Tuya Por Una Noche© Nuevament...

By AprilRussel123

8.7M 495K 97.9K

Megan McMillan es una joven violinista que sueña con algún día ser reconocida por sus melodías. Los problemas... More

Antes de leer
Prólogo
Capitulo 1: Decepción
Capitulo 2: ¡Una maldita entrevista en algun maldito lugar de Seattle!
Capitulo 3: Mi primer y creo que ulimo dia de empleo
Capitulo 4: Mi mente, ¿Pervertida?
Capitulo 5: ¡Mi querida amiga inocencia se esta muriendo!
Capitulo 6: Un cafe con sal
Capitulo 7: Querido señor hielo, ¡es un gilipollas!
Capitulo 8: ¡Renuncio por impulsos!
Capitulo 9: ¿Tendre que dedicarme a llorar?
Capitulo 10: Suya por una maldita noche
Capitulo 11: Mi otra yo esta encantada con la dosis de sexo ruso
Capitulo 12: Preguntas y respuestas
Capitulo 13: Una esperanza moribunda, pero esperanza al fin
Capitulo 14: Derritiendo el hielo
Capitulo 15: Francotiradores en mi interior
Capitulo 16: ¿Arranque u Ofensa?
Capitulo 17: ¡Quiero otra dosis rusa!
Capítulo 19: Jodidamente enamorada
Capitulo 20: Estocada a la arrogancia del señor hielo
Capitulo 21: ¡Morbo en Presidencia!
Capitulo 22: Estado mental: Cabreada y excitada
capitulo 23: Coctel y ¿Algo mas?
Capitulo 24: De vino, muchas copas
Capitulo 25: Guerra en el sexo, ¿Estará bien?
Capitulo 26: Rienda suelta a mi otra yo
Capitulo 27: Archivo, dulce archivo
Capitulo 28: Tulipanes Lila
Capitulo 29: Mazmorra interna
Capitulo 30: Correos fantasmas
Capitulo 31: Abriendo un pasado sin cerradura
Capitulo 32: Liberando fantasmas
Capitulo 33: Nuevos Placeres
Capitulo 34 : El pasado, ¡menudo problemita!
Capítulo 35: Ideas locamente absurdas
Capitulo 36: Noche de estreno
Capitulo 37: Uno mas uno...,No siempre son dos
Capitulo 38: Confesión
Capitulo 39: Dejarlo ir...
Capitulo 40: Graduacion dislocada
Capitulo 41: Un chance para darle paso a la elocuencia
Capitulo 42: Otro violin
Capitulo 43: Conociendo a la ¿Suegra?
Capitulo 44: Presidencia se revoluciona
Capitulo 45: Cuentas saldadas
Capitulo 46: Un mal momento, todo se distorsiona
Capitulo 47: Todo termina
Epílogo
Aviso importante
Aviso (vuelve tuya por una noche)

Capitulo 18: Todo depende de un si o un no

172K 10.5K 2.7K
By AprilRussel123




           

Golpeo las uñas en mi escritorio. Estoy hastiada de gráficas y tablas. De nombres científicos de medicamentos y de trabajar con el causante de mis sueños morbosos.

Suena mi móvil, es John, esbozo una sonrisa. Cada vez es más seguido que me busque o llame con cualquier excusa. Se ha convertido en un buen amigo y que me ayuda a olvidar mis problemas.

—Hola, ¿cómo estás?

—Creo que bien, ¿y tú?

—Bien también. Megan, ¿estarás ocupada en la tarde?

Me extraño con su pregunta.

—Eh, no, ¿Por qué?

Lo escucho resoplar algo nervioso.

—No sé, tanto trabajo me tiene exhausto, me gustaría salir a despejar la mente.

—¿Y cómo que quieres hacer?

—Pues, están pasando unas películas interesantes en el cine. Podemos ver una.

Me río por dentro, me siento como niña pequeña.

—¿Me estás invitando a salir?

—Puedes invitar a alguien más si te sientes más cómoda de esa manera.

—Vale, no puedo prometerte nada, pero lo intentaré. Hasta luego, estoy en el trabajo.

Guardo el móvil. Suelto un suspiro, tengo que llevarle al ruso todos estos informes y no quiero tenerlo cerca para evitar tentaciones. Los pongo en mi brazo y armada de paciencia salgo al pasillo. A ver si esta vez todo fluye normal y no ocurre nada extraordinario.

Toco la puerta del ruso y seguido entro. Está de espaldas a la entrada. Su perfume rápidamente penetra mi nariz queriendo regarse por todos mis sentidos, «¡Calma Megan! Hormonas..., ¡Fuera!».

—Señor...—Se gira en su silla ejecutiva para encararme. Lo noto extraño. No me responde, solo me mira. Me siento algo incómoda. «¿Qué coño ve (mira)?»—. Solo vine a dejarle los informes, señor.

Los coloco sobre su escritorio con temor. Doy media vuelta para irme y me detiene con su voz.

—No le he dicho que se vaya.

—Dígame señor.

Algo tenso me invita:

—¿Me acompañaría a tomar una copa?

Me quedo con el ojo cuadrado. «¿Mikhail Ivanov invitándome a salir? ¡Joder, esto va para la historia!, Megan, antes no se te pegaba nadie y ahora tienes a dos que quieren salir contigo. ¿Qué tengo que atrae a todos?».

—No lo creo, ya tengo planes en la noche.

Se levanta de golpe de la silla. Se me acerca intimidante y yo quiero que mi madrecita venga a rescatarme. Parezco una hormiguita a su lado.

—¿Planes? ¿De qué tipo?

—Asunto mío —digo temerosa.

Siento su respiración sobre mi rostro y sus dedos oprimir mi brazo con fuerza sin importarle que ya se está pasando.

—Pregunté qué planes tiene.

Muerta de miedo respondo:

—Un amigo me ha invitado al cine y pienso ir.

Me suelta de golpe y comienza a caminar de lado a lado, como si estuviera acorralado por los... ¿Celos? No, no lo creo. Es un jodido narcisista que cree que yo soy de su propiedad, es solo eso, Megan McMillan.

—Cancele esa cita.

—¡No cancelaré nada solo porque usted lo pide! ¡No es nadie en mi vida para exigir tal cosa!

—Le dije que se alejara de mí. No lo dije en vano, McMillan. Aténgase a las consecuencias, ¡cancele la maldita cita!

—¡Dije que no! Deme una razón. Solo una para tener que cancelarla.

Violentamente me acerca a él y me responde sensualmente encolerizado: ¡Bésame!

«Megan, te mueres por él, te derrites por él, te desarmas por él, aunque quieras hacerte la indiferente».

—¡Me revienta la idea de que esté con otro hombre!, ¿Feliz?, No soporto que otro hombre este cerca de ti, otro hombre que no sea yo.

Dispara su respuesta sin darse cuenta de lo que ha dicho. Me quedo helada, atónita. «No sé qué hacer, no sé qué decir. No sé si es cierto lo que acaba de decirme. Mis ojos sollozan con una horrible sensación, lo que ha dicho ha movido grandes montañas en mi interior».

Trago saliva y con un nudo en la garganta niego.

—No le creo, sólo se burla de mí.

En voz baja y arrepentido replica.

—Olvide lo que acabo de decir, fue una idiotez.

— No creo que pueda... Lo siento. No sabe cómo, ahora le digo yo a usted..., ha cometido un grave error.

Me mira autoritario.

—Por última vez, cancele esa cita, señorita McMillan.

—Quiero ir al cine señor, no puede impedirme salir y tener vida social, no es quien para hacerlo. Mejor déjeme en paz, ya no tiene caso que diga cosas y luego se ande arrepintiendo.

Se acerca con pasos pausados hacia mí. Miro hacia arriba para poder mirarlo a los ojos, es tan alto que me hace sentir maripositas en el estómago. Presiento que este hombre será el causante muchas sonrisas, pero también de muchas lágrimas.

—La acompañaré.

Me quedo idiotizada. «Este está teniendo problemas mentales o algo así. Odia salir, odia la sociedad, odia socializar. ¡Odia al mundo! Ahora de la nada quiere acompañarme al cine».

—¿Disculpe? ¿Acompañarme? ¿Se siente bien?

—Quiere ir al cine, bien la acompaño y cancela con su "amigo".

Me emociono por dentro, «¡no seas tonta, Megan!».

—¿Habla en serio?

—No acostumbro a bromear, señorita.

Siento fuegos artificiales en mi interior. Quiero dar saltitos, pero tengo que parecer indiferente. «No Megan, no te emociones».

—Vale, cancelo entonces.

Salgo de la oficina y grito en medio del pasillo: ¡Sí!, Me siento como una adolescente ilusionada. Mientras camino hacia mi despacho le mando un mensaje a John algo apenada.

Megan a las 1:23pm

No podré ir al cine, se me han presentado asuntos del trabajo. Planeamos para otro día. ¡Besos!

John a las 1:24pm

Qué pena, me hubiera gustado charlar un poco después de la película, vale será para la próxima.

Me siento en mi silla ejecutiva y cierro los ojos sonriendo como una tonta. De odiar al ruso he pasado a no saber qué coño siento por él.

Entra una llamada de Melanie. Soltando un suspiro feliz respondo la llamada.

—¿Qué ocurre Mel?

— Es solo para avisarte que llegaré tarde a casa, estaré en casa de una amiga. Me tome ya el anticonvulsivo y todo bien. No te preocupes por nada.

—Vale, pero me avisas cualquier cosa.

—Qué sí, que te aviso. ¡Vale, besos!

*******

Son las cuatro de la tarde, ya he terminado todo mi trabajo y es hora de ir al cine. «Megan, sabes que el cine es solo una excusa para estar cerca del ruso, cada vez te vives más la fantasía, no hay remedio contigo».

Paso a la oficina del ruso y le digo temerosa.

—Cuando quiera nos vamos.

Se levanta de su silla ejecutiva y tirano me responde con gelidez, además de pesadez.

—Iremos en mi coche.

—Tengo coche, señor.

—Ya le dije, señorita McMillan, no me contradiga. Voy a mandar que recojan el suyo y lo lleven a su casa.

Salimos juntos de la farmacéutica y caminamos hasta el multipisos parking. Me muerdo la lengua, «¡joder, Megan, evítate problemas!».

Subo al copiloto de su Porsche y trato de moverme lo menos posible. Es todo como si fuera muy avanzado para mi razonamiento lógico o algo así.

Sube al piloto y enciende el coche. Conduce, no escucha música, no habla. Solo conduce. «¡Qué tedioso y aburrido es el ruso este! ¡Quiero hablar!».

—¿A qué se refería con que le revienta verme con alguien más?

Se torna tenso, no contesta. Quiero una explicación porque ese comentario ha causado estragos en mi cabeza.

—He dicho que lo olvide, McMillan, no vuelva a preguntar.

—Tengo derecho a saber.

— La única manera que tendría el derecho de saberlo es aceptando mis condiciones.

Resoplo, «siempre sus jodidas condiciones».

—Ah sí, lo olvidaba. Tengo que entrar en su mundo aceptando unas condiciones que no conozco.

—Está en su derecho de negarse, pero no exija.

«¡Me reviento!».

—Vale, no me diga nada.

Respira hondo y solo conduce sin ningún tipo de expresión facial. «¡Es de otro jodido planeta!, Megan, ¿Que le has visto a este hombre?».

Estamos a las afueras del cine, «no sé qué película ver junto al ruso. ¿Qué veo? Acción no, comedia ni pensarlo, romance se mata. Que nos queda...drama».

Inexpresivo como es me pregunta:

—¿Cual quieres ver?

—Un drama.

Pone cara de, "estoy jodidamente jodido". Le enseño la película que quiero ver en los carteles y compra las entradas.

Entramos al cine y me quedo mirando a algunas parejas que se agarran de las manos la mano y se ven muy enamorados. No puedo evitar mirarlos y sentir nostalgia. Si hay algo que más deseo es precisamente eso, algo lindo.

Pasamos por el pasillo del cine y me pregunta con cara de velorio.

—¿Quieres palomitas?

—Sí.

Compra unas palomitas y una Coca-Cola. Como siempre solo compra para mí, él parece alimentarse o comer con la luz del sol. ¡Es tan idiota! Es idiotamente perfecto.

—¿No piensas comprar para ti?

Niega con la cabeza. Es increíble. Entramos a la sala de la película. Siento que me sobreprotege o algo así. No me quita la mirada de encima y lo que falta en la escena son unas esposas que me aten a él. Nos sentamos en la última fila de asientos en la sala de cine.

Lo noto algo raro, más de lo normal. Me como una palomita y le pregunto:

—¿Qué ocurre?

—Nada, ¿Por qué la pregunta?

—Parece como si lo estuvieran torturando emocionalmente. Es obvio que no quiere estar aquí.

—No acostumbro a salir a estos sitios, no sé qué le encuentran de entretenido. Estresan.

—¿De qué planeta salió usted?

Se mantiene en silencio. Miramos la película. Parecemos dos extraños, él se aleja lo más posible de mí. Yo trato de buscar el contacto físico, pero con él es casi imposible. Quiero que su piel se roce con la mía para sentir como la piel se eriza, cualquier cosa, por más mínima que sea me hace tiritar.

—¿Podría hacer algo sin que se enfade? —Se queda en blanco, ni sí, ni no. Sonrío, hay veces en las que logro ponerlo en jaque—. Tomaré eso como un sí.

Me giro hacia él, miro sus labios. Son tan jodidamente bellos que podría besarlos hasta desgastarlos. Reposo mi mano en su nuca y tiro de ella hacia mis labios. Se queda tenso ante mi acercamiento, no por mucho. Su brusquedad y dominación quedan descubiertas y mi Afrodita celebra. Sus manos se cuelan en mi vestido tocando mis muslos rozándome de una forma altamente peligrosa.

Siento el pulso dispararse, maldición lo necesito tanto, sus manos sobre mi piel, su carácter salvaje sobre la cama y su sequedad, su sequedad que raramente despiertan el interés aún más.

No sé, he descubierto que su comportamiento en el sexo me excita. Ese señor hielo que lleva siempre consigo me ponen a cien. Trata de dominarme y se convierte en una especie de juego sexual, ¿Quién domina a quién?

—¿Ahora porque ese arrebato suyo?

Arqueo una ceja.

—No fue un arrebato, quise hacerlo porque lo deseé.

Respondo a centímetro de sus carnosos y voluptuosos labios.

—Usted reta al peligro, parece no temerme.

Suspiro dibujando una sonrisa en mi rostro divertida.

—Solo me temo a mí misma señor. Usted no provoca eso en mí.

Miramos la película pretendiendo que ese beso no encendió aún más la llama del deseo que surgió aquella noche entre los dos.

Al terminar la película, Mikhail sale de la sala como si hubiera salido por fin de una tortura. Salimos del cine, estoy cruzada de brazos con algo de frío. Apenas son las seis de la tarde.

Ladeo hacia el ruso y le sonrío.

—Gracias por acompañarme a la película. Aunque me obligo prácticamente..., gracias.

Frío responde:

—No agradezca.

«¡Grosero!».

Miro taxis pasar y ya creo que es hora de que regrese a  casa.

—Vale, pues hasta mañana, cogeré un taxi para ir a casa.

—Yo la llevo a su casa.

—No es necesario, créame, he cogido muchos antes de tener coche.

Ceñudo responde:

—¿Y? Quiero llevarla. Cierre la boca y solo obedezca.

—Vale.

Subo al Porsche del ruso, a su nave especial, es que eso parece con tantos accesorios raros. Enciende el coche y me hastía tener absoluto silencio en un espacio tan limitado. Es que él hace todo lo contrario a la gente normal.

—¿Puedo escuchar música?

—Yo no escucho música.

—¿Podría hacer una excepción?

—Dije que no escucho música, señorita.

«¡Idiota gilipollas!». Me cruzo de brazos y me quedo ceñuda. Se detiene en el semáforo rojo y yo pues qué remedio tengo.

—¿Dónde vive?

—Bueno no sé usted, pero yo vivo en un apartamento con una sala de estar, una cocina, dos baños y tres cuartos.

—No sea ridícula.

Me rio.

—Vale, vale yo lo guio. Es el edificio de su derecha.

Aparca en frente del edificio. Abro la puerta y bajando de él brincando un charco digo:

—Vale, pues supongo que nos veremos mañana en la presidencia. Que tenga buena noche.

Asistente con la cabeza. Aquí vienen mis ideas locas e imprevistas. Deseo tanto que se quede conmigo que haría cualquier cosa porque así fuera.

—¿Por qué no se queda un rato? Podría tomarse un café conmigo.

—¿Por qué tendría que quedarme un rato?

—Para hablar un poco supongo.

Indiferente responde:

—Tengo cosas que hacer.

—¿No será que le da vergüenza entrar a una torre de apartamentos de la clase media?

—¿De dónde saca tal cosa? Es ridículo.

—Solo será un rato pequeñito.

Tanta es mi insistencia que termina cediendo. «Muero, muero..., muero».

—Solo un rato.

Me muerdo el labio ya fantaseando cosas locas.

—Puede aparcar en el techado, señor.

Aparca en el techado y al bajarse lo miro de pies a cabeza. «Me encanta verlo en traje como le queda el traje, está jodidamente sexy».

Entramos al vestíbulo del edificio y me topo con mi casera, «¿Esta señora no se cansa de viajar desde lejos para joderme la vida?».

—A usted la estaba buscando, señorita McMillan.

—Pues haga de cuenta que no me vio, buenas noches.

—Espere...

Me giro hastiada.

—¿Qué quiere? Ya le he pagado lo que le debía.

—No este mes, Megan.

—Usted está aquí cobrando el alquiler y no se ha dignado en mandar a alguien para que arregle los defectos que le notifiqué.

—Págueme y arreglo ese problema.

«¡Maldita vieja! No piensa más que en el dinero, en nada más».

Abro mi bandolera de piel, hago un cheque y se lo entrego.

—Aquí tiene, no me joda más la vida. Sólo viene para cobrar.

Entro al ascensor con mi jefe, está en silencio. No dice ni expresa nada, me desespero, «¡odio el silencio!». Salimos del ascensor. Camino por el pasillo junto al señor hielo. Me detengo frente a mi puerta, saco las llaves de mi bandolera y abriendo la puerta digo:

—Este no es precisamente un pent-house de lujo, señor Ivanov. —Giro la llave y abro la puerta—. Pase... Nadie lo va a morder. —Entra y se queda mirando el alrededor con una cara algo desconcertante. Cierro la puerta y dejo la bandolera sobre la isla de la cocina buscando que hacer para entretenerlo y no parecer mala anfitriona—. Siento desilusionar, su casa debe ser cinco veces esta.

Me mira inexpresivo.

—No me ha desilusionado, señorita.

Esbozo una sonrisa.

—Póngase cómodo, parece que tiene miedo a moverse.

Se sienta cohibido en la sala de estar. Voy a la cocina y busco café, pero resulta que ya no hay café. Vamos al plan B entonces. Abro el frigorífico, saco dos sodas de botella de cristal. Me siento a su lado y le estrecho una. La mira con rareza.

—¿Qué? ¿Tampoco bebe soda, señor? No tengo vino ni cosas de gente tiquismiquis. Se me acabó el café.

Mira la pared donde tengo mis premios y reconocimientos con interés.

—Esos que están colgados en la pared, ¿son suyos?

—Eh, sí. Son premios y galardones de participación en recitales de música.

—¿De dónde adquiriste el gusto por la música?

Suspiro.

—Mi madre, ella me enseñó a amar la música desde muy pequeña.

Me quedo mirándolo. «Joder, tengo tantas ganas de tocarlo y besarlo que creo que es un peligro tenerlo aquí, tan cerca».

—He pensado en su propuesta, en eso de "Entrar en su mundo".

Ladea para encarar interesado.

—¿Y qué piensa?

—¿Sabe que pienso? Le seré sincera, lo deseo. Pero no sé qué me deparará al decir sí.

Deja de ser tan inexpresivo y mirando mis labios responde:

—Yo también la deseo, necesito tenerla, pero no será hasta después de que acepte.

—¿Entonces todo depende de un sí o un no señor?

Asiente con la cabeza. Me acerco con lentitud hacia él y no sé si estoy jugando con fuego. Me mira el escote y todo me vibra. Puedo percibir su excitación. Lo desea tanto como yo. Sin saber qué coño estoy haciendo me acerco a sus labios. Los rozo con seducción y agarrando el labio inferior lo muerdo.

—Entonces, tendré que pensarlo un poco más, señor Ivanov.

Me levanto del sofá. Doy unos pasos pausados; se levanta del sofá, siento como mi cuerpo se gira violentamente hacia él. Tira de mi cuerpo y lo pone contra el suyo. Siento su respiración sobre mí, clava su pene erecto sobre mi vagina y dice con voz entrecortada.

—Al demonio con la espera, quiero follarla, señorita McMillan.

Continue Reading

You'll Also Like

845 117 10
-Necesito vengarme, él es quien arruinó mi vida -Yo te voy a ayudar -Pero ¡Es tu hermano! -¿Y? Nadie se mete con mi mujer ~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Ella e...
200K 39.8K 68
-bien, no digas más, es obvio lo que sucede, haz viajado en el tiempo -Naruto abrió sus azules bastante -sí sigues hablando alterarás la historia, ve...
404 92 31
Lilly ama a Mike. Mike ama a Lilly. Y Jack... Bueno, Jack es el mejor amigo de ambos pero ama a Lilly en silencio; hasta que un día Mike se va dejánd...
164K 15.8K 17
Craig Tucker vivía su monótona y aburrida vida como siempre, hasta que un día de los tantos que llegaba tarde; un nuevo chico de dorados cabellos lla...