C U A N D O T E C O N O C Í
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Una noche desperté entre la oscuridad de mi habitación y, no dejaba de pensarte.
Desde el ventanal de mi habitación podía ver tu sombra en la luna, tú rostro apreció frente a mí como ráfaga de viento.
Cada noche es así. Sentía que estaba perdiendo la razón; a veces miraba el teléfono mientras sonaba, imaginando que eras tú el que llamaba. ...
Dime:
¿Recuerdas cuando nos conocimos?
Yo sí lo hago.
Y fue algo tan intenso y tan gracioso a la vez que no paro de sonreír con lágrimas en los ojos cada que lo recuerdo.
Yo acababa de mudarme a aquel apartamento. Intentaba subir las escaleras con aquella maleta pesada, tú escuchaste esas maldiciones y chillidos que salían de mi boca al no poder subirla. Saliste y me dijiste: __ ¿Puedo ayudarte?
Cómo era de esperarse de mi parte, me asusté, dejé caer la maleta delante de mí y caí dándome un golpe en la espalda. Viniste corriendo donde mí, preocupado, sin siquiera conocerme.
Me ayudaste y curaste, luego yo te ofrecí café y no pude evitar decirte lo mucho que me gustó tu acento canadiense.
Esa fue una hermosa tarde.
Nuestra primera hermosa tarde.