo reprimía con fuerza, porque sabía que no debía y no podía hacer nada.

La tía de Sereniti, Mystical, fue la que demostró mucho cariño hacía Esteban, de hecho, era demasiado; le tocaba las mejillas, le acariciaba la cabeza, le daba mimos, le besaba y lo más curioso de todo era que le tocaba el cristal.

La vida era muy tranquila para todos, todos querían que se mantuviera ese aire de paz para siempre, no obstante, la noche en la cual Sereniti vio a salir a su madre hacia la mansión todo se iba a derrumbar.

El sonido del trueno despertó al joven, ya era de noche y las gotas de lluvia golpeaban contra la ventana. El brillo de la luz de la luna llegaba a la habitación del joven, se bajó de la cama y frotó sus ojos con sus delicadas manos. Dio un suspiro frío, su aliento podía reflejarse saliendo de su boca como un pequeño humo que provocaba con la intención de empañar las ventanas. Su cuerpo entumido no le impidió que buscara su peluche, pero un sonido seco lo distrajo. Fue a la ventana más cercana—que daba hacia afuera—, vio la silueta de personas que se estaban acercando a las puertas de la mansión, por lo que su curiosidad fue la vencedora y fue hacia la entrada.

A paso ligero, hizo que las tablas del lugar rechinaran lo menos posible, aunque tenía la ventaja que los ruidos de la lluvia y truenos opacaran su caminata torpe. Bajó las escaleras con sumo cuidado, miró por unos segundos la ancha puerta principal, hasta que unos tres golpecitos seguidos provocaron que saliera de su pensamiento y sin dudar, fue a abrirla: cinco figuras imponentes se alzaron ante él. Los nervios se apoderaron de Esteban, escalofríos recorrieron su cuerpo y quiso correr lo más rápido a la habitación de sus abuelos.

Un mal presentimiento despertó a la pareja, los dos se observaron algunos segundos, luego con una mirada sincronizada, posaron sus ojos en la cuna donde dormía Esteban cunado era más pequeño y sonrieron.

—Dependiendo de la hora que sea —bostezó el anciano— Ya es el cumpleaños de nuestro niño.

—Es un día lleno de sensaciones contradictorias —trató de sonreír, pero la amargura la consumió—. Extraño tanto a nuestra hija, tanto que daría lo que fuera para que estuviera en el cumpleaños de su hijo.

—Oye —le tomó de las mejillas, las manos del hombre estaban heladas, pero eso no importó cuando sus labios se juntaron—. A Esteban no le gustaría verte así, ven vamos a verlo, estoy seguro que debió ir al baño.

—Sí, estoy segura porque yo también lo sentí —dijo más calmada.

Cuando iban saliendo de la cama, un grito desgarrador sacudió la mansión entera. El rostro de los dos se desfiguró por completo y corrieron inmediatamente al lugar de donde se escuchó el alarido.

Crónicas de Urantia: La leyenda de NiblemWhere stories live. Discover now