I'ᴍ ɢᴏɪɴɢ ᴛᴏ ᴋɪss ʏᴏᴜ. I ᴍᴇᴀɴ...

By lu7hor

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Kara Danvers ha estado fascinada por Lena Luthor desde que la vio en un teatro en Londres interpretando a las... More

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Epílogo
Ultimate Pool Party (Extra)

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By lu7hor

–Mierda–, dijo Kara, cerrando la puerta del remolque detrás de ella en el lado de Lena. Caminaba de un lado a otro, moviendo y desenrollando las manos. –Oh Dios mío. Eso fue ... Oh. Dios. Mío.

–Cat tiene razón–. Lena dijo con suavidad, muy consciente de que si aumentaba más la tensión, Kara podría tener un colapso total. Tal como estaba, ya parecía tan frágil como huesos viejos.

–¡Sé que tiene razón! ¿Crees que no lo sé? Cristo. Eso fue una pesadilla–. Kara se pasó los dedos por el pelo.

Lena decidió que probablemente no era una buena idea señalar que se iba a llevar un disgusto con el estilista por eso. En lugar de eso, metió la mano en la nevera y sacó una botella de ginebra. –¿Quieres un poco?

–No.

–Podría ayudar a tu tensión.

–Dije que no–. La mandíbula de Kara se endureció y comenzó a pasear arriba y abajo del remolque. Era vertiginoso verla.

–Bien. Voy a tomar–. Lena tomó un vaso y se sirvió un doble, devolviendo la botella a la nevera. –Cat cree que sabemos lo que está pasando–. Ella tomó un sorbo. –¿Tú también?

Kara detuvo su acecho. –No lo estoy arruinando a propósito.

–Lo sé.

–Esto no es como en Choosing Hope, donde estoy siendo subversiva para sortear una trama tóxica. Esta es una buena trama. Quiero hacerlo bien. ¡Lo hago!– Kara se cruzó de brazos. –Quiero que esto termine lo antes posible. Porque a pesar de cómo se ve, realmente lo estoy intentando.

¿Lo hacía? Obviamente, estos no eran nervios normales. La actuación de Kara era tan rígida como el tronco de un árbol, cada escena peor que la anterior. Después de dos docenas de tomas, tenía que estar ocurriendo una especie de autosabotaje inconsciente. Lena colocó su vaso sobre la mesa, ajustándolo perfectamente al centro. Correcto. Es hora de dejar de bailar en torno a esto y llegar a la raíz de las cosas.

–Kara–, comenzó tratando de expresarlo con delicadeza, –parece que tienes dolor físico cuando me tocas. Estás tan tensa que ni siquiera te reconozco. Cuando te beso, te estremeces o te alejas. Y me tocas como si me hiciera añicos.

Esperó una respuesta y como no llegó, el acecho se reanudó. –Vamos, habla conmigo. ¿Qué está pasando?– Lena lo intentó de nuevo. –En tu cabeza, quiero decir. Podemos encontrar una manera de superar esto

–Improbable.

–Me dijiste que podías hacer esto. Me hiciste creerlo–. Lena la miró a los ojos. –¿Qué ha cambiado?

Kara hizo una pausa a medio paso. –Esto es ... más difícil de lo que pensaba.

–¿Qué lo es? ¿Qué parte?

Kara miró al techo y no respondió.

–Para mí, la desnudez es difícil–, admitió Lena, esperando que al dar un poco, pudiera obtener algo a cambio. –No me siento cómoda en absoluto con eso, no importa lo perfectamente que estén las sábanas. Realmente no quiero otros dos días de rodar en casi nada frente a extraños. Va en contra de mi agudo sentido de la modestia–. Ella sonrió. ¿Quizás el humor calmaría la creciente tensión? –Entonces, si eso es lo que te molesta, puedo identificarme.

–Lamento que te sientas incómoda. Pero mi problema no es la desnudez–, dijo Kara rotundamente. –Obviamente no, de lo contrario no me habría bañado desnuda en la fiesta de despedida de Quand Pleurent Les Clowns.

Buen punto. –¿Es que nunca antes has hecho una escena de sexo?– Lena realmente esperaba que no fuera así. Kara estaba interpretando a la Lujuria, por el amor de Dios. Si no lograba entender el papel en sí, tendría que irse. Lena agarró su vaso y trató de no pensar en lo malo que sería.

–No, eso no–. Kara levantó la barbilla. –Las escenas de sexo en general son simplemente actuadas, ¿no?

¿En general? Entonces, ¿había algo específico sobre esta? Lena siguió inhalando, esperando que la tercera fuera la vencida. –¿Quizás es la naturaleza de la escena de sexo? ¿Dos mujeres?

–No. Y antes de preguntar, no, tampoco creo que la gente piense que soy gay por hacer esto–. Ella puso los ojos en blanco. –Ya no son los noventa. Las audiencias son más inteligentes y abiertas ahora.

Entonces tacha tu siguiente pregunta. Lena abrió la boca cuando Kara se detuvo frente a ella.

–Basta–, dijo Kara. –Tengo mucho que procesar y no lo estás facilitando.

–Estaba tratando de ayudar.

–Entiendo que es difícil para ti. Lo siento. Y tal vez te preocupa que Cat nos reemplace. Yo también tengo ese miedo. Pero no puedes simplemente hablar de esto. Dios, si supieras por qué...– Kara dejó de hablar abruptamente, luego se hundió en una silla frente a Lena con una expresión derrotada. Enterró su cabeza entre sus manos.

–Así que sabes por qué–. Era un comienzo. –¿Estás segura de que no puedo ayudarte?

Kara la miró con tristeza. –No puedes.

–No lo sabes–. Lena suavizó su voz. –Por favor dime.

–¿Te sientes incómoda por mostrar algo de piel? Eso no es nada. Lo arruinaría todo si te lo dijera.

Lena no estaba segura de cómo Kara podría arruinar más las cosas, dado que la producción acababa de cerrarse por esto, pero se mordió la lengua.

Kara miró a su alrededor y dejó que su mirada se posara en un vaso vacío. Caminó hasta la nevera, extrajo la botella de ginebra y la levantó, mirando el nivel. Solo quedaban un shot o dos. –¿Tienes más?

–Sí–. ¿Seguramente ella no planeaba necesitar otra botella entera?

–Bueno. Solo tenía que comprobarlo–. Kara vació la ginebra en el vaso, luego lo tomó y miró a Lena. –¿Por qué guardas tu ginebra en la nevera? Mis padres no lo hacen.

–Un maestro destilador de ginebra me dijo una vez que suaviza el sabor del alcohol, haciéndolo más fácil de beber. Más suave.

–Bien–. Kara le dio al vaso pequeño un remolino y luego bebió el líquido en dos tragos. Sus ojos se humedecieron. –Ugh. Odio la ginebra.

Sobresaltada, Lena preguntó: –¿Qué está pasando, Kara?

En lugar de responder, golpeó el vaso ahora vacío sobre la mesa y regresó a su asiento, encorvándose. Por un momento, se parecía a la chica incómoda que Lena había conocido por primera vez bajo la lluvia. Desdichada, miserable e inexplicablemente entrañable.

Kara empujó su vaso con un dedo. –Entonces… he tenido que besar a la gente frente a las cámaras antes. Hollywood decide que ningún niño mayor de once años puede estar sin un interés amoroso. Mi primer beso fue en la pantalla. ¿Qué tan desordenado es eso? No fue divertido.

Lena inhaló. Oh. Eso era realmente triste.

–Pero era solo un trabajo. Quiero decir, así es como me convencí a mí misma de no asustarme. Lo que empeoró las cosas fue que Tom... mi coprotagonista... estaba muy enamorado de mí y todos lo sabían. Ese fue un mundo incómodo, además de lo incómodo de tener doce años y tener mi primer beso frente a cuarenta adultos. Lo que estoy diciendo es que tener una escena de sexo como adulta, frente a un puñado de personas que son respetuosas, no es nada comparado con esa experiencia anterior. Cat ha sido excepcional en la protección de nuestra dignidad.

–Lo ha sido.

–Así que tienes que entender que no se trata de la escena en sí–. Los ojos de Kara seguían fijos en la etiqueta de la ginebra. –Prometo que no es eso. Puedo hacer eso.

–Entonces...– Lena vaciló. –¿Soy yo?

Las cejas de Kara se levantaron. –¿Qué?

–Te resulta difícil fingir que estás interesada en mí–, aclaró Lena. –No quieres tocarme, y retrocedes cuando te toco. Quiero decir, tengo que preguntarmelo. La atracción es innata, no es algo que nadie pueda controlar, y podría ser la razón por la que te resulte tan difícil ocultar lo poco atractivo que encuentras esto. Pues yo.

–Demonios, esto es tan difícil.

Lena reafirmó la mandíbula y se dijo que no debería doler. Kara era simplemente una mujer heterosexual incapaz de fingir su interés sexual por una mujer. No era personal. –Veo–. Excepto que se sentía bastante personal. Lena frunció el ceño y una oleada de irritación la inundó de que el disgusto de Kara por tocarla fuera aparentemente tan profundo que tenía que luchar para superarlo. –Bueno, una razón de más para que eliminemos esto lo más rápido posible, para que no tengas que pasar por la agonía de tener que parecer que me deseas.

La cabeza de Kara giró bruscamente ante el sarcasmo en su tono. –¿Qué?– Su mirada era de incredulidad. –Crees… que no quiero… Idiota. Eso no es. Te he estado protegiendo.

–¿De qué?– Lena la miró confundida.

–¡De mí! ¿No ves? Me siento atraída por ti. Maldita sea, mucho. Estoy en el infierno por tener que besar a una mujer a la que considero una amiga y de la que no quiero aprovecharme. Me está matando tanto que estoy dividida entre querer tocarte y no querer tomar libertades. Estoy aterrorizada de que si me suelto y hago la escena como está escrita, será obvio desde otro planeta cuánto te deseo.

«Me siento atraída por ti». De repente, se apagaron muchas bombillas.

–¿Ahora ves por qué?– El gemido de Kara fue doloroso. –Pensé que si sabías que me gustas de esa manera, te asustaría cuando te tocara. Recuerdo cómo me sentí con Tom. Fue incómodo ... casi una violación ... porque no podía decir que no. Y nuestra escena de hoy es mucho peor que eso, porque no es solo un beso, ¿verdad?– El rostro de Kara decayó y las lágrimas brillaron en sus ojos. Ella se las quitó. –No quería que pensaras que estaba obteniendo una emoción barata de esto. Pero si no te lo decía y lo hacía de todos modos, bueno, no es como si pudieras dar tu consentimiento. Así que eso también se sintió mal. Me ha estado matando la cabeza.

–¿Eres lesbiana?– La pregunta se escapó, aunque Lena no tenía derecho a hacerla. Odiaba lo incrédulo que era su tono y la mirada cautelosa que recibió a cambio.

El miedo apareció en los ojos azules. –Sí. Y entiendo si te opones a que yo sea Lucille ahora–. Kara se agarró la manga. –Una cosa es que un compañero de reparto profesional finja que le gustas. Es un nivel completamente diferente de incomodidad cuando sabes que realmente le gustas. En mi cabeza todavía tengo grabado el rostro emocionado de Tom mientras me besaba. No está bien.

Sin duda, Kara había ocultado bien su interés. La pobre mujer se había estado atormentando por una simple atracción. Aunque, en realidad, nunca había nada simple en el deseo cuando parecía no correspondido. Qué bien entendía Lena esa maldición. Dios, ¿cómo se las habría arreglado para hacer una escena de sexo con Rhea? ¿Especialmente cuando tenía veintitantos años y estaba intoxicada por la mujer mayor? La empatía casi la ahoga. Fue una lucha mantener su voz neutral cuando finalmente respondió: –Ya veo.

–¿Eso es todo lo que tienes que decir?– Kara parecía asombrada.

Ofreciendo una sonrisa tranquilizadora, Lena dijo: –¿Qué tal si prometo que no me sentiré aprovechada? Te doy permiso para interpretar a Lucille como está escrita. Todo dentro. De hecho, insisto.

–¿No te sentirás rara?– Los ojos de Kara se nublaron de preocupación.

–No. Sé que eres honorable, Kara, o esto no habría sido tan difícil para ti.

Kara todavía parecía afligida. –Simplemente no quiero que te sientas como yo lo hice con Tom. Prefiero renunciar primero.

–Lo sé. Y no lo hago. ¿Pero un pequeño consejo?– Lena volvió a tomar su vaso y lo hizo girar. –En la mejor actuación hay una pizca de verdad. Si que te gusto es la tuya, entonces úsala. Cuanto más alejas tu atracción, la luchas, peor se pone tu actuación–. Por encima de su vaso, Lena miró a Kara, cuyas mejillas lucían un leve rubor. –Veo ahora que has estado tratando de salvar mi honor todo este tiempo. Es dulce, realmente lo es, pero no necesito que lo hagas. Todo lo que haces es prolongar las cosas y no hacerte ningún favor. En su lugar, úsala. Bésame como si fuera en serio, arrójame a esa cama, lo que sea necesario. Terminemos con esto–. Ella sonrió. –¿Todo bien?

El asombro asomó a los ojos de Kara. –¿Realmente?

–Sí. Prometo que hagas lo que hagas, estaré bien. Soy una chica grande Confío en ti. Y tampoco habrá ningún juicio posterior. Solo házlo.

–Bueno–. Kara la miró fijamente, luego una resolución pareció asentarse en ella. –Bueno–. Sonrió, radiante y aliviada. –Gracias.

*

El corazón de Kara tronó cuando se reposicionaron en la cama. Lena arqueó la espalda y colocó los brazos por encima de la cabeza, un poco más allá de la almohada, esperando que Kara tomara posición. Sus pechos estaban desnudos como los de Kara, y Lena la miró a los ojos con una mirada directa y segura.

Esta vez, Kara se permitió mirar, mirar de verdad, asimilar la piel de Lena, suave, hermosa, y los senos. Sus pechos eran hermosos y amplios. Kara se había esforzado tanto por no ver nada de esto antes, por ser una profesional, por darle a Lena su espacio. Más especialmente, había estado tratando de demostrar que no estaba interesada.

Aunque lo estaba. Y también Lucille. Es hora de empezar a actuar como tal.

Los ojos de Lena se encontraron con los de ella, desafiando a Kara a que la aceptara, desafiándola a que se apropiara de este momento.

Desafío aceptado.

Sus ojos permanecieron fijos, los murmullos de fondo desaparecieron a su alrededor. Kara tomó las muñecas de Lena en su mano, esperando. Atrás quedó la empuñadura de hierro. Ahora acunaba la carne y el hueso, saboreando la sensación. Para su sorpresa, el pulso de Lena latía con fuerza bajo sus dedos.

–Acción.

Kara arremetió, sus besos calientes, febriles y desesperados, ansiosa por encontrar todas las formas que hacían que Emma… o Lena… gimiera. Sus dedos trazaron la curva de la mejilla de Lena, debajo de su barbilla, inclinando su rostro hacia arriba para otro beso que prodigó con labios y lengua. Porque, obviamente, Lucille usaría su maldita lengua. Y Kara dejó de fingir lo contrario.

Sus uñas rastrillaron las costillas de Lena y sus labios siguieron su camino. Kara tomó un pezón en su boca, y el apretón de deseo que había estado reprimiendo durante veinte tomas estalló dentro de ella.

Sintiendo el giro del cabezal de la cámara, buscando su expresión, le dio a Lena una mirada ardiente. Kara mantuvo la pose por un momento, devorando la vista de su amante en la pantalla antes de volver a ese pezón húmedo, provocándolo con su lengua.

Lena jadeó y se arqueó con fuerza contra ella, los ojos se oscurecieron.

La música cambió y esa era su señal: el momento en que Kara no había clavado ni una sola vez. Contuvo el aliento cuando Lena la alcanzó y la besó con fuerza, tomando el control.

Caer en el beso, tener permiso para hacerlo, era todo. El beso en sí fue sublime, no se podía negar. Esta vez no hubo vacilación. Nada más que una sensación de hundirse en algo poderoso.

Kara rozó los lados de los senos de Lena con las yemas de los dedos. Tan suave, tan suave. Un gemido salió de su garganta.

La música cambió de nuevo. Los ojos de Lena estaban entornados e interesados. Esa mirada. Oh Dios.

Kara deslizó su mano hacia abajo, y cuando Lena abrió las piernas, Kara comenzó a apretar y aflojar los dedos contra la suave piel de la parte interna del muslo más cercano. Para la cámara lateral, que se centraba en los sutiles músculos que se movían en el antebrazo de Kara, parecería un empujón.

La respiración de Lena se volvió más pesada.

Kara se deslizó más hacia abajo por esas hermosas piernas, luego dejó caer un beso en la tanga color piel de Lena. Casi jadeó cuando el olor de la excitación la alcanzó.

Continuando besando el cuerpo de Lena, trató de ordenar sus pensamientos. Bueno, no era del todo inesperado, ¿verdad? Hubo todo tipo de roces y fricciones. Cualquiera se excitaría un poco, ¿verdad? Ciertamente, Kara no estaba en condiciones de juzgar; la humedad entre sus propias piernas era copiosa, casi embarazosa.

Volviendo a concentrarse, Kara redobló sus esfuerzos, tratando de no notar la mancha húmeda que crecía en el algodón entre las piernas de Lena mientras esperaba a que su coprotagonista cumpliera su clímax.

¿Por qué esto tiene que sentirse tan real?

Lena se arqueó contra ella, las piernas se enredaron con las sábanas mientras sus dedos apretaban y aflojaban contra la espalda de Kara. Sus gemidos eran guturales y bajos. Tan condenadamente convincentes.

Justo cuando la música cambió, terminó y se volvió hacia Kara con una mirada depredadora.

Oh, mierda. En unos cinco segundos, la mano de Lena flotaría entre sus piernas y descubriría exactamente cuánto Kara la deseaba.

¿Quizás esto era normal? Ella había escuchado historias. Los hombres estándo... indispuestos. Mujeres mojándose. Podría pasarle a cualquiera. ¿Cierto?

Sin romper el contacto visual, Lena deslizó los dedos entre los muslos de Kara.

Kara luchó por no temblar ante el toque sensual antes de recordar que eso era exactamente lo que se suponía que debía hacer.

Por una fracción de segundo, Lena vaciló, diciéndole a Kara exactamente cuándo sus dedos indagadores encontraron la humedad.

Kara se tensó de vergüenza. La mirada que se encontró con la de ella, sin embargo, fue sin censura. Estaba tan llena de calor, tan convincente, que Kara simplemente arqueó la espalda, cerró los ojos y fingió un orgasmo.

Acurrucándose alrededor del cuerpo deliciosamente desnudo de Lena, susurró la línea de Lucille con fiereza. –Eres mía, Lena. Soy tuya. Somos una y la misma.

Se hizo un silencio.

Luego respiración temblorosa. Luego, una extraña especie de siseo de Lena.

Luego…

–¡Corte!

*

Cuando Kara arrojó a Lena a la cama con abandono, antes de besarla como si fuera la mujer más hermosa del mundo, Lena se dio cuenta de dos cosas con bastante rapidez. Uno, Kara había superado su ansiedad, por lo que no serían despedidas pronto. Y dos, había desatado un monstruo. Uno realmente atractivo.

Todo lo que Lena había hecho fue dar permiso. Permiso para ser la mejor Lucille que pudiera ser. Para hacer lo que fuera necesario. Kara había aceptado el desafío con una fiereza inesperada.

Lena se sorprendió de lo efectivas que eran las manos y la boca de Kara para transmitir toda esa lujuria. A medida que sus dedos febriles trazaban los puntos sensibles de Lena, se hizo cada vez más difícil divorciar las sensaciones de la realidad. No se sentía exactamente como una actuación, pero tampoco era real. Quizás algo surrealista flotando en el abismo intermedio.

El deseo onduló dentro de Lena como una gota de tinta en un papiro, extendiéndose más, difuminando sus líneas y bordes hasta que todo lo que sintió fue calidez y excitación. Eso nunca le había pasado antes en el trabajo. Al fingir con James Olsen se había sentido como un saco de harina, tirado para los mejores ángulos para halagar su perfil. Su escena de sexo había sido una anatomía de poder y dominio, para mostrar al doctor y Méndez poniendo a su gélida jefa en su lugar.

No era así con Kara. El personaje de Lena aquí también estaba siendo dominado, pero Emma también era adorada, envuelta en afecto.

Qué cautivadora era Kara. Qué habilidosa esa boca traviesa y juguetona. Cómo burlarse de sus ojos danzantes que prometían tanto. ¿Los senos de Lena habían estado tan prodigados antes? Infierno. Ese fue un pensamiento peligroso.

Los ojos llenos de deseo de Kara volvieron a fijarse en ella.

¿A quién ve ella? Lena se preguntó. ¿A mí o a Emma?

¿Y qué respuesta preferiría?

Sus terminaciones nerviosas vibraron de emoción. El cuerpo ágil de Kara era exquisito y atractivo de una manera que Lena nunca había esperado. Nunca antes había sentido el deseo como un hambre tan insaciable, algo que quemaba. En el pasado, el deseo significaba un placer delicado, provocador, lúdico y evocador. Fue impactante descubrir, con una coprotagonista frente a las cámaras, nada menos, que el deseo podía ser una avalancha embriagadora y abrumadora, algo que anhelar.

La música cambió; este era el momento para que Emma se hiciera valer. Lena se hizo cargo, aliviada cuando la transición finalmente se realizó sin problemas.

Se dio un festín con los pechos de Kara y no fue difícil adorarlos. La mujer era hermosa. La mano de Lena cayó entre las piernas de Kara. Oh. Tan mojada. ¿Para mi?

¿Importa?

Un tono de vergüenza se deslizó por las mejillas de Kara y Lena casi chasqueó de consternación. No. No lo toleraría. Fijando a Kara con una mirada de puro hambre, se aseguró de que la mujer que se retorcía debajo de ella no sintiera vergüenza por la reacción de su cuerpo.

Pareció funcionar. Kara fingió su orgasmo con un grito de placer que hizo que Lena se retorciera de la manera más placentera.

–Eres mía, Lena–, dijo Kara acaloradamente, mirándola a los ojos. –Soy tuya. Somos una y la misma.

Entrega perfecta. Tan real.

Espera ... ¿Lena?

Kara hizo un ruido ahogado.

–¡Corte!

Kara exhaló con evidente alivio.

Lena le dio una sonrisa tranquilizadora, apartando un mechón de cabello de los ojos de Kara. –Preciosa–, susurró, sintiendo que Cat se acercaba.

–¿Lo soy?

Había querido decir la actuación, pero Lena no podía dejar esa expresión vulnerable sin control. –Sí, por supuesto.

Una sonrisa deslumbrante dividió el rostro de Kara. –Tú también–. Su mano se deslizó por la espalda de Lena, dejando un rastro de piel de gallina a su paso antes de descansar en su brazo. Este toque se sintió muy diferente al de Lucille.

Cuando Cat se acercó a la cama, Lena tiró de la sábana sobre ella y Kara. Proteger su dignidad era ahora más reflexivo que práctico.

–Perfecto–. Cat sonrió. –Sentí el amor. Ah, y no te preocupes por decir «Lena»–, le dijo a Kara. –Podemos cambiar eso a «Emma» con bastante facilidad. Sonidos similares, ya ves.

Palideciendo, Kara le lanzó a Lena una mirada de sorpresa mientras Cat se retiraba nuevamente, un técnico de iluminación la llamó.

–Está bien–, dijo Lena, como si la confusión de nombres fuera común en las escenas de sexo. No tenía idea de si eso era cierto, pero Kara parecía consternada. –Lo principal es que sobrevivimos.

Poco a poco, Kara se relajó. –Sí. Gracias a Dios. Supongo que no quedan secretos entre nosotras–. Le lanzó a Lena una mirada avergonzada. –Bueno, ya sabes todo lo mío.

Una punzada de culpa golpeó a Lena por no haber admitido su propio secreto. Aún no estaba lista. No podía evitar su personalidad cautelosa, lo difícil que era para ella admitir esto ante nadie. ¿Y si Kara era indiscreta y se lo contaba a alguien? El terror se sumergió en su cerebro y comenzó a nadar.

Esto no era solo un secreto; tenía poder. El poder de lastimarla. Lena no quería la atención en su mundo ordenado y seguro. No quería que los buitres destrozaran su vida privada, dado que su vida pública ya estaba sujeta a burlas a diario.

Pero, ¿y si ... se lo dijera a Kara? ¿Poner su fe en esos ojos confiados y esa sonrisa inocente? ¿Esta admisión haría que Kara se sintiera más o menos ansiosa? ¿Se sentiría traicionada? ¿O tal vez envalentonada para invitar a salir a Lena?

«¿Sería eso tan malo?» preguntó una vocecita en el fondo de su cerebro. Además, ¿cuándo fue la última vez que la besaron así?

Dejó a un lado las irritantes preguntas. Irrelevante, de todos modos, dados los hechos: no era abierta sobre su vida privada y no se involucraba con sus coprotagonistas.

–Entonces, ¿estás bien?– Kara susurró. –Yo no ... um–. Ella se mordió el labio. –¿Te hice sentir incómoda?

–¿Qué? No. Todo bien–. Lena esbozó una rápida sonrisa.

–¡Bueno!– Cat las llamó. –¿Señoras? Iremos de nuevo. Eso fue excelente, pero haremos otra toma por seguridad antes de hacer primeros planos.

La maquilladora reapareció y comenzó a retocar a Lena, con el ceño fruncido entre los ojos. Lena miró a su izquierda para encontrar a Kara esperando su turno, su expresión distante. La sábana le había caído hasta la cintura. El pulso de Lena se aceleró ante la vista.

Bueno, eso era poco profesional.

Lena se obligó a mirar solo a Cat, ahora conversando con un asistente. Pero cuanto más se concentraba en la directora de la película, más sus pensamientos volvían al cuerpo bien formado de Kara. Había sido un placer tocarla.

Frunciendo los labios, Lena trató de recordar sus frases para mañana, cuando filmarían la primera escena de Lucille, al llegar a la cabaña de Emma. Vestida con su uniforme y botas de guardabosques, toda arrogante y confiada, rezumando encanto. Se vería tan sexy con ese atuendo.

En la siguiente toma Lena estaba un poco más acalorada que antes, usó sus dientes para abrirse camino a través del cuerpo de Kara, su lengua para prodigar esos pezones con atención extra, decidió no insistir en lo que eso significaba.

Las fosas nasales dilatadas y los ojos oscurecidos de Kara le dijeron a Lena que no tenía ninguna queja. Ambas se elevaron y ondularon, y presionaron las yemas de los dedos con fuerza en la piel de la otra, dejando formas de luna creciente en la espalda de ambas.

Esta vez Lena olvidó que se trataba de un simple baile técnico. Olvidó todo menos las emociones de la escena. Se enterró en el tacto, el sabor, el olor de Kara, encontrando el oleaje del cuerpo de Kara con el suyo. Compartió de sí misma de una manera que rara vez lo hacía en la realidad.

Y para su sorpresa, por primera vez en años, se sintió viva.

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