Eternos finales © ✔️

By Dawn_Maviz

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«Sping_off de RF» Ella sufrió mucho después de varios sucesos despiadados. Poco a poco fue creciendo y conoci... More

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PREFACIO
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[04∆]
[06∆]
[07∆]
[08∆]
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[12∆]
[13∆]
Sping-off - 1.0 ~JANEK~
Sping-off - 1.5 ~JANEK~
Sping-off - 2.0 ~JANEK~
Sping-off - 2.5 ~JANEK~
[14∆]
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[17∆]
[18∆]
[19∆]
[S.O 1.0] Synanth
[S.O 1.5] Synanth
[S.O 2.0] Synanth
[S.O 2.5] Synanth
[S.O 3.0] Synanth Final
[20∆]
[21∆]
[22∆]
[23∆]
[24∆] Capítulo Final
[Epílogo]
[Agradecimientos]
[Aclaraciones]

[05∆]

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By Dawn_Maviz


Al pasar de los minutos la sirviente la dejó en el comedor, en el cual se situaba una mesa larga cubierta por un mantel color turquesa con un candelabro en el centro de oro, muy hermoso, cinco sillas se encontraban en cada lado y una en cada extremo. Al lado de la larga mesa yacían unos enormes barrotes con vista al campo y a las lejanas montañas, permitiéndole la entrada a la claridad con un buen aroma de las hojas de los árboles.

Ella de inmediato sintió la presencia del rey, quién estaba sentado en el extremo izquierdo, tenía una copa con un liquido morado en ella, tomó un sorbo antes de darse cuenta de su presencia.

—Adelante, siéntate a mi lado —le ordenó con voz suave.

Ella lo obedeció y se sentó a su lado derecho con la mirada baja y aun con la timidez presente, pero también había despertado algo en su estómago y no era ningún sentimiento, sino hambre, otra vez. Hizo que se ruborizase, pensó que el rey no se había dado cuenta del rugido de su estómago, aunque no fue así.

—Dentro de un momento traerán la comida, sólo espera un poco —se apresuró a decir —.Supongo que quieres saber porqué te trato de está manera —señaló.

—¡Sí! —exclamó. Se sorprendió ante su respuesta llena de suplica —.Perdón, quise decir sí —repuso educadamente.

—No te preocupes, estoy acostumbrado a que me hablen de ese modo, en especial con personas insensatas  —masculló con una breve sonrisa —.Lo digo por mi mano real, ese chico no me respeta para nada. Y tú no debes sentirte mala educada, entiendo tu desespero, así que sin más preámbulo, te diré lo que quieres saber. ---se irguió y carraspeó su garganta para aclarar su voz.

—Los reyes que han reinado en Fawer, siempre se tenía una tradición y costumbre; después de conquistar un reino. Tomamos algo o a alguien como premio: Un recuerdo del reino conquistado. Los cuidamos, protegemos, hasta el lecho de nuestra muerte. Pero no te preocupes, que seas mi premio no significa que eres mi prisionera, eres libre de poder irte, con la condición de que cuando yo te necesite debes que venir inmediatamente.

—Es lo mismo que prisionera, solo con el término de «Premio» —replicó desconcertada.

—Llámalo como quieras. No eres mi esclava. Eso es todo lo que hay que saber —concluyó.

—Un momento, no me ha dicho de dónde vengo o dónde me encontró —le recordó.

—Eso es algo que no hay que decir por los momentos —le dijo tomando una expresión seria. No planeaba contarle, no todavía, tal vez nunca. Era un hombre misterioso, no le hablaba mucho, hecho que la dejaba confundida, ella quería saber más, mucho más, pero no quería presionarlo, pensaba que sería un grave error.

En menos de veinte minutos sirvieron un banquete de reyes, literalmente. Ella miró esos manjares como si fuesen los más increíbles que hubiera visto en su vida, tal vez.

Su estómago rugía, luchando bárbaramente contra el hambre, no podía contenerse, pero tampoco quería darle una mala impresión al rey. ¿Qué pensaría?¿qué era una mendiga? A pesar de perder su memoria, tenía sus modales naturales, que por suerte no desaparecieron. El rey vio la mirada hambrienta de la joven y exclamó;

—¡Come todo lo que quieras! —le ofreció.

Ella lo miró sorprendida ante su muestra exagerada de ofrecimiento.

—¿No comerá, su majestad? —le preguntó aun con esa voz sumisa.

—No te preocupes por mí, prefiero verte alimentada. Yo comeré después.

Aún con la timidez, decidió dejarla a un lado y devorar todo lo que estaba a su alcance. Pensó que el rey la veía mientras comía con todas la ganas posibles, lo miró brevemente, y lo vio con su mirada ida y seria, no parecía molesto, tampoco serio, era como si estuviera en su propio mundo e imaginación, no era fácil distinguirlo, apenas y conocía su expresiones.

Sería algo difícil distinguirlas.

Prefirió dejar de mirar el rostro pálido con esos ojos azules brillosos, y continuó con manjar, pero pronto se dio cuenta de que su estómago no podría más, así que simplemente paró, y esperó a que su majestad dijera algo. Al cabo de unos segundos, el joven dejo de estar en su mundo, y se dio cuenta que ella había dejado de comer.

Con sólo chasquear sus dedos delgados y largos, los sirvientes vinieron de inmediato, fueron más veloces que un rayo, y más sigilosos que una serpiente, casi parecían fantasmas, en menos de cinco minutos ya se habían llevado toda la comida de la mesa.

Eri quedó sorprendida ante dicho servicio. Se mantuvo en silencio con la mirada baja, le daba vergüenza ver al rey a los ojos, sentía una punzada en el pecho cada vez que veía esos ojos grandes y puntiagudos. Por fin, luego de un minuto de silencio, él hablo:

—Como aún es temprano, y tengo deberes que atender... Puedes explorar el castillo si lo deseas, aunque dudo que lo hagas en un día —hizo una pausa dudando de lo último que dijo —Cuando era niño recorrí en un mes para terminar de conocer el castillo —prosiguió mientras veía a su alrededor. Se levantó de su silla y antes de irse se dirigió a ella. —Nos veremos en la cena. Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedirle a los sirvientes, por lo que te habrás dado cuenta, están en todas partes —concluyó y se retiró. Lo último que dijo era cierto, casi daba temor estar por allí caminando sin saber quién te veía o si verdaderamente estabas solo.

Sin pensar más. Ella se levantó y comenzó con su exploración por el enorme lugar. Casi se podría decir que el interior del castillo era oscuro y un lugar temible, pero no era así, al menos no desde el punto de vista de ella. Las paredes tenían un color oscuro, pero daba la confianza suficiente para caminar por las noches sin temor a nada, además que la luz natural iluminaba cada parte de los castillos, debido a los enormes ventanales.

Encontró una puerta que estaba en una esquina de los pasillos, desde lejos parecía que estuviera cerrada, pero una vez que se acercó estaba abierta, por lo cual su curiosidad despertó ante eso, la cruzó. Piso el suelo de afuera, se notaba que era un jardín, con un arroyo entre el castillo y los árboles al otro lado. Por el momento no se notaba que había animales, sin embargo, parecía que hubiera vida en aquel lugar, y lo más irónico es que le parecía familiar.

Sin pensarlo dos veces caminó hasta el arroyo, sumergió sus manos en el agua cristalina y bebió un poco de ella, era deliciosa.

Se relajó un poco y luego se puso a caminar un poco más para explorar aquel jardín. Pero sintió una respiración pesada en su hombro, no sabía qué era, tampoco de dónde provenía, luego se dio cuenta que la pesadez de la respiración se intensificaba, se dio la vuelta y por poco no cayó al suelo de la cosa enorme que tenía frente a sus ojos.

Era un animal muy extraño ¡Exótico e inexistente! Parecía un león, pero era más grande que eso, sus patas delanteras eran gruesas y tenía garras afiladas, un zarpazo de ellas y tu cabeza caería rodando por el suelo con la sangre esparcida. Su rostro era de un felino, tenía melena como la de un león, pero su cuerpo tenía la complexión de un lobo, y su cola también lo era, tenía el pelaje blanco como la nieve. ¿Qué clase de animal era ese? Común por supuesto que no lo era. Ella se quedó quieta mientras el extraño ser la veía a los ojos. Su altura era la misma que la de ella, podría matarla en menos de un segundo.

La bestia se quedó quieta y en total silencio.

Un silencio temible.

Pero no daba la sensación de muerte. Con su mano temblorosa la alzó lentamente, intentó acercarla a su rostro, el animal gruñó, pero luego se quedó quieto, y ella lo tocó.

Le acarició su melena y este ronroneó como un pequeño gato, cualquiera pensaría que sólo era un gatito pequeño e inofensivo, obviamente no lo era, al menos se dejó tocar, al parecer estaba domesticado.

—Eres hermoso. Y exótico... y extraño —lo siguió acariciando y este se echó al suelo, ella hizo los mismo y quedó cerca de él —Nunca había visto algo como tú, o al menos no lo recuerdo —afirmó y sonrió —.Tendré que preguntarle al rey qué eres...

Lo siguió acariciando y este se quedó dormido en la suave grama.

⪰...⪯

El rey Nate yacía en su trono  hecho del hierro mas grueso, y del color más negro existente, hacía estremecer a todo aquel que estuviera cerca de éste. Y tal era el caso, pronto haría sufrir y hacer pasar por lo peor a aquellos que cometieron atrocidades.

—¡Joseph! Traedlos  —exclamó y ordenó autoritariamente, casi fue un grito. El guardia Joseph asintió y obedeció a su orden sin rechistar, hacía eso sólo en los momentos no importantes, pero era todo lo contrario. Se dirigió a las puertas del castillo y ordenó a los guardias que las vigilaban, las abrieran. Dos guardias la cruzaron mientras sostenían en cadenas sobre sus cuellos, pies y manos a cinco sujetos traídos de Jumbel.

Joseph tomó las cadenas de los prisioneros, caminó mientras arrastraba a los hombres hasta llegar al final de las escaleras del trono, los echó al suelo bruscamente, y ellos quedaron de rodillas ante el rey.

Nate se mantuvo callado por más de un minuto, analizaba a los hombres vestidos de harapos, con barbas rizadas y llenas de polvos. Llevaban días en los calabozos, esperando sus sentencias, hecho que todavía su majestad no había decidido, hasta ese momento.

Unos de los hombres de cuerpo redondo y calvo, lo miró a los ojos, frunció el entrecejo, estaba frustrado y expectante, no soportaba que el rey se mantuviera callado mientras ellos temblaban de miedo y llenos de suspenso. Finalmente el hombre exclamó:

—¡¿Qué planea hacer con nosotros!? ¡Ya deje su maldito juzgamiento!

No iba a responder ante una pregunta de total idiotez, sin embargo, se irguió y lo miró a los ojos directamente y contestó:

—Tengo entendido que ustedes eran leales de Rufel y que disfrutaban de la torturar y explotación de gente inocente.

Se levantó de su trono y bajó los escalones lentamente. El hombre temblaba ante aquel joven rey, no sabía por qué se estremecía, para él sólo era un niño en un trono de un hombre, pero por alguna razón lo intimidó y lo hizo sentir terror. Tragó saliva, respiró agitadamente y volvió a expectar:

—¡Eso es mentira! —afirmó —¡Yo nunca estuve con Rufel, ni siquiera era cercano a él!

El rey sonrió, sabía que mentía, en eso estaba seguro.

—Entonces, ¿qué opinas de esto?

Tomó el cuello del hombre con sus manos y clavó una de sus uñas en un lugar fuera de peligro, sus ojos se tornaron en ese rojo escarlata. El hombre parecía estar ciego, ya que no veía nada, sino que sus ojos estaban nulos, la razón era porque estaba viendo algo que los otros exceptuando al rey, no lo veían.

Estaba viendo su pasado.

Del cuál se negó rotundamente. Observaba sus momentos en el castillo de Jumbel. Los momentos en los que estaba con el rey Rufel, vio en donde torturaba y atrapaba a gente inocente para que gobernante las torturara. Se la llevaba muy bien con dicho rey, era su mejor sirviente para aquello. Para lo que él pareció una eternidad de recuerdos, en realidad, fue menos de un minuto. Cuando el rey sacó la uña afilada de su cuello lo hizo reaccionar de su estado de shock.

Estaba acabado.

No había marcha atrás.

Sería condenado.

El rey frunció el entrecejo y lo miró fríamente con sus ojos azules. Iba a acabar con esa porquería, su meta era eliminar esa peste, y eso es lo que debía cumplir. Lo pateó tan fuertemente que el hombre voló literalmente a tres metros de distancia.

¡Crack!

Sonaron sus huesos rotos, ya que había chocado contra una de las columnas que conformaban el castillo. Esa patada fue mortal, en menos de segundos el hombre ya estaba muerto, los otros tenían sus rostros llenos de temor y horror, querían escapar, pero eso era imposible.

Nate empezó a respirar más rápido en cada segundo, estaba excitado. Por lo que decidió acabar con ello de una vez.

—¡Largo de aquí todos! —ordenó y todos los guardias que yacían allí, desaparecieron, sólo quedaron los prisioneros y Joseph —Tú también —le exigió a Joseph.

—¿En serio lo harás?

—No te incumbe las decisiones que tome. Ahora vete.

Joseph no quería irse, no quería que se convirtiera en una bestia, pero una vez que miró esos ojos escarlata supo que no podía hacer nada. Nada cambiaría su decisión. Suspiró, lo miró con ojos de lastima.

—No te conviertas en un ser oscuro... —concluyó y se retiró.

—Eso no lo puedo prometer.

Los gritos y los huesos rotos se oyeron por todo el castillo, parecía que hubiera una masacre en algún lugar. Todos podían escucharlo, pero fingían ignorarlo. Se sabía de dónde provenía aquello.

⪰...⪯

Eri continuaba en el jardín. Ahora yacía recostada en la panza del enorme y exótico animal, mientras lo acariciaba este empezó a tomarle confianza y a sentirla su «ama», al parecer era eso lo que sentía al ser acariciado por manos tan suaves y largas.

Ella se quedó por un momento en la panza del animal, era suave y redondo, no pudo evitar la tentación de dormirse encima. Pero su pequeña siesta culminó en menos de lo esperado, ya que oyó ruidos y sintió movimientos en el interior del animal, por lo que se separó inmediatamente y lo miró con ojos llenos de sorpresa.

Estaba clarísimo lo que pensó.

—¡¿Eres Hembra?!

Se sorprendió y para confirmar bien su genero, reviso la entrepierna del animal, no sintió miedo al hacerlo, puesto que este ya no le tenía desconfianza. Y, no encontró ningún miembro que pudiera demostrar lo contrario. Puso su mano en la barriga de la especie y sintió movimientos como anteriormente, ya comprendió el por qué tenía ese bulto.

—Y tendrás bebes... —declaró acariciando ese bulto  —Esto... es increíble.

Sonrío, pero esa sonrisa desapareció instantáneamente al pensar lo preocupante que era.

—«Dará a luz, y me imagino que será pronto» —pensó. —¿Podré hacer algo por ti? ¿El rey sabes que estás aquí?

Le daba lastima dejarla en ese lugar, no parecía peligroso, más bien el peligro era ella misma, pero por alguna razón, se preocupada. ¿Qué sabría el rey sobre ello? ¿podría cuidarla ella misma? Preguntas que no tendría respuestas hasta que hablara con el mismo. Omitió por el momento la preocupación, y pensó en un nombre para ponerle al animal, tendría que hacerlo, ya que no podía llamarla «animal o bestia», todo el tiempo.

—Te llamarás Chiaza... ¿Te gusta? —le preguntó, sabiendo muy bien que no recibiría respuesta.

Mientras seguía acariciando el pelaje suave de Chiaza, una visita la sorprendió, casi se le había olvidado que estaba sola en aquel jardín.

Miró al rey sin aparta la mirada mientras caminaba hacia a ella y su compañera. Chiaza gruñó ante su presencia, pero Nate alzó su mano y logró calmarla, por lo que se veía, él ya la conocía, y ella también. Nate estaba limpio y más apuesto que nunca, su tez pálida resplandecía ante la luz natural, y sus ojos brillaban ante el reflejo de la luz en sus pupilas, su cabello negro ondulado no se quedaba atrás, los mechones que caían sobre su frente brillaban como la noche iluminada por la luna. Él, sin duda alguna, debía tener muchas mujeres persiguiéndolo y acosándolo.

Cuándo finalmente estuvo cerca, se sentó al lado de Eri. La observó por un momento y luego habló:

—Veo que encontraste al Fahira.

—¿Al Fahira? —repitió confundida —¿Así es como llaman a su especie? —preguntó al comprender lo que dijo.

—Son bestias gigantes. Difíciles de domar, muy tercas. Además son mezclas de León, Oso y Lobo, y son peligrosas —explicó.

—Eso lo noté —mencionó.

—Son más antiguos que los... —hizo una pausa pensando en una respuesta coherente —... quise decir, se crearon para servir a los humanos, para batallas y ayudar a los enfermos, ya que tienen un poder especial: es la sanación. Ahora solo quedan pocos ya que no se han hecho batallas y no ha habido guerras desde hace mucho tiempo, y se han puesto algo salvajes. No quedan más en ningún reino, sólo pocos hay aquí en Fawer.

Se quedó en silencio por un momento, iba a pedirle algo que no sabía si sería adecuado preguntárselo, temía de su reacción, aunque no debía sentirse así, del poco tiempo que había estado cerca de él, le fue demostrado que era alguien amable y comprensible. ¿Podría aceptar su pedido?

Se irguió, pero bajó la mirada antes de dirigirle la palabra.

—Señor Nate... ¿Puedo hacerme cargo de ella?.

—¿Qué? —preguntó en un tono confundido y de cierta manera extrañado.

—Lo sé, Lo sé. Sé que son animales salvajes, pero por favor, déjeme cuidarla. Me haré responsable —afirmó. El rey suspiró y lo pensó por un momento, no estaba seguro de concederle ese deber, aunque tampoco era necesario.

—Es un Fahira ---recalcó —No necesita ser cuidado, pero si lo que quieres estar cerca de...

Chiaza es su nombre —completó ella.

—...De Chiaza, tienes mi permiso. Aunque debo de advertir que si hace actos salvajes, o se vuelve un problema permanente, lamentablemente tendré que sacrificarlo. ¿Lo entiendes? Lo dejo en tus manos.

—Tiene mi palabra, señor.

—¿Señor? —repitió extrañado y enarcó una ceja.

—Su majestad —se corrigió.

—Señor Nate queda bien. Tienes mi permiso de dirigirte a mi de ese modo. Estoy aburrido de ser llamado «Su majestad o Rey», todavía no me acostumbro, y lo irónico es que he sido rey desde los diez años, mucha responsabilidades para ser joven... —admitió.

—Seguro que es sabio. No conozco mucho de ser un rey, pero de seguro es una tarea difícil.

—Esa no es la palabra para definir a un rey, de hecho no existe. Pero aceptaré el cumplido. —Sonrió y miró el arroyo, luego su sonrisa desapareció al darse cuenta de algo que no tomó en cuenta. Miró a Eri de nuevo y le preguntó:

—¿Cómo entraste? Se supone que la puerta estaba cerrada con llave, nadie puede entrar aquí.

—Yo... bueno... estaba abierta y entré.

—¿Quién de los sirvientes sería el descuidado? Cuando lo encuentre tendré que ser severo con respecto a ello. Tendrá problemas  —mencionó irritado.

—¿Me castigarás? ¡Ja! ¿a mí? —dijo una voz conocida para él.

El rey Nate giró su cabeza hacia a un lado, se impresionó y se sorprendió a ver lo que sus ojos veían, no lo creía, no la veía desde hacía mucho tiempo, ¿que hacía allí? ¿ella? ¿en Fawer? Su llegada lo tomó desprevenido. La conocía muy bien, desde niño de hecho, antes que su padre hubiera comenzado las disputa con el reino de Hylgen.

—Brithney... —murmuró.

La chica de cabello rubio y liso que caía sobre su cintura y brillaba con la luz del sol, tenía una piel bronceada y unos ojos café, alineados. Caminaba hacia ellos, llevaba un vestido de color pastel, era de la altura de sus rodillas y llevaba unas zapatillas color marrón. Era hermosa, muy hermosa, parecía haber salido de un cuento sobre una princesa, tenía esa impresión. Sus labios eran carnosos, ovalados y rojizos. Cualquiera sería cautivado por ella, eso, o tendrías que estar ciego para no notar tal belleza.

El rey se levantó del lado de Eri y se dirigió a ella, la abrazó y fue recibido con mucha ternura, casi se percibía que eran marido y mujer. Él le besó en la mejilla y le sostuvo las manos bien cuidadas y pulcras mientras la miraba a los ojos con ternura.

—Tiempo sin verte, rey Nate —se mofó ante lo último que dijo.

—Estás más hermosa que nunca —la halagó y prosiguió  —¿Cuando llegaste?

—Llegué esta tarde. Entré aquí a ver cómo estaban mis animales, los cuales dejé a tu cuidado y que cuya labor no hiciste, observé a tu nueva amiga entrar aquí, vi como acariciaba al Fahira y me distraje, por eso no te fui a visitar  —le respondió mientras veía a Eri, quién se había levantado y estaba de pie en el mismo sitio, esperaba que Nate le dijera algo, o le pidiera que los dejara solos.

Ya confirmó por qué estaba irritado hace un momento, era el lugar privado de su amiga o... novia... No sabía cómo referirse a la hermosura que tenía ante sus ojos.

—Ah, lo olvidaba. Ella es Eri —la señaló y ella caminó hacia ellos para poder tener una mejor presentación  —Eri, te presento a una amiga de infancia.

Ambas sonrieron.

No era su pareja.

—Eri es mi nueva protegida. La traje de Jumbel luego de mi conquista. Ya sabes... la tradición.

—Un gusto conocerte. Soy Brithney Gatfer. Princesa de Hylgen.

—Mucho gusto en conocerla.

—Eri no habla mucho, es recién llegada. Tomará un tiempo en que tenga la suficiente confianza  —les sonrió a ambas  —Como llegaste hoy, ordenaré que preparen un banquete esta noche, ¿te parece?  —le preguntó a Brithney.

—Siempre de exagerado. ¿Cómo decir que no ante tal recibimiento?

—Cómo no exagerar... eres lo más hermoso que cualquier par de ojos pueden ver. Además, tenía mucho tiempo sin verte, ¡claro que voy a exagerar!

—Sí, sí... Mi querido Nate, debo retirarme, tengo algo pendiente que hacer y también me prepararé para «El gran banquete» y también quiero descansar  —le dió un beso en la mejilla, para finalizar con una reverencia. Y apenas formó una sonrisa a Eri antes de marcharse.

El rey Nate se quedó mirando como un niño bobo mientras la princesa Brithney se iba del lugar. Eri notó esa mirada ilusionada de su «protector», como se hacía llamar él. Una cosa sabía de él, estaba enamorado de ella.

Pero la princesa obviamente que no. Y se preguntaba si él lo notaba.

Carraspeó su garganta, ya que él seguía sumiso en su mundo o lo que sea que estuviera pensando en aquel momento. La miró confundido y con la expresión seria.

—¿Qué sucede?

—Está enamorado de ella.

Él agrandó sus alineados ojos y palideció, aunque se relajó inmediatamente.

—No negaré algo tan obvio.

Ella se rió.

—Usted es demasiado obvio.

—Hasta dónde lo permita.

—Entonces notaré lo que permita hacer obvio  —aseguró.

⪰...⪯

El día terminó tan pronto como empezó. La luna llena resplandecía desde la alcoba de ella. Aunque era la primera vez que la pisaba, en el momento que el rey Nate la trajo a ésta, se sintió extrañamente familiarizada, parecía que ya hubiese estado allí. La alcoba tenía un balcón con barras que le permitía ver el jardín y la extensión del paisaje entre las montañas. Era una vista esplendorosa. Tenía una cama enorme en el centro con sábanas de seda de color miel, las paredes tenían un color cálido y fresco. Nada comparado con la alcoba de su «protector» que era toda oscura, que casi parecía una cueva.

Dejó a Chiaza en el jardín, al día siguiente o en cualquier otro momento la visitaría, tenía permitido entrar en aquel lugar, a pesar de que fuera de alguien más. Pero eso no la tenía preocupada, era el hecho de que no le había dicho a su benefactor que la criatura se encontraba preñada, ahora temía por su vida y por la de sus futuros cachorros. Sólo esperaría el mejor momento de decirle.

El rey Nate y la princesa Brithney yacían sentados uno al frente al otro, esperaban el banquete que él ordenó para ella mientras bebían una copa de vino. Él esperaba a Eri, la había invitado a ese festín, ella también era importante.

La princesa Brithney bebió un sorbo de vino y se le ocurrió hacer sus respectivas preguntas.

—Es muy hermosa... cabellos castaños oscuros, y unos ojos de plata. Sin duda alguna es una chica realmente bella... tu nuevo premio.

—Sí, lo es... —coincidió.

—Y, ¿qué harás con ella en algún futuro?

—Veré que talento tiene. Tal vez sea buena para lo que quiero.

—¿Qué tal si cabalgamos mañana con ella por el bosque? Así podrás verificar que talento tiene. Digo, en que es buena.

—Sabes lo que opino sobre estar montado en un animal todo el día...

El rey no soportaba montar caballo o cualquier animal que pudiera soportar el peso humano, no se sentía a gusto con ello. Lo detestaba más que a cualquier cosa.

Brithney se rió leve.

—No seas aburrido. Es una buena oportunidad. ¡Acepta! —le suplicó.

—¡Bien! Bien... pero no recorreremos tanto. Estar montando un caballo es
agotador y doloroso.

—En especial allá abajo —señaló con sus ojos la entrepierna de él y luego rió. Él se sonrojó pero luego tomo su expresión seria.

—No digas cosas inapropiadas en la...

Fue interrumpido, ya que Eri había llegado, estaba un poco revuelta, y se podía escuchar sus jadeos. Se podía notar que había corrido. Ella estaba sonrojada y bajó la cabeza al suelo. Se había tardado en llegar por lo que se apresuró, apenas y pudo arreglarse para el momento.

—Lamento el retraso. No creí que fuera tan tarde  —se disculpó con la voz en un susurro que apenas se pudo escuchar.

—No te lamentes. Por favor, siéntate  —señaló la silla al lado de Brithney, ella asintió y se sentó sin mencionar palabra alguna.

—Nate me dijo que te rescató de una situación terrible: Desnuda en un lugar que yacía en llamas. Y al despertarte tu memoria estaba nula  —mencionó

—Sí.

Él no quería recordale nada de lo que había pasado, no la quería incomodar, pero su querida amiga no pudo mantener la boca cerrada. Pensó lo más rápido en un tema para poder zafar el momento de silencio inquietante.

—He decidido que mañana después del amanecer, Brithney, tú y yo, iremos a cabalgar. Deseo ver que clases de talentos tienes, debes tener uno oculto, lo averiguaremos.

—¿Talento?  —repitió.

—Sí —respondió Brithney —Nate siempre encuentra utilidad para las personas que rescata de sus conquistas, adora encontrar nuevos talentos ¡Es un cazatalentos!  —mencionó con idolatría hacia él.

—No seas exagerada —se defendió Nate.

—Está bien  —aceptó Eri  —Iré con un ustedes. También tengo curiosidad en descubrirme a mí misma.

La cena culminó en total armonía. Sólo hubo risas, e historias de algunos viajes de Brithney por cada paraje antes de llegar a Fawer, mencionó que se quedaría por un tiempo en el reino, deseaba tener un respiro de su hogar, su objetivo era experimentar lo nuevo o lo interesante, si es que lo encontraba.

Al amanecer los tres yacían sobre sus caballos, con ropas cómodas para la ocasión. Brithney montaba un caballo blanco, que, por supuesto, lucía con ella. Era un hermoso animal muy bien cuidado. Nate montaba una yegua negra de patas blancas y de un lunar ovalado sobre su rostro, era inquieta y un poco difícil de domar, causa por la cual ya estaba de mal humor, y obviamente arrepentido de aceptar el paseo. Eri montaba un caballo joven de pelaje marrón. Era la primera vez que el animal recorrería los bosques de Fawer. El rey personalmente lo eligió para ella, ya que como ella, era nuevo y primerizo.

La princesa sostenía su látigo, estaba preparada para iniciar la carrera, aunque era un paseo, para ella era un campeonato olímpico.

—¿Están listos?  —preguntó ya excitada.

—A veces te odio, ¿cómo pude aceptar esto?  —protestó él más irritado que nunca.

Eri quería reírse del rey, pero obviamente no lo iba hacer, no quería que pensara que lo veía como un payaso, aunque estaba claro que era gracioso verlo así.

—¡Bien! ¡Vamos!  —gritó Brithney, le dió un latigazo al fantasma ---nombre del animal---, y esté salió disparado como una bala de cañón.

Eri y el rey quedaron atrás, les tomó por sorpresa la salida de Brithney, sin embargo, Nate la siguió aunque su yegua estaba necia, por un momento no le quería obedecer, pero al final salió disparada y Eri no se quedó atrás.

—«Qué extrañó»  —pensó ella. Se sentía como si hubiera hecho eso antes, sentía como si supiera montar caballo y cabalgar por los verdes y airosos bosques, todo estaba fresco y tan familiar. ¡Sentía alegría de sentir familiaridad!

El paseo fue breve, recorrieron la montaña rodeada por árboles gigantes y cubiertos de hojas, tenían vidas por todos lados. Su caballo la obedecía sin quejas, al parecer se había acostumbrado a ella, y era obediente, a pesar de la yegua de Nate, tenía problemas con la coordenadas del camino, si no hubiera sido por la ayuda de la princesa, él ya estaría en suelo.

Subieron por una colina que los llevaba a la cima de un peñasco. Allí se detuvieron y desmontaron sus caballos.

Eri fue la primera en desmontar. Ella caminó hacia la punta del peñasco y quedó maravillada. El sol estaba en su punto más alto, iluminaba el paisaje selvático. Nada se podría comparar con aquella vista, y con un cielo tan azul celeste que jamás había visto.

El rey Nate la miraba mientras trataba de mantener quieta a su yegua, veía cómo su cabello castaño era soplado por el viento haciéndola parecer une belleza.

—Esto es lo más hermoso del reino  —le comentó él.

Ella no oyó lo que dijo, sin embargo, sonrió para sí misma. Él no iba apartar los ojos de ella, no en ese momento. Era el mejor para observarla, llena de vida y no con un rostro sombrío y confuso. Casi podría decir que era más hermosos que la misma princesa Brithney.

Ella cerró los ojos, y disfrutó lo más que pudo de aquel maravilloso momento.

—«Esto es realmente hermoso... La calidez del viento en mi rostro, la amabilidad del señor Nate. Es cálido vivir en este lugar, no sé qué vida pude tener antes, pero esta es una nueva vida para mi...»  —pensó mientras una lágrima caía sobre su mejilla

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