El Rey Oscuro [En Librerías]

JessRe tarafından

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"El miedo es poder" Daha Fazla

¡El Rey Oscuro en librerías!
Sinopsis 👑
Prólogo 👑
Capítulo 1 👑
Capítulo 3 👑
Capítulo 4 👑
Capítulo 5 👑
Capítulo 6 👑
Capítulo 7 👑
Capítulo 8 👑
Capítulo 9 👑
Capítulo 10 👑
Capítulo 11 👑
Capítulo 12 👑
Capítulo 13 👑
Capítulo 14 👑
Capítulo 15 👑
Capítulo 16 👑
Capítulo 17 👑
Capítulo 18 👑
Capítulo 19 👑
Capítulo 20 👑
Capítulo 21 👑
Capítulo 22 👑
Capítulo 23 👑
Capítulo 24 👑
Capítulo 25 👑
Capítulo 26 👑
Capítulo 27 👑
Capítulo 28 👑
Capítulo 29 👑
Capítulo 30 👑
Capítulo 31 👑
Capítulo 32👑
Capítulo 33 👑
Capítulo 34 👑
Capítulo 35 👑
Epílogo 👑
Extra [01]
Extra [02]

Capítulo 2 👑

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JessRe tarafından

Alayna

El cielo de la mañana era gris, el viento helado me congelaba las mejillas y copos de nieve azotaban mi largo cabello oscuro. Era la segunda vez en años que venía a visitarla. Me arrodillé ante su lápida, dejando el ramo de rosas blancas. Seguían frescas y hermosas.

Alyona Smirnova

No tenía muchos recuerdos de ella, pero los pocos que conservaba eran felices. La imaginaba contenta en un lugar mejor dónde no sentía dolor ni soportaba los menosprecios de mi padre. Era una mujer libre. A veces me preguntaba seriamente qué pensaría de mí.

Madre siempre había deseado que me casara, construyera una familia y tuviera hijos propios. Si supiera que estaba rota por dentro y no merecía ser amada. Vivía por un solo propósito y no me arrepentía.

Lo que sucedió en Italia hacía tres años, cambió mi perspectiva sobre la vida. Todas esas chicas que Luca se propuso a salvar, yo las liberé. Sacrifiqué mucho para lograrlo y perdí al único hombre que había amado. ¿Qué pasaría si no hubiera intervenido? Me encogí ante el pensamiento y suspiré. Estaban a salvo, era lo único que importaba. Nunca lamentaría mi decisión.

Sabía perfectamente en qué me metía y el precio a pagar. Fueron meses de duro trabajo, estrés, sufrimiento y hasta lágrimas. No quería arrastrar a Luca conmigo, él merecía una recuperación tranquila, lejos de lo que yo significaba.

Estaba mejor sin mí.

Quedó demostrado cuando reinició su vida en poco tiempo.

Me superó muy rápido.

—Ya no recuerdo cómo era tu rostro, pero pienso mucho en ti. Caleb me dijo que soy tu viva imagen y me siento orgullosa. Odiaría parecerme a esa escoria—Miré el cielo con una sonrisa—. Dónde sea que te encuentres espero que no estés decepcionada de mí.

Busqué en mi bolso la caja de cigarros y me metí uno en la boca antes de encenderlo. Era difícil con el viento violento, pero finalmente lo logré y le di una larga calada.

—Hasta pronto, mamá—mascullé—. Volveremos a vernos algún día.

Observé su lápida por última vez antes de girarme y dirigirme a la salida. Sentí una extraña sensación en mi nuca, como si alguien me estuviera espiando. Exploré la zona con mis ojos, pero no encontré nada fuera de lugar. Probablemente solo era paranoia. Tres años y nadie logró encontrarme. Caleb era el único que tenía mi dirección en caso de que sucediera alguna emergencia.

Me había convertido en un maldito fantasma, perdida entre la densa nieve de Siberia. Encontré paz cuando terminé mi trabajo y decidí tomarme un descanso. Mi vida ahora era tranquila sin crímenes de por medio. Tenía todo lo que necesitaba y no quería nada más.

Esa voz maliciosa en mi cabeza susurró que era una mentirosa. Los primeros días de la separación fueron llenos de ansiedad, tortura y dolor. Comprobaba mi celular cada minuto, deseando escuchar los miles de audios que Luca me había enviado.

No escuché ninguno, todavía conservaba una carpeta dónde los audios fueron archivados. Luca era el amor más grande y puro que había experimentado, pero también el daño más irreparable que me habían causado.

Fue mi destrucción.

Era un alma rota y solitaria, pero siempre encontraba la forma de superar cualquier obstáculo. Esto no terminaría conmigo. Era mi nuevo comienzo y decidí tomarlo. Fue mi decisión. De nadie más. Ahora tenía que vivir con las consecuencias.

No importaba lo que deseara mi corazón desesperadamente.

Nunca importó.

👑

Detuve la motocicleta frente a la casa y me quité el casco. El pelo me cayó por la espalda y tomé una respiración profunda. El aroma del bosque, los pinos, la nieve y los musgos me envolvieron. Era un alivio después de haber vivido la mayor parte de mi vida en las molestas ciudades ruidosas.

No me agradaban las personas, en mi nuevo hogar nadie perturbaba el silencio. Vivía en los suburbios de Siberia. Una casa de dos pisos perdida entre árboles. Tenía instalada un equipo de seguridad y trampas que mataría a cualquiera que no estuviera invitado. Allí sentía libertad. Sin mafia, sin crímenes, sin idiotas que quisieran controlar mi vida. Solo era yo.

Inserté el código en la puerta y entré mientras me quitaba el abrigo y los tacones altos. No era algo común para mí quedarme tanto tiempo en un país, pero Rusia era mi hogar y me sentía increíble con el perfil bajo.

Me serví una copa de vino tinto y colapsé en el sofá. Mis ojos atentos en el reloj que marcaba las 12:00 p.m. Mi rutina se basaba en lo mismo todos los días. Simplemente sobrevivía. Sin adrenalina ni peligros, pero era lo que quería, ¿no?

La duda era la peor parte. Me hacía cuestionar todo lo que había hecho y si realmente valía la pena el sacrificio. ¿Las cosas pudieron ser diferentes? ¿Debí ignorar a Eric y aferrarme a Luca como mi salvavidas? Permití que un desconocido dictara mi destino. Él no sabía mis luchas, mis sueños, mi dolor... Nada.

—Imbécil—susurré, bebiendo otro sorbo.

Mi celular emitió un pitido y me paralicé como era de costumbre. Había cambiado mi número, pero deseaba que él lo consiguiera de algún modo y no se rindiera. Quería que atravesara mi puerta y me pidiera regresar a su lado. Estúpida.

Era un hombre casado.

Ya no era mío.

Quizá nuestro amor era una brillante estrella fugaz, destinada a perderse en la oscuridad. Solo quedó polvo en su lugar. Restos de escombros que fueron llevados por el viento. Contuve el aliento y revisé la bandeja de entrada dónde su mensaje de texto estaba fijado.

Te amo, vuelve a mí, mariposa.

Las lágrimas pincharon los bordes de mis ojos y lancé el aparato en la alfombra. Lo echaba de menos. Tres jodidos años y la herida seguía fresca como la primera vez. ¿Cómo pudo salir adelante tan rápido? ¿Cómo logró superarme? Necesitaba el secreto porque esto me mataba por dentro. Él me tenía en cuerpo y alma. Me poseía completamente y su ausencia dolía.

Tarde, Alayna.

No había forma de regresar al pasado, el daño ya estaba hecho. Me acurruqué en el sofá, abrazando mis piernas, preguntándome si alguna vez dejaría de odiarme a mí misma. Si algún día todas mis piezas estarían completas nuevamente.

El celular volvió a sonar y maldije cuando vi el nombre de Eloise en la pantalla. Le advertí que nuestras llamadas deberían ser mínimas. No era buena para ella y no quería exponerla otra vez. Su seguridad no estaba a salvo conmigo. Si seguía insistiendo me vería en la obligación de cambiar mi número por milésima vez.

—Hola, duende —Mi voz sonó sin ningún entusiasmo y escuché su resoplido.

—¿Esas son formas de saludarme? ¿A tu única amiga?

Rodé los ojos y estiré las piernas.

—Llamaste hace una semana cuando te advertí que no debes ser frecuente. La prudencia es importante. ¿Acaso olvidas quién soy?

—No, no lo hago —dijo—. Pero no puedes culparme por llamarte. Me dejaste preocupada después de nuestra conversación. Necesito saber cómo estás.

Reina del drama... Mi error fue llamarla ebria y decirle cosas que no debería. Eloise no lo olvidaría. Aquí estaba tratándome cómo si ella fuera mi madre.

—Estoy perfectamente bien. No te ahogues en un vaso de agua.

—Me dijiste que querías regresar a Italia y lloraste en el teléfono por casi una hora.

—Estaba ebria—Me froté los ojos con el puño—. No volverá a suceder.

La imaginé resoplando, dándome esa típica expresión de sabelotodo. La echaba de menos. Llegué a pensar que no volvería a disfrutar su amistad después de que fue secuestrada y a punto de ser vendida, pero Eloise me aseguró que no era mi culpa. A veces la llamaba y ella me escuchaba sin juzgar. Solo daba consejos cuando era necesario. Era extremadamente honesta, algo que me gustaba y me molestaba al mismo tiempo.

—Puedes confiar en mí, Alayna.

—Lo sé, Eloise —murmuré—. Pero no me gusta abrumarte con mis problemas. Cada vez que me llamas solo hablamos de mí y es agotador. ¿Por qué no me cuentas como vas con Sabrina? ¿Eres feliz en Australia?

Oí un pesado suspiro. Sabía que le colgaría si insistía con el mismo tema.

—La amo y estoy feliz—aceptó—. Vamos muy en serio. Yo... pienso que me propondrá matrimonio pronto.

Una sonrisa levantó mis labios.

—No me sorprende en absoluto que ponga un anillo en tu dedo, eres grandiosa y Sabrina es muy afortunada por tenerte.

—Yo también soy afortunada—dijo—. La vida en Australia va genial y el negocio prospera de manera excelente. Deberías visitarnos algún día. Te daremos croissant y vino.

Ignoré el último comentario porque de nuevo no era buena idea.

—Tienes mi número si ella te rompe el corazón. 

Jadeó.

—Eso no será necesario —Se apresuró a decir y volví a reírme—. Sabrina es incapaz de hacerme daño.

—Más le vale.

—¿Alayna?

—¿Sí, duende?

—No sé quién demonios te hizo creer que no puedes ser amada, pero déjame decirte que era un grandísimo idiota que no sabía nada de ti. Todos merecemos ser felices. Tú más que nadie. Sé que muchos te han decepcionado y eso apesta. Lo siento, amiga. Eso no significa que debas cerrarte al amor y te hundas en la miseria —Hizo una pausa—. Eres hermosa por fuera y por dentro. Nadie me hará creer lo contrario.

La primera lágrima rodó por mi mejilla.

—Eloise...

—Mereces ser feliz, Alayna —insistió—. Te juro que lo mereces. No importa lo que hayas hecho en el pasado o lo jodida que ha sido tu vida. Mereces ser amada y feliz. Solo escucha a tu corazón y vuelve a Italia. Sé que no todo está perdido para ambos. Puedo jurar que él te sigue esperando.

Mi corazón se oprimió.

—Lo dudo mucho. Está felizmente casado.

—Alayna...

—Adiós, duende—colgué.

👑

Esa misma noche me negué a lamentarme de mí misma. Me limpié las lágrimas, me puse un vestido decente con un abrigo y salí a tomar un trago. Disfrutaba la soledad, pero había ocasiones en las que odiaba sentirme tan sola. No me gustaba pensar demasiado porque me hacía cuestionar todas mis decisiones y la tortura era insoportable.

Tenía suficiente con Eloise y sus sermones.

Inhalé una calada de mi cigarro, disfrutando la suave melodía del piano. Varios hombres buscaban mi atención, pero ignoré a cada uno. Ya me aburrieron. Cada vez que intenté tener sexo con alguno mi mente lo buscaba inconscientemente y se me escapaba su nombre durante el acto. Maldito príncipe. Me había condenado. Me había arruinado.

—El próximo trago de la dama pueden agregarlo a mi cuenta.

Levanté una ceja cuando observé al dueño de esa rica y decadente voz con acento. Un hombre muy atractivo, vestido con un traje gris a medida se sentó a mi lado en el taburete del club nocturno. ¿De dónde había salido?

—No necesito que nadie pague mi trago —respondí, expulsando el humo por mi boca—. Menos un tipo que no conozco, puedes irte. No estás invitado.

Inclinó la cabeza a un lado, con una expresión en blanco. Se parecía a esos hombres que posaban en las revistas de moda. Su cabello era castaño rojizo, sus ojos verdes de un tono muy pálido. Su cara cincelada me recordaba a una escultura. Sus pómulos eran afilados y sus labios llenos. Por la anchura de su cuerpo y la forma en que el traje se aferraba a su amplio pecho, podía decir que estaba en forma.

—¿Estás segura de que no te conozco? —inquirió. La curva de su boca formó una impresionante sonrisa con dientes blancos—. Saldrías corriendo si supieras quien soy.

Lo miré con detenimiento esta vez. ¿Y este quién se creía?

—Ilumíname —sonreí y me lamí los labios—. ¿Eres el rey de Inglaterra?

Sus ojos recorrieron mi cuerpo, enviando un escalofrío por mi columna vertebral en el mejor sentido. Era una agradable pieza que podría follar para sacarme el estrés. Me dolía la cabeza por haber pensado demasiado y necesitaba relajarme. Haría una excepción por este idiota. Una buena dosis de sexo me ayudaría a olvidar.

—Yo sé quién eres tú —dijo a cambio y reconocí su grueso acento. Irlandés—. Te encargaste de que cada hombre en el mundo de la mafia sepa tu nombre cuando acabaste con el líder más peligroso de Rusia. El dueño de una organización que reclutaba asesinos. Tú eras su soldado y lo mataste.

Una pequeña risita abandonó mis labios y dejé los restos del cigarro en el cenicero. Deseaba que fuera un desconocido al azar. Qué lástima.

—¿Con quién tengo el gusto de hablar?—pregunté.

El bartender regresó y sirvió dos vasos de whisky. Obviamente no sería tan estúpida para beber algo que compró un desconocido. Eso iría en contra de todo lo que había aprendido. No correría el riesgo de ser drogada o envenenada. Merecía una muerte épica.

—Me llamo Declan Graham—agarró mi mano y besó el dorso—. El gusto es mío, Alayna.

Declan...

Aparté mi mano y bebí lo que quedaba del coñac que ordené. Saboreé cada gota sin apartar mis ojos de los suyos. El calor que se estaba gestando en su intensa mirada hizo que mi pecho subiera y bajara rápidamente mientras intentaba adaptarme a la brusca respiración. Pasó un tiempo desde que un hombre me provocó un efecto igual. Mi último revolcón fue hace meses. Qué decepción.

—Declan —repetí su nombre en un tono aburrido—. ¿Cómo sabes tanto de mí? ¿Me estás vigilando? ¿Me espiaste por meses? Esa sería una buena explicación cuando estuve apartada de tipos como tú durante un tiempo. ¿A qué mafia perteneces, irlandés?

El siguiente movimiento me tomó por sorpresa. Su cabeza bajó, sus labios rozaron mi oreja. Su aroma masculino me rodeó cuando habló. Su colonia era deliciosa.

—Me dijeron que eres bastante arrogante para tu bien y acabo de comprobarlo.

Una risita burbujeó en mi pecho, un sonido pequeño y ligero. Relajado a pesar de que encontraron mi ubicación. Buscaba algo de mí y no se lo daría. ¿Mis servicios como asesina? No me importaba cuanto dinero ofrecía. Ya había terminado.

—Te daré una oportunidad de irte por tu cuenta—murmuré—. Regresa por dónde viniste y olvida que me has visto.

Sus ojos pálidos se oscurecieron.

—Nunca podrás tener la vida tranquila que buscas, no después de tus errores —Su voz era un susurro áspero y ronco—. Eras una especie de justiciera que mataba a todos los bastardos que abusaban de mujeres. Rompiste cadenas y terminaste con muchos negocios. ¿A cambio de qué? Más enemigos de lo que alguna vez imaginarás. Tu cabeza tiene una recompensa generosa.

Me mantuve indiferente.

—¿Eso es lo que quieres? —Me burlé—. ¿Dinero por mi cabeza?

—No, exactamente.

—Malas noticias para ti—dije, cansada de la conversación—. No tengo nada que ofrecerte y no me interesa lo que esperas de mí. Vete a la mierda de mi vista.

Chasqueó la lengua, una sonrisa curvó la comisura de sus labios.

—Lo que hiciste hace tres años trajo consecuencias, Alayna. Desmantelaste toda una red de prostitución y pusiste a hombres peligrosos tras las rejas. Algunos recibieron su condena, otros murieron en la cárcel, pero hay quienes esperan ansiosos tu cabeza—sonrió—. Dejaste tus huellas a pesar de que trataste de actuar en el anonimato. La gran mariposa negra es inolvidable y muchos codician matarla.

Se me aceleró el pulso, la rabia me crispó la nariz y entrecerré los ojos.

—Wow, ese es un gran monólogo. ¿Lo practicaste mucho? —Miré la hora en mi reloj—. Felicidades, lograste entretenerme, pero debo irme.

Me moví con intenciones de marcharme, pero sus dedos se enroscaron alrededor de mi brazo.

—Aún no he terminado.

Le di un manotazo.

—Quita tus manos de mí o será la última cosa que hagas en tu vida. Tengo un límite de paciencia y las has agotado todas. Apártate de mi camino.

Los clientes del bar susurraron cuando las voces se elevaron, pero al diablo. No me importaría armar un espectáculo. Le cortaría la garganta y saldría por esa puerta como si nada hubiera pasado. No caería en la trampa de este idiota. Si trabajaba en la mafia lo más probable era que buscaba algún beneficio o quizá venganza. Destruí negocios y se perdieron millones de euros. Había hombres furiosos acechándome.

—¿Ves a los hombres de ahí? —Señaló a los cinco orangutanes a poca distancia—. No permitirán que salgas viva de aquí, yo tampoco. Sabemos que estás entrenada, pero dudo que puedas con todos nosotros. No actúes como si fueras una estúpida.

—Tú no sabes de lo que soy capaz.

—No y tampoco quiero averiguarlo—sonrió—. No tengo intenciones de matarte y discúlpame si te molesto. Hay alguien que está muy interesado en hablar contigo personalmente. No le hagas perder el tiempo.

—¿No es capaz de hacer él mismo su trabajo? ¿Tú eres su perro guardián?

Apretó los dientes, irritado por el comentario.

—Ven conmigo.

¿Qué podría salir mal? Tenía una navaja en el interior de mi muslo y un entrenamiento que me sacaría de cualquier situación. No me hacía sentir insegura seguir a un hombre desconocido en un salón. Llevaba meses aburrida de esconderme y había llegado la señal. Era momento de enfrentar la realidad.

—Bien —cedí—. Sólo déjame advertirte que no seré agradable si esto se trata de una trampa.

Declan sonrió.

—Jamás jugaría con la mariposa negra.

Acto seguido, me guió hasta una escalera del segundo piso y después ingresamos a una oficina lujosa. Todo estaba hecho de mármol, cuero y decorado con felpa. Qué mal gusto. Un hombre con la misma contextura física que Declan me recibió con una sonrisa.

No cabía dudas de que enfrentaba a la mafia irlandesa y querían cobrarme una deuda. La pregunta era cómo. Dos de sus guardias se pararon a su lado como vigilantes silenciosos detrás de él, con las espaldas erguidas y armas apuntándome. Me burlé internamente. Estaba listo para matarme porque sabía que no era una presa fácil. La puerta fue cerrada y cubrieron las ventanas. Huir se volvió una tarea complicada, pero no imposible.

—Es un honor conocer finalmente a la mariposa negra—El bastardo irlandés me saludó con arrogancia—. Soy muy afortunado, ¿no lo crees, Alayna? Me llamo Derek Graham.

Mantuve los labios sellados. Derek sonó los dedos y los hombres se retiraron a excepción de Declan.

—Ya no te sentirás intimidada por ellos —dijo—. ¿No quieres sentarte?

¿Intimidada? Esa palabra no existía en mi vocabulario.

—Estoy bien así—contesté, pero Declan puso una mano en mi hombro y me obligó a hacerlo de todos modos. Idiota.

—Fueron meses de larga búsqueda—expuso Derek aún sonriendo—. Encontrar tu paradero me trajo muchos dolores de cabeza, pero aquí estamos.

Di golpecitos al suelo con mis tacones, demasiado impaciente de terminar esta conversación.

—Veo que esto es un asunto personal—asumí—. ¿Qué hice para molestarte?

Derek sacudió la cabeza y soltó una carcajada.

—Hace tres años desmantelaste un negocio que me dejaba muchísimo dinero.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y bajé la mano hasta mi muslo, lista para utilizar el cuchillo.

—Bienvenido al club—sonreí—. No eres el único resentido.

Puso las manos delante de él mientras hablaba.

—Tienes una deuda pendiente y quiero que repongas el dinero que he perdido por tu culpa.

Miré a Declan un segundo. Respiré despacio, profundamente, lo sentía en mi piel. Y esos ojos verdes pálidos estaban alerta, vigilantes, cautelosos. Sabía que no podía confiar en mí. Yo tampoco lo hacía a veces.

—No te debo nada—espeté—. Termina con esta estupidez y olvídate de mí. En caso contrario vas a perder más que un par de euros. Dile a tus hombres que se retiren y déjame en paz.

Una amplia sonrisa destelló en su rostro.

—Tranquila, estoy tratando de ser amable aquí. No me obligues a usar la violencia—Se rió—. Sé que acabaste con la familia Vasiliev en Rusia hace tres años. Lo mismo sucedió con un cartel mexicano, destruiste a Leonardo Vitale y fuiste la zorra de su hijo. Oh, trabajaste con Fredrek Belov para destruir al mismísimo Aleksi Kozlov. Eres amiga de Ignazio Moretti —Se removió en la silla—. Durante dos años rescataste a víctimas de trata y te uniste al FBI también. Tu hermano es Caleb Novak, uno de los asesinos más impecables que he conocido. Posees un historial fascinante, Alayna. Ningún objetivo tuyo sobrevivió.

Ni siquiera me inmuté.

—Se te escapó otros detalles importantes, pero está bien. No estuvo nada mal.

—Escuché que ya no trabajas para nadie. ¿Es cierto?

—No sigo órdenes de nadie —mascullé y volví la vista a Derek—. Menos de hombres como tú.

Derek alcanzó el licor de su mesa y se sirvió un trago.

—Hoy no tendrás muchas opciones, mariposa —bebió—. Olvidaré que arruinaste mi negocio y tú me harás un inmenso favor a cambio. Espero que sepas apreciar esta oferta, no se presentan todos los días. Cualquiera en mi lugar te mataría.

Y como si mi furia invocara alguna fuerza durmiente en mi interior, comencé a sentir el calor de mi descontento. Esté idiota estaba empezando a irritarme. ¿Creía que sería su sirvienta?

—Vuelve a llamarme de esa forma y eres hombre muerto—Mi mano encontró el cuchillo y lo apreté.

—¿Toqué tu fibra sensible, Alayna?

No contesté.

Mi mente traidora me trasladó a nuestra última noche juntos en Inglaterra. Recordé su sonrisa, el sabor de sus labios, su perfecto cuerpo moviéndose contra el mío. Maldita sea, no lograría olvidarlo. Lo intenté durante meses, pero pronto se convirtió en años.

Jamás lo borraría de mi cabeza, mucho menos de mi corazón.

"Alayna, por favor. Dilo, quiero escucharlo al menos una vez. Cuando te dejé ir fue lo más difícil que experimenté en mi vida, pero sabía que era lo mejor. Ambos necesitábamos espacio para reflexionar las cosas. Yo... creí que la distancia ayudaría y me equivoqué. Soy un desastre sin ti"

Ojalá supiera que yo también era un desastre sin él, pero actualmente era feliz y el resto no importaba. Darle a Luca su felicidad fue mi mejor acto de amor.

—Tu objetivo se encuentra en New York —prosiguió Derek y regresé a la realidad—. Se trata de Alberto Boticelli. Quiero que lo mates.

Mis fosas nasales se dilataron. Genial, otro italiano. ¿Nunca escaparía de ellos? Qué aburrido.

—Creo que no fui muy clara —me puse de pie y golpeé el escritorio con las palmas de mis manos—. No trabajaré para ti, prefiero que me mates ahora mismo.

Chasqueó los dedos, y en dos segundos, uno de sus hombres me propinó una fuerte cachetada. Eso me tomó desprevenida, rompió mi labio. Giré mi cuello a un lado, mirando a Derek sin emoción.

—Y yo tampoco dejé claro mi punto —espetó—. No tienes opciones, Alayna.

Declan se aclaró la garganta.

—Déjame hablar con ella —solicitó—. Accederá.

Derek observó a su perro fiel, sorprendido de que hubiera abierto la boca.

—Eres mucho más diplomático que yo —Levantó los brazos—. Adelante, hermanito.

Tenía el presentimiento de que eran hermanos desde que los vi. El parecido entre ambos era muy evidente. Mismos ojos, estatura y cabello. También eran idiotas. No dije nada mientras Derek abandonó la oficina y me dejó a disposición de su hermano.

—Toma —Declan rebuscó en su bolsillo y me ofreció un fino pañuelo de seda.

Lo acepté sin apartar mis ojos de los suyos.

—No eres tan desagradable como tu hermano —dije, limpiándome los labios.

—Derek es impulsivo.

Crucé mis largas piernas y no me pasó desapercibido la forma en que me miraba. ¿Deseo? Claro que sí.

—¿De verdad piensas que tú vas a convencerme? No eres especial, no eres diferente a la basura de tu hermano. No-trabajo-para-nadie. ¿Prefieres que lo repita en otro idioma? Hablo diez.

Declan tomó asiento y dejó sus pies con botas sobre el escritorio. Ignoró mi tono sarcástico, ignoró mi altanería.

—Tienes razón, pero no pierdo nada con intentarlo. Alberto es el tipo de hombre que tú odias. Viola a mujeres, las compra y vende. ¿No eres la vengadora que acaba con ellos?

Tenía un punto, pero no iba a ceder.

—Dejé atrás ese estilo de vida. Ya no mato por dinero, me he retirado.

—Te dije que no puedes escapar—sonrió—. Vamos, este objetivo será pan comido. Matamos juntos a ese imbécil y mi hermano te dejará en paz. También puedes salvar a las pobres mujeres por quienes luchas desesperadamente.

Me incliné hacia el escritorio, dándole una agradable vista de mis pechos cubiertos por el vestido de encaje. Obviamente no perdió la oportunidad de apreciarlas.

—¿Matamos?

—Formaré parte de la misión, no quiero perderme esta gran oportunidad —Me guiñó un ojo —. Será una aventura muy emocionante, ¿no lo crees?

Mi sonrisa salió antes de que la detuviera.

—¿Qué pasa si me opongo?

Entornó los ojos, fastidiado.

—Sé que tienes una debilidad en Australia y Derek no dudará en atacarla. ¿Cómo se llama? —Hizo una pausa—. Eloise Pradelli, ¿no? Tu hermano Caleb es intocable, pero ella es una criatura indefensa. Hace tres años la salvaste de la prostitución, pero esta vez no podrás si te niegas.

El espacio entre nosotros se redujo. El pitido aturdió mi cabeza y de repente no podía ver con claridad. Todo lo que percibía era el movimiento brusco de mi pecho mientras respiraba. No. Me mantuve alejada de ella porque sabía que esto pasaría en algún momento. La usarían en mi contra.

—Te daremos una semana para pensarlo—murmuró Declan con indiferencia—. No estás obligada a aceptar, pero asumirás las consecuencias. Tu amiga Eloise será vendida y prostituida. Es tu decisión, Alayna. 

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