I'ᴍ ɢᴏɪɴɢ ᴛᴏ ᴋɪss ʏᴏᴜ. I ᴍᴇᴀɴ...

By lu7hor

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Kara Danvers ha estado fascinada por Lena Luthor desde que la vio en un teatro en Londres interpretando a las... More

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Epílogo
Ultimate Pool Party (Extra)

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By lu7hor

Se terminó. El resto del elenco, incluida Kara, había terminado hace horas, y se reducía solo a Lena, haciendo algunas tomas de Tierz llegando al hospital. Las escenas formarían parte de un montaje de su época como jefa.

Afortunadamente, la herida falsa había desaparecido, por lo que ya no parecía que hubiera perdido una pelea con el Lexus de Méndez.

En su descanso, antes, había localizado a Finola, había sobrevivido a un abrazo cálido e inesperado y le había dado algunas botellas de Lagavulin de 16 años, el whisky de primera calidad que a su asistente le encantaba.

Lena colgó definitivamente la bata de Tierz en su remolque y lo estudió. Tanta emoción mezclada para un trozo de tela blanca. Casi había comenzado a gustarle Elizabeth Tierz al final. Casi.

Un golpe la sacó de sus sueños. –Está abierto.

La puerta se abrió. Una figura con una sudadera con capucha se apoyó contra el costado del remolque, sosteniendo una bolsa llena de deliciosos olores. –Hola dulce dama. ¿Necesita compañía?– La sonrisa de Kara era amplia mientras inclinaba su sudadera hacia atrás para mostrar su rostro.

–Línea espantosa–. Los labios de Lena se curvaron en los bordes. –¿Realmente aún no recuerdas el código de tu remolque? Seguramente alguien del equipo técnico podría ayudar.

–Sí, la recordé sin molestar a nadie. Pensé que deberías celebrar tu primera hora de libertad con alguien.

–Ah. Adelante.

Kara lo hizo, cerrando la puerta detrás de ella. Dejó la bolsa sobre la mesa y se quitó la sudadera para revelar una camiseta blanca ajustada.

–Pensé que te habías ido a casa hace horas como todos los demás–. Lena miró el reloj de pared. Pasadas las diez.

–Lo hice. Cené y volví–. Kara señaló sus bolsas. –Traigo ofrendas. Del tipo que las mujeres que protagonizan un exitoso programa de televisión no podrían comer. Pero no estás sujeta a las leyes de las actrices de televisión privadas de calorías en este momento–. Abrió la bolsa y olía a felicidad. –¿A menos que estés demasiado cansada?

Antes de que Lena pudiera responder, Kara continuó nerviosa mientras comenzaba a colocar la comida.

–Llevo semanas soñando con esto. Finalmente capaz de ponernos al día correctamente. Espero no exagerar al imponerme o a los carbohidratos sobre ti antes de que hayas recuperado el aliento–. Señaló con la mano a su entrega. –Es una Blastoff Burger de ese restaurante retro. Parecías disfrutarla mucho.

–Encantador. ¿Quieres un poco también?

–Estoy llena. Solo te haré compañía.

–Me gustaría eso–. Lena se sentó y probó la hamburguesa, que estaba tan deliciosa como hace varios meses. Masticando lentamente, se dio cuenta de que tenía una audiencia que la admiraba. Lena exageró su agradecimiento, agregando un suave mmm, observando la reacción de Kara.

Kara tragó saliva, miró hacia otro lado, luego se miró las manos y finalmente cambió de tema. –Entonces, confiesa: ¿Qué te llevas?

Lena se secó los labios con una servilleta de papel y protestó: –No tengo idea de qué ...

–Seguro lo haces. Es tradición: los actores siempre se llevan un recuerdo del set en su último día.

Inclinando la cabeza para indicar detrás de Kara, Lena dijo: –En el bolso.

Kara rebuscó en él y luego sacó una bata de Tierz limpia, completa con una etiqueta con su nombre. –¡Oooh! ¡No lo hiciste!

–Creo que lo hice.

–Qué coincidencia, yo te digo lo sexy que te ves en esto, y te quedas con una.

–Mmm, sí, qué coincidencia–. Los ojos de Lena se calentaron. La reacción de Kara fue tan buena como esperaba.

–Empiezo a pensar que podrías ser suave conmigo.

–Solo un poco–, sonrió levemente. –Pero no se lo digas a nadie. Tengo una reputación–. Dio otro mordisco delicado, mientras la mirada de Kara la devoraba.

*

Ver a Lena comer una hamburguesa era una experiencia divina, decidió Kara. Masticaba con cuidado, los jugos gotearon sobre sus dedos antes de alcanzar rápidamente una servilleta. Kara estaba hipnotizada.

Después de comer la mitad, Lena la dejó a un lado. –Gracias–, murmuró. –Pensé que estaba más cansada que hambrienta, pero resulta que me has dado un segundo aire–. Su lengua salió disparada para lamer sus labios.

–Ungh–. A Kara se le encogió el estómago.

–¿Te estoy distrayendo?– Lena preguntó, su tono unos pocos registros más bajo.

–Nop.

Lena riendo, abolló los envoltorios y los tiró a la basura. Inclinándose sobre el pequeño fregadero, se lavó las manos, sus pantalones negros de la Jefa Tierz tirando sobre su trasero.

Santo Jesús.

–¿Una bebida?– Lena señaló su refrigerador. –Hay Coca-Cola Light.

Kara sonrió.

–Está bien, ¿qué es esa mirada?

–Sabes por qué–. Kara sonrió más ampliamente. –Tienes esa bebida para mí.

–¿Quizás la guardo para cualquier extraña al azar al que le guste el sabor del limpiador de fregaderos?

–La guardas para mí.

–¿Yo?– Lena sonaba divertida. –Gracias de nuevo por la cena, Kara. Aprecié el pensamiento. Y la entrega.

–De nada–. Kara no pudo resistirse a mirar sus labios. Tan perfectamente formados.

–¿Cuál es tu horario mañana? ¿Llegas temprano al trabajo o ...?– Lena enarcó una ceja.

Kara se dio cuenta de repente de por qué era una pregunta muy importante. –Llamada tarde mañana–. Apenas croó las palabras. –A partir de las once.

Sus miradas se encontraron y por un momento ninguna habló.

–Nunca había hecho algo como esto antes–, dijo Lena en voz baja, sin ningún rastro de humor. –Hasta ti, nunca había besado a una coprotagonista fuera de la pantalla.

–No tenemos que hacer nada esta noche. Solo quería pasar tiempo contigo–, dijo Kara con sinceridad. –Ha sido tan largo.

–Tenemos, sí. Esa es la cosa. No puedo negar cómo me haces sentir. Esto no es algo frívolo, ¿verdad?

–No–. Kara la miró, deseando que ella viera. –Esto realmente cuenta.

–Lo hace–. Lena vaciló, luego caminó hacia la puerta del remolque y la cerró. El sonido de la cerradura reverberó por toda la silenciosa habitación. Volvió a mirar a Kara, con el deseo claro en sus ojos.

Oh Dios.

Al regresar, Lena tiró a Kara para que se pusiera de pie y deslizó los dedos detrás de la cabeza.

La burla de sus suaves labios tomó a Kara por sorpresa. La excitación serpenteó a través de ella como mercurio, y respondió con avidez. La lengua de Lena, buscando admisión, era como rozar una llama. Caliente, peligroso. Se besaron durante largos y tentadores minutos hasta que Lena se apartó, ganándose un gemido de decepción de Kara.

–Paciencia–. Lena sonrió y abrió el botón superior de su camisa de Tierz. La prenda era elegante, impecable, profesional. Otro botón cayó presa de sus dedos. Luego otro. Lentamente se reveló un sujetador de satén color piel.

Misericordia. Los dedos de Kara ansiaban ser los que arrancaran el material.

–¿Recuerdas la primera vez que estuviste aquí?– Lena murmuró. –Empecé a deshacerme de la camisa sin pensar.

Oh, Kara lo recordaba muy bien.

–Me detuve, por supuesto, cuando me di cuenta. Pero lo que más me sorprendió fue la forma en que te sonrojaste–. Una sonrisa tiró de sus labios. –Es cierto que no pensé mucho en eso. Ya eras bastante desconcertante. Pero ahora, Kara, tengo que preguntarme. ¿Qué estabas pensando?

Kara se sintió avergonzada. –Creo que me quemaste el cerebro. Pero, sí, tenía muchas ganas de tocarte.

–¿Es eso así? ¿Dónde?– Lena la miró con frialdad. –¿Mi cuello?– Las yemas de sus dedos se arrastraron hasta su garganta. –¿Clavícula?– Los dedos trazaron los huesos en cuestión.

–Sí.

–¿En cualquier otro lugar? ¿Quizás, un poco ... más bajo?– Sus dedos se deslizaron contra los nudos duros que se formaban debajo del sujetador.

–Te gusta la idea de que te deseaba–, dijo Kara, repentinamente curiosa. –¿Qué habrías hecho si te hubiera tocado?

Las cejas de Lena se fruncieron.  –Te habría echado de mi remolque y te habría tirado el té. Pero eso fue entonces–. Sus dedos se levantaron para trazar la mejilla de Kara. –Antes te  di permiso una vez para tocar. En el set–. Su expresión se volvió intensa. –Pero esta vez, puedes tener todo de mí–. Lena se quitó la camisa, luego desabrochó su sostén, dejándolo caer lentamente al suelo.

Sus pechos estaban tan espectaculares como siempre, pero había algo abrumador en que se los ofrecieran, de la manera más erótica imaginable. –Quiero–, dijo Kara con voz ronca, –todo de ti.

–Entonces, por supuesto...– Lena acercó a Kara a la cama y la apretó contra el colchón. Sus labios se curvaron. –¿Pero Kara? Tómame despacio.

*

Hacer que Kara Danvers le hiciera el amor era como si se estuviera sumergiendo en un aceite de masaje erótico y resbaladizo. Las terminaciones nerviosas de Lena se iluminaron en respuesta a esos ojos azules y ardientes. Oh, ella había sido deseada antes. Pero nunca así. Las manos de Kara adoraban su forma, su peso, memorizando su cuerpo. Sus dedos y ojos trazaron un mapa de Lena con la devoción de un cartógrafo.

Con las yemas de los dedos ligeras como una pluma, Kara trazó los pezones de Lena. –Eres exquisita–. Su voz era de adoración.

Lena se estremeció. Kara la había tocado antes, para las cámaras. Había probado su piel, sus labios, incluso sus pezones. Pero esto se sintió muy diferente. Estaban solas, por ejemplo, y la mirada en los ojos de Kara no era nada que Lena hubiera visto antes. Tenía hambre. Fuego y excitación. Pero más que eso: había amor.

Todo para mí.

Bajo el efecto de esos ojos abrasadores, la excitación la recorrió.

Desde la clavícula de Lena los labios de Kara bromearon hasta los pezones, donde se quedó complaciéndose lánguidamente.

La humedad de los rastros de su lengua brillaba en la poca luz. Kara hizo una pausa, revisó su trabajo y, con una pequeña sonrisa de satisfacción, siguió bajando.

Sus manos se posaron en la cintura de los pantalones de Lena. Vaciló en la cintura, provocando otra ronda de escalofríos.

Lena tragó saliva y dijo: –Por favor.

Lentamente, Kara despojó a Lena de sus pantalones negros hechos a medida, antes de pasar su mirada por las bragas. Sus dedos trazaron el borde de encaje de una pierna, curvándose debajo de ella, provocando la piel más suave debajo.

Después de un momento de juego, Kara se las quitó y se sentó en cuclillas. Estudió el cuerpo desnudo de Lena con una mirada hambrienta.

La timidez pinchó a Lena, como siempre, y el calor cubrió sus mejillas. Ella nunca había sido la mejor en desnudez; la hacía sentirse demasiado vulnerable.

–Eres hermosa–, le aseguró Kara.

–Parece que estoy en desventaja–. Miró el cuerpo todavía vestido de Kara.

–Oh. Cierto–. Kara se bajó de la cama y se arrancó la camiseta y el sujetador. Se bajó los jeans y las bragas con poca delicadeza. Se enderezó de una patada. Ella estaba de pie, desnuda y deliciosa, con las manos cayendo a sus caderas. Con una sonrisa nerviosa, preguntó: –¿Mejor?

La mirada de Lena la quemó de pies a cabeza. Había visto a Kara casi desnuda antes, pero nunca la había empapado así. Ahora era libre de tragar su forma. –Deliciosa–, decidió.

Kara sonrió y la inmovilizó de nuevo en un instante, su piel ligeramente bronceada se deslizó sobre el cuerpo mucho más pálido de Lena. La mano de Kara se deslizó entre ellas con determinación. –Estás tan mojada–, dijo con asombro.

–Toda tu culpa.

–No puedo esperar para probarte–. Kara no esperó una respuesta y se colocó en posición. Inclinándose hacia adelante, exploró los pliegues de Lena con una atención entusiasta al detalle.

Oh Dios. Las caderas de Lena se sacudieron. Sus dedos se cerraron en puños, agarrando la ropa de cama. Los músculos de sus brazos se convirtieron en cuerdas retorcidas. La respiración de Lena se hizo más corta, más profunda, dejando escapar su placer. Oh sí. Estaba cerca.

Kara de repente ralentizó sus bromas a un gateo. Su expresión se volvió traviesa.

¡No! Esa pequeña burla… Cuando le dijo a Kara que quería ir despacio, solo quería decir que no quería que todo terminara en treinta segundos.

–Más rápido–, gruñó, ganándose un pequeño bufido de risa. Kara comenzó a usar su lengua como una pluma. –Esto es cruel–. Kara lamió aún más suavemente. –¡Más rápido!– Ella apretó la mandíbula y desesperadamente, trató de perseguir el éxtasis bailando fuera de su alcance. Sus manos se hundieron más profundamente en la ropa de cama, convirtiéndose en puños con los nudillos blancos. –Kara, por favor.

Kara jadeó contra ella y luego casi se quejó. Su lengua se endureció. Dos dedos se deslizaron dentro de Lena, curvándose hacia arriba.

Dios. Las luces parecían apagarse en la cabeza de Lena. –Oh. Ohh–. No pudo aguantar. No podía ... Su cuerpo se puso rígido. El éxtasis la atravesó. Por un momento, entre un latido del corazón tartamudo y el siguiente, sintió como si hubiera perdido todas sus paredes en el torrente y caótico baño de sensaciones. Estaba desnuda. Expuesta.

Totalmente desnuda.

Lena se preparó para la oleada de ansiedad que siempre la acompañaba. Sin embargo, su garganta continuó aspirando aire libremente. Sus manos se desplegaron lentamente. Su cerebro suspiró de felicidad, sin ofrecer dudas inquietantes. Con el alivio de la flacidez, calmó la respiración. Confía en Kara para romper de alguna manera todas sus paredes, y para que la mente dichosa de Lena se encoja de hombros.

Sus piernas se movieron. Cristo, estoy tan mojada.

Lena recuperó el aliento y miró a Kara con los párpados medio cerrados.

Kara tragó saliva temblorosamente, los ojos muy abiertos y oscuros.

Excelente. Lena les dio la vuelta, la sobre su espalda y la vio.

Pasandole sus dedos por la garganta, bajando por su cuello y más abajo, Lena consideró todas las formas en que podría tomarla. Todas las deliciosas opciones para hacerla gemir impotente, como había hecho Kara con ella. Sus manos se movieron hacia los pechos de Kara.

Kara miró con avidez, la respiración entrecortada. Sus fosas nasales se ensancharon.

–Me has estado volviendo loca–. Lena le dio un pellizco a un pezón. –Todas las veces que Tierz llegó a tocarte, me lo imaginé. Nosotras–. Pellizco. –Solas.

Los pezones de Kara se endurecieron en puntas.

–Veo que no fui la única–. Lena la miró con complicidad. –¿Lo fui?

Kara jadeó. –Te deseaba. Tanto. Todo el tiempo.

–He pensado mucho en lo que te gustaría. Lo que podría hacer cuando estés expuesta a mí, así. Desnuda. Necesitada. Tan húmeda por mi toque–. Pasó un dedo por el costado de Kara, saltando una costilla a la vez.

El labio de Kara quedó atrapado entre los dientes.

–Pensé mucho más en ello de lo que debería–. La voz de Lena era traviesa. –¿Toda esta química de la que todo el mundo sigue hablando? Es aparentemente eléctrica. Candente–. Deslizó el dorso de las yemas de los dedos sobre el ombligo de Kara, haciendo un remolino juguetón a su alrededor. La piel tembló. –Ya es hora de que la exploremos, ¿no crees? Ya es hora de que me aproveche de…– Sus dedos bajaron hacia los muslos de Kara. –Nuestra química.

Kara tembló.

Colocándose entre las piernas de Kara, Lena deslizó su mirada a lo largo de ella hasta los ojos azules muy abiertos que le devolvían la mirada. Sus manos se aplastaron para separar los muslos fuertes de Kara. –¿Esta es tu fantasía?– Sopló contra los pliegues resbaladizos que se extendían ante ella. –¿Tú, abierta para mí? ¿Yo, saliéndome con la mía?

–N-no.

–¿No?– La curiosidad la atravesó. –¿No lo es?

–No–, gimió Kara. –Me estás tocando. Esto está mucho más allá de mis fantasías.

Lena la tocó lánguidamente. –¿No te atreviste a soñar?

–Así no. Por favor–, suplicó arqueando las caderas. –Deja de bromear. No puedo ...

–Puedes. Me hiciste sufrir un poco, ¿no?– Lena murmuró, su boca acercándose, la mirada fija en la de Kara. –¿Y si saco la bata de Tierz? ¿Disfrutarías eso? ¿Todas esas largas miradas a la cámara y sin poder hacer nada? ¿Y si lo terminamos ahora mismo?– Su dedo se deslizó hacia adelante, preparado a la entrada de Kara.

–Oh, basta–, gimió Kara. –Estoy muriendo.

–¿Estás segura de que quieres que me detenga? ¿De verdad, Lauren?– Ella dio exactamente el tono correcto.

–Dios ... me estás matando–. La voz de Kara se quebró. Sus caderas temblaron.

La excitación inundó las yemas de los dedos de Lena. –Bueno, no podemos tener eso–. Sonrió, luego se enterró entre esas piernas lamiendo y salpicándola de besos, alternando con profundas caricias de sus dedos.

Los suspiros susurrados de Kara pronto se convirtieron en jadeos, finalmente en un grito. Se arqueó y se retorció cuando su clímax la reclamó, mientras sus dedos apretaban con fuerza el cabello de Lena.

La visión de Kara en medio del orgasmo era embriagadora. Lena se sintió repentinamente al borde de nuevo, casi mareada de deseo. Metió la mano entre sus propios muslos y se frotó el clítoris con fuerza. Desenfocada y temblorosa, cerró los ojos, su respiración se hizo entrecortada, dio jadeos calientes contra el centro de Kara. Solo tomó unos momentos antes de que se estremeciera y alcanzara su punto máximo de nuevo.

Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue la mirada ardiente de Kara.

–Dios–, suspiró Kara, con voz reverente. –Tú ... eso fue tan caliente.

–Hmm–. Lena garabateó sus dedos empapados sobre los muslos de Kara, admirando los senderos mojados. Se deslizó hacia adelante, de costado, para acostarse junto a la mujer. –Estoy de acuerdo–. Le dio a Kara una mirada burlona. –Entonces, sé honesta. Creo que a veces te gusta que sea Tierz.

Kara abrió la boca, aparentemente lista para una negación, antes de reír. –Tal vez. De vez en cuando. Pero realmente, eres mi excitación. Felizmente me quedaría así para siempre. Tendrían que sacarme de aquí arrancandome las uñas.

–Para siempre es mucho tiempo–. Lena fingió pensar seriamente en la frase frívola. –Podría tener que reorganizar mi horario. Estoy segura de que acostarnos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, podría provocarle úlceras iguales a Andrea, Gemma y Alex.

–Probablemente–. Kara pasó suavemente su mano por el cabello de Lena.

–¿Qué estás pensando?– Preguntó Lena.

–Que soy una mujer afortunada. Y la otra cosa. Lo que dije antes–. Kara resopló. –La improvisación más vergonzosa de la historia. Lo que dijo Lauren.

–Lo que dijo Lauren–, repitió Lena. Puede que todavía no haya llegado a ese punto, pero sería muy fácil amar a Kara. –Estoy profundamente halagada por lo que dijo Lauren–. Besó a Kara de nuevo y suspiró. –Ya es tarde. Ven a casa conmigo a pasar la noche. Puedo prometer una hermosa vista desde mi habitación por la mañana.

–Mmm. Suena genial ... Me encantaría verte cuando despierte.

–Me refiero a la vista desde mi ventana–. Los labios de Lena se curvaron. –Se puede ver casi hasta la bahía. Es mágico.

–Como si estuviera mirando afuera por la mañana–. La sonrisa de Kara fue amplia. –Vamonos.

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