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Bởi euge_books

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¿Qué pasaría si a un chico le viene la regla? Lo sé, lo sé, vas a decirme que estoy loca y delirante, pero lo... Xem Thêm

🍒Deseo deseo🍒
¡BOOKTRAILER!
Primer día de clases
Vómito de Fanta
Violet
Sentencia de muerte
Estúpida fiesta, estúpido Mittchell, estúpidos todos
Cerecita, la vengativa
Los efectos del vodka
Deseo deseo
Buenos días
¿Qué demonios está pasando?
¿Qué has hecho, Bárbara?
No puede ser verdad
Día de esconderse en el baño
Piernas sucias
El incansable Mittchell vuelve al ataque
La maldición de Bárbara y la bendición de Mittchell
Tutorías sangrantes
Mittchell Dramático Raymond
Revelaciones
La regla afecta las hormonas
Definitivamente, se le salió un tornillo
Chocolates en casilleros
Intensidad al mil por ciento
Esfuerzo número dos y un tal vez
La fiesta más horrenda de la historia
Mentiras, fiesta y decepción
Humillación en Volcalandia
Gloriosa ley del hielo
#Ignorado
Maldita sea, Raymond
Charlas de medianoche
Inoportuna clase de matemática
De urgencias en el baño
Diagnóstico incorrecto
La enfermera sexy robapadres
Maratón de pelis y helado
Mini Iron Man
Llamada telefónica de emergencia
Veo veo
El mayor 3312 de la historia de los 3312
Lobos sexys y adolescentes adoloridos
Herir no es lo mismo que partir en dos un corazón
Colorín colorado, este acuerdo se ha acabado
Agua fría y mantas calientes
Puertas cerradas vuelven a abrirse
Problemas en el paraíso
Usa tus propias botas, idiota
Intentando una nueva jugada
No es perdón, es servicio
Bibidi Babidi Bú
Adiós, estrella; hola, futuras responsabilidades
¿Empezar de cero?
Falda y tacones combinan bien con piernas peludas
Oportunidad ganada
Besos a medianoche y un «te quiero»
Nuevo comienzo
Epílogo

Amores que matan

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Bởi euge_books

Bárbara


Luego de la comida, me excusé para ir a lo de Peter. Mittchell se ofreció a llevarme, pero le agradecí y le dije que iba a encontrarme con Evi para ir juntas. Le di un saludo de puño de Iron Man antes de irme, prometiéndole que hablaríamos en la noche, porque, de alguna manera, ya no podía dormir sin haberle enviado un texto.

Estaba pensando en eso cuando cierro la puerta del coche del taxi que comparto con mi amiga. Ella le da la dirección y el hombre se pone en marcha. Me ha hablado sobre el chico de antes, que finalmente ha enganchado completamente, y que ahora se mueve a la siguiente fase de su plan. Las listas inmensas de pasos me marean. O no son suficientes, o son mucho más de lo que ella está acostumbrada.

Gracias a Dios que no tengo que preocuparme por esas cosas.

―Oye, baja de Babilonia. Ya hemos llegado. ―me chifla. Le pagamos al chofer y bajamos en el camino de entrada.

La casa de Peter está un poco lejos de la ciudad. Tenemos que entrar por un camino de tierra hasta su casa, blanca con tejas anaranjadas y de dos pisos de altura. Él está en el porche, encorvado sobre una pieza de mecánica que debe pertenecer al tractor de su vecina, que siempre se descompone. A su lado descansa un vaso de lo que parece ser jugo. No veo señales de su madre por ningún lado. Por la hora, seguramente esté trabajando todavía.

Peter nos sonríe cuando alcanzamos los escalones y nos dejamos caer a su lado. Me desabotono completamente la camisa, quedando en camisola y mi pollera. También me quito los zapatos y me pongo en posición de indio.

―¿Cómo estás? ―pregunto, con una sonrisa amplia, pero al mismo tiempo con tacto.

―Ocupado. ―extiende las manos engrasadas, que se limpia con un trapo que sobresale del pretil del pantalón―. Es una buena manera de no comerme la cabeza.

Me muerdo el labio inferior y retuerzo mis dedos.

No sé qué decir. Usualmente, soy la que empieza las conversaciones más complicadas, y Evi es la que trata de incluir algún que otro chiste para sacar sonrisas. Ahora, mi mejor amiga parece haberse puesto una máscara de imperturbabilidad que no sé cómo manejar, y ver los ojos de Peter, rojos e hinchados, no me ayuda mucho.

Me trueno la espalda en un intento para aliviar la tensión de mi cuerpo.

Nunca he lidiado con una situación de esta magnitud. Temo decir algo incorrecto, que se ofenda y no me hable nunca más. Es decir, ¿cómo ayudas a tu amigo que aún no ha salido del clóset a superar sus miedos y reclamar el amor que se merece, sin lastimar a su familia ni a sí mismo? Es imposible. No puedes no lastimar a nadie. Y sé que esa es la parte que más le pesa a Pete.

―¿Y tu madre? ―opto por decir, para hacer algo de tiempo.

―No creo que vuelva para la cena.

―Bien, podemos hacer maratón de películas sin que nos reprendan por las escenas para mayores. ―bromeo.

Evi hace un ruido de aprobación y Peter asiente, apenas entusiasmado.

Tengo que decir algo, maldita sea.

―¿Has hablado con Adam?

Instantáneamente, quiero golpearme la cabeza contra la pared. Evi me mira con expresión asesina a lo que yo alzo los hombros.

―Sí.

―Oh, y... ¿qué te ha dicho?

―Básicamente, que arregle mis mierdas porque no quiere estar con un chico como yo, problemático e inútil.

Exhalo el aire que estaba conteniendo. Siento la rabia bullir dentro de mi pecho. ¿Cómo podría haberle dicho eso? Adam parece muy dulce y desde luego que no quiere dañar a mi amigo. Pero, eso...

―¿Lo dijo textualmente de esa manera? ―inquiero. Peter resopla y sus hombros se hunden todavía más mientras niega―. ¿Entonces?

―Dijo que no quería estar con alguien que no estaba dispuesto a aceptarse a sí mismo.

Wow, eso debió doler mucho más de lo que había imaginado.

―Peter... ¿a qué le tienes tanto miedo? ―pregunto, y, sin importar lo sucias que estén sus manos, entrelazo sus dedos con los míos y los llevo a mi falda. Lo acaricio en un intento para tranquilizarlo.

―Mi madre... ella es todo lo que tengo. No quiero decepcionarla.

Su madre, Esther, es una mujer culta y de raíces católicas. Fue criada para detestar a los que se salen de los estándares divinos, ahem, homosexuales, y toda clase de nuevas invenciones en la sociedad. Va todos los sábados a misa y en la cena recita los versículos que dijo el sacerdote durante la celebración. A veces, por no decir siempre, hace que nos tomemos de las manos para rezar, y bendecir la mesa. Esa es una linda costumbre que no tenemos en casa, pero luego, debo reconocer, ha hablado constantemente sobre hombres que se toman de la mano en la calle, o mujeres que se besan sin escrúpulos y con la pasión que solo debería mostrarse en la privacidad de una habitación. He desestimado esos comentarios porque no tenía nada para decirle, mucho menos cambiar su forma de ver el mundo. Comprendo por qué Peter tiene tanto miedo de abrirse con ella. Le ha hecho ver que es algo malo ser lo que es él, y no puede aceptar esa parte de él que le dice que puede amar a Adam con todo su corazón.

―Contéstame algo. ¿Amas a Adam?

―Por supuesto que sí.

―¿Estás dispuesto a todo por él?

―Sí.

―Entonces, dile a tu madre lo que sientes por él. Ella no tiene ningún derecho a privarte de tu felicidad. Eres su hijo, su sangre, y te ama, pero tendrá que aprender a amarte de verdad, como eres en realidad. Eso es lo que hace una madre.

Se sorbe los mocos y apoya la cabeza en mi hombro. Estiro mi mano libre para secarle las lágrimas mientras Evi se pega a su otro costado y le pica el estómago para hacerlo reír.

―Siempre puedes contar conmigo para cortarle unos mechones de pelo. Nunca me gustó ese color tintado que se pone para combinar con las estaciones.

Evi consigue su cometido y Pete sonríe.

―Pero, ¿qué le digo a Adam? ―murmura, de nuevo con semblante ansioso.

―Tomará tiempo, pero él tiene razón, debes aprender a reconocerte y aceptarte o serás infeliz por el resto de tu vida. Tiene que tener paciencia, si te ama, podrán superarlo.

―Eso sonó muy profundo y siniestro. ―susurra Evi, moviendo los dedos en mi dirección.

―Es la verdad.

Peter solloza, aunque puedo ver que mantiene en sus labios una mueca alegre. Abre los brazos y nos sujeta a ambas por los hombros, empujándonos contra su pecho.

―Las amo, lo saben, ¿cierto?

Por supuesto que sí, nosotras a él también. Haríamos cualquier cosa para verlo feliz, y si eso incluye traer a Adam por las orejas, entonces gustosas lo cumpliremos.

―Yo también, pero quítame tu axila de mi nariz, idiota. ―farfulla mi amiga, a lo que él responde tirándola a su regazo y clavando su chivo en pleno rostro―. ¡Maldito seas, Peter Matthews!

Yo solo puedo reír. No puedo estar más agradecida por tenerlos en mi vida. Amores que matan, pero que te reviven si lo necesitas.

―¿Qué hay de Bárbara? ¡Hazle cosquillas a ella!

―¡Ni siquiera lo pienses!

Caemos rendidos en el sillón de su casa luego de veinte minutos. Hemos hecho palomitas y hemos puesto una película de acción que a todos nos encanta porque aparece Keanu Reaves. Ese hombre es mi perdición.

―¿Pueden ambas dejar de babear? Estropearán el felpudo. ―se burla Peter. Ya está de mucho mejor ánimo, lo que, por consiguiente, nos ponga en un buen mood a todos.

Ha dicho que hablaría con su madre en cuanto estuviera listo y llamaría a Adam en cuanto pudiese. Sé que Adam es un buen chico, y como tal, merece estar con mi amigo. La transición y la aceptación no son etapas fáciles. Tal vez Adam haya pasado la suya, pero si no está dispuesto a acompañar a Peter mientras transita su momento, entonces no vale su tiempo.

Por supuesto que se lo dije (con palabras más suaves), y me dio un abrazo y me dijo gracias en voz baja, casi rota.

Cuando su mamá llegó, estábamos muertos en el sofá con la televisión encendida. Ya no recuerdo cuál fue la última película que vimos. Lo último que supe fue que mis ojos se cerraron y quedé frita. Claro que, cuando me despierto a la mañana siguiente, mi celular está lleno de mensajes de mis padres.

No sabía que mi madre pudiera maldecir de esa forma.

También tengo un mensaje de voz de la abuela. Suena calmada, aunque la conozco demasiado bien y sé que se está conteniendo el reto del siglo. Dice que atienda el teléfono, que los tengo a todos muy preocupados y que dé una señal. Saben que estoy con Peter y con Evi, pero al parecer no recordaban que les había dicho que estaba en su casa.

Las ruedas de la camioneta de papá rechinan cuando se estacionan en la puerta de entrada. Esther, como buena anfitriona, los hace pasar y les invita un café. Nosotros ya estamos a la mesa, con las caras embadurnadas de tortas con almíbar de la repostera vecina y una enorme taza de café.

Me he visto al espejo y doy miedo, así que no me molesto en mirar a mis padres más de lo debido. Las ojeras que tengo espantarían hasta Freddy Krueger.

―Buenos días, Bárbara.

Ay, carajo.

―Hola, mami. ¿Dormiste bien?

Mierda, creo que no debería haber dicho eso. A ella le aparece un tic en el ojo derecho, ese que no suele aparecer a menos que esté realmente enojada o estresada.

―Con un ojo abierto y mi celular al lado. Sabes que me tienes agendada, ¿verdad? Recuerdo vívidamente haber puesto mi nombre con mayúsculas en tu lista de contactos.

Dios, en serio está cabreada.

Papá, por otro lado, se ve aliviado y ya está sentado a mi lado bebiendo el café que le ofrece la señora Esther. Mamá lo observa con expresión traicionada.

―¿En serio, Mario? ¿En serio?

―Lo siento, amor. No me dejaste desayunar, no puedo castigar a mi hija sin el estómago lleno. Me sentiré culpable y hambriento después, y sabes cómo me pongo cuando estoy culpable y hambriento.

La mirada de mi madre ahora es fúrica.

―Nora, siéntate. ―anima Esther, poniéndole las manos en los hombros. Se conocen hace mucho tiempo, amigas, aunque no como Peter y yo, así que le doy una sonrisa de agradecimiento a la mujer mientras la empuja en una silla―. Te traeré bastoncitos de azúcar. Sé que son tus preferidos.

Y así de fácil se le pasó el enojo.

Por un rato.

Cuando nos subimos al auto, un poco más tranquila, dice:

―La próxima vez que decidas quedarte a dormir con tus amigos, sea en la casa que sea, no te olvides de avisarnos. Estábamos muy preocupados.

―Lo siento. ―y de verdad quiero decirlo.

Entrelazo mis dedos con los suyos a través del espacio en medio de los asientos. Ella suspira, y luego sonríe.

―Para que quede claro, yo fui el que durmió con el ojo abierto. Tu madre quedó frita luego de las doce. ―acota papá mientras nos aventuramos por el camino de salida.

Mamá le da un coscorrón.

Hay amores que matan y otros que sanan. Creo que con el pasar de los años, el de ellos es una mezcla de ambos.

Los amo, es tan linda la amistad que tienen...

Cuéntenme en los comentarios qué creen que va a pasar con Adam y Peter. Necesitamos un nombre para su ship, ahora que lo pienso.

Con amor,

Euge.

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