ADAM - en edición.

By JohaNightmare

687K 48.1K 4.4K

El tormento de no saber que pasara es, quizá, una de las peores emociones que podremos experimentar como indi... More

1.
2.
3.
NOCHE.
4.
5.
TÉ.
6.
7.
PRUEBAS.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24
25.
26.
27.
28.
29.
30.
LANA.
31.
32.
33.
34.
PRESENCIA
35.
36.
ACÁ Y ALLÁ
37.
38.
39.
40.
TE AMO.
42.
43.
44.
45.
IRSE

41.

2.4K 231 32
By JohaNightmare

PDV de Adam

Emily bailaba al compás de la música que emergía del computador, su mejilla descansa sobre mi pecho y mantenía los ojos cerrados, esa fina línea de sus labios se curveaba hacia arriba de vez en cuando, murmuraba alguna palabra y volvía al silencio. No podía agradecer más la tranquilidad que me había traído su visita, su olor, su calor, sus tranquilos latidos y el sonido de su risa, me hacía sentir en casa, tan lejos, tan frío, pero en casa.

― ¿Estarás muy ocupado mañana? ―levantó la vista un par de segundos, su mano rozó con mi mejilla― ¿quieres que te lleve el desayuno a la oficina?

―Ojalá no tuviera que ir, ni siquiera quiero dormir, me siento tan cómodo ahora mismo que siento que la empresa no se caerá si no voy por un día―rio suavemente―, pero si quieres llevarme el desayuno, no opondré resistencia, quizá podamos ir por un café, o a Central Park.

Asintió, sus brazos eran tan suaves, su cintura tan pequeña, y ese largo cabello que rehusaba cortar rozaba mis manos en su espalda baja, aún tenía un par de gotas resbalando por los filos hilos castaños. Jaló de mi cuello hacia ella, con esa suavidad de siempre, con cuidado pero determinación y me besó, no quería que me dejase nunca sin ese tacto, sin esa sensación de besar pétalos de rosa blanca. Se separó un poco de mí y suspiró despacio.

―Quizá acepte el café.

Le abracé con fuerza, siempre me había parecido divertida la diferencia de estatura que guardábamos, era necesario descender a su altura o levantarle a la mía, y quizá este nuevo beso no era la excepción, sabía que sus pies ya no tocaban el suelo cuando sus brazos se cruzaron por mi cuello y su ligero peso era sujetado por mis brazos, su respiración acompasada chocaba contra mis labios, el calor de su cara se unía con el mío, avancé un par de pasos hacia la habitación donde se encontraba la cama y le permití bajar hasta tocar el suelo, apenas se separó de mí, sonrió sonrojada, no quería imaginarme como me veía yo.

―Te dejo dormir Adam, no quiero atrasar tu trabajo― hizo un pequeño ademán apuntando a la computadora―, prepararé otro té para ti y después iré a dormir.

―Sin azúcar, por favor.

―Por supuesto, su majestad―Emily se encaminó a la mini cocina después de una sarcástica reverencia― ¿quieres que pida algo de cenar?

Negué en silencio mientras volvía a la incómoda mesa donde reposaba mi computador, quería apagarlo y ponerlo en modo avión, no wifi, no correos, nada. Jamás me había sentido tan cansado por un par de juntas de oficina como en estos últimos días, había olvidado lo que el trabajo de oficina de los Blair era, y no lo extrañaba para nada. En casa me limitaba a asistir a un par de juntas a restaurantes o en las oficinas que poseía allá, nada fuera de lo extravagante, nada difícil o que requiriese de mi presencia todo el día. Me había acostumbrado a no ser más que el nombre importante al firmar, o la imagen futurista que todos los asociados buscaban para su favor, me había encerrado tanto en no creer que me fuese necesario fuera del confort de mi casa.

Adoraba que mi familia se sintiese minimizada por el poder que poseía en la junta directiva, porque sentía que era la única forma en que los podía mantener alejados de mis asuntos, alejados de mi casa y mi patética vida en soledad con Marissa y los guardias, porque sabía que nadie se atrevería a pisar mi propiedad o dirigirme la palabra, pero desde que había llegado a Nueva York me había dado cuenta que el rumor de mi "compromiso" había puesto en peligro el status quo que cuidaba religiosamente desde antes de mis veinte, o quizá lo puse en peligro yo, Emily había influido tanto en mí que inconscientemente intentaba socializar con los demás como ella lo hace conmigo, con honestidad.

―Aquí está su té, mi señor― depositó la porcelana blanca frente a mi mano derecha―, ¿todo bien?

―No puedo creer que apenas me doy cuenta―dirigí la vista a sus confundidos ojos―, me haces querer ser mejor aun cuando detesto a todos.

― ¿De nada? ―tomó asiento al otro lado de la mesilla― Adam, si no es un poco extraño que te lo pregunte, ¿de dónde ha surgido tu fobia?

Tragué con fuerza el líquido caliente. ―Esa es historia para otra noche, Ems.

Se encogió de hombros mientras bebía de su propia taza, hizo ese gesto del mentón indicándome que bebiese más y prosiguiera con los correos que no había contestado desde que volvimos al hotel; aún no tomaba una ducha y sentía la espalda tensa, el olor de la oficina emanaba de todos mis trajes aun cuando habían sido mandados a la tintorería y podía sentir el mareo escalando por la espina dorsal.


En algún momento de la noche Emily besó mis mejillas y se retiró a dormir. El reloj de mi pulsera marcaban las tres de la madrugada, podía sentir los dedos de mis manos hormigueando, mis piernas se sentían de metal puro y mi cerebro no procesaba los colores de su alrededor, estaba exhausto y debía tomar una ducha ahora, o quizá en la mañana.

Quizá en la mañana, sí.

El cuerpo de Emily estaba cubierto por las finas telas de la cama, su cabello estaba trenzado y sólo podía escuchar su calmada respiración mientras me vestía con un par de pantalones de pijama. La habitación era cálida y el ronroneo de la calefacción inundaba apacible el ligero zumbido que emanaba de la ciudad, un par de autos aquí y otros allá, uno que otro sujeto que caminaba por la calle en busca de llegar a casa, y el sonido lejano de una lluvia aproximándose, todo me decía que debía dormir ya, todo sonaba como esos pequeños juguetes que pendían de las cunas de los bebés.

― ¿Adam?

―Disculpa, no he querido despertarte castaña.

Emily se recorrió con cuidado al filo de la cama y jalo de mi muñeca hacia ella, di un paso hacia donde se encontraba, sus cansados ojos me miraban a duras penas, sus dedos insistían en jalarme hacia ella, cedí y tomé asiento en la cama.

― ¿Quieres que te traiga un vaso con agua?

Negó sin emitir sonido alguno, recorrió un par de sabanas y palmeó el colchón suavemente, era la forma universal de decirme que me recostara ya. Su mano entró por debajo de mi camisa, su piel era cálida al tacto, sus huellas dibujaron un par de círculos en mi espalda y otro par de palmadas suaves.

―Te juro que si no te duermes ahora, le haré como los gatos y te pellizcaré la piel con todo mi odio. ―su voz provenía ahogada y cansada.

―Tú no odias.

―No me retes.

Reí y tome mi lado de la cama dándole la espalda, su mano seguía en mi espalda y podía sentir el cálido aire que emanaba al suspirar; un par de minutos pasaron cuando su mano paró de moverse y lo cambió por rodearme con su brazo.

Era la cuchara pequeña, con mi 1.84, ¿yo era la cuchara pequeña?

―Gracias por estar aquí, Ems.


Ems tamborileaba el lapicero que había tomado de mi escritorio, la mueca de confusión que atravesaba su cara era completamente real, estaba haciendo su mayor esfuerzo por leer el documento que había impreso para ella, cuando llegamos a la oficina por la mañana, había insistido en querer ayudarme a revisar los documentos legales que habían mandado de la oficina de Victoria.

―No entiendo esto―giró el documento hacia mí y circuló con cuidado un punto a media hoja―, ¿entonces qué ganancia tienen?

Sonreí. ―Ninguna, sus trabajadores son los únicos que salen ganando, son los que merecen conservar el trabajo.

Asintió y volvió a girar el documento hacia ella. Pasó a la siguiente hoja, y luego a la siguiente; tomaba descansos cada tres hojas y tomaba un pequeño dulce de chocolate de su bowl, cortesía mía, dejaba su asiento y leía mientras caminaba por la oficina. De verdad quería comprender lo que tenía que hacer aquí, adoraba el entusiasmo con el que me había contagiado esta mañana.

El saco que acompañaba a Emily era otro de mis regalos, al igual que sus botas y quizá todo lo que llevaba el día de hoy, incluso el anillo.

― ¿Aún lo usas? ―tomé su mano mientras asentía con delicadeza― Me sorprende que te quede tan bien.

―No creo que tu bisabuelo esté muy feliz de que lo use. ―negué tranquilamente, cualquier persona que conociera a Emily la hubiera adorado. Retiró el anillo de sus dedos y lo posó mi palma― Tómalo.

Me levanté de mi silla cuidadosamente. ―Cuando te lo di por primera vez supongo que lo hice para guardar las apariencias y ayudar a soportar la mentira que quería proyectar en ese momento. No sé cuándo ni cómo, pero empecé a quererte como no tienes una idea, te estoy agradecido por una infinidad de cosas; odio la forma en la que te conocí, Ems. Odio que me tuvieras miedo, y odio haber sido un idiota contigo las primeras semanas. ―caminé hacia la silla de Emily, su dedo índice se enganchó a una de las hebillas que sujetaban mi cinturón, sonrió tranquilamente― quédatelo, no porque quiera aparentar que me casaré contigo o te conocí por una pintura, sino porque quiero estar contigo, no para que me arregles, no para borrar tu pasado o el mío, sino porque me haces sentir bien y quizá eres la única mujer a la que querré más que a nadie.

Tomé su mano izquierda y deslicé el anillo en su dedo anular, una vez más, besé su mano.

―Y si no te lo quedas, te lo pegaré con súper pegamento.

Emitió una pequeña risa. ―Sabía que tu discurso era demasiado bueno para ser verdad.

Asentí. ―Obvio.

― ¿Qué pasará con nosotros cuando haya pasado el año que la Casa ha pedido?

El corazón se me estrujó, sabía la respuesta a esa pregunta y todo lo que tenía que hacer.

―Quiero que te quedes conmigo, Ems. Pero también quiero que vuelvas a la escuela, con tu papá, con Ann, que vuelvas a la vida que tenías.

―Puedo tener esa vida y estar contigo, ¿no? ―sonrió pero no correspondí el sentimiento, sus ojos me escudriñaron con miedo― ¿verdad?

―No lo sé Emily. Es tu vida, es tu futuro, y por el momento todo lo que soy es tu guardián hasta el siguiente año, no sé lo que quieres, no sé qué querrás en un año, no puedo atarte a una silla de oficina, o a un sillón dos semanas cada dos meses aquí en NY, tampoco puedo dejarte sola en casa, sé que no habría problema alguno, pero no es la vida que mereces, no quiero que dejes un sueño por una pesadilla, por algo que jamás pediste, que jamás pedí para ti.

― ¿Entonces qué estamos haciendo? ¿Estamos jugando a ser pareja para que cuando llegué la media noche del doceavo mes, todo se acabe?

―No dije eso, mucho antes de tu llegada ya tenían planes para mí, Ems, no sé cómo incluirte sin sentir que no te prestaré atención, que no estaré ahí como lo he estado estos meses.

― ¿¡Crees que me importará si no me pones atención dos o tres semanas cada par de meses!? ―golpeó mi pecho― No seas un idiota, Jonas. Eres mi hogar, tú y mi padre son mi único hogar.

Las cristalinas lágrimas recorrieron el rostro de Emily hasta caer por su barbilla, tomé el pequeño pañuelo de mi traje e intenté secarlas pero un manotazo fue mi respuesta.

―Ems, no quería hablar del tema, no sé cómo decirlo, ¿de acuerdo?

―Ese no es el problema, Adam. Hiciste todo un sub plan para mí, sin siquiera tomar en cuenta lo que en realidad quiero de nosotros.

Era cierto, no podía negarlo. Había mandado al diablo a mi padre considerando que Emily jamás querría volver a verme, considerando cosas que no eran reales, porque lo único cierto de todo mi plan, era la posibilidad de casarme con Victoria y la beca de Emily, pero jamás pensé que quizá Emily querría quedarse, aún con todo.

―Lo siento. ¿De acuerdo?

―No lo sientes, Adam. ―bajo la mirada, sus lágrimas fueron secadas por la manga de su abrigo― eres un idiota.

―Lo sé.

Suspiró y volvió a golpear mi pecho. ―No me quiero ir de tu lado, Adam. No quiero dejar a mi padre, no quiero nada de eso. Quiero tener mi vida. Te quiero a ti, quiero estudiar, quiero poder venir a visitarte a NY cuando estés muy agobiado, quiero quedarme en casa con Marissa. Puedo tener mi vida en tu vida, y si no piensas que es posible o simplemente es más fácil que no esté, entonces déjame ir el último día del contrato. Cumpliré con las estúpidas reglas que tiene ese maldito contrato, me acostaré contigo, me presentaré a las pruebas, y después me iré sin que sepas nada de mí.

―Emily.

― ¿Qué diablos es lo que tú quieres, Jonas? ―sujete sus hombros― ¿qué es lo que tenían planeado para ti que te agobia tanto?

―Casarme con Victoria y luego votarme fuera de la mesa directiva es lo que tenían planeado. Suicidarme dentro de un año y dejarle mis cuentas de ahorro a Marissa, Drew y Alfred, y cuándo me enamoré de ti, quise dejarte la casa y pagar tu escuela completa, eso es lo que yo tenía planeado. ―Emily dio un paso hacia atrás negando con la cabeza― Afrontemos la realidad, no he funcionado desde que tengo 20 años, Marissa, Sheldon y tú lo intentaron y no funcionó. Estoy harto, Castaña, estoy harto de no sentirme normal, de tener la necesidad de cerrarme con todos, de querer sentirme odiado para que nadie se preocupe lo suficiente. Estoy harto de verte y saber que eres lo que más me importa pero que no me puedo quedar a ser feliz contigo.

― ¿Así es como te has sentido todo el tiempo?

―No. Dejaba de pensar al respecto cada que te veía sonreír, dormir, cada que te sentía cerca. Dejaba de pensar en quien era cada vez que te besaba. No quiero que te quedes porque tienes la necesidad de evitar que haga algo, o porque ahora sabes esto, y por favor, no pienses que te estoy manipulando, es lo último que haría, pero mereces saber la verdad, mereces conocer lo que tanto me preocupaba como yo he conocido todo de ti.

―Quiero quedarme contigo desde el momento que te preocupaste por mí, Jonas. Quiero quedarme aquí o en casa, pero contigo, porque quizá te sea difícil de comprender―volvió a acercarse, fijo su mirada en mí una vez más y tocando mí pecho, suspiró― pero te amo.

Continue Reading

You'll Also Like

43.9K 5.5K 47
EL CIELO TE MANDÓ PARA MI Mi nombre es Rebecca Armstrong y quiero compartirte esta historia que hace parte de mi vida... Tenía 18 años estaba en l...
343K 36.4K 31
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aqu...
58.3K 5.3K 9
ACELERANDO EL DESTINO | Camila Clement, la próxima gran promesa de la música argentina, decide aceptar la invitación de Bizarrap para colaborar en un...
96.4K 13.8K 70
Para leer la sinopsis, entra en la historia ♡