Cuarentena

By fuckingOT

1M 39.4K 12.2K

Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... More

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 31: Entrar en calor

27K 741 246
By fuckingOT

NATALIA POV

Como si me estuviera despertado a cámara lenta, como si mi cerebro supiera por adelantado las ganas que tengo de disfrutar de este momento con el máximo detenimiento posible, mis sentidos van uno por uno haciendo que sea consciente de la situación en la que me encuentro.

El primero es el olfato, que me hace saber con tan solo respirar que realmente he pasado toda la noche con ella pegadita a mí, invadiendo mis sábanas y mis sueños con su olor que, sin necesidad de perfumes añadidos, huele a todas las cosas bonitas del mundo. Inspiro con fuerza para apreciarlo mejor y eso hace que se me escape la primera sonrisa del día.

Inevitablemente unido al olfato va el gusto, eso es algo que sabe todo el mundo, así que ese es el segundo de mis sentidos que me hace reaccionar esta mañana. Intuitivamente inclino la cabeza hasta que mis labios se posan en su sien, que es el trocito de piel que más cerca tengo a mi alcance. Le doy un besito diminuto y rozo mis labios por la zona con suavidad. Segunda sonrisa del día. Unos cuantos besitos después, me detengo, aunque por mí me quedaría así toda la mañana. Este le dejamos para luego, porque en cuanto se despierte me la pienso comer enterita.

Haber sentido su piel contra mis labios hace que se despierte en mí el tercero de mis sentidos, el tacto. Uff, mi favorito. Gracias a este, empiezo a ser consciente de todos los puntos en los que mi cuerpo y el suyo están en contacto, que no son pocos. De hecho, sonrío al darme cuenta de que son incluso más que cuando nos fuimos a dormir. Tercera sonrisa en apenas unos minutos, el día promete. Con lentitud comienzo a mover la yema de mis dedos, notando el calor que desprende la piel de su espalda baja, de donde mis manos no se han movido en toda la noche, y las deslizo arriba y abajo por dentro de su camiseta para llenarla de caricias.

Noto nuestras piernas desnudas completamente enredadas y la mitad de su cuerpo apoyado sobre mi costado, mientras que uno de sus brazos rodea mi abdomen para agarrarse a mi camiseta y el otro descansa más arriba, con su mano apoyada en mi hombro. Aprieto ligeramente mi agarre provocando que ella se revuelva y se acerque aún más, llevando la cabeza que descansaba en mi pecho hasta el hueco de mi cuello para esconderse ahí.

Preparada para hacer uso de mi cuarto sentido, la vista, y abrir los ojos para deleitarme con la imagen que sin duda va a provocarme la cuarta sonrisa del día, estoy a punto de hacerlo cuando me veo interrumpida por mi quinto sentido que acaba de despertarse, el oído.

– Gonzalo, estás más ciego que una abuela – oigo la voz de Julia en un susurro.

– Era el primero joe, estaba probando.

– Que no hay tantos como para que los estés tirando fuera. Menos mal que no hay nadie por la calle.

– Lanza tú el siguiente si eres tan hábil – protesta Gonzalo sin darse cuenta que están dejando de susurrar y ahora los escucho perfectamente.

Oigo un ruido que no soy capaz de identificar y de repente noto unas gotas mojando mi cara. ¿Se está poniendo a llover?

– Uyy casi. Al borde – dice Julia.

– Si es que te lo estoy diciendo. Deben estar tan pegadas al muro que no hay ángulo. ¡Es que ni se las ve!

– Pegadas la una a la otra es lo que están. Si no, ya me dirás cómo es posible que quepan en ese trocito las dos. Qué cabronas, anda que se ponen en el medio, que se las vería desde aquí. ¡No son listas ni na!

Confusa por no estar entendiendo nada, aparto una mano del cuerpo de Alba para sacarla de las sábanas y rascarme los ojos a ver si me despejo un poco. Con cuidado me revuelvo para que Alba se tumbe sobre el colchón a mi lado y así poder incorporarme lo suficiente para quedar sentada.

Un par de segundos después, algo impacta contra mi hombro haciendo que se moje toda la manga de mi camiseta y me salpique por el cuello y la cara. Me giro un poco para intentar ver qué ha sido y un nuevo impacto en mi espalda hace que no me queden dudas, los trocitos de globos rotos que caen en el colchón lo dejan claro.

– ¡¡JULIA!! – grito tan alto que Alba se despierta de golpe asustada.

Al notar el respingo de la rubia a mi lado, me giro hacia ella, pero antes de que haga nada, otro impacto, esta vez en mi cabeza, hace que mi pelo se moje por detrás y que mi atención regrese a mis vecinos.

– Que se ha despertado Gonza, ¡prepárate! – oigo a Julia reírse.

Me pongo de pie, lo que es una mala idea porque nada más hacerlo un nuevo globo impacta en la mitad de mi pecho. Sí que están preparados los cabrones.

– ¿Qué pasa?

Alba con la voz aún adormilada se pone de pie a mi lado, pero tiene la suerte de que el globo que iba dirigido a ella golpee en mi hombro y a ella le salpique un poquito nada más. A pesar de eso, da un grito por el susto y se mueve con una agilidad impropia de acabar de levantarse para colocarse detrás de mí y agarrarse a mi cadera, escondiéndose tras mi espalda.

– ¡Alba! – protesto yo cuando veo que pretende usarme de escudo.

Un nuevo globo explota contra mi cadera. Las risas de Julia y Gonzalo, a las que inexplicablemente se unen las de Alba, resuenan por toda la calle.

– ¡Apunta Julia, que la rubia está muy seca! – anima Gonzalo a su novia.

– ¡Nooo! – se queja Alba a la vez que se parte de risa.

Otro globo impacta en mi abdomen, aunque por suerte no me hace daño, y yo miro hacia abajo para ver mi camiseta. Joder, me estoy calando. Levanto de nuevo la vista y me cabreo al ver a la gaditana retorcerse de la risa a mi costa.

– Mira Julia, te voy a... – mi amenaza se ve interrumpida por un globo que venía directo a mi cara.

Gracias a mis reflejos consigo poner la mano delante porque ese seguro que sí me hacía daño, así que se rompe contra mi mano haciendo que no me libre de que me salpique en toda la cara.

Como no voy a conseguir nada aquí de pie, intento moverme para entrar al salón y que dejen de acribillarme, pero me resulta imposible moverme con el agarre de Alba a mi cuerpo, que cada vez es más fuerte.

– ¡Alba, déjame moverme que me estoy empapando! – solo obtengo risas como respuesta.

Unos cuantos globos explotados contra mi cuerpo después, Alba decide que ya es momento de huir y se mete corriendo al salón. Cuando siento que puedo moverme de nuevo con libertad, sigo el mismo camino. Me quedo resguardada donde los globos no pueden alcanzarme y antes de cerrar la puerta de la terraza, grito.

– ¡Esta me la vais a pagar, malditos!

Unas carcajadas pobremente contenidas llaman mi atención a mi espalda, por lo que me doy la vuelta para encontrarme con Alba tapándose la boca con las manos, intentando no reírse pero no consiguiéndolo. Me mira de arriba abajo un par de veces desde el otro lado del salón.

– Nat... – empieza a hablar entre risas – vas a... a empapar el... el suelo. Ten cuidado, no... no te escurras.

– ¿Te parece gracioso? – intento ponerme seria cruzando los brazos, pero se me escapa la sonrisa al verla reír así. Ella niega enérgicamente con la cabeza mientras se muerde el labio conteniéndose. – Pues a mí me parece que sí. Claro, como tú estás tan sequita... – doy un paso hacia ella que le hace entender mis intenciones. – Ven aquí.

– Nat, ni se te ocurra – deja de reírse.

– ¿El qué, Alba? – otro paso hacia ella.

– No, no, no, no, Nat –ella da uno hacia atrás para huir de mí, levantando la mano para indicarme que no dé un paso más.

– Sí, sí, sí, sí, Alba. Ven aquí.

Se da la vuelta para salir corriendo hacia su habitación, pero yo soy más rápida y la alcanzo antes de que pueda incluso moverse. Paso mis brazos por su abdomen para abrazarla por la espalda y ella empieza a gritar volviendo a reírse.

– ¡Naaat! ¡Quita! ¡Qué frío! – dice al notar que su camiseta se moja un poco por culpa de la mía.

– Ya no es tan gracioso, ¿no?

La levanto del suelo apoyando su espalda en mi torso aprovechándome de ser más alta y ella tras otro grito por la sorpresa empieza a patalear como una niña pequeña, sin dejar de reír en ningún momento. Empiezo a andar con ella a cuestas y cuando abro la puerta del baño, parece entender lo que pretendo.

– Noooo, Nat, porfa. No lo hagas, que ya no me río más.

– Por supuesto que lo hago.

Cierro la puerta con el pie para asegurar el agarre con mis brazos y que no se escape en el último momento, aunque algo me dice que ha dejado de hacer fuera e intentar huir. La acerco hasta la ducha y abro la mampara, dejándola en el suelo para ello.

Se da la vuelta aún encerrada entre mis brazos que la acorralan en el borde de la ducha, y me mira con ojitos de cordero, por lo que yo miro rápidamente al techo para esquivar esos ojos que pueden hacer lo que quieran conmigo. Cómo sabe la cabrona.

– Nat, porfi no lo hagas – aguanto por no bajar la vista a sus ojos, pero ella insiste. – Nat, mírame.

– No, no te miro.

Vuelvo a levantarla de suelo y sin perder más tiempo la meto en la ducha, cerrando la mampara para no llenar todo el suelo de agua. Aprieto mi cuerpo contra el suyo que está contra la pared, y llevo una mano hasta la alcachofa de la ducha. Pongo el agua lo más fría que se puede y abro el grifo con un montón de potencia, haciendo que Alba dé un saltito por la impresión.

– ¡¡NAT!! Joder, está helada – le entra otra vez la risa floja.

– La venganza es un plato que se sirve frío.

– ¡Que me congelo!

– ¿Te vas a seguir riendo?

– ¡Nooo! – dice entre carcajadas.

Levanta sus brazos para intentar que deje de echarle agua por toda la cara y empezamos forcejear por el control de la ducha haciendo que acabemos las dos caladas de arriba abajo. Como es imposible que una de las dos ceda, Alba opta por alargar el brazo hasta el grifo y cerrarlo para que deje de salir agua, por lo que yo dejo a un lado la alcachofa de la ducha.

Alba se pasa las manos por la cara para quitarse un poco el agua y también por el pelo para peinarlo hacia atrás y que no le moleste en la cara, y ese simple gesto a tan poca distancia de mí, casi me hace caerme para atrás. Lo guapísima que es, joder.

Como me quedo embobada mirándola, sube sus manos hasta mis mejillas para retirar las gotas de agua que por ahí se deslizan, y después las pasa por mi pelo igual que ha hecho con el suyo. Salgo de mi ensimismamiento al notar nuestros pechos chocar por lo fuerte que estamos respirando, quiero pensar que por el forcejeo y no por otra cosa, y yo apoyo las manos a ambos lados de su cabeza para inclinarme y acabar de acercarnos.

Alba no ha apartado los ojos de los míos en ningún momento y aún sin hacerlo, pone las manos en mi cintura para apoyarse al ponerse de puntillas, colocando su cara a la altura de la mía, a escasos centímetros.

– Deberíamos secarnos, vamos a ponernos malas – susurra.

– Yo no tengo frío – murmuro en el mismo tono porque no quiero moverme, y ella poco a poco deja escapar una pícara sonrisa.

– Tus pezones no opinan lo mismo – dice inclinándose para susurrarlo en mi oído como si fuera un secreto.

– No soy yo quien lleva una camiseta blanca, los tuyos también tienen cosas que decir.

Alba sube rápidamente sus manos a mi cuello tirando de mí para quedar completamente pegadas y así evitar que vea lo que llevo ya un rato mirando, y ese gesto me hace soltar un pequeño jadeo.

– Alba, mis pezones no se van a calmar como siga notando tu cuerpo mojado contra el mío – suspiro bajando lentamente mis manos por su espalda hasta agarrar su culo.

– No quiero que se calmen, yo también quiero notarte.

Su murmuro, acompañado de un sutil movimiento de su cuerpo empezando a frotarse y de unos jadeos que chocan en mi cuello, me hacen delirar.

– Nat – vuelve a llamar mi atención separándose un poco para mirarme a los ojos. – Quiero que me hagas entrar en calor.

Su mirada de deseo me hace temblar antes de procesar lo que me está pidiendo y cuando lo hago, tomo la decisión de llevarla al límite, de hacer que aumenten tanto sus ganas que no pueda más.



ALBA POV

Unos segundos después de mi petición empieza a reaccionar, y lo primero que hace es inclinarse sobre mi oído y rozarlo con sus labios antes de hablar.

– ¿Quieres entrar en calor? – yo asiento expectante. – Pues vas a acabar ardiendo, Alba.

– ¿Cómo tú? – pregunto al pasar mis manos rozando sus brazos y notando el calor que desprende su piel a pesar de seguir con la camiseta mojada y fría.

– Sí. ¿Has visto cómo estoy? Verte con la camiseta casi trasparente por el agua me tiene así. Veo tu cuerpo a través de la tela y solo quiero arrancártela para comerme todo lo que hay debajo. No puedo dejar de pensar en todas las cosas que quiero hacerte.

– Hazlas – jadeo encendida por sus palabras.

– Sí, pero despacio. Primero tenemos que calentarte.

Se me escapa un gruñido de protesta porque no quiero ir despacio, quiero que me quite la camiseta y me devore, porque como tarde un poco más, voy a ser yo quien lo haga con ella.

Natalia se separa de mi cuello, donde estaba paseando sus labios sin apenas rozarme la piel, y se echa un poco hacia atrás para ponerse frente a mí y susurrarme ahora sobre los labios, sin tocarlos tampoco.

– Vamos a ir a la cama para poder follarnos a gusto, ¿vale? Pero antes tenemos que quitarnos la ropa.

– Nat... – me inclino para alcanzar sus labios, pero ella imita mi movimiento echándose hacia atrás, haciéndome protestar de nuevo.

– Es para no mojarlo todo por el camino. Aquí lo único que tiene que chorrear es tu coño.

– Natalia, joder – con más agresividad me lanzo a su boca, pero se aparta con rapidez y una sonrisa que quiero morder.

Ella sube las manos hasta mis mejillas y apoya su frente en la mía, y yo cierro los ojos pensando que por fin me va a dejar probar sus labios, pero me equivoco.

– Aguanta – me pide provocando en mí una frustración enorme por tenerla a un par de centímetros.

– ¿Por qué?

– Tú aguanta.

– Pues deja de hablarme así, me estás poniendo de los nervios.

– Puedes decir que estás cachonda, ya sé lo mucho que te pone esto. Además, yo también lo estoy.

Suelto un gruñido porque sé lo que está haciendo. Me está provocando para que pierda la cabeza y lo peor es que lo está consiguiendo con toda la facilidad del mundo. Me dejo caer hacia atrás para apoyarme en la pared porque, ya que no me va a besar, al menos que me dé un poco de espacio para respirar.

– Voy a bajarte las bragas, ¿vale?

– Haz lo que te dé la puta gana – me resigno a seguirle el jueguecito porque no me queda otra. Ella se ríe por lo bajo.

Coloca sus manos en mis costados y las desliza por ahí a medida que se va agachando hasta llegar al suelo, y mete la mano bajo mi camiseta para tirar de mis bragas hacia abajo. Trago saliva cuando vuelve a subir, arrastrando la camiseta a su paso para acabar sacándola por mi cabeza y dejando mi cuerpo completamente a su disposición. Los dos besitos sobre mi tatuaje no faltan.

– Eres espectacular, Alba – de nuevo los susurros en mi oído erizándome la piel. – No puedo esperar a pasar mi lengua por cada rincón de tu empapado cuerpo. No voy a dejar ni una gotita sin lamer.

– Puedes empezar cuando quieras – respondo jadeando ante la imagen que se forma en mi mente, pero cuando la veo negar con la cabeza y sonreír, sé que no va a ser tan fácil.

– Yo también quiero estar desnuda, ¿me ayudas?

Sin perder ni un instante, muevo rápidamente mis manos hasta el borde de su camiseta y la empiezo a subir con prisas, hasta que sus manos agarran mis muñecas para advertirme.

– Cuanto más aceleres tú, más despacio voy a ir.

Protesto pero le hago caso porque la veo capaz de pasarse toda la mañana torturándome. Meto las manos bajo la prenda para, al menos, poder tocarla mientras se la quito. Lentamente repaso sus abdominales con la yema de mis dedos a la vez que voy levantando su camiseta. Mientras lo hago, ella no se queda atrás y vuelve a posar sus manos en mi culo, ahora desnudo, y empieza a apretarlo y a empujarme contra su cuerpo. Uff, joder... cómo me pone que me haga eso. Aun así, intento no gemir, no vaya a ser que le dé por parar.

Solo aparta las manos de mi cuerpo lo que tardo en sacar la camiseta por su cabeza y tirarla a un lado, después reanuda su tarea en mi trasero.

– ¿Te quito las bragas o eso es ir demasiado rápido? – pregunto con ironía haciendo que sonría.

– Hazlo, porque si no, no vas a poder comprobar lo excitada que estoy solo de pensar en este culo. Me pone muchísimo saber que te lo voy a comer y después te lo voy a follar hasta que me corra sobre él. ¿Me vas a dejar hacer eso? ¿Te gustaría? – clava sus cortas uñas en mi carne y ya me es imposible no gemir mientras apoyo la cabeza sobre su hombro. Si la miro a la cara me la como.

– Sí... joder – tengo que arañar su abdomen para liberar un poco de tensión. – Natalia, por favor. No puedo más.

– Las bragas – susurra en mi oído dejando un pequeño mordisco en mi lóbulo después.

Me contengo para bajárselas despacio en vez de arrancárselas y lanzarme a ella, y cuando estas acaban en el suelo al lado de las mías, a donde han ido a parar también nuestras camisetas, me echo hacia atrás para mirarla a la cara. Sus ojos, con las pupilas como dos agujeros negros, se clavan en los míos que deben estar igual o peor, y entonces, con la voz más grave y ronca que me he oído nunca, pongo en palabras lo que estoy sintiendo.

– Natalia. Una vez me dijiste que nunca más te hiciera correrte sin haberte besado primero, y me parece justo que se aplique también para mí, así que haz algo porque aún no te he probado y me tienes a punto, y ni siquiera me has tocado.

– ¿Quieres besarme? – sube las manos hasta mis mejillas y nos acerca todavía más.

– Lo necesito – jadeo ya desesperada.

Me agarra los brazos para colocarlos sobre sus hombros y ella baja sus manos a mis muslos para alentarme a subirme a ella, y yo lo hago sin dudar. Lo que sea por estar más cerca. Con mi frente pegada a la suya y respirando cada una sobre los labios de la otra, aún sin tocarlos, empieza a salir de la ducha.

Cuando abre la puerta del baño y sale al pasillo en dirección a mi cuarto, de nuevo coloca sus manos en mi culo para que empiece a frotar mi centro contra su abdomen, lo que me hace gemir sin control en su oído.

Al llegar a la habitación, cierra la puerta y nos lleva hasta la cama, donde me tumba para colocarse sobre mí. En el primer momento en el que nuestros ojos conectan lo veo claro, hay demasiado deseo en su mirada para seguir aguantando: tengo vía libre.

Subo la mano a su nuca y tiro con fuerza de los mechones de su pelo para sujetarla y que no se mueva cuando me incorporo los pocos centímetros que nos separan y me lanzo a su boca. Nos besamos con agresividad, no hay rastro de ternura, solo ganas.

Sus manos van hasta mi cuello y las mías afianzan el agarre en su nuca, mientras que nuestros labios acallan los gemidos que se producen al acabar con la frustración de no besarnos. Sin quererlo, nos vemos envueltas en un duelo por ver quién de las dos tiene más hambre de la otra, y resulta que las dos ganamos.

Aprovecho los dos segundos que me separo para coger aire para darnos la vuelta y colocarme sobre ella, notando como, tal cual había predicho Natalia al principio, estoy ardiendo, pero es que ella no está mucho mejor.

Durante la milésima de segundo que nuestros ojos conectan antes de cerrarse de nuevo, una realidad que, aunque pueda parecer que sí, poco tiene que ver con la situación en la que nos encontramos, se abre paso en mi mente. Nunca he tenido tantísimas ganas de besar a alguien hasta quedarme sin aire. Tras ese pensamiento, desconecto mi cerebro para dejar el control absoluto a mi lengua, a mis dientes y a mis labios, que no dan tregua a los suyos ni un instante.

Pierdo la cuenta de cuántos minutos pasamos besándonos sin parar, sin bajar el ritmo. Ninguna de las dos quiere separarse de los labios de la otra por nada del mundo, ni siquiera por el placer de un orgasmo que ya se anticipa arrollador y que está a tan solo un par de roces de nuestro alcance. Estamos tan al límite que es más difícil que no nos corramos que sí que lo hagamos, y aún así, no nos compensa abandonar unos besos de los que parecemos no tener suficiente.

La beso con profundidad, con pasión y con tanta necesidad que parece que esté en su boca el elixir de la vida eterna, pero la verdad es que en este momento no lo descartaría. Ella pasea sus manos arañando mi espalda, bajando hasta mi culo y subiendo de nuevo a mi cabeza, sin saber bien dónde dejarlas y apretándome contra ella con tanto ímpetu que parece que busca fusionarnos.

Me despisto un segundo pensando si merece la pena separarme de sus labios para bajar por su cuello hasta sus tetas y darles la atención que sus pezones endurecidos me reclaman, pero antes de decidirme, ella aprovecha para volver a darnos la vuelta y sin pensárselo tanto ataca mi cuello.

La idea no me convence, así que tiro de su pelo para que se separe y pueda volver a besarla, lo que no parece molestarle porque sus labios se mueven sobre los míos igual de desesperados que lo han estado haciendo hasta ahora.

Aprovechando que se ha quedado con las rodillas apoyadas sobre el colchón y hay un pequeño hueco entre nuestros cuerpos, bajo la mano hasta comprobar si está tan excitada como yo, y la respuesta no es ninguna sorpresa. ¿El océano Atlántico? Un charquito a su lado.

– Umm... Alba... – gime separándose de mi boca al notar mis dedos deslizarse entre sus pliegues. Coloco dos dedos en su entrada y es ella misma quien se echa hacia delante para que resbalen dentro. Se mueve contra ellos un par de veces y la noto temblar. – No aguanto. M-me corro.

Con rapidez separo mi mano de su cuerpo consiguiendo una mirada de reproche por su parte.

– Así no – me doy la vuelta sobre mí misma para quedar de espaldas a ella y elevo la cadera hasta que mi culo se choca contra la suya. – Cumple con lo que has dicho.

Suelta un gruñido de excitación, pero en vez de lanzarse a buscar su liberación, se inclina para posar sus labios en mi nuca y empezar un descenso por mi espalda a base de besos y mordisquitos que me hacen retorcerme bajo ella. Cuando llega a mi culo, pierde la calma que no sé de dónde había sacado y se dedica a lamerlo, besarlo y morderlo hasta que no le queda ni un trocito de carne por probar.

Al separarse, me agarra de la cadera para elevarla un poco y coloca su centro sobre mí de manera que sienta lo máximo posible al rozarse conmigo. Tampoco va a necesitar mucho para llegar. Efectivamente, no tarda en escucharse mi nombre entre gemidos ni su cuerpo empezar a sacudirse de placer.

Al segundo de dejar de temblar, no se detiene ni a coger aire cuando me da la vuelta para lanzarse a mi boca de nuevo. De ahí baja a mi cuello con agresividad, lo que me obliga a elevar mi cadera buscando un roce muy necesitado con su cuerpo. Desciende un poco más hasta mis pechos, con los que tampoco tiene piedad.

– Me vuelves loca – jadea al seguir bajando hasta mi abdomen. El desenfreno con el que está recorriendo mi cuerpo me pone más cachonda que cualquier otra cosa.

Agarro su pelo con fuerza para que regrese a mis labios y a la misma vez que mete su lengua en mi boca, sus dedos entran en mí sin aviso ninguno. No hace falta decir las pocas penetraciones que necesita para hacer que estalle en uno de los mejores orgasmos que recuerdo haber tenido. El mejor, en realidad.

Mientras recupero la respiración, que está completamente descontrolada, Natalia no me da tregua y besa mi cuello con la misma pasión que antes. Se aparta de mi cuerpo un instante para comprobar si tengo ganas de seguir, como si quedara alguna duda, y al verla incorporada de rodillas en la cama, con mi cuerpo entre ellas, una idea invade mi mente. Me muerdo el labio deleitándome con las vistas de lo buenísima que está y sin esperar más se lo pido.

– Nat, písame la cara.

Su cara de confusión me haría gracia si no tuviera tantísimas ganas de comérmela. Llevo mis manos a la parte de atrás de sus muslos y empujo para que se acerque más a mí. Cuando la tengo totalmente encima, me inclino para lamer todo su centro con lentitud, y eso hace que termine por abrir las piernas y bajar hasta mi cara.

– Ahh... sí, joder Alba – gime mientras con una mano se agarra al cabecero y la otra la lleva hasta sus pechos para estimularse los pezones. – Más... más rápido... ahí.

– ¿Rápido? – la provoco bajando el ritmo. – Ahora sí, ¿no, hija de puta?

Su excitación aumenta más al escucharme y ella misma comienza a frotarse contra mi boca.

– Mierda, Alba... sí... ummm.

Le sigo el ritmo como puedo con mi lengua hasta que colapsa de placer y se corre en mi boca. Cuando recupera el control sobre sus músculos, se aparta un poco para echarse hacia atrás y poder tumbarse sobre mi cuerpo.

– Sabes muy bien – digo pasándome la lengua por los labios cuando me vuelve a mirar. – Ven, pruébate.

Tiro de su pelo para llevarla hasta mi boca y besarnos de nuevo con ganas. No quiero parar, pero me veo obligada a hacerlo cuando ella se aparta de mí.

– Me gusta saborearme en tu boca, pero me gusta más probarte a ti.

No hay duda de a dónde se dirige cuando, con prisas, baja por mi cuerpo a la vez que arrastra los dientes por él. Me muerde y besuquea el interior de los muslos y pasa su lengua por mis ingles antes de sumergirse donde más la necesito.

Con habilidad, tarda pocos minutos en ponerme al límite de nuevo, y con la ayuda de sus dedos consigue darme un orgasmo que se coloca justo detrás del anterior en el ranking de mejores orgasmos del mundo.

Tras deshacerme de placer agarrando con una mano las sábanas y con la otra su cabeza, y gritando entre gemidos incontrolables su nombre, despacito ella vuelve a subir a mi altura. Tras un beso en el que dejamos nuestro último aliento, se tumba bocarriba a mi lado.



NATALIA POV

Los minutos pasan y nuestras respiraciones poco a poco vuelven a la normalidad. Sinceramente, no me sorprende que nos cueste más de lo habitual recuperar el aire. Tremendo polvazo. Me giro para mirar a Alba y verla con las mejillas rojas y la piel sudorosa me arranca una sonrisa.

– Ha sido una puta pasada – digo llamando su atención y haciendo que sonría.

Se gira hacia mí y se acerca apoyándose sobre mi costado para inclinarse y posar con suavidad sus labios sobre los míos.

– Ha sido increíble – murmura para volver a besarme despacio.

Después de unos segundos libera mis labios y apoya la cabeza en mi pecho. Nuestras manos comienzan a dejar suaves caricias en el cuerpo de la otra, consiguiendo que nos relajemos por fin.

– Gracias por hacerme entrar en calor – dice después de unos minutos en silencio mientras suelta una risita que yo imito.

– ¿Lo he hecho bien? No sabía muy bien dónde estaba la línea, no quería pasarme y ser demasiado grosera. Solo quería excitarte y como me dijiste que eso te gustaba... pero si algo no te ha parecido bien me lo dices, es que yo nunca he... – interrumpe mi balbuceo con un tierno beso en mis labios.

– Eres adorable cuando te pones rojita. Deberías avergonzarte más a menudo, no vale que siempre sea yo.

– ¿Entonces te ha gustado? – quiero asegurarme.

– Me ha fli-pa-do – intercala lo que dice con besitos en mi cuello que me hacen encogerme.

– Me alegro, porque no se va a volver a repetir. He gastado toda mi fuerza de voluntad hoy, no creo que otro día sea capaz de aguantar tanto sin comerte entera.

Se ríe por mis palabras haciéndome sonreír al escucharla, y cuando se inclina para atrapar mi moflete con sus dientes, yo siento el mordisquito en el corazón. Socorro, estoy perdidísima por ella. Que alguien me encuentre.

– Espero que yo te haya puesto igual.

– Por supuesto que sí. Cualquier cosa que hagas, ¿te acuerdas? Es tu superpoder.

– Me acuerdo, sí. Al final anoche tú no me dijiste cuál era el tuyo.

– Sí lo hice – sonrío y ella frunce el ceño sin entender.

Tampoco le da más vueltas y se apoya de nuevo en mi pecho. Unos minutos después, empiezo a notar su cuerpo temblar y me doy cuenta de que se está riendo, y cuanto más lo hace, más se esconde en mi pecho.

– ¿De qué te ríes? – pregunto sonriendo contagiada por su risa. Ella se levanta para mirarme y veo sus mejillas coloradas de vergüenza. – ¿Qué pasa?

– Es que... has puesto una cara muy graciosa cuando te he dicho que... que... eso, ya sabes. Lo de... pisar – baja la voz como si alguien pudiera oírnos.

– ¿Que te pise la cara? – ella asiente ruborizándose aún más pero sin perder la sonrisa. – Alba, me he rayado muchísimo. Me sueltas eso y yo ¿qué? No entendía lo que querías – eso hace aumentar la risa de Alba.

– ¡Qué va a ser Nat!

– ¡Yo qué sé! – protesto con un puchero. – Me has dicho que te pise y yo pensando en pies ¿sabes? Y claro, yo digo, no puede ser, a Alba no le va a gustar eso. ¡No sabía qué hacer! – sus carcajadas retumban por la habitación.

– ¡Nat! ¿Cómo iba a ser algo del pie?

– ¡No sé! Se pisa con el pie, ¿no? Pues qué quieres que piense. Si se pisa, es algo de pies ¡porque se pisa con el pie!

– Vale, vale – dice retorcida de la risa sobre mi cuerpo. – Igual podría haber usado otras palabras.

– Pues sí, porque yo pensaba que estaba tan nublada por las ganas y el placer que mi cerebro no estaba registrando bien lo que decías.

– Menos mal que estaba yo para salvar la situación, ¿no? – dice más calmada, elevándose para rozar mi nariz con la suya.

– Sí, menos mal... ¿te imaginas que te piso la cara literalmente? – murmuro sobre sus labios y cuando voy a besarlos, de nuevo su risa hace que nada más pueda chocar su sonrisa con la mía.

– Te habría echado de mi cama.

– Qué feo eso, Albi. ¿Y dónde voy? La mía está todavía en la terraza.

– Uy, es verdad. Deberíamos recoger eso.

– Sí deberíamos – le doy la razón apretando más mi abrazo para que no se le ocurra levantarse.

– Pero ya luego, ¿no? Ahora mejor dormimos otro ratito – se acurruca en mi pecho y me abraza fuerte.

– Madre mía Albi, si deben se cerca de las doce. Tienes un problema con dormir – me río.

– Oye no es mi culpa, me han despertado y me han robado por lo menos media hora de sueño. Encima a globazos, ¿tú te crees que ese es el despertar que me merezco? No lo es Nat, no lo es.

– ¡Pero si me los he llevado yo todos! Tendrás morro.

– Shhh, venga a dormir.

– Sí, tú hazte la loca, pero bien que me has usado de escudo. Esta te la guardo.

– Venga Nat, a dormir – me pasa la mano por la cara para que me calle mientras sonríe tanto o más de lo que lo estoy haciendo yo.

– Espera. Déjame que me levante que voy al baño.

– ¿Ahora? Joe Natalia, qué pesada, no me estás dejando dormir – protesta para hacerme de rabiar, pero yo me río mientras la muevo para poder levantarme.

– No tardo, es un segundo.

Según me pongo de pie, ella se da la vuelta y se abraza a la almohada.

– Hala, ya me ha sustituido – digo, y ella se ríe mientras yo salgo del cuarto.

Voy al baño y allí aprovecho para esconder el ratoncito que estaba por ahí tirado. Antes de volver a la cama, me paso por mi habitación para coger una camiseta, a sabiendas de que cuando entre en la de Alba, ella va a llevar la suya puesta.

Cuando finalmente entro, veo a Alba metida bajo la sábana, tumbada en la cama de espaldas a la puerta y, efectivamente, con la camiseta puesta. Sonrío y me acerco para meterme yo también. Está despierta, lo sé, pero ninguna dice nada cuando la abrazo por detrás y nos acomodamos para dormir.

Un rato después, el olor a comida me saca del agradable sueño que estaba teniendo y me estiro buscando a la rubia que al parecer ya no está en la cama. Abro los ojos y me despejo mientras intento identificar qué son esos ruidos que oigo. Antes de que mi cerebro los interprete, la puerta que estaba entreabierta, se abre del todo empujada por una Alba que entra vestida únicamente con unas bragas y un sujetador a juego que me dejan sin respiración. ¿Perdona? No entiendo qué hace paseándose así por la casa, pero ya podría haberme despertado antes.

Se acerca al armario con una camiseta en la mano y la deja dentro para coger una diferente junto con unos pantalones. Por la diminuta sonrisa que intenta esconder sé que se ha dado cuenta de que estoy despierta, pero no dice nada, simplemente sigue a lo suyo. Se me pone el corazón contento al ver que se siente cómoda sabiendo que la estoy viendo así vestida, porque prisa por taparse, a pesar de estar de espaldas a mí, no se está dando.

Con toda la calma del mundo se agacha para ponerse el pantalón corto que ha cogido. ¿Por qué tiene que ser tan puto sensual cada movimiento que hace? Mientras se abrocha el botón, decido romper el silencio.

– Debería retarte a ir todo un día en ropa interior por la casa.

– Para eso tendrías que ganar algún día, ¿no? – noto la sonrisa en su voz. Uf, me encanta cuando nos picamos.

– Ahora que he tenido esta idea igual me esfuerzo un poco más.

Se da la vuelta aún con la camiseta en la mano y yo me arrastro por la cama para sentarme en el borde mientras ella empieza a dar los pocos pasos que la separan de mí.

– No creo que sea la mejor de las ideas. Todo el día así... voy a coger frío.

– Podemos poner la calefacción a tope. Además, así tengo una excusa de por qué estoy sudando.

– ¿Verme en ropa interior te hace sudar?

– No sé – digo cuando por fin llega hasta mí. – ¿Lo comprobamos?

Con lentitud acaricio sus piernas hasta alcanzar el botón y le bajo los pantalones, mientras que ella me mira desde arriba sin oponer ningún tipo de resistencia. Agarro también la camiseta que tiene en la mano y la tiro al otro lado de la cama junto con los pantalones. Tras un pequeño empujoncito en la parte de atrás de sus muslos, ella misma se sienta a horcajadas sobre mis piernas.

– ¿Llevas mucho tiempo despierta? – pregunta como si nada.

– No, pero si llego a saber que me ibas a recibir así, lo hubiera hecho antes.

– Qué idiota – protesta dándome un golpecito en el hombro. – Es que me he despertado porque tenía hambre y me he puesto a hacer la comida.

– Buen outfit, cocinera – dejo un besito en su hombro desnudo.

– Que no, tonta. He aprovechado para darme una ducha porque tú aún dormías y he cogido una camiseta que no era, así que he venido a por otra.

– ¿Y para qué te estás vistiendo exactamente? – un besito en el otro hombro.

– Hay que tirar la basura y como hace bueno he pensado en salir a que me dé el aire, aunque sea cinco minutitos.

Asiento a lo que dice y subo una mano hasta su pecho para repasar con un dedo el contorno del sujetador.

– Nunca llevas sujetador. Me gusta, te queda tremendamente bien.

– Pensaba que ibas a decir que te gusta más que no lo lleve. Pero vamos, que ya ves – se encoge de hombros quitándole hierro al asunto. – Me apetecía y me lo he puesto, pero no tiene importancia. Me lo iba a quitar en cuanto subiera.

Soy perfectamente consciente de que este conjunto que lleva no es casualidad, nadie se pone algo así porque es lo primero que pilla del cajón. Quería que la viera así, y eso desde luego es algo nuevo. Es un pasito más en el camino de quitarse esos miedos sin sentido de su cabeza, y yo sonrío orgullosa, aunque no digo nada.

– Bueno, yo he dicho que me gusta y que te queda bien, no he dicho nada sobre que no te lo quitaría.

– Ahh vale. Ahí está la Natalia salida que todos conocemos – bromea subiendo sus brazos a mis hombros.

– Oye yo no estoy salida. ¿En qué te basas?

– Para empezar, no has sido capaz de separar tus manos de mi culo desde que me he sentado aquí. Bueno sí, una vez. Para tocarme el pecho.

– Encima que lo hago para que no te caigas...

– Además, – añade acercándose a mi oído provocativamente – no has dejado de babear desde que he entrado así vestida.

– Alba Reche, este ego es muy impropio de ti – protesto, aunque en el fondo estoy encantada con la situación.

– No es ego, es una observación objetiva.

– Es mentira.

– Lo que tú digas, pero tus manos siguen ahí.

Yo las aparto de golpe, dejo caer la espalda hacia atrás para quedar tumbada en el colchón y levanto los brazos para poner las manos por encima de mi cabeza.

– Mira, mira cómo no te toco.

Ella se ríe porque parezco una niña pequeña y se inclina, apoyándose en mi abdomen mientras empieza a dejar besos húmedos por mi cuello y mi mandíbula. Al cabo de un poquito se separa de nuevo.

– ¿Qué han sido? ¿30? ¿40 segundos?

Al principio no lo entiendo, pero luego me doy cuenta que por inercia he llevado de nuevo mis manos a su culo.

– Joder, ha sido sin querer – protesto tomándomelo ahora en serio, lo que hace que a ella le haga más gracia aún.

– Lo que yo decía, que no puedes apartar las manos de mí – cuando dice eso las quito y nos incorporamos para quedar sentadas como antes.

– Es porque me estás provocando y mis manos tienen memoria muscular para estas situaciones.

– No te estoy provocando, ahora no estoy haciendo nada.

– Alba, cómo tengo que decirte que tu simple existencia me provoca.

– Zalamera – me encojo de hombros porque es verdad, aunque no quiera aceptarlo, y llevo las manos a su ESPALDA para acercarla hasta que nuestros torsos se juntan. Ella lleva sus manos atrás para colocarlas sobre las mías y hace que las baje a su culo. – Oye, no me estoy quejando, de hecho me gusta. Solo lo he dicho porque me hace gracia que te cueste admitirlo, no para que dejes de hacerlo.

– Es que no es verdad. Yo tengo mucho autocontrol, si me lo propongo soy capaz de no tocarte ni con todas las provocaciones del mundo.

– ¿Si te lo propones? – pregunta levantando una ceja sin acabar de creérselo.

– Sí, pero no voy a hacerlo, no tengo nada que demostrar – respondo exagerando dignidad y ella rompe a reír.

– Muy bien.

Se baja de mi cuerpo y se acerca al armario donde estaba cogiendo y dejando ropa antes, y cuando vuelve a darse la vuelta, veo que tiene el peluche del ratoncito en la mano, lo que me hace poner una mueca de fastidio.

– Joe, es que ya ni me sorprendo.

– La verdad es que podrías haberte esmerado un poco más con el escondite.

– Estaba yo después de lo de esta mañana como para pensar dónde lo metía. Me has subido tanto la temperatura que me has frito el cerebro.

– En fin, excusas. Te reto... – dice mientras se apoya en mis hombros para volver a sentarse sobre mi regazo – a pasar las 24 horas de mañana sin que tus manos toquen ningún lugar de mi cuerpo. Bueno, manos y boca, que nos conocemos. Sin que nada de tu cuerpo toque nada del mío mejor, que no me fío.

– Buah Alba, el reto más fácil del mundo – mentira.

– Eso ya lo veremos mañana – sonríe pícara. No me lo va a poner fácil.

– Ya verás como lo cumplo sin problema. Eso sí, con tu permiso... – la alzo mientras me levanto y nos doy la vuelta para tumbarla en la cama. – voy a aprovechar para ir cogiendo fuerzas.

– ¿Y qué pasa con la basura?

– ¿Sigues empeñada en bajarla? – asiente mordiéndose el labio cuando me tumbo sobre ella. – A ver cómo podría convencerte para hacerlo luego...

Antes incluso de que mis labios alcancen su cuello, un ruido de mi estómago nos hace echarnos a reír. El hambre siempre cortando los mejores momentos joder. A pesar de que yo digo que da igual, ella insiste en dejarlo para otro momento e ir a comer, porque después de lo de esta mañana también está hambrienta.



ALBA POV

Cuando acabamos de comer y recogerlo todo, me decido a bajar la basura para que luego no me dé pereza y a la que subo, Natalia ya está tumbada en el sofá.

– ¿Tienes sueño con todo lo que hemos dormido hoy? – pregunto acercándome.

– La verdad es que no, no me apetece echarme la siesta. Qué desperdicio de domingo ¿no?

– Un poco, pero vamos, ni que no nos pasáramos todos los días igual.

– También es verdad. ¿Te apetece ver una serie?

Asiento ante su propuesta y mientras ella la va poniendo en la tele, yo voy a mi cuarto para cambiarme por ropa más cómoda. Vuelvo al salón y como si fuera la rutina más normal del mundo, me tumbo sobre el cuerpo de Natalia, que me recibe abriendo los brazos para que me acomode a mi gusto.

Vemos un par de capítulos de la serie y a pesar de no tener mucho sueño, me cuesta mantenerme despierta por culpa de las caricias y cosquillitas de Natalia que no cesan ni un instante.

Para evitar dormirme, empiezo a hacer comentarios sobre lo que estamos viendo y cada vez que ella me responde, acaba dejándome un beso en la cabeza, la sien o donde pille. Si que se ha tomado en serio eso de aprovechar porque mañana no puede. Yo sonrío encantada con cada uno que me da.

Cuando acaba el capítulo que estamos viendo, nos desperezamos y decidimos recoger la terraza, que ya toca. Lo peor es recoger todos los trocitos de globos rotos que hay por el suelo, pero las constantes quejas y maldiciones hacia Julia por parte de la morena me hacen reír lo suficiente para amenizarme el rato.

Al terminar, vamos a la cocina para tomar algo de merendar y después me acuerdo de que Marina me dijo que tenía que llamarla hoy sin falta.

– Voy a mi cuarto a llamar a mi hermana, ¿vale? Luego hacemos algo – le digo a la morena.

– Vale.

Antes de marcharme a mi cuarto, se acerca para dejarme un beso en la mejilla. Madre mía, qué tonta es. Solo por el reto de mañana se pone así, pienso sonriendo y acordándome de todos los toqueteos inocentes por su parte, y no voy a negar que por la mía un poco también, durante toda la tarde.

Cuando llego a la habitación y cojo el móvil, me doy cuenta de que no lo he mirado en todo el día. Qué desastre. Antes de llamar a mi hermana me meto en instagram porque tengo un par de notificaciones y ya que estoy ahí, cotilleo un poco las historias de la gente. Me sorprendo cuando llego a una de Natalia, la única de las últimas 24 horas.

Es una foto del cielo y por cómo se ve, sé que está hecha desde la cama anoche, en la terraza, no puede ser otro ángulo. Miro las horas que lleva subida y coincide, lo que no sé es cuándo la hizo que ni me enteré. Como ya me imaginaba, me fijo en la música que siempre acompaña sus fotos y que nunca es casualidad, y sonrío al reconocer la canción incluso antes de escucharla entera. Por eso me ha dicho antes que sí me había respondido a lo del puto superpoder, lo ha puesto en la historia. ¿Se puede ser más extra?

Toa' las noches lo de siempre, palique y bares de ambiente
Te confundo entre la gente, y vuelvo a verte
Todas las mañanas vuelve, no sé si es verdad o miente
Me traiciona el subconsciente, y vuelvo a verte

No sé si me quiere o no me quiere
No sé si se puede o no se puede
Ni te imaginas lo que me duele, no, uoh-oh-oh
Ojalá tener superpoderes
Si al menos pudiera leer tu mente
Saber si pa' ti soy suficiente o no


Niego con la cabeza sonriéndole a la pantalla como una tonta al leer la frase que ha añadido a un lado en chiquitito: "ya sé cuál quiero que sea mi superpoder". Cierro la aplicación antes de volverme loca y me olvido de eso por un momento para llamar a mi hermana.

– ¿Puedo preguntar ya? – dice después de unos minutos de conversación. – ¿O vamos a seguir hablando de cosas sin importancia? – resoplo y me armo de paciencia sabiendo lo que va a decir.

– No, venga. Pregunta porque veo que te da algo si no.

– ¿Qué tal con Natalia?

– ¿Así en general?

– Bueno, si quieres te pregunto cuándo lo habéis hecho por última vez, pero es que luego me regañas por querer saber los detalles.

– Ay Marina, siempre igual – me ruborizo pensando en lo de esta mañana. – Bien, estamos muy bien.

– Alba, dame algo más, no empieces con los monosílabos. Cuéntame algo nuevo.

– Yo que sé Marina, si ya te lo cuento todo – protesto porque no quiero profundizar en el tema, pero en realidad me muero por hablar de ella. No me entiendo – Me... me está ayudando mucho con lo de mis miedos por lo de mi ex, ya sabes.

– ¿Sí? – pregunta con ilusión y yo asiento. – Bueno normal, también te digo. Si yo tuviera a semejante morena babeando todo el día detrás de mí, mi autoestima también estaría rozando máximos históricos.

– Ella no está babeando por mí todo el día. Además, que no es eso, es que me siento con ganas de pasar página definitivamente de todo aquello. Siempre me está diciendo cosas que hacen que me olvide de todo. Y aunque se lo conté el otro día, no sé, veo que lo hace porque le sale y no porque le dé pena ni nada de eso. Me hace sentir muy bien y me da confianza.

– Es lo que te he dicho yo siempre, tata, pero entiendo que cale más el mensaje cuando viene de alguien que no solo usa la boca para decírtelo sino también para ponerte los ojitos de revés.

– ¡Marina!

– ¿He dicho alguna mentira?

– No, pero no seas bruta.

– No soy bruta, pero es que se la ve... hábil. Además, que lo de no ser bruta mejor díselo a ella, o si no, no te pongas una camiseta de tirantes – señala a la pantalla como si estuviera señalando todo mi torso. – Vaya marquitas, guapa.

Me subo la camiseta intentando tapar las marcas que me ha dejado esta mañana, pero es inútil por que están por todas partes, hasta en el cuello. Tendría que haberme puesto la sudadera encima, joder. No sé si Natalia se habrá dado cuenta, pero yo también le he dejado unas cuantas a ella.

– Por favor Marina para, qué vergüenza – suplico notando el sonrojo que hace que mis mejillas ardan y ella se apiada de mí.

– Que sí, que es broma. Pero una cosa te voy a decir que no lo es. A ti esa chica te gusta más que una foto de un gatito bebé – me río por la comparación sin poder evitarlo.

– Eres tontísima.

– ¿Oyes eso Alba? – se pone la mano en la oreja como si estuviera escuchando algo.

– ¿Qué dices ahora Marina? No se oye nada.

– Por eso lo digo, porque no oigo tu negación – rompo a reír de nuevo.

– ¿Cómo eres tan payasa tía? – me cruzo de brazos mirando a la pantalla y mordiéndome el labio para no sonreír.

– Sí, sí, lo que tú quieras, pero sigo sin oírte llevarme la contraria.

– Déjalo ya – sonríe todo lo que le da de sí la cara al entender que lo estoy admitiendo, pero que no estoy lista para decirlo en alto aún.

Joder, es la primera vez que me lo reconozco a mí misma. Un pequeño sentimiento de vértigo se incrusta en mi estómago, hasta que la voz de Marina vuelve a reclamar mi atención.

– De todas formas, tú tranquila Alba, que yo creo que estás pisando sobre terreno seguro.

– ¿A qué te refieres?

– Que tú también le gustas, pero vamos, clarísimo. Y mucho además, que a esa chica le falta besar el suelo por donde pisas.

– ¿Y tú qué sabrás? – digo un poco enfadada porque me esté dando esas esperanzas sin tener ni idea de la situación. Aunque bueno... Natalia también hace cosas a veces que... eso no lo haces si no te gusta la otra persona.

– Uy, pues claro que lo sé. Lo vi ayer con estos dos ojos que tengo.

– Sí claro, y deduces eso por menos de diez minutos de conversación.

– Y me ha sobrado, así que imagínate el panorama.

– Marina – digo más seria – no hemos hablado nada, ni siquiera sé si yo tengo algo de lo que quiero hablar, así que lo nuestro sigue igual.

– ¿Solo sexo? Mira Alba, con ese cuento a otra, que yo no nací ayer. Además, que me gusta para ti, y yo ya me llevo bien con ella, así palante – dice incapaz de estar seria por un momento.

– Ah bueno, pues si te gusta a ti... qué más se puede pedir – respondo con ironía. – Al menos te cae bien – añado para ver si elabora un poco más su opinión de la morena.

– Sí, sí. A mí me tiene ganada.

– ¿Por qué? Si casi no la conoces.

– Por esa sonrisa que llevas y que no se te quita. Y por lo que te brillan los ojos últimamente.

Me sorprendo por su respuesta, y me quedo un poco pillada sin saber qué decir. ¿Se me notará de verdad? Uf, espero que a Nat no le dé por pensar eso. Para no entrar en bucle con mis propios pensamientos, prefiero bromear y dejar que el tema se diluya.

– No te pongas intensa, que no te que pega.

Colgamos al poco después y yo me paso el resto de la tarde, que no es mucha, prestándole un poquito de atención a Queen mientras oigo a Natalia tocar la guitarra en su habitación. Sale a la hora de la cena para prepararla entre las dos, y me entra la risa cuando no para de darme abrazos y besos en la mejilla, recordándome el reto que tiene mañana. Sí que está aprovechando, sí. Si lo llego a saber, se lo pongo antes.

Nos sentamos en el sofá después de cenar para ver un último capítulo de la serie por hoy y en uno de los momentos en los que me despisto mirándola, me acuerdo de una cosa que ha dicho Marina. Sin quitar la vista de la morena, intento imaginarme una foto de un gatito bebé para ver qué me gusta más. Cómo voy a elegir si son prácticamente lo mismo, pienso cuando justo se ríe por algo de la tele y se le ven los dientecillos. 

No le doy más vueltas al tema y me centro en el capítulo hasta que se acaba y le digo a Natalia que me marcho a dormir. Me levanto del sofá y cuando me giro para marcharme, una palmada en mi culo dada con ganas hace que me vuelva a girar para ver a la morena con cara de no haber roto un plato en su vida.

– ¿Y esto tan gratuito? – me enseña la pantalla de su móvil para que vea que el reloj marca las 23:56.

– La última, para acordarme mañana si veo que me estoy viniendo abajo – suelto una carcajada por la excusa.

Me inclino en el sofá para acercarme a ella y me muerdo el labio cerquita de su cara para atraer la atención a esa parte de mi cuerpo antes de hablar.

– Qué pena que no me hayas dado así esta mañana, con lo que me pone.

Abre mucho los ojos y se queda a cuadros en el sofá mientras yo me doy la vuelta y ahora sí, me voy a mi cuarto. Poco rato después me llega su mensaje cuando se acuesta.

*Nat*

eres mala

no me puedes decir eso justo antes de un reto como el de mañana

ya noto que me están picando las manos

*yo*

jajajajaja

il riti mis ficil dil mindi

*Nat*

a ver que no digo que no lo vaya a cumplir

pero uf Alba...

UF

*yo*

diría que te lo voy a poner fácil

pero sería mentira

prepárate

*Nat*

creo que mañana no voy a salir de mi habitación

*yo*

JAJAJAJA

cobarde

pues yo he pensado que podríamos retomar las clases de deporte

que hace mucho que no hacemos una

*Nat*

claro que sí

vamos a madrugar

que se haga más largo el día

*yo*

no te veo muy convencida de aguantar

*Nat*

por supuesto que sí

por quién me tomas

solo...

no te portes muy mal porfi

*yo*

me lo pensaré

buenas noches Natalia

*Nat*

buenas noches Alba

Dejo el móvil con el despertador puesto y me voy a dormir pensando en que sí me voy a portar mal mañana. Muy mal.


Continue Reading

You'll Also Like

77.6K 3.2K 14
One Shots Albalia no relacionados entre sí, con distintas tramas. Se aceptan peticiones.
92.8K 13.4K 40
Donde HongJoong es el Omega más deseado del momento y Mingi un Delta solitario. 🖤 Temática Omegaverse 🖤 Mingi Activo / HongJoong Pasivo 🖤 Pareja P...
34.3K 997 89
Hola soy t/n Suarez y pues nunca me imagine que el amor llegara ami ,pero tampoco sabía que dolía tanto ni que en mi vida apareciera una pequeña ángel
37.8K 4.1K 16
Yu Karina, una universitaria que no podía soportar el drama lésbico de su compañera de habitación, se muda a una nueva habitación del campus. Ahí des...