Deseo deseo ©

By euge_books

19K 3K 1.4K

¿Qué pasaría si a un chico le viene la regla? Lo sé, lo sé, vas a decirme que estoy loca y delirante, pero lo... More

🍒Deseo deseo🍒
¡BOOKTRAILER!
Primer día de clases
Vómito de Fanta
Violet
Sentencia de muerte
Estúpida fiesta, estúpido Mittchell, estúpidos todos
Cerecita, la vengativa
Los efectos del vodka
Deseo deseo
Buenos días
¿Qué demonios está pasando?
¿Qué has hecho, Bárbara?
No puede ser verdad
Día de esconderse en el baño
Piernas sucias
El incansable Mittchell vuelve al ataque
La maldición de Bárbara y la bendición de Mittchell
Tutorías sangrantes
Mittchell Dramático Raymond
Revelaciones
La regla afecta las hormonas
Definitivamente, se le salió un tornillo
Chocolates en casilleros
Intensidad al mil por ciento
Esfuerzo número dos y un tal vez
La fiesta más horrenda de la historia
Mentiras, fiesta y decepción
Humillación en Volcalandia
#Ignorado
Maldita sea, Raymond
Charlas de medianoche
Inoportuna clase de matemática
De urgencias en el baño
Diagnóstico incorrecto
La enfermera sexy robapadres
Maratón de pelis y helado
Mini Iron Man
Amores que matan
Llamada telefónica de emergencia
Veo veo
El mayor 3312 de la historia de los 3312
Lobos sexys y adolescentes adoloridos
Herir no es lo mismo que partir en dos un corazón
Colorín colorado, este acuerdo se ha acabado
Agua fría y mantas calientes
Puertas cerradas vuelven a abrirse
Problemas en el paraíso
Usa tus propias botas, idiota
Intentando una nueva jugada
No es perdón, es servicio
Bibidi Babidi Bú
Adiós, estrella; hola, futuras responsabilidades
¿Empezar de cero?
Falda y tacones combinan bien con piernas peludas
Oportunidad ganada
Besos a medianoche y un «te quiero»
Nuevo comienzo
Epílogo

Gloriosa ley del hielo

254 48 8
By euge_books

Bárbara


Llego a casa con la respiración hecha un desastre. Toda yo soy un desastre. Me arden los sitios en donde las balas de plástico me golpearon y más me duele el orgullo. ¿Quién se creyó esa tipa para cometer tal acto denigrante? No entiendo cómo puede haber gente que la apoye, porque estoy segura que tuvo que levantar el aparato con ayuda masculina. Quiero pensar que esos chicos no sabían para qué sería utilizado, pero mis sentimientos me traicionan y mi mente dibuja a Mittchell colocando el arma que más tarde me haría quedar como una idiota.

Antes de bajarme, me limpió una lágrima que caía por mi mejilla y yo quise creerle, quise apoyarme en él, pero tengo tanto miedo de que me apuñale por la espalda de nuevo. No quiero sentirme de esta forma otra vez. Por eso salí corriendo de allí y me encerré en mi agujero de paz.

Subo las escaleras rumbo a mi habitación tratando de hacer el menor ruido posible. No quiero que mis padres se despierten y descubran la razón de mi temprano regreso. Cuando mi padre me dejó en la fiesta, me dijo que estaba orgulloso de que ampliara mi grupo de amigos, que hiciera socialización. No puedo ni imaginarme lo que diría si me viera ahora.

Mientras me cambio y aplico crema humectante sobre los magullones, rememoro lo último que le dije a Mittchell, o lo que debería haberle dicho. Le pedí que me dejara en paz. Relacionarme con él es peligroso para mí y para mi salud mental. Pero al mismo tiempo no quiero hacerlo. Muerdo mi labio con impotencia. No tengo por qué estar pasando por esto.

Ya cambiada y con banditas puestas, me meto en la cama y me tapo con el edredón hasta la cabeza. El celular vibra en mi mesa de luz, anunciándome que tengo nuevos mensajes, pero poco me importa. Mañana podré explicarle a Evi la razón de mi fuga, si es que no la recuerda por la resaca, o ya se habrá enterado por los videos virales. Por un instante, me pregunto cuánta cantidad de likes recibirá el abuso a una menor. Eso ni siquiera debería ser una diversión.

Con las lágrimas picando en mis ojos, me giro y quedo viendo la ventana. La luna está partida por la mitad, y no puedo evitar pensar en la cursilería de que yo también lo estoy. Esta noche me han partido por la mitad, me han quebrantado, y no sé si pueda recuperarme de eso. Mi móvil tintinea con el tono de llamada que le he puesto a Mittchell: All the single ladies de Beyoncé. Apresurada, bajo el volumen y cuelgo con el corazón a mil.

No puedo contenerlo más. Puedo pretender que soy fuerte, pero tengo mis momentos de debilidad y me han pegado duro. No tengo ánimos de contestarle, solo quiero dormir y olvidar que esta noche existió.

No obstante, él insiste, y al no cogerlo, me deja un mensaje de voz. Me digo a mí misma que lo eliminaré, pero algo en mi interior me lo impide y acabo presionando el número de escucha.

Hola, Cerecita. ―Se hace una pausa silenciosa en la que escucho su respiración entrecortada, como si estuviera conteniéndose de decir algo―. Siento mucho lo que ha sucedido, aunque ya te lo he dicho. Quiero que sepas que nunca fue mi intención que te lastimaran de esa forma. Avísame si necesitas algo, por favor. Me preocupas. Llámame en cuanto puedas.

La voz robótica anuncia que el mensaje ha terminado, pero no puedo sacármelo de la cabeza porque no puedo creer que haya dicho esas palabras.

Afortunadamente, deja de enviarme. Soy una masoquista y leo su chat, el cual refleja lo que acaba de expresarme. Sé que le aparecerá la doble marca celeste, pero ahora no me importa. Hoy ya nada tiene relevancia para Bárbara Sucker.

En mis sueños, revivo el momento traumático que acababa de vivir una y otra vez. Era una versión más retorcida de lo que Mittchell me había confesado. Se reía mientras abrazaba a Violet y me miraban como si mi humillación se tratara de un juego divertidísimo. Pero en la realidad era mucho más fuerte. Yo sabía controlar los sentimientos, lo he hecho durante años, pero la forma en la que él se puso delante de mí para protegerme, su intención de ayudarme, me descolocó, aún más lo que sentí, y sigo sintiendo, por él.

El lunes arriba demasiado rápido para mi gusto. Me he tomado el fin de semana para pensar con la cabeza fría y hacer todo lo posible para que mis padres no notaran las magulladuras en mi cuerpo. Tengo miedo de que tengan sospechas. Siempre he sido la hija abierta que dice lo que piensa, pero no lo que le sucede en la vida cotidiana. Jamás he platicado con mi madre sobre los chicos que me gustaban, o con mi padre acerca de mi futuro, casarme, tener hijos y todo lo que madurar conlleva. Me limito a existir, simple y llanamente.

Y ahora eso parece imposible.

Como si las estrellas pudieran escucharme, susurro:

―Deseo que este día se acabe rápido.

Me miro en el espejo con la mochila colgada al hombro y portando mi mejor sonrisa fabricada. Me he puesto un abrigo liviano de mangas largas para que las heridas, ahora un poco verdosas, no se noten.

Doy un largo bostezo, sé que no dejaré esta casa hasta que tenga una buena taza de café en mis manos.

Como siempre, mamá está esperándome en la cocina, pero no hay señales de papá. Debe haberse ido ya a trabajar. Ella está revisando su celular mientras se mordisquea la uña del dedo índice. Lo hace siempre que está nerviosa, y solo hay una persona en el mundo que puede poner esa mirada en su rostro: la abuela.

―Buenos días, mami.

Me sonríe y besa mi cabeza con aire distraído.

―Cariño, ¿a qué hora terminas hoy?

―A la misma hora, a las tres. ¿Por qué? ―Ella no es de las que preguntan cuándo llego a casa. Sabe que no soy de esas que se escapan con chicos o tienen una doble vida. O quizás sí la tengo un poquitín. En cualquier caso, debe tratarse de algo importante.

Se encoge de hombros y apaga la pantalla para que no vea lo que estaba escribiendo. Sin embargo, puedo leer la palabra "visita" y es suficiente para que comprenda la situación.

―Temo que faltarás unos días. ¿Pueden cubrirte Peter y Evi?

La miro, desconcertada. Jamás, en mis casi dieciocho años de vida, me han hecho faltar al colegio. Siempre he sido la hija aplicada que va incluso aunque se sienta mal. No falto a menos que tenga cuarenta grados de fiebre.

―¿La abuela está bien? ―pregunto.

―Sí, solo se cayó y se ha hecho daño en la espalda, pero no quiere nuestra ayuda. Sabes cómo es.

Asiento, divertida. La nona es una mujer muy independiente. Desde que se casó con mi abuelo, le dejó claro que ella era un alma libre que saldría cuando quisiera, como quisiera y con quién quisiera. Su palabra era ley y mi nono tuvo que adaptarse a su libertinaje. Aprendió a no ser celoso y posesivo y a reírse con ella, a veces también de ella. Rara vez pelearon, pero sé que la llama se apagó cuando él murió. Mi abuela, Adele, sigue teniendo su impulsiva y dulce personalidad y recuerda todos los días a su marido. Conserva su ropa como si fuera tesoro nacional y habla de él como si siguiera vivo. Eso me ayuda, porque no lo conocí lo suficiente. Sé que emigró de Brasil y se enamoró perdidamente de mi abu. Falleció de un paro cardíaco cuando yo tenía nueve años. Tengo foros con él, pero mis recuerdos son borrosos.

―¿Está bien? ¿Es grave? ―digo, volviendo al presente. Parpadeo para quitar los fantasmas de lágrimas que se me forman cada vez que pienso en él.

―No lo sé. Según ella no, pero quiero asegurarme de que no lo sea. La llevaré al médico para que la revise entera.

Esa será la lucha del año.

Tomo la taza térmica con mi precioso líquido y salgo por la puerta despidiéndome a voces. Fuera, mi amigo está junto a su carro, listo para abrirme como el caballero que es.

―Hola, zanahoria.

De todas las personas, él es uno de los pocos que logran hacerme reír a pesar de estar triste.

―¿Cómo te sientes?

―Estoy bien, Pete. No tienes que sobreprotegerme.

―Da gracias a Dios que es una chica y no puedo golpearla. Si hubiera sido Raymond, le habría pateado el trasero.

Río un poco. Él jamás se atrevería a hacerlo a menos que fuera importante. El adjetivo calificativo "rudo" no encaja en su perfil. Mi sonrisa amaina cuando la imagen de Mittchell aparece en mis pensamientos.

El viaje es silencioso, tranquilo y relajante. Un poco de normalidad nunca viene mal. Luego de mi encierro total, merezco un poco de paz. Eso me recuerda que mi vida tiene de todo menos lo que quiero y los mensajes de Mittchell lo demuestran. Sé que le hice una promesa, pero ahora me resulta difícil de cumplir luego de lo que pasó y de que incumpliera su parte del trato.

¿Qué debería hacer? Odio romper mi palabra, porque él está aquí gracias a mi deseo, es mi responsabilidad cuidarlo y acompañarlo, y al mismo tiempo quiero que se retuerza en su sangre por haber dejado que me hagan esto. Lo triste es, que por más veces que me lo repita, no tengo esperanzas, porque ya nada de lo que haga me sorprende.

Sí, me levanté muy pesimista esta mañana.

―¿En qué piensas? ―me interrumpe mi amigo.

―Nada.

―Te conozco. Tienes miedo de lo que puedan decir de ti. ―responde, Me quedo en blanco, pues no quiero tratar ese tema. Para ser justos, él está en la misma situación, porque no hemos hablado de su situación con Adam.

―Casi todos estaban borrachos para recordarlo. Además, tengo otras preocupaciones. Iremos a ver a la abuela esta noche y me ausentaré unos días.

Procedo a contarle lo que me dijeron esta mañana y agradezco el cambio de tema. Me pide que le mande un beso grande a la abuela y que la cuide y la mime mucho. Me asegura que me mantendrán al día, aunque sería más conveniente pedírselo a Mittchell, ya que tenemos más clases juntos. Pero no voy a acercarme a él hoy. Ni en un futuro próximo.

Al llegar al estacionamiento, Peter aparca el motor y nos bajamos. Al inicio, intento parecer serena y mantener la vista al frente, pero mi instinto me traiciona y termino buscando en las expresiones de la gente lo que ya suponía que encontraría. Burla, lástima, pena, gracia, comprensión, confusión...

Me lleno de impotencia.

No mejora que Mittchell esté parado en las escaleras, con sus ojos grises puestos en mí. Se le nota lo inquieto que está por la forma que aprieta las manos a sus costados y se muerde los labios. La constante sonrisa sarcástica no tiene asomo en sus facciones, está concentrado y eso me provoca una sensación extraña. Nunca lo había visto de esta manera. Su mensaje de voz resuena lejanamente en mi cabeza y mis tripas se revuelven.

Traga duro cuando me aproximo a él. No se mueve ni un centímetro, como si estuviera pegado al suelo.

―Cerecita...

Sigo mi rumbo sin siquiera chocarle el costado, porque con la suerte que tengo hasta eso me saldría mal, y me enfoco en mi próximo objetivo: sobrevivir al día.


MIL DISCULPAS. Sé que me tardo mucho en actualizar, pero estoy tan enganchada con otras historias que a veces me olvido que tengo esta. Mi fuerte es la fantasía y el misterio, el humor es algo que estoy explorando aún. Yo soy como Bárbara, literalmente, es yo. Me baso en mí y en mi carácter para representarla y créanme que no es fácil porque a veces ni yo me entiendo.

Espero no estar defraudándolos. En serio, perdonen. Lo prometido es deuda, así que acá tienen el cap. Ojalá lo disfruten. 

Los adora,

Euge.

Continue Reading

You'll Also Like

2.2K 217 17
El pasado nos marca y nos da lo que somos el dia de hoy. Sin darnos cuenta puede aver alguien que nos comprende sin saberlo.
8.8M 290K 39
Tyler y Haley, ya los conoces a la perfección. Dos estilos de vida que por azar del destino han sido unidas. ¿Por qué? O mejor dicho ¿Para qué? ¿Cuál...
4K 92 18
hola! es mi primer historia si tiene faltas de ortografía perdón no soy muy buena escribiendo =3 advertencia ★lenguaje no apto para personas sensible...
86.5K 696 2
Una simple empleada de oficina se transforma a sí misma en su tiempo libre en la diosa del sexo cibernético. Durante el día Jess Mellwork, es una cor...