DÍA 27: Borrar el límite

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ALBA POV

Cuando llego al salón, Natalia ya ha preparado en la tele la clase de deporte para hoy y ha apartado la mesa para hacer hueco. Ella está sentada en uno de los taburetes mirando su móvil, esperándome para empezar, y yo llego con toda la pereza del mundo sobre mí.

Avanzo hasta ella que no me ha oído entrar y apoyo la cabeza en su hombro, dejándome caer contra su cuerpo porque no me apetece ni mantenerme de pie.

– Buenos días – murmuro con pena.

– Creo que alguien no se ha levantado con ánimo de hacer ejercicio ¿no? – se ríe dándose la vuelta y atrapándome entre sus brazos. – Buenos días.

Dejo un besito en su mejilla antes de separarme e ir a beber agua para empezar.

– Yo creo que ya he perdido el ritmo. Igual deberíamos dejar esto del deporte.

– No empieces a quejarte que luego no es para tanto.

Agarra la manga de la sudadera que llevo puesta y que no me va a durar nada en cuanto empecemos con el deporte, y me arrastra hasta el medio del salón para que no me dé tiempo a ponerme a vaguear. Lo bueno es que cuanto antes empecemos antes acabamos.

Como siempre, al final no se hace tan duro porque solo es una hora y con Natalia la verdad es que se me pasa rápido, y cuando me quiero dar cuenta, ya hemos acabado. 

Antes de que me dé tiempo a hacerlo a mí, Natalia se tumba sobre el sofá completamente estirada y sin dejarme hueco, y yo protesto porque no me dan las fuerzas para nada más que no sea sentarme.

– Oye no, déjame a mí también – ella niega con una sonrisa y yo me acerco hasta el borde del sofá para agarrar su camiseta y tirar de ella, como si eso fuera a servir para levantarla. – Venga Nat, vete a la ducha tú primero.

– ¿Con lo bien que se está aquí tumbadita? – hace una pregunta retórica y niega ella misma con la cabeza. – No, mejor ve tú primero.

Yo la ignoro y me tumbo sobre su cuerpo, cansada de estar de pie, pero mucha relajación no encuentro cuando ella empieza a hacerme cosquillas.

– ¡Naaaat! – protesto entre risas y forcejeamos hasta que ella acaba incorporada y yo sentada a horcajadas sobre sus piernas. Lo que le gusta que me siente así en ella, madre mía. – No me apetece moverme, ve tú.

Me dejo caer sobre su torso y apoyo la frente en su hombro, haciéndole entender que estoy en modo vago totalmente. Ella rodea mi cintura con sus brazos y sin previo aviso me aprieta contra su cuerpo a la vez que se levanta conmigo encima.

– Yo me he pedido el sofá primero, así que te toca a ti ir a la ducha.

– Natalia que me mato – digo con una carcajada mientras rodeo su cadera con mis piernas y paso mis brazos por su cuello para no caerme, sin entender de dónde está sacando la fuerza para llevarme en brazos después de todo el ejercicio que hemos hecho.

Escondo la cara en el hueco de su cuello sin dejar de reír y ella avanza por el pasillo conmigo a cuestas hasta la puerta del baño. Suelta una mano de mi cuerpo para abrir y yo me agarro con más fuerza para no caerme, aunque con lo enganchada que estoy a su cuerpo, dudo que lo vaya a hacer aunque me suelte del todo.

Entra al baño y cierra la puerta detrás de nosotras, lo que me hace separarme de su cuello para mirarle a la cara y ver cómo mira alrededor buscando un sitio donde dejarme. Parece ser que bajarme al suelo sin más no la convence.

Sonrío con los ojos fijos en los suyos cuando da un par de pasos y siento que me apoya contra la pared de en frente del espejo para poder sujetarme sin tener que usar sus brazos. Echo un vistazo por el espejo para ver el cuerpo de Natalia ligeramente arqueado, sujetando el mío sobre su cadera, y no puedo negar que la imagen me gusta demasiado.

CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora