Lazos eternos ✓

By Gimenabazante

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Ryan es un restaurador de arte, huraño, solitario. Un dulce accidente lo cruza con ella. Carly es una pastel... More

Prólogo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capítulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capítulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31 FINAL
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Capitulo 18

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By Gimenabazante

Carly sonrió cuando vio a Ryan dormido en su vientre abrazado a su cintura. Se desperezó y miró la hora, tres de la mañana. Se sentó en la cama y él le dio la espalda, prendió la luz de su mesita de luz y tomó el diario de Svetlana. Le quedaban pocas hojas. Apoyó una mano en su nuca y Levantó una pierna, apoyó el libro en su muslo y comenzó a leer. 

  

  Lo he dejado, me ha pedido matrimonio y le he dicho que no. 

  Fue la situación más absurda en la que he estado. Estábamos desnudos, recién terminábamos de hacer el amor y con la cabeza en mi vientre me pidió matrimonio. 

  Se enojó por supuesto, se sentó en la cama y me pidió explicaciones de porqué no. 

  Trate de explicarle, no quiero ser una cornuda; pero él me aseguro que no era así, que había cambiado, puede ser, es probable; pero no me arriesgare. 

  Cuando vio que no podía convencerme de casarme con él me ha amenazado y me sentí muy mal cuando nombre a Aline. Le dije que él me estaba obligando de la misma manera que Aline lo había hecho con él y si llegaba a decirle a mi hermano y me casaba con él lo odiaría el resto de mi vida. Estuvo mal, lo se. Él me ha confesado sobre ella, pero no pude no decirlo, me sentí atrapada. No quise lastimarlo, pero él me miró airado y me ha pedido que me largara. 

  Hace un mes que terminamos relaciones con Jacob, él me ha evitado en todas los lugares en donde nos hemos encontrado de casualidad, he tratado de hablar con él. Ha sido tanta mi insistencia que se ha encontrado conmigo en el bosque cerca de la casa de los Kuznetsov. Nada de la calidez con la que nos hemos tratado antaño había ahora. Se acercó a mí y me preguntó si me casaría con él. Le expliqué con tranquilidad mis razones y me escuchó en silencio, cuando quede en silencio me preguntó si había terminado, cuando asentí me dijo, palabras textuales porque no puedo quitarme de la cabeza lo que me dijo: COBARDE, TODO LO QUE OIGO SON LAS PALABRAS DE UNA COBARDE, TU ALERGIA A LOS HOMBRES NO ES MI PROBLEMA. 

  ESTA ES LA ÚLTIMA VEZ QUE NOS VEREMOS. NO QUIERO VOLVER A VERTE. ALEJATE DE MI Y DE MI HIJA. 

No lo he vuelto a ver, ha cumplido su promesa y no nos hemos encontrado en ningún evento. Me he enterado esta noche que se irá del país. Victoria lo ha comentado mientras cenábamos, que se iba del país con su pequeña hija. James está devastado, y Elena igual. A todos les parece extraño esa decisión; pero él no ha dado explicaciones. Estoy segura de que James y Elena lo convencerán de quedarse y si no pueden hacerlo se irán con él, sé que jamás se han separado más que una hora de distancia de una casa a la otra. 

   Estoy destrozada, devastada. Me ha llegado la carta de Jacob antes de irse. Ni siquiera puedo llorar por él porque si no se darían cuenta en casa. Finalmente si se ha ido, al parecer se fue a París porque James y Elena han comenzado a buscar casa en venta ahí. He decidido irme de viaje, Necesito salir de esta casa donde me siento ahogada, enterrada en este pozo sin fondo. 

  Mikhail no entiende mi tristeza, y Victoria… ¿Hay algo que se pueda esconder de ella? No me ha confesado que sabe la verdad; pero en palabras veladas me ha llamado cobarde y que he cometido el peor error de mi vida. Lo se, ahora que lo he perdido lo se; pero no puedo volver atrás, no me perdonara. 

Carly cerró el cuaderno blanca como el papel. Había creído que no se había casado por la muerte prematura de él o alguna otra cosa menos por su cobardía. Apago la luz y abrazo a Ryan angustiada. Por alguna razón no podía entenderla, no podía comprender su negativa. Podía entender su miedo, ella también tenía miedo de los sentimientos que Ryan había despertado en ella; pero Svetlana no había sido sincera con él, ella sabía que Ryan respetaba sus tiempos, comprendía su vacilación. 

  Con suavidad y palabras cariñosas hizo que el se volteara, cuando el murmuro y la abrazo se sintió mejor, en sus brazos había encontrado un consuelo que jamás habría creído posible. Él le transmitía seguridad, acompañamiento, le gustaba cuando él besaba su coronilla distraído mientras veían una película, o seguía sus tonterías. La risa de él llenaba sus espacios vacíos. Sonrió cuando sintió sus manos acariciándole los pechos, se dejó llevar. Lo beso y abrió los brazos para él, lo exploró con manos ansiosas, lo arrasó con su pasión. Necesitaba su contacto real, y como si él leyera su mente la acaricio lentamente, no había prisas, le hizo el amor como si fuera el chocolate, cambiando de temperatura para espesarlo, despacio y rápido, frío y calor para llegar a la temperatura ideal. Cuando él se sentó en la cama ella acunó su rostro y lo miró intensamente. 

— Tengo sentimientos que no puedo comprender cuando estoy contigo. — Le besó largamente. 

— Dámelos. — Ryan pasó las manos por su cabello enterrándolas en sus rulos. — Cuidare de ellos, dame tu corazón, estará a salvo conmigo. 

— Es tuyo. — Ella cerró los ojos mientras él se movía ligeramente. — Siempre fue tuyo. 

 Ryan beso suavemente su cuello, la abrazó y comenzó un suave ritmo para hacerla llegar al orgasmo. Ella se había entregado de una manera que lo hizo estremecer, estaba seguro de que ella no había sido consciente de lo que había dicho, y eso es lo que más le había conmovido, realmente se había dejado llevar y guardaría su secreto porque la amaba, desde el primer momento en que había estado con ella. 

  Carly cerró sus ojos cansada, protegida en sus brazos se dejó ir en un sueño inquieto. 

Con manos temblorosas tomó las cartas que tenía escondidas en el cajón, el cuadro que ella le había regalado también fue sacado de su lugar. En el patio, en la fría madrugada dejó todas esas cosas en el suelo. Observó por última vez el cuadro que ella había pintado para él, íntimamente. Acostado con una sábana cubriendo su desnudez, el pecho desnudo con la mano en su nuca, una pierna extendida y la otra doblada, sobre el muslo un libro y su mirada sobre la lectura, mirándola directamente mientras lo pintaba. Observó como el fuego comenzaba a consumir la madera, las lenguas de fuego comenzaron a lamer la pintura suavemente, como si la acariciara con cariño, las cenizas detrás largaron chispas como pequeñas estrellas festivas. 

  Estaba quemando los últimos resquicios de la felicidad que había experimentado, borraba los recuerdos que le parecían innecesarios, pues estaban grabados a fuego en su corazón. Se iría en la mañana a París para no volver por un largo tiempo. Su hermano y cuñada lo habían apoyado, siendo ellos los únicos que sabían lo que realmente había pasado. 

  Había tratado de convencerlos de que no era necesario que se vayan con él; pero ellos habían descartado con un ademán de la mano echando por tierra sus excusas. Los niños debían crecer juntos y Tani necesitaba estar en familia y si él se iba a ir a donde sea, ellos irían. Elena le había asegurado que Alexi estaría encantado de pasar las vacaciones en París, y sus hermanos también, nada los ataba a Londres que no podían arreglar con un viaje, pero él necesitaba apoyo y ellos se la darían. 

    Necesitaba alejarse, no podía evitar dejar de mirarla, anhelante, con dolor. 

  Cuando todo quedó en brasas y cenizas le tiró agua y entró a la casa, se sentó en la mesa del escritorio y escribió la última carta para ella, necesitaba despedirse. Trato con ahínco de quitarse el enojo que sentía, y volcó en las letras el amor que sentía. 

   No era fácil quitarse el enojo, había besado tantos labios pero esa noche, en ese jardín se había encontrado a sí mismo. ¿Cómo le explicaba que sus latidos se aceleraban cuando la veía? Que su vida se había vuelto gris desde que no la veía; pero el enojo volvía a él una y otra vez. Necesitaba alejarse, dolía demasiado sin ella, necesitaba volver a encontrarse a sí mismo. 

  No te perdono, te odio, cada vez que recuerdo lo que hemos vivido me duele. Sabes que creo, si de verdad hubieras querido te habrías quedado conmigo. No tuviste el valor. Lo que sentiste no es amor, es vanidad. 

No me amas nada, ¿Qué amor es ese? ¡¡¡Mierda!!! Mierda de amor. 

Arrugó el papel y suspiro para volver a calmarse, comenzó nuevamente. 

Carly se dio vuelta con un gemido, Ryan la abrazo cuando ella se quejó suavemente. 

  Caminaba de la mano con su pequeña hija por las calles de París, un cartel le llamó la atención. 

  Svetlana Gurevich estará presente en la muestra de arte. 

  Un mes, dentro de un mes estaría ahí. Dio la vuelta y volvió sobre sus pasó, cuando llegó a la casa de su gemelo encontró a su cuñada junto a los chicos en el jardín. 

— ¿Que se te olvido? — Preguntó ella mirándolo con una sonrisa. 

 Tani le dio un beso a su tía y se fue a jugar con sus primos. 

— Nada. Estaba pensando, desde hace varios días de hecho, que me gustaría volver a Londres. 

— ¿De verdad? — Preguntó Elena sorprendida. 

— Hace cinco años que estamos aquí, creo que es tiempo de volver ¿No crees? 

— Si eso es lo que quieres… — Su cuñada lo tomó de la mano y lo miró comprensiva. — ¿Es por ella? 

— No. — Dijo mirándola sin vacilar. — Y a la vez si. Me he alejado de todo y es hora de volver a casa. Quiero que mi hija crezca con toda la familia, ha sido suficiente en París. 

Acepto el abrazo de su cuñada y sonrió. 

— Le diré a James apenas llegue a casa.

— ¿Estas mejor? 

 El se levantó y le dio la espalda, sabía que ella se daría cuenta de su estado de ánimo. 

— He aceptado que la he perdido. Me tomó demasiado tiempo, ahora puedo comenzar de nuevo. Ella eligió su camino, yo el mio. 

Abrió la puerta despacio, trato de no hacer ruido por si estaba descansando. Ella estaba ahí, acostada en el medio de la cama, acurrucada, sus ojos dorados estaban abiertos y se llenaron de lágrimas al verlo. Se sentó a su lado y con un pañuelo le secó las silenciosas lágrimas. La vio hermosa, a pesar de su piel avejentada y su cabello canoso. 

— Estas hermosa. — Le susurro con una sonrisa. 

— No mientas. Jamás me has mentido. Estoy horrible y vieja. 

— Te verías hermosa incluso postrada en la cama. ¡Ah cierto que lo estas! — Dijo él poniéndose la mano en la frente. 

 Ambos se rieron varios minutos. 

— No me quería ir antes de pedir perdón. 

— Han pasado años Svetlana. — Murmuró tomándola de la mano.  

— Lo se, pero aun no puedo perdonarme por dejarte ir y se que tu tampoco me has perdonado. No me alcanzaría esta vida para pedirte perdón. 

— Es tarde ahora, ya no importa. Te perdono. 

— Se que aun no me has perdonado. — Ella suspiró y lo miró intensamente. — No pienses que voy a dejarte, te dejare en esta vida, te juro que en la otra te buscare. Esta no es nuestra despedida, quisiera no hacerlo. Es una pausa, un intervalo. Volveré a verte Jacob, te prometo que te buscaré. 

— Deberás tener paciencia conmigo. — Le dijo acariciando su mejilla cenicienta. — Cuando volvamos a encontrarnos no sé si seré el mismo. 

— Tendré paciencia, no te dejaré ir. 

— ¿Prometes que no me volverás a dejar? — Le pregunto dándole un suave beso en los labios pálidos. 

— Te lo prometo. Te buscaré una y otra vez hasta que te cases conmigo. Nunca te lo dije… te amo. Siempre te ame y lo seguiré haciendo en la otra vida. 

 El se acostó a su lado poniendo su mano en su pecho. 

— Te esperaré. — Susurro mientras la veía cerrar los ojos por última vez. 

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