ALBA © [Disponible en físico]

By Oanna_o_a

11.3M 621K 456K

¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no sabe conducir, él es un corredor profesional. Ella no... More

BOOK TRAILER
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Epílogo
Mensaje para ustedes
Mensaje para ustedes 2
ABISMO - Segundo libro
ALBA EN FÍSICO 🧡🍒

Capítulo 45

161K 9.8K 11.4K
By Oanna_o_a

—Dijiste Antonio —afirmé dándome la vuelta.

—Sí.

—Yo nunca te dije que se llamaba así... Yo no sabía su nombre.

Su rostro se tornó completamente serio, como si se hubiese encontrado a un fantasma. Nunca antes lo había visto así. Su mandíbula se tensó al punto de parecer quebrarse y sus ojos se abrieron transmitiendo una dosis de arrepentimiento que jamás había presenciado.

—¿Cómo sabes su nombre, Derek? 

Noté que mordió el interior de la boca. Estaba nervioso.

—Seguro lo dijeron en la Gala.

—No. No lo hicieron. Yo no tenía ni la menor idea que así se llamaba. En la tarjeta decía A. Garza. Jamás supe el nombre completo.

—Sally...

—Dime cómo rayos sabes su nombre... y qué hace una de sus empresas en tu auto.

Vi su rostro. Estaba pálido. Tenía miedo. Tenía la expresión de haber sido atrapado. Mierda.

—Lo conoces —afirmé. 

—Puedo explicártelo.

Oh, no. Lo hacía.

—¿De qué estás hablando, Derek? —le pregunté con miedo—. ¿Cómo coño lo conoces?

Pasó una mano por su cabello y tomó una bocanada de aire, parecía querer armarse de valor. Mientras, mi mente se sentía perdida.

—Trabaja con mi papá. Mejor dicho, mi papá trabaja para él.

—¿Es en serio? —Retrocedí unos pasos—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Quise hacerlo, Sally, pero... —Mordió su labio con frustración—. Es complicado.

—Explícame por qué es complicado. ¡Derek, explícame!

—¿Cómo se supone que debía decirte que lo conocía? —quiso excusarse con lo obvio—. Sabía cuánto te afectaba.

—Contándomelo, joder. —Pasé una mano por mi cabello—. ¿Qué hace una de sus empresas en tu auto? 

—Es auspiciador, Sally —admitió con la voz apagada.

—Entonces lo conocías desde antes... —concluí.

—Sally...

—¿Por qué no me lo dijiste cuando lo reconociste en la Gala?

Pareció confundido al inicio y luego volvió a tensarse. Como si... No.

—Espera. —Ladeé la cabeza al darme cuenta—. ¿Sabías que era mi padre antes de la noche de la gala?

Silencio.

—Puta madre, Derek. No puedo creerlo. ¡¿Qué tanto sabes de este hombre?!

—Solo tienes que saber que siempre te cuidó —dijo acercándose y posando sus manos en mis codos—. Eso es lo único importante.

—¿Por qué hablas como si supieses mucho más de lo que te he contado? —pregunté con precaución.

Él apretó la boca. Pensé que se rompería los dientes y me miraba con un enorme dolor.

—¡Maldita sea, Derek! ¡¿Por qué sabes que me cuidaba?!

Lo vi a los ojos. Me fijé tanto, como si quisiese leerlo a través de ellos, y lo único que noté fue arrepentimiento, pena, enfado, tristeza. Una gran mezcla de todo aquello habitaba dentro de él. En aquel momento recordé las palabras de Nietzsche que una vez leí: «La boca puede mentir, pero la mueca del momento revela la verdad» y la vi en su forma de mirarme.

Una teoría se formuló en mi cabeza. Una teoría que explicaría lo que él mostraba, pero que no quería que fuese real.

—Porque fuiste tú quien lo ayudó a cuidarme.

Las palabras salieron esperando que dijera que no. Eso no podía ser verdad. Significaría que todo había sido una mentira.

—¿No es así? Niégalo. —El nudo de mi garganta se hizo más fuerte y amenazó con quebrar mi voz. Puse mis manos sobre las suyas—. Por favor, Derek, niégamelo. Te lo ruego.

Quería que dijera que no. Que estaba pensando idioteces, que me quería y eso jamás podría ser cierto. Pero no lo hizo... y quedándose callado confirmó mis peores sospechas.

—Sally...

Me miraba como si lo que decía tuviese sentido y le doliera que lo haya averiguado. Era cierto y me di cuenta que lo era antes que lo confirmara con palabras. No pensé que esa frase tenía sentido hasta ese momento. Vi la verdad en sus ojos.

Me solté de su agarre de un movimiento y di un paso atrás.

—Esto no puede ser posible. No puede serlo.

La cabeza me dio vueltas. Sentí que mi corazón se detuvo. Lo vi de una manera completamente distinta. No era él. No era a quien conocía. 

—Me mentiste —empecé a susurrar para mí misma, intentando comprender qué significaba todo eso.

Dejé de verlo y centré la vista en un punto en el suelo. Mi respiración se aceleró, al punto de pensar que estaba teniendo un ataque de pánico, pero no lo era. Era mi cuerpo intentando entender, intentando con todas sus fuerzas no romperse. Dudo que lo hubiese logrado.

—Me mentiste —volví a murmurar.

—Escúchame...

Me obligué a salir de esa habitación, y lo hice como si estuviese en llamas. Me pasé ambas manos por el pelo intentando comprender. Quería arrancar cada uno de mis cabellos. Debía estar alucinando. Todo parecía ser parte de un mal chiste.

Mi mente empezó a recordar por sí sola. Antonio. Ese nombre me sonaba conocido. Pero ¿de dónde? Yo no conocía a nadie llamado así. Nunca lo había hecho. A excepción de un momento, pero no era a mí a quien buscaba.

Cuando llegué al recibidor del primer nivel, me detuve en seco. Me di la vuelta, porque sabía que me había seguido, y encontré a Derek a unos pasos. Mis ojos se cristalizaron al punto de verlo tras una cortina de agua.

—Ese día. El día de la beneficencia, recibiste una llamada de un tal Antonio. Era él, ¡¿no?! ¡Era mi padre quien estaba al otro lado de la línea!

Derek me vio en silencio.

—Maldita sea. ¿Qué es toda esta mierda? ¿Hablabas con él estando yo al lado?... ¡¿Acaso no piensas decir nada?! —Estaba exasperada—. Cazzo, Derek. ¡Háblame!

No lo hizo. Se quedó callado. No sabía si estaba dolido o era pura cobardía, pero no iba a quedarme para verlo así. Giré nuevamente sobre mis talones y empecé a seguir mi camino al elevador. 

—Espera. No te vayas. —Me detuvo acercándose nuevamente y tomándome de la muñeca—. Te lo contaré todo, responderé a todo lo que me preguntes, pero quédate.

Vi el lugar donde sus dedos tocaban mi piel y sentí un escalofrío. No el que usualmente me recorría, sino uno repleto de rabia, de... repudio. Las ganas de quedarme eran prácticamente inexistentes, pero iba a obtener respuestas, debía hacerlo, porque no comprendía nada.

Me separé con fuerza, y puse distancia. Caminé a uno de los sofás, me senté y él hizo lo mismo, pero en uno más lejano. Lo agradecí porque no soportaba siquiera pensar estar cerca. Posé un brazo sobre el otro en mi estómago para detener el temblor que se había apoderado de mi cuerpo.

—¿Cuándo empezó esto? —escupí las palabras.

Se inclinó hacia adelante mientras descansaba los codos en sus rodillas, pero no me veía. Yo podía ver más que su perfil, pero no del todo su rostro. Suspiró con fuerza y entrelazó las manos entre sus piernas.

—El día que te llevé al hospital. La noche que te drogaron, tu padre fue a verte.

¿Qué? ¿Él fue a verme? Además, eso ocurrió la primera semana de clases y el semestre estaba por finalizar. Esto llevaba meses. 

—Estaba desesperado. Llegó corriendo por ti —afirmó viendo al frente—. Cuando salió de tu habitación, yo estaba ahí. Nadie había llegado, ni Liv ni Polo. Me pidió que fuera a su oficina el día siguiente y me hizo una propuesta.

—Espera, ¿cómo supo que me habías llevado? ¿Tú le avisaste?

—No, no. Antes de eso no había hablado con él. 

Me quedé callada esperando que siguiera con la explicación.

—Antonio tiene a un hombre. Él se encarga de cuidarte... de seguirte.

—¿Perdón? ¿Seguirme? —repetí con incredulidad.

Asintió.

Las veces que sentí que me observaban, cuando tenía el presentimiento que alguien estaba presente. Pensé que eran idioteces mías. Un sentimiento ridículo, pero resultó que era cierto. Sentí asco. Mi privacidad. Mi vida. Mi padre me espió. Sus palabras, no mías: nunca dejó de cuidarme. Ese era su pretexto por haberse entrometido en mi vida, pero también dijo que lo hacía a lo lejos. Yo había asumido que lo hacía, que me espiaba, pero no lo confirmó. Y el hecho de que quién lo hizo fue Derek se sintió peor. Él lo sabía. 

Otra teoría se construyó a los segundos.

—Eso te propuso: que tú también lo hicieras. Espiarme.

—Sé que suena mal, joder, lo sé. Pero no se sintió así. —Negó con la cabeza viendo al suelo—. Era cuidarte.

Yo lo había pensado, lo había dicho, pero escucharlo de su boca... me estremecí al instante. Una parte de mí murió con su confesión.

—¿Por qué? ¿Por qué te necesitaba si tiene a este... hombre?

—Él tiene prohibido acercarse a ti. Bajo ninguna circunstancia Antonio le permite contactarte, solo si peligras en serio, como en la fogata. Si yo no te hubiese encontrado, él habría intervenido.

—¿Y a cambio de qué, Derek? ¿Por qué aceptaste algo así? —Le hice esa pregunta, pero yo misma obtuve una posible respuesta que deseaba que esté equivocada—. Su empresa te auspicia. Esa fue la oferta ¿no?

Lo vi cerrar los ojos. Sí fue esa. Dios mío.

—Una carrera como piloto. Una oportunidad así... cómo podrías rechazarla —dije con ironía apretando los labios intentando no desmoronarme.

—Mi sueño se estaba yendo a la mierda —confesó frotándose la nuca con la mano—, mi papá me tenía controlado y mi edad me juega en contra. —Botó el aire que guardaba—. Antonio lo sabía y fui un imbécil... pero también sé que lo eres todo para él, Sally. Si no lo hubiese escuchado en el hospital, no lo habría aceptado.

—¿De qué estás hablando?

Suspiró y parpadeó como si intentase recordar.

—«Lo lamento tanto, cielo... no sabes cuánto siento no haber estado ahí. Te prometo que esto no volverá a suceder, mi amor... Siempre te voy a proteger, siempre». Eso fue lo que te dijo cuando dormías —me contó—. Si hubiese pensado que no le importabas jamás lo habría aceptado.

Me hizo la misma promesa; la misma que se encargó de romper por años. El ardor en mis ojos se intensificó. Las piezas empezaron a encajar en mi cabeza. Piezas que no sabía que había recolectado.

—Tú ya estabas dentro del equipo —recordé en un murmuro la fiesta de celebración a la que me llevó hacía semanas—. Primero dijiste que en la carrera se decidía quién entraba, pero después que había sido una formalidad, porque ya estabas dentro. Fue por él ¿no? Él logró que entraras.

Asintió y lo sentí como una patada en el estómago.

—¡Qué porquería! ¿Es en serio, Derek? ¿Qué más me has ocultado? ¿Sobre qué más has mentido?

Siempre estuvo ahí, siempre, y no lo había notado. Había sido tan estúpida de no ver su presencia. Escondí mi rostro entre mis palmas mientras me apoyaba en mis muslos. ¿Qué estaba pasando?

Unas lágrimas escaparon de mis ojos, pero las enjuagué rápidamente. No iba a llorar hasta saberlo todo. A pesar que sentía como, con cada pregunta y con cada respuesta, una parte de mí se rompía, tenía más dudas. Dudas que tenía que aclarar, sin importar lo quebrada que iba a terminar.

—Antes dijiste que trabajaban juntos. Tu papá y el mío —especifiqué después de tomar una bocanada de aire—. ¿Qué hay de Óscar? Pensé que él trabajaba con el tuyo.

—También me enteré de eso cuando fuimos a conocer a tu mamá, Sally —se apresuró a aclarar—. No lo sabía antes.

—¿No sabías qué exactamente?

Parpadeó lentamente y se relamió los labios.

—Antonio le consiguió el trabajo a Óscar. —¿Qué?—. Cuando supo que tu mamá empezó a salir con él, quiso asegurarse que a ninguna le faltara nada. Era una de sus maneras de asegurarse que estén bien.

—¿Una? —resalté con indignación—. ¿Una de cuántas maneras, Derek?

—No lo sé, no sé todo —dijo moviendo la cabeza de lado a lado—. Yo solo sabía que debía cuidarte. El resto no me incumbía, ni me importaba.

—Por eso el repentino interés de ser pareja en el proyecto de filosofía, ¿no?

—Tenía que acercarme a ti, esa fue la opción más sencilla.

—¿Meterte en mis bragas también era necesario?

Volteó a verme por primera vez desde que empezó a revelarme la verdad. Dirigió la dirección de su cuerpo hacia mí y sus ojos, ahora preocupados, me veían fijamente.

—No fue así, Ava —expresó perplejo negando con la cabeza.

—Por supuesto que lo fue. Yo pensaba que teníamos algo verdadero pero... ¡te acercaste a mí porque te convenía!

Me puse de pie de golpe y eso fue suficiente para que las lágrimas empezaran a caer por mi rostro. Todo era una mentira. Me mintió. Todos lo habían hecho. De pronto empecé a cuestionar el inicio de lo nuestro. Cada momento, cada recuerdo, cada vez que estuvimos juntos. ¿Algo había sido real o todo parte de su maldito trato?

—La primera vez que nos besamos. ¿Por qué fuiste a buscarme, Derek?

—Sally...

—¡¿Por qué cazzo fuiste a buscarme?! —exclamé sabiendo que no pretendía responderme—. ¿Porque te interesaba o porque si no me tenías cerca te ibas a quedar sin tus autitos?

—Ambos, ¿de acuerdo? —espetó con impotencia—. Tenía que estar a tu lado siempre... ese era el trato, pero había algo en ti, Sally. —Su mirada buscó la mía—. Eres guapísima y no necesitaba alcohol para notarlo. Pero esa noche te vi de una manera en la que no lo había hecho antes. Te lo juro, no te estoy mintiendo.

—¿Y crees que tus palabras ahora valen algo? ¿Crees que por decirme que es la verdad debo suponer que lo que dices es cierto? Si toda nuestra relación ha sido una maldita mentira. —Di un paso hacia adelante—. ¡Me has mentido de inicio a fin!

—Solo te oculté lo de tu padre —habló con seguridad—. Nunca te mentí con nosotros, con lo que siento.

—¿Ah, no? —Asentí y apreté los labios—. Dime por qué mentiste el día en el que me quedé aquí, en tu apartamento.

Se quedó viéndome sin comprender.

—La vez que Damién me lastimó. Esa noche. Le dijiste a Liv que me había quedado dormida y a ambos nos consta que yo no pegué ojo.

—¿Sabías acerca de eso?

—¡Sí! ¡Lo sabía! —exclamé llena de rabia sintiendo mi llanto tomar fuerza—. ¿Y sabes qué es lo peor? ¡Que pensé que lo hiciste porque querías estar tiempo a solas conmigo! Pero resulta que solo soy una gran estúpida. Así que ahora dime, ¿por qué me mentiste ese día? Porque los dos sabemos que no era porque tenías interés en mí.

Botó el aire con fuerza y se apoyó en sus rodillas para ponerse de pie.

—Ese día, Damién te hizo daño y yo te grité cuando no lo merecías. Saliste llorando por culpa mía y fui a buscarte. No por un trato, sino por ti, porque me comporté como un imbécil contigo. —Tomó una bocanada y siguió—. Una vez en el restaurante, llamé a Antonio para contarle lo que había pasado... Tenía que hacerlo —añadió más bajo—, pero también tenía que saber más. ¿Quién era ese tipo? ¿Cuál era su historia? Y ¿por qué pasó lo que pasó?

—Entonces tu acto de caballerosidad fue solo parte de un contrato.

—Yo le partiría la cara a Damién una y mil veces más. No tiene nada que ver con eso —aseguró determinante—, pero sí mentí para que te quedaras. Él me pidió averiguar más y, cuando supe lo de tus llaves, vi una oportunidad.

—Y yo te conté exactamente lo que querías. Dios... soy una idiota —dije frotándome el rostro con las manos.

—No, no eres una idiota. Eres magnífica. —Se acercó, tomó mis manos y las bajó—. Confiaste. Confiaste en mí, y tienes que creerme, lo nuestro fue real. Es real.

Soltó una de ellas, acunó mi rostro y se inclinó hasta que nuestras frentes rozaron.

—Créeme, cariño —susurró con los ojos cerrados—. Créeme.

Podía sentir su aliento. Antes ese acercamiento hacía que millones de mariposas aletearan de felicidad, que una sonrisa se formara sin permiso, a diferencia de ahora. Ahora dolía. Se avecinó unos centímetros más para querer depositar un beso en mis labios.

—No... Aléjate —le rogué en un susurro. Moví la cabeza lentamente y presioné su pecho con la poca fuerza que tenía para establecer distancia. Tan solo considerar tenerlo cerca me lastimaba. —No puede estar pasando esto. No puede ser.

Mi mente era un carrusel de recuerdos que me cuestionaba. Cada palabra que emitía su boca me causaba un inmenso dolor. Él siempre había estado ahí para mí. Solo pensar en eso hizo que mi cuerpo se estremeciera. 

—Cariño...

—Siempre estabas cuando te necesitaba. Cómo no lo vi antes... —pensé en voz alta. Mis dientes empezaron a temblar y tuve que apretar con fuerza para evitarlo. 

—Y lo seguiré estando. Siempre. 

Yo no hablaba de eso, no me estaba escuchando.

—Con Damién... con Iker... Siempre aparecías en el momento justo. —Negué con la cabeza a la vez que cubría uno de mis brazos con mi mano. Sentía frío en todo mi ser.  —Ese día en la cafetería, cuando me encontré con Damién, dime que fue una casualidad que estuvieses ahí. Dime que solo fuiste por un café, Derek. Dímelo, por favor.

—Aún no éramos unidos, Sally. Apenas te conocía y... —Parpadeó lentamente mientras pasaba una mano por su boca—, y tuve que seguirte.

El aire escapó de mi cuerpo.

—Me seguías —resoplé intentando entender—, Dios...

Empecé a caminar de lado a lado. ¿Qué estaba escuchando? No solo un hombre al que no conocía me había seguido, sino que él también lo hizo.

—No me arrepiento de eso —dijo serio llamando mi atención.

—¿Qué?

—Puede que haya sido por el motivo equivocado, pero nunca te dejé sola. Cada vez que me necesitabas, estuve ahí. No quiero imaginar qué hubiese pasado si no estaba el día de la cafetería —engrosó su tono de voz y apretó los puños—, o cuando Damién fue a la beneficencia, o cuando estuviste en casa de Iker. 

—¿Por eso fuiste a la fiesta? ¿Por qué mi padre te lo pidió?

—Fui porque me importabas —dijo convencido, pero a este punto no le creía ni una sola palabra—. Dios... me volvías loco porque te rehusabas a escuchar acerca del cretino con el que salías. No iba a permitir que te hiciera algo, no después de lo que sabía.

—Nunca entendí cómo lo supiste, por qué decidiste investigarlo. —Apreté la frente—. Ahora ya tiene sentido. No podías permitir que me hiciera algo porque perderías el trato.

—Lo investigué por tu padre, sí —me dio la razón—, pero también porque empecé a preocuparme por ti. No podía negarme las cosas que estaba sintiendo y fui a ese lugar porque no iba a dejar que un imbécil te hiciera sufrir. No soportaba siquiera pensarlo.

—Entonces ahí sí te importé, antes solo fui un infierno por el que tuviste que pasar para cumplir tu sueño.

—Maldita sea, no es así —replicó frustrado—. ¿Tienes idea de todo lo que me haces sentir? —Se acercó de nuevo—. Te mentí, sí. Me dejé llevar porque me engañé a mí mismo haciéndome creer que no estaba haciendo nada malo, al fin y al cabo, estaba encargándome de que nada te sucediera. Estaba evitando que alguien saliera herido. —Me tomó por los codos—. Nunca creí que sentiría todo lo que siento.

Me zafé de entre sus manos dando un paso atrás y empecé a analizar su rostro. El mismo que me encantaba ver cada segundo. El que quería besar todo el día. El mismo que ahora me veía afligido.

—Pensé que me protegías por tu bendita obsesión de mantener a la gente a salvo. Pensé que por eso eras así, ¿acaso eso también era una mentira? ¿Una excusa para cumplir lo que debías?

—Eso no tiene nada que ver, Ava. —Se tornó serio—. No digas algo de lo que puedas arrepentirte.

—De lo único que me arrepiento es de haber confiado en ti.

Cerré los ojos con fuerza intentando mantener fuera las lágrimas, pero era imposible.

—Yo te hablé de él, del incendio, de mis recuerdos. ¿Todo este tiempo, mientras yo lloraba y soñaba con él, tú lo tenías en tu lista de contactos? —dije con incredulidad.

Le había dicho todo. Nunca lo dudé.

—El incendio —repetí estirando el rostro al recordar—, cuando te lo conté, me dijiste que lo sentías. Hablaste como si hubiese fallecido, pero sabías que no, siempre lo supiste. —Me llevé ambas manos a la frente—. ¡Eres un cínico!

—No podía decir nada, Sally —se excusó—, y tampoco entendía por qué no se acercaba a ti. Necesitaba entenderlo.

—Todas tus preguntas, todo el interés, no eran por mí, era para averiguar sobre tu benefactor —corregí.

—Intenté dejarlo, pero tengo un contrato con el equipo. No pude hacerlo.

—¿Cuándo? —pregunté esperando que su respuesta iluminara algo de esperanza.

Se quedaba callado. Ese día parecía no poder abrir la boca.

—¡¿Cuándo?! ¡Maldita sea! Dime cuándo lo intentaste, por favor —le supliqué—, dime para intentar comprender.

—Cuando me dijiste que era un criminal —reveló con dolor.

No. No. No.

—Eso fue hace unos días, Derek —reconocí con la voz débil—. Ya habíamos estado juntos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y un punzante dolor se instaló en mi pecho. Esa confesión desgarró mi corazón. Me llevé una mano a la boca cuando un sollozo amenazó con escapar.

—Sally...

Levanté la mirada al techo y me mordí el labio para no quebrarme. El enfado seguía en aumento y parecía poder ser más poderoso que el llanto. Bajé la cabeza y verlo solo avivó ese sentimiento.

—¿Cómo fue? Cuéntame... Fuiste a verlo y le dijiste: sí, tu hijita está a salvo. Acabo de follármela.

—¡Dios, Ava! —exclamó frunciendo el ceño—. Por supuesto que no. No digas eso, no fue así.

—Me siento enferma. —Puse una mano bajo mis pechos.

No podía identificar si eran náuseas o decepción, pero mi estómago dio un vuelco. Mientras me besaba, se acostaba conmigo, me espiaba. Era una traición que jamás imaginé.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Siquiera tuviste la intención de hacerlo? —pregunté sin verlo a los ojos. 

—Quise hacerlo, varias veces, pero no pude. Iba a perderte. —Ese comentario logró que me hirviera la sangre.

—No. El momento que aceptaste fue el momento en el que la jodiste, pero cuando decidiste no decírmelo y seguir adelante... ese fue el momento en el que me perdiste.

—No digas eso, Ava, por favor. Perdóname. Con todo el corazón, te pido perdón —dijo con una lágrima cayendo de su rostro.

Nunca lo había visto llorar. Nunca. Pero no me importó. No podía importarme. No después de todo.

—Debes perdonarme. —Dio un paso más cerca—. No me imagino sin ti. ¿Qué haría? — Me tomó de ambas manos—. Sin tu risa, sin tus bromas que me vuelven loco, sin tus hermosos ojos. —Su mirada estaba brillosa por las lágrimas que retenía—. Sin tus mejillas rojas cuando te avergüenzas. —Pasó su mano por ellas limpiando la capa húmeda que se había creado y cerré los ojos—. Sin tus suaves manos. —Frotó mi palma con sus dedos—. Sin tu cuerpo —dijo subiendo su mano y recorriendo mi brazo delicadamente—. Sin tu aroma. —Su otra mano tomó un lado de mi rostro—. Sin tus labios. —Me inspeccionaba como si quisiera borrar cada rastro de dolor que yo transmitía. Otra lágrima cayó de su rostro y se mordió el interior de la boca. —Perdóname, cariño —suplicó juntando su frente con la mía—, debes perdonarme.

Negué con la cabeza.

—No puedo hacerlo, Derek.

Bajé la mano que me sujetaba la cara, alejé mi frente y, al separarnos, sentí un peso decaer. Tenerlo así, era demasiado intenso. No podía soportarlo.

—Me doy cuenta que nunca te tuve realmente.

Nunca le interesé realmente. Nunca me buscó realmente. Nunca me quiso realmente.

—Me tienes a tus pies, cariño. Yo te...

—Basta —le pedí en un jadeo. No podía hablar más alto. Solo salían susurros de mi garganta—. No quiero escuchar otra palabra. No quiero volver a escucharte decir una mentira. 

Relamí mis labios, respiré con dificultad, limpié, y fallé, las lágrimas que seguían cayendo. Todo para poder ganar fuerza, pero no me fue posible.

—Me has destrozado, Derek... y la culpa es mía. Confié en ti.

Se quedó sin palabras y, por primera vez en el día, agradecí que no tuviese nada que decir.

Seguí el camino que ya conocía para salir de aquel piso. Lento. De la única forma en la que mi cuerpo podía. Me sentía débil, como si cada parte me pesara. Pensé que en cualquier momento me caería; sin embargo, cuando salí del vestíbulo, cuando el aire helado me chocó, una necesidad creció dentro de mí. Las ganas de dejarme ir.

De pronto mis piernas tomaron velocidad buscando refugio entre las calles y sabía que no podría obtenerlo a menos que llegara a mi casa. Mis pies caminaban con tanta fuerza y rapidez para evitar quebrarme. Sabía que estaba moviéndome. Lo sabía, pero no lo sentía. Solo sentía como mi corazón ardía. 

Lo que había escuchado. A Derek, a mi padre. Nada parecía real. Podría jurar que se trataba de un juego. Uno macabro y retorcido capaz de matarme... pero era cierto, y sentí que lo haría.

Las heridas que tenía parecían no poder sanar. Dolían. Dolían como nada nunca antes me había dolido. Todo había sido una mentira. Él. De tan solo pensar en ello, sentía que no podía respirar.

Tomé las escaleras de mi edificio, en vez del elevador. No quería dejar de moverme. No podía hacerlo, pero al entrar a mi departamento, todo cayó. La grieta que se había creado desde el momento en que empecé a descubrirlo todo no lo soportó más. Explotó en mil pedazos y me llevó con ella. Apoyé la espalda con fuerza en la puerta. Necesitaba algo que me mantuviera. No fue suficiente. Mis piernas cedieron y me deslicé hasta llegar al suelo. Atraje las rodillas a mi pecho, las rodeé con los brazos y no lo soporté más. Empecé a llorar. Desconsoladamente. Como nunca antes lo había hecho.

Una presión en mi pecho, un dolor en mi corazón. Estaba cayendo. Mi cabeza, mi cuerpo, sabía que estaba allí, que no podía caer, pero aun así sentía que estaba en un hoyo... cayendo en caída libre.


_________________________

Escribir esto fue bastante triste para nosotras.

¿Cómo están con este capítulo?

Más detalles de los personajes y de la historia en nuestras redes:

O y A

Continue Reading

You'll Also Like

151K 9.3K 57
Brooke, una chica que intenta ver el lado positivo de las cosas. Aunque en su vida familiar las cosas no marchen bien ella no deja que tales problema...
183K 20.2K 19
Drarry/Harco Harry Potter es un auror talentoso y con un futuro brillante por delante, vive una vida feliz y tranquila donde su mayor preocupación es...
3.6K 351 19
Taehyung esta obsesionado con su Jin Hyung. -TaeTae, ¿q-que haces? - -Lo siento Hyung pero no me puedo controlar... TaeJin.
15.3K 679 11
liht y lucifer se divorciaron, charlie se quedo con su madre, años despues funda happy hotel (hazbin hotel) junto con vaggie, luego tocan la puerte y...