๐๐€๐Š๐”๐†๐Ž'๐’ ๐”๐๐ˆ๐•๐„๐‘๏ฟฝ...

By LancasterMar

536K 26K 18.6K

| ๐–๐„๐‹๐‚๐Ž๐Œ๐„ ๐“๐Ž... ๐“๐‡๐„ ๐”๐๐ˆ๐•๐„๐‘๐’๐„ ๐Ž๐… ๐๐€๐Š๐”๐†๐Ž ๐Š๐€๐“๐’๐”๐Š๐ˆ | โ€งโ‚Šหšโœง| Diferentes mundos... More

Mi juego, mis reglas.
Pilar de excusas.
Kiss Cam.
El valor de un gesto.
Gruรฑosito.
รšnete a mi.
รšnete a mi. II
รšnete a mi. III
Grita Ho Ho Ho~
Lo que no fue.
Encierro.
Cariรฑo amargo.
Cariรฑo amargo. II
Cariรฑo amargo. Extra.
Vibra a lo alto.
Vibra a lo alto. II
Vibra a lo alto. III
A tu manera.
Detrรกs del peligro.
Revisa tu pulso.
Revisa tu pulso. II
Visitante.
Un paso mรกs.
Caricias maritales.
Primer encuentro.
Slap ass.
Un futuro contigo.
Imaginaciรณn carnal.
Bรกlsamo al corazรณn.
Receta de vida.
The host.
Ese momento.
Disputas y enojos.

A tus cuidados.

16.3K 841 539
By LancasterMar

‧₊˚✧| 𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀𝐒 |

· Bakugõ y la protagonista son adultos.

· Universo de BNHA.


✧‧₊˚✧‧.





El refulgente y esplendoroso celeste brillaba sin ninguna nube que estorbara su gran vista, mostrando a todos el mejor color a las primeras horas del mediodía. Tal color plasmado en el cielo resplandecía en unos pequeños ojos rojos que lo miraban alucinado, reflejando su entusiasmo y alegría jovial por el paisaje que tanto le gustaba ver. Esos mismos ojos también valuaban cada alto edificio que se alzaba a ambos lados, junto a algunas libélulas que llegaba a pescar con su vista al pasar con rapidez frente a él. Oía con atención el particular sonido de las cigarras u otras aves que no lograba reconocer pero sí admirar, haciendo caso omiso de los sonidos de la ciudad; como los autos o peatones a su lado... Hasta que una voz lo desconectó de sus pensamientos.

—Takeo. —El mencionado orientó su cabeza hacia ti, mostrándose expectante a tu llamado y observándote ahora con curiosidad destellando en el rojo de sus ojos—. Entonces, ¿qué deseas almorzar?

El pequeño queda dubitativo, emergiendo un puchero en sus labios ante cada idea que cruzaba su cabeza pero que no se decidía por cuál.

—Lo que comió papá el otro día... ¿Qué era? —vuelve a mirarte, esta vez con su ceño levemente fruncido.

—¿Miso tsukemen? —preguntaste sorprendida—. Pero eso es completamente picante, solo tu padre puede comerse dos platos de eso —rebatiste con humor, retomando el paso que previamente habías detenido al estar el semáforo en verde, y ahora cruzabas junto al pequeño rubio de hebras rebeldes, tomados de la mano—. ¿Qué te parece un poco de sõmen? Puedo agregarle jengibre —miraste con convicción al pequeño, sabiendo que era una de las cosas que más le gustaban.

Obtuviste una sonrisa complacida, con un brillo en sus ojos que respondieron antes de que su boca lo hiciera. 

—¡Sí quiero! —dio un pequeño salto al subir nuevamente a la vereda y reíste ante su emoción por aquel platillo—. ¿Y ahora sí podemos acompañarlo con helado? 

Observaste los grandes y suplicantes ojos que ahora te miraban desde su altura, sumado a la manera en que su puchero temblaba mínimamente, buscando desarmar algo dentro de ti y que lo logró con gran éxito. Inhalaste profundamente, exhalando el aire con resignación pero también viéndote tentada a su oferta, la cual era difícil negarse cuando llevaba semanas entre suplicas y, ahora, ante un día tan caluroso como hoy, podías cumplirle el gusto al pequeño Takeo.

—Supongo que a tu padre no le importará que esta vez comamos un poco de helado —le guiñaste un ojo, donde ambos mantendrían ese secreto sin que el mayor de los Bakugõ se enterase.

Un chillido emocionado brotó de su garganta, haciéndote reír por la pose de victoria que practicaba con su mano libre, cerrándola en un puño y alzándola hacia el cielo.

—Ya te pareces a tu padre —lo miraste enternecidamente, apreciando el brillo de deslumbraba de él y por el pequeño festejo que aún realizaba, achinando sus ojos y sonriendo satisfecho. Al focalizar nuevamente tu atención en el camino, tus ojos chocaron con un gran anuncio que llamaba la atención de cualquier peatón al situarse sobre uno de los laterales de un edificio, abarcando casi todo su espacio—. Mira, Takeo —te detuviste en medio de la acera, señalando hacia la construcción para que el rubio pusiera atención.

Sin embargo, ante todas las personas que pasaban por su lado, el de menor estatura no llegaba a apreciar el anuncio, dando pequeños saltos con intentos nulos para observar con gran curiosidad lo que le mostrabas. Pero al ver que su rostro se enseriaba y comenzaba a molestarle la aglomeración de altas personas a su lado, tuviste la idea de tomarlo entre tus brazos y alzarlo hasta que sus piernas envolvieran tu torso. Sus manos se posaron en tus hombros y con rapidez direccionó su cabeza hacia el lugar previo que habías señalado. Con más cercanía viste el brillo sorprendido en sus ojos, bañándose de orgullo ante lo que veía. Sus labios formaron una pequeña circunferencia que poco a poco iba abriéndose más y más.

—¡Papá! —abrió su boca con una gran sonrisa, viéndose tentado a señalar el cartel pero conteniéndose al saber que la identidad del héroe que ahora se mostraba en el anuncio era secreta, y revelar públicamente que él era su hijo podría desatar rumores y un posible caos que, a su edad —con cinco años—, Takeo ya sabía y entendía.

Quedó apreciando el anuncio, donde una foto del héroe número uno llamaba la atención a todos los presentes, y promovía la paz y seguridad aquella pose que Ground Zero realizaba luego de una dura batalla que meses atrás le tocó enfrentar.

—Cuando vuelva del trabajo podrás contarle lo que viste —le murmuraste cerca de su oído.

—¿Hoy vuelve antes? —preguntó, esta vez viéndote a ti pero borrando esa sonrisa que portaba.

—Sí, más tarde estará en casa, antes de la cena. ¿Qué sucede? —cuestionaste, un poco preocupada ante su expresión desilusionada.

Bajó su mentón, esbozando nuevamente aquel puchero que lograba derretir una parte de ti por dentro, y unió sus pequeñas manos donde comenzó a jugar con sus dedos, pasando luego a jugar con un mechón de tu pelo.

—Es que... Entonces... Entonces tú...

—Dime, Takeo —insististe en un susurro, viendo que le dificultaba decir lo que pensaba. Inconscientemente, abrazaste más su cuerpo con tus manos.

—Entonces tú te irás —manteniendo aún su mentón bajo, sus ojos rojos se elevaron para observar los tuyos, con la esperanza de encontrar en ellos una respuesta que lo animara y le dijera que no te irías de su lado.

En tu interior, una parte se derrumbó ante su tonó desanimado, manteniendo un ápice de suplica, creyendo que así podría lograr que su niñera se mantuviera por más tiempo con él.

—Pero sabes que luego volveré. Hoy estarás con tu papá y mañana tendrá su día libre. ¡Podrás tenerlo todo el día contigo! —intentaste animarlo.

—Pero es más divertido cuando estás tú. Papá no sabe jugar a los elfos en el bosque y tampoco baila cuando me lee el cuento de Ha... Ha... ¿Cómo era?

—Hansel y Gretel.

—Me gusta cuando me los cuentas tú antes de dormir —murmuró, siendo un poco inentendible sus palabras al mantener el puchero. Se cruzó de brazos, frunciendo sus pequeñas cejas rubias con recelo. 

—Prometo que hoy jugaremos mucho antes de que vuelva tu papá y si quieres puedo enseñarle la mejor manera de leer cuentos, ¿quieres? —hablaste con entusiasmo para contagiárselo un poco, pero no rindió muchos resultados al no tener la respuesta que más deseaba.

—No es lo mismo. 

—Vamos, anímate. Estoy segura de que harán muchas cosas divertidas ahora que tendrá su día libre, hasta puedes enseñarle cómo jugar a lo que tú quieres —bufó ante tu comentario y apretó con más fuerza el cruce de sus brazos.

Ahora tenías la viva imagen de Bakugõ Katsuki, pero en una versión más pequeña de cuando él se molestaba ante algo. Hasta podrías decir que un poco más sosegado, a diferencia de su padre, a quien ya habías visto desatando sus rabietas ante cualquier cosa. 

Comenzaste a hundir tu dedo índice en su torso, rascando con suavidad su estómago para sacarle una sonrisa con cosquillas y, luego de haberse mostrado negado a tus intentos de hacerlo reír, terminó estallando en una carcajada sin poder contenerse por mucho más tiempo, forcejando y revolviéndose entre tus brazos para librarse de tu ataque. 

—¡Está bien! ¡Está bien! —exclamó entre risas, desistiendo ante tu insistencia.

—¿Entonces, me vas a prometer que vas a intentar enseñarle?

—Bueno, está bien —dijo con un suspiro y apretaste con cariño una de las mejillas que infló.

No obstante, terminaste sorprendiéndote cuando ambos brazos de Takeo envolvieron tu cuello y ocultó su rostro en éste, brindándote un pequeño abrazo en el que el pequeño buscó calidez en tu piel. Inhalaste profundo, dándole una suave caricia en su espalda y retomaste el paso, esta vez, con él en brazos ya que parecía no querer posar sus pies nuevamente sobre el suelo.

Te mantuviste en silencio, no sacando otro tema de conversación por un largo rato y centrando tu atención en los comercios, buscando una tienda para comprar todos los elementos necesarios para el almuerzo. De todas formas, quedaste pensando con seriedad todo el asunto y apreciando el gran cariño que entablaste con Takeo, el único hijo del héroe número uno; Ground Zero. Ya llevabas varios meses siendo su niñera cuando el héroe mantenía muchas horas de trabajo diario y no podía dejar a su hijo a cargo de familiares o amigos, habiendo días en los que patrullaba por muchas horas seguidas, viéndote obligada a quedarte a dormir en su casa. 

No esperabas que Takeo se encariñara tan rápido; deseando muchas veces —como ahora mismo— que te quedaras por más tiempo junto a él... Pero podías haberlo imaginado, sabiendo que él no portaba la figura de una madre y que, luego de su perdida, no habían quedado recuerdos para el pequeño de los Bakugõ. Ahora que tenía los detalles y los cuidados que brindaba con especialidad una mujer —siendo muy diferentes a todos los que le brindaba su padre—, había generado un apego hacia ti, divirtiéndose con cada cosa que realizaban juntos.

Torciste la comisura de tus labios hacia abajo, sintiendo compasión ante el pequeño y sus deseos, sin saber hasta dónde podrían llegar.


Una vez que llegaron a la casa, luego de ya tener todas las compras y siendo ayudada por Takeo que cargaba con una pequeña; se dirigieron a la cocina para dejar cada una de las cosas dentro del refrigerador, en especial, el helado.

—¿Puedo encender la televisión? —La mano de Takeo jala tu remera desde su posición para llamar tu atención.

—Está bien. Solo un poco, dijo tu papá —le recordaste la advertencia que Bakugõ había dejado claramente meses atrás.

El pequeño rubio hizo un leve asentimiento, pero con rapidez abandonó la cocina, corriendo con gran emoción hacia la sala con intenciones de buscar su programa favorito que solía ver siempre a la hora del almuerzo. Sin embargo, un pequeño chillido te sobresaltó, provocando que cayeran de tus manos los objetos y especias que tenías, y dirigieras con rapidez tus pasos al lugar del grito. Casi tropiezas en el camino pero, al doblar el pasillo, adentrándote a la sala, frenaste en seco y un jadeo salió de tus labios, logrando que perdieras el aire que habitaba en tus pulmones.

Parado junto al sillón, se encontraba tu jefe; el padre de Takeo; el héroe número uno; o, como tú le decías, el señor Bakugõ.

Sin embargo, tu pasmo y sorpresa —mejor dicho, la perdida de tu aire— no era a causa de que encontraras a Bakugõ horas previas de las que había estipulado que llegaría, sino, más bien, era encontrarlo a él, por primera vez, realizando uno de sus entrenamientos pero con la total comodidad de encontrarse en su casa, portando nada más que unos shorts deportivos y zapatillas. Su torso estaba al descubierto, ni siquiera llevaba una de esas musculosas que siempre solía colocarse ni bien llegaba del trabajo... Ahora podías ver cada parte de él, de su pecho y cada uno de los músculos que el héroe número uno portaba ante su riguroso entrenamiento llevado a cabo hace años, junto a su duro esfuerzo como héroe.

La luz que se adentraba por las ventanas, permitía que vislumbraras la leve capa de sudor que ahora tenía su piel, junto a la desmarañada cabellera rubia que parecía estar más despeinada que siempre, imaginando que antes pasó sus manos por allí.

Pero, quizá, no solo era eso lo que te había obligado a arraigar tus pies al suelo, casi permitiendo que brotes salieran de tu boca entreabierta; sino que, también, tenías frente a ti la imagen de un padre cargando a su hijo, sosteniéndolo en brazos con una sonrisa en sus facciones y dejando ver su dentadura blanca.

Apreciaste la manera en la que sus brazos se tensaron y remarcaron los músculos de sus bíceps cuando elevó a Takeo en el aire y, luego, volviéndolo a colocar contra su pecho antes de dirigirte la mirada a ti. Y tú, antes de que pudieras elevar la vista hasta sus ojos, pasaste por cada una de las venas que sobresalían en su blanca piel y siendo las mayores causantes de un potencial calor dentro de tu estómago... cuando no solo las viste sobre sus brazos, también, en la zona baja de su ombligo.

—Señor Bakugõ —musitaste, carraspeando tu garganta al ver que tu voz había salido un poco ronca—. No sabía que llegaría antes.

—Me liberé antes del trabajo, así que decidí volver —explicó con su ronca voz, mirándote con sus ojos rojos.

—¡Que no se vaya! —El grito de su hijo que aún se mantenía entre sus brazos lo sorprendió, enfocando ahora su mirada rojiza en el mismo par de ojos frente a él. El mayor de los Bakugõ frunció su ceño, batallando también con el que reflejaba el menor, cambiando en su totalidad la expresión alegre y sorprendida por ver a su padre. Luego, forcejeó para desprenderse de sus brazos, queriendo estar nuevamente en el suelo, consiguiéndolo después de oír un chasquido de lengua de su padre. Pero mayor fue su sorpresa cuando vio a Takeo correr hacia ti y abrazar una de tus piernas con ambos brazos, situándose a tu lado y mirando con recelo al mayor—. Que no se vaya, (Nombre). Me prometió que jugaría conmigo y comeríamos juntos helado —sentiste sus pequeñas manos aferrar con fuerza la tela de tu jean.

No respondiste, pero miraste a Bakugõ, estando expectante de su respuesta ya que él decidiría si te marcharías, concluyendo con tu trabajo el día de hoy, o te quedarías por más tiempo en su casa. Por más que las insistencias de Takeo enternecieran tu interior, su padre tenía la última palabra en aquel momento.

—¿En qué momento dije que la echaría, renacuajo? —enarcó una de sus cejas y posó ambas manos sobre el filo de sus caderas. Mantuvo una mirada seria ante su hijo, desaprobando la expresión que el menor portaba, pero tú sabías muy bien de quién la había aprendido.

—¿Se va a quedar toda la tarde? —murmuró con uno de sus pucheros.

—Eso lo decidiré yo, pero no será así como sigas mirando de esa forma —impuso con su voz ronca y lo apuntó con su dedo índice—. Ahora ve a lavarte las manos porque no tocaras el control remoto con esos malditos gérmenes. 

El pequeño bufó pero acató la orden, dirigiéndose con paso lento hacia el baño, aún con su puchero, pero mirando con extrañeza sus manos, creyendo vagamente que los gérmenes serian visibles ante sus ojos.

Te mantuviste en silencio, observando la figura de Takeo perderse por el pasillo y luego orientaste la vista hacia el rubio mayor, viéndolo con sus manos posadas en su cadera y sosteniendo el ceño fruncido en dirección a donde se fue su hijo. Lograste oír que susurró una maldición para sí mismo, antes de que posara el rojo de sus ojos sobre ti.

—Compré para almorzar —cortaste el silencio, sintiéndote aún un poco incomoda al tener su torso descubierto frente a ti—. Haré sõmen, ¿qué le parece, señor Bakugõ? 

Oíste que chasqueó la lengua clamorosamente y su ceño se profundizó hacia ti, de todas formas, su mirada parecía haberse suavizado un poco.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que solo me llames Bakugõ? No soy un viejo para que me digas señor —caminó hasta tomar una toalla blanca que colgaba del respaldo de una silla, y secó su rostro para luego posarla sobre sus hombros.

—Lo siento, la costumbre de los otros trabajos —te encogiste de hombros, un poco avergonzada al ser la décima vez que te lo decía.

Si bien él era unos años mayor que tú —solo teniendo diferencia por poco—, aún estabas acostumbrada a tus antiguos jefes, donde eran mucho mayores y por eso los llamabas con educación como señores. Claro estaba que Bakugõ no era un viejo, y que apenas rozaba los treinta años, donde su físico lo demostraba y, más aún, ahora, donde lo podías ver con más detalles.

—¿Sõmen con jengibre? —interrogó, comenzando a caminar hacia la cocina, y tú le seguiste por detrás, afirmando con una corta respuesta, la cual salió con un breve tartamudeo porque habías perdido tu vista en los músculos de su espalda. Estos se movían y contraían ante cada paso que daba y no pudiste evitar mirar cada movimiento antes de que se diera vuelta para continuar hablando—. ¿El mocoso propuso? —ladeó la cabeza para mirarte por encima de su hombro.

—Bueno, en un principio quería probar miso tsukemen pero le dije cuán picante es, así que le propuse ese plato que sé que le gusta —soltaste una corta risa ante las ocurrencias de Takeo. 

Oíste también una risa ronca proveniente de Bakugõ, emitiéndola desde el fondo de su garganta pero que duró menos que un suspiro, deteniéndola cuando se posó frente a la mesada de la cocina, donde varias bolsas reposaban con los elementos que compraste. Te situaste a su lado, donde de soslayo observaste las comisuras de sus labios alzadas a la brevedad, con cierta suavidad enterneciendo el rojo de sus iris y apreciando aquella mirada distraída del mayor, donde parecía centrarse más en lo que pensaba.

Procediste a sacar cada elemento, mencionando en voz alta cada uno, teniendo la atenta mirada de Bakugõ sobre tu mano y analizando qué podría agregarle de especial a su plato para darle aquel sabor que tanto le gustaba a él.

Sospechaste de ante mano lo que pensaba y analizaba, así que detuviste tu habla para orientar el rostro hacia un lado, justamente para verlo a los ojos antes de hablar.

—Puedo agregarle un poco de picante a tu pocillo de salsa tsuyu, si quieres —propusiste con una leve sonrisa al ver el perfil de Bakugõ a tu lado y la manera en que una de sus comisuras se tensaba hacia arriba. Gira su rostro hacia ti, donde cierto orgullo destellaba en sus iris y un deseo voraz se reflejaba en su rostro al imaginar el platillo.

—Bien —murmuró complacido, fijando sus ojos en los tuyos y elevando aún más esa única comisura. Se mantuvo observándote por varios segundos con aquellos ojos rasgados que portaba, y donde solo el silencio prevaleció entre los dos. Sostuviste tu mirada, sin apartarla de él en ningún momento, sintiendo el presentimiento de que deseaba continuar hablando. Hasta que levemente ladea su torso hacia ti y cruza sus brazos a la altura de su pecho. En aquel movimiento, su brazo llegó a rozar el tuyo y aunque el contacto fue mínimo, sentiste que llegó a arderte—. ¿Y el helado? —Su ronca voz cuestiona, donde también elevó una de sus cejas.

—¿Picante al helado? —parpadeaste confusa.

El rubio chasquea la lengua suavemente, con cierto humor, y niega con un meneo de su cabeza.

—¿El helado también lo propusiste tú?

—Oh —tus labios formaron una pequeña circunferencia y recordaste que aquello iba a ser solo un pequeño secreto entre tú y Takeo—. En realidad, no... Pero yo acepté. Lo siento, de verdad, lo siento —contrajiste el rostro, ofreciendo así también una disculpa—. Pero iba a avisarte, claro... Es solo que yo pensé que si, solo esta vez, y él solo-

Detuviste tu habla cuando viste la palma de Bakugõ alzarse, indicándote que no siguieras con tu habla nerviosa.

—No me negué, (Nombre). Antes dije que no quería que comiera porquerías porque luego el mocoso abusa de eso y le pide a todo el mundo. Después está quejándose porque le duele el estómago, así que por un tiempo se lo privé.

—Entonces... ¿Puede comer helado? 

—Donde vea que pidieron un gusto horrible lo tiro por la ventana —se queja, pero con un aire de humor, logrando sacarte una sonrisa la expresión que puso—. No olvido la última vez los jodidos sabores que trajeron. 

Soltaste una corta carcajada al recordar el momento—: Solo tú comes menta granizada. Nadie come eso. 

—¿Cómo que no, joder? —continuaste riéndote ante su tono áspero e incrédulo por su diferencia de gustos y él pudo contagiarse de esa risa tuya, esbozando una sonrisa y observando cómo te contraías y achinabas tus ojos—. Ambos revísense por un médico porque se pierden los mejores gustos —espetó. Enjugaste una lágrima que se escapó de las comisuras de tus ojos y los abriste al detener tu carcajada. Sin embargo, enseriaste poco a poco tus facciones al notar el rostro del contrario más cerca, sintiendo a la brevedad cómo sus respiraciones lograban tocarse. Focalizaste con atención los ojos rojos de Bakugõ, que los mantenía fijos en los tuyos y te miraba con un brillo diferente, más jovial y divertido, apreciando ese ambiente entre ambos luego de unas largas horas de trabajo. Se mantuvieron de tal manera por un rato, donde no supiste cuántos segundos fueron los que pasaron pero tampoco los notaste correr empujando las manecillas del reloj, cuando también las facciones del rubio comenzaban a enseriarse lentamente, sin desprender sus ojos de ti—. Deberé inculcarles más los mejores gustos. La próxima traeré yo helado —afirma en un murmuro pero seguro de su comentario.

De tu boca no salieron palabras, sino que te mantuviste dubitativa ante las suyas. ¿La próxima? 

Solo pudiste asentir levemente, apreciando aquella vista tan cercana por primera vez... Sin embargo, ante el cosquilleo que brotó del leve contacto que sus brazos nuevamente hicieron, despertaste de esa ensoñación en la que se mantenían tus pensamientos y diste un paso atrás, deseando, repentinamente, un poco más de aire.

—Iré a ver porqué Takeo tarda tanto —comenzaste a retroceder hacia la salida de la cocina y señalando a tus espaldas. Bakugõ te siguió con la mirada, atento a tus movimientos y a la manera en la que rehuías de sus ojos, tocando nerviosamente mechones de tu cabello—. Siempre se queda jugando con el jabón y suele hacer un desastre... Así que, iré —deseaste aclarar, arrepintiéndote de ello cuando saliste del foco de su mirada, sabiendo que solo fueron palabras innecesarias.

Mientras avanzabas por el pasillo siseaste varios juramentos contra ti, golpeando suavemente tu frente ante tal torpeza y sin comprender aquel nerviosismo que te invadía últimamente cuando el brillo carmesí de sus ojos se situaba frente a los tuyos. Agitaste la cabeza a ambos lados, enseriando tu rostro y queriendo quitar de una manera el hormigueo que prevalecía en la piel de tu brazo que antes rozó el de Bakugõ.

✧‧₊˚✧‧.


Continue Reading

You'll Also Like

627K 58.1K 45
"ADAPTACIร“N" Me vรญ obligado a casarme con el hombre mรกs frรญo, cruel, orgulloso, prepotente y multimillonario de todo el paรญs solo por un contrato que...
46.1K 6.8K 16
Max Verstappen es el dueรฑo del mundo, es el jefe de una de las mafias mรกs poderosas, lo controla todo, es rey, el amo y seรฑor, tiene a todos a sus pi...
171K 27.6K 53
Checo trabaja como asistente editorial en Vogue. Ama todo sobre su trabajo, menos a su jefe, Max Verstappen. Max es el peor y Checo lo odia. Pero cu...
594K 79.7K 46
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ยฟUn embarazo? ยกImposible!